Los poderes de la novela
¡®Gal¨ªndez¡¯, de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, no solo fue una novela para juzgar el uso del poder y sus negocios sucios, sino tambi¨¦n una indagaci¨®n vertiginosa sobre sus motivaciones inconfesables y su delictiva propensi¨®n corruptora
Manda la tradici¨®n que las causas de la novela y la pol¨ªtica casan mal porque la segunda tritura o envilece los nobles prop¨®sitos est¨¦ticos de la primera. La toxicidad de sus materiales primarios ¡ªimpunidad, violencia, corrupci¨®n, delincuencia¡ª parece incompatible con las delicuescencias entretenidas de una novela com cal. Sus objetivos espurios de denuncia y sabotaje colonizan a la desvalida novela y la enredan con los trapos sucios de la rastrera pol¨ªtica. Es posible que haya alguna incompatibilidad entre ambas, pero es una incompatibilidad hist¨®ricamente motivada, y no esencial o metaf¨ªsica o identitaria: Gal¨ªndez, de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, no solo fue una novela para juzgar el uso del poder y sus negocios sucios, sino tambi¨¦n una indagaci¨®n vertiginosa sobre sus motivaciones inconfesables y su delictiva propensi¨®n corruptora.
En la tradici¨®n del caudillismo pod¨ªa encontrarse una de sus vetas m¨¢s poderosas, y al menos desde Tirano Banderas, de Valle-Incl¨¢n, o El se?or presidente, de Miguel ?ngel Asturias, y hasta El oto?o del patriarca, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, o Si te dicen que ca¨ª, de Juan Mars¨¦, supimos que la pol¨ªtica pod¨ªa cuajar como el mejor combustible literario. En la delincuencia del poder y su autolegitimaci¨®n en nobil¨ªsimos m¨®viles hay un motor creativo que ha rendido en las letras hisp¨¢nicas con una fuerza insospechada. El mismo V¨¢zquez Montalb¨¢n supo dotar a sus tramas neocostumbristas en torno a Carvalho de un gas pol¨ªtico indesmayable donde casi nada aparec¨ªa expl¨ªcitamente, pero la pol¨ªtica y el poder lo empapaban todo.
Porque tambi¨¦n en la novela pol¨ªtica el problema es de forma. La rebeld¨ªa que anima a Unamuno en C¨®mo se escribe una novela es pol¨ªtica e indisociable de su arrebato confesional, de la misma manera que 100 a?os despu¨¦s la suspensi¨®n difusa de la enfermedad de Marta Sanz en Clav¨ªcula lleva dentro un bombeo pol¨ªtico sutil e incandescente con armas exactamente dispares de las que usan Juan Gabriel V¨¢squez y Patricio Pron en sus turbadoras La ruina de las formas y El esp¨ªritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia. Por en medio la pluralidad de asedios literarios a las coacciones del poder y la pol¨ªtica ha tenido un despliegue imaginativo tan formidable como la mejor literatura sobre desenga?os amorosos, perplejidades morales o decepciones adquiridas. En los 30 a?os que van desde Conversaci¨®n en La Catedral hasta La Fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa ha transformado sus recursos pero no ha variado la interrogaci¨®n tr¨¢gica sobre el poder.
Cuando Bola?o escribe Estrella distante, algunas de esas obras ya han labrado en los lectores la convicci¨®n de que novela y poder mantienen un maridaje inestable que pide una valent¨ªa adicional: acercar el hocico de una sociedad a sus pliegues m¨¢s innobles, levantar las esquinas de una realidad vestida de impolutos protocolos manchados de extorsi¨®n y c¨¢lculo. Pero tampoco sin Rafael Chirbes, desde La buena letra y hasta Crematorio, vivir¨ªamos quiz¨¢ este regreso a la convicci¨®n de que la novela puede desvelar el lado oscuro del orden pac¨ªfico y legalizado. Por eso tambi¨¦n Anatom¨ªa de un instante, de Javier Cercas, es irrenunciablemente otra de las grandes novelas pol¨ªticas. No lo parece precisamente porque su propia innovaci¨®n formal ha absorbido ya la lecci¨®n m¨¢s alta sobre las texturas ocultas de la vida del poder. Nadie sabe demasiado bien c¨®mo funciona ese maridaje entre pol¨ªtica y novela, pero los buenos novelistas siempre acaban sali¨¦ndose con la suya.
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