Corriente alterna
Julio Manrique dirige en Barcelona ¡®L¡¯habitaci¨® del costat¡¯, de Sarah Ruhl, una sofisticada comedia sobre la liberaci¨®n femenina
En el verano de 2010, el director Bijan Sheibani y su compa?¨ªa (ATC) presentaron en el Lliure/Grec la hermosa y sorprendentemente lorquiana Eurydice, de la dramaturga norte?americana Sarah Ruhl. Al a?o siguiente, Jos¨¦ Mar¨ªa Pou vio en Broadway otra obra de Ruhl, In The Next Room (Or The Vibrator Play), que estuvo a punto de dirigir en Madrid, protagonizada por Maribel Verd¨² y Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, pero el proyecto se aplaz¨®.
Siete a?os despu¨¦s, Julio Manrique ha dirigido la funci¨®n en La Villarroel barcelonesa, con excelente versi¨®n catalana de Joan Sellent y un fenomenal reparto. Los di¨¢logos de L¡¯habitaci¨® del costat, ingeniosos y profundos, con un gran conocimiento de la naturaleza humana, me hicieron pensar en una hermana de sangre de Michelle Ashford (Masters Of Sex) y Amy Sherman-Palladino (The Marvelous Mrs. Maisel). La comedia, sofisticada y con una gama de tonos muy bien equilibrada, transcurre en una poblaci¨®n termal de las afueras de Nueva York hacia 1880.
Alejandro And¨²jar firma decorado y vestuario, ambos notables. El decorado est¨¢ dispuesto en pasillo, con p¨²blico a ambos lados. La iluminaci¨®n de Jaume Ventura muestra el sal¨®n de la casa de los Givings, lleno de muebles y l¨¢mparas, y la consulta m¨¦dica, la ¡°habitaci¨®n vecina¡± que da t¨ªtulo a la obra, met¨¢fora de la sexualidad por liberar.
El doctor Givings (impecable Ivan Benet) es un ginec¨®logo fascinado por el descubrimiento de la energ¨ªa el¨¦ctrica (nuevo s¨ªmil) y especialista en lo que dieron en llamar (con Freud, ay, a la cabeza) ¡°histeria femenina¡±, para la que cree haber encontrado una cura: el reci¨¦n inventado vibrador. Aunque el centro de la obra no es el doctor y su hallazgo, sino los preciosos personajes femeninos, encabezados por su esposa, Catherine, y una nueva paciente, Sabrina Daldry: mujeres que se apoyan y descubren sus deseos, dejando atr¨¢s la represi¨®n victoriana.
Catherine, muy bien dibujada por Carlota Olcina, es inteligente y risue?a, llena de fuerza y de vida, pero no tiene bastante leche para criar a su hija, y el matrimonio no va bien: intuye lo que est¨¢ pasando en la consulta; siente celos y quiere provocar los de su marido (y esto es solo el comienzo del terremoto). La se?ora Daldry visita al ginec¨®logo porque ha perdido las ganas de vivir. La causa, grosso modo, salta a la vista: el se?or Daldry (Xavi Ricart) es un botarate pomposo e insensible. Mireia Aixal¨¤ est¨¢ perfecta comunicando la tristeza de la paciente, pero bordea un poco el clich¨¦ humor¨ªstico en las escenas org¨¢smicas, buscando la risa como si temiera perder al p¨²blico: son, a mi juicio, peque?os e innecesarios excesos.
Hay que aplaudir la finura de trazo que la elegante y delicada Adeline Flaun imprime a Elizabeth, una muchacha negra, sirvienta de los Daldry y nodriza ocasional de los Givings: a destacar el hermoso momento en que evoca la p¨¦rdida de su hijo (y lo bien que Sarah Ruhl nos hace ver al padre, en dos frases y sin aparecer en escena). En una l¨ªnea similar est¨¢ concebido el rol de Annie, la comadrona y ayudante del doctor, esperado retorno (en espl¨¦ndida forma y sutileza) de Alba Florejachs, que dice mucho con una arquitectura de pocas frases, silencios y miradas. A destacar su delicioso y fin¨ªsimo, casi dieciochesco, mano a mano con Mireia Aixal¨¤ en el tercio final, donde ambas brillan a gran altura.
Leo Irving (Pol L¨®pez), el ¨²nico paciente mascu?lino del doctor, es un pintor ingl¨¦s bohemio que al principio parece no ir m¨¢s all¨¢ del contrapunto c¨®mico, pero este actor es un maestro a la hora de abordar la sinceridad de sentimientos. Pisa fuerte en sus escenas con la se?ora Givings y comienza un romance que no revelar¨¦. Y me temo que le sucede un poco lo que antes criticaba a Mireia Aixal¨¤. Son los ¨²nicos tropiezos, a mi entender, de una puesta en escena muy medida y detallista.
El primer t¨¦rmino gen¨¦rico que viene a la cabeza para definir esta funci¨®n es ¡°vodevil¡±, pero la palabra es peligrosa porque hace pensar en trepidaci¨®n, gente corriendo, puertas abri¨¦ndose y cerr¨¢ndose. Y el ritmo de Ruhl y Manrique es ¨¢gil y vivaz, pero no agitado. Vodevil agridulce, pues, en el sentido que quer¨ªa darle Ch¨¦jov. Tambi¨¦n ¡°m¨¢s dionisiaco que apol¨ªneo¡±, como dijo de su trabajo la propia dramaturga, y con una melancol¨ªa que se va cuajando a medida que avanza hacia ese final casi m¨¢gicamente servido por Manrique: si L¡¯habitaci¨® del costat fuera una comedia francesa, en su despedida Henri Salvador cantar¨ªa Jardin d¡¯hiver.
L¡¯habitaci¨® del costat.?Sarah Ruhl. Direcci¨®n: Julio Manrique. La Villarroel (Barcelona). Hasta el 3 de febrero de 2019.
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