Tres preguntas a Del Paso
Repasar a Del Paso para entrevistarlo era releerlo a fondo o hacer el rid¨ªculo. Y, claro, releerlo era una forma de volver a descubrir la potencia de sus novelas
Uno se mete en honduras al recurrir a textos del estilo ¡°las veces que almorc¨¦ con el difunto ilustre¡±. Pero no tengo m¨¢s remedio que hacerlo porque ha muerto Fernando del Paso, quiz¨¢ el ¨²ltimo gran escritor del siglo XX latinoamericano, y mi lectura de su obra no puede separarse de las ocasiones en que charl¨¦ con ¨¦l por la sencilla raz¨®n de que, en todas, entrevistas, presentaciones o pl¨¢ticas casuales, hablamos de sus libros.
Repasar a Del Paso para entrevistarlo era releerlo a fondo o hacer el rid¨ªculo. Y, claro, releerlo era una forma de volver a descubrir la potencia de sus novelas, porque uno nunca termina de encontrarles facetas, capas y profundidades. Conoc¨ª en persona a Del Paso mucho tiempo despu¨¦s de haberlo le¨ªdo por primera vez. Una revista me pidi¨® que lo buscara y, luego de unas gestiones de mi hermano ?ngel (quien trabaj¨® muchos a?os bajo el mando del novelista en la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz), se concret¨® una reuni¨®n en su casa de Guadalajara. Del Paso me recibi¨® en un jard¨ªn, acompa?ado por un servicio de caf¨¦, pan dulce y fruta y un jarra de agua fresca. Hablamos de Noticias del Imperio, que cumpl¨ªa no s¨¦ cu¨¢ntos a?os de publicada, y que yo me rele¨ª un d¨ªa antes, en doce horas de alucinaci¨®n, con apuntes, subrayados (en libreta aparte, porque odio marcar los libros), citas textuales, etc¨¦tera.
Creo que sal¨ª m¨¢s o menos bien librado del toma y daca sobre el Segundo Imperio Mexicano, la Intervenci¨®n Francesa, el liberalismo del XIX y Ju¨¢rez. O lo hice hasta que mencion¨¦ la carroza que el Benem¨¦rito emple¨® para su retirada al norte, acosado por las tropas de Maximiliano. ¡°Un carro tirado por mulas¡±, describ¨ª yo. ¡°Hombre, no, claro que no. No eran mulas, las del carro de Ju¨¢rez, eran bueyes. Aunque haya bueyes muy mulas¡±, me corrigi¨® Del Paso, d¨¢ndole un mordisco disimulado a un pan dulce, que creo que ya ten¨ªa restringido, por entonces, debido a su salud. La investigaci¨®n gigantesca que realiz¨® para la obra (que, por s¨ª sola, revitaliz¨® el g¨¦nero de la novela hist¨®rica en espa?ol a finales del siglo XX) lo ilustr¨® al grado de dominar detalles as¨ª. ¡°Usted me habla de estructura y lenguaje pero yo, en esta novela, estaba centrado en la exactitud¡±, concluy¨®.
La siguiente charla fue pura carambola. Estaba releyendo Palinuro de M¨¦xico (en mi primera incursi¨®n, tambi¨¦n en la adolescencia, fracas¨¦ ante esa novela exuberante y radical, que el propio Del Paso me describi¨® luego como de estructura ¡°desbalagada¡±; en un segundo intento, a los veintipocos, lo logr¨¦, y qued¨¦ tan contento por la navegaci¨®n en sus aguas turbulentas que me fui derechito a por el Ulises de Joyce, pero ese batacazo es otra historia¡). Escrib¨ªa, por entonces, una novela que abordaba asuntos pol¨ªticos y sociales y pocas lo han hecho tan bien como Palinuro. En medio de tales empe?os viaj¨¦ a la capital a resolver unos asuntos. Estaba, lo recuerdo, en un caf¨¦ sobre la calle ?msterdam, cuando son¨® mi celular. ¡°Buenas tardes, soy Fernando del Paso¡±, dijo una voz. Lo primero que pens¨¦ fue que se trataba de una tomadura de pelo. Pero no: era ¨¦l. Quer¨ªa invitarme a una comida que iba a organizar ese fin de semana en homenaje a un amigo suyo. Y yo aprovech¨¦ para echarme un voladito: ¡°Ya de paso, quisiera hacerle unas preguntas sobre Palinuro, si hay tiempo¡±. Del Paso tosi¨®. ¡°Pues si quiere, de una vez, que en la comida va a haber m¨¢s gente y a lo mejor no tenemos espacio¡±. Sin el Palinuro a la mano para las citas textuales me temblaron las piernas. Le pregunt¨¦ algunas cosa sobre su modo de abordar un tema escabroso, como el 68, en el texto. ¡°Yo pensaba b¨¢sicamente en las im¨¢genes, entonces. En lo pol¨ªtico, s¨ª, pero sobre todo en lo literario. Es un libro de im¨¢genes¡±.
En la comida, efectivamente, no hubo tiempo para m¨¢s. Creo que ni dije nada. Miento: cont¨¦ una historia escabrosa que o¨ª en otro sitio (?sab¨ªan ustedes que la posici¨®n de seguridad que recomiendan en los aviones tiene el prop¨®sito de que la cara le quede m¨¢s o menos reconocible a los que mueren en los accidentes y as¨ª facilitar su identificaci¨®n?).
Mi ¨²ltimo encuentro con Del Paso (luego de otro par, m¨¢s breves, y alg¨²n contacto indirecto para una entrevista por escrito) fue en la FIL de Guadalajara, poco despu¨¦s de que le dieran el Cervantes. Present¨¦ un libro que reun¨ªa algunos de sus ensayos literarios. El novelista se hab¨ªa recobrado, con muchos esfuerzos y cuidados familiares, de problemas de salud muy delicados. Le costaba hablar pero no se privaba de hacerlo. Por mi lado, hab¨ªa estado releyendoJos¨¦ Trigo (la le¨ª por primera vez ya entrados los veinticinco, justo despu¨¦s de que naciera mi hija mayor) para un texto en que deseaba hacer algunos paralelismos entre esa primera novela, toda riesgo verbal y estructural, y la Galatea, la primera de Cervantes, a la que no se parece y s¨ª (una historia principal y algunas secundarias que saltan ac¨¢ y all¨¢¡). Ya sobre la mesa y a punto de comenzar la presentaci¨®n (la gente a¨²n estaba aplaudiendole al premiado), me inclin¨¦ un poco hacia Del Paso. ¡°Estuve releyendo Jos¨¦ Trigo y...¡±, as¨ª inici¨¦. ?l asinti¨® con la cabeza. ¡°Puro lenguaje¡±, murmur¨®. ¡°Todo es puro lenguaje¡±.
Exactitud, im¨¢genes, lenguaje.
Eso me dijo.
Eso fue.
Una literatura en s¨ª mismo.
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