Recapturando la serotonina
Houellebecq sigue utilizando, junto al pesimismo apocal¨ªptico y la provocaci¨®n sexual, sus coqueteos con el lenguaje ¡°cient¨ªfico¡±
1. Mercado
Me entero por adoptauntio.es, una plataforma en la que ¡°los hombres son objetos y las mujeres quienes hacen sus compras¡±, y en la que ¡°las ¨²nicas que pueden abordar a los t¨ªos son las chicas¡±, de que los pretendientes que se inscriben como candidatos tienen muchas m¨¢s posibilidades de ser elegidos si se expresan con correcci¨®n que si lo hacen con faltas de ortograf¨ªa o con estilo m¨¢s bien pedestre. En un pa¨ªs en el que cada d¨ªa se escribe peor (pregunten, pregunten a los profesores) y en el que desaparecen del uso hasta los art¨ªculos determinados (ahora se dice, por ejemplo, ¡°se vieron en Zarzuela¡±, ¡°lo llevaron a quir¨®fano¡±, ¡°la subieron a planta¡±, ¡°lo dijo en sede parlamentaria¡±, etc¨¦tera), el hecho de que una plataforma dedicada al ligue con derecho a sexo y despiporre reconozca t¨¢citamente las ventajas de la alfabetizaci¨®n (la literacy de los anglohablantes) resulta enternecedor. Si yo tuviera poder para convencer a don Santiago Mu?oz Machado, flamante director de la RAE (y, por tanto, de la Asociaci¨®n de Academias de la Lengua Espa?ola), intentar¨ªa que el nuevo (y util¨ªsimo, aunque solo sea como est¨ªmulo para saltarse el canon a conciencia) Libro de estilo de la lengua espa?ola (Espasa) incluyera en los paratextos de cubierta o en una faja colocada ad hoc las ventajas de la buena expresi¨®n para conseguir y dar favores sexuales. Por lo dem¨¢s, si alguno de mis improbables lectores ¡ªen castellano, como nos recuerda el tambi¨¦n acad¨¦mico Pedro ?lvarez de Miranda en su librito El g¨¦nero y la lengua (Turner), el masculino es un g¨¦nero no marcado) tiene curiosidad por, o desea inscribirse en, la mencionada web, les dir¨¦ que en las estanter¨ªas (as¨ª las llaman) de los ¡°cien t¨ªos a adoptar¡± (sic) elegidos por el jurado de mujeres notables solo figuran dos escritores: el franc¨¦s Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder y el sueco Jens Lapidus. En fin, que estamos locas.
2. Jeremiada
Si Pangloss cre¨ªa que est¨¢bamos en el mejor de los mundos posibles, Florent-Claude Labrouste, el narrador de Serotonina (Anagrama, 9 de enero), ¨²ltimo v¨®mito narrativo de Michel Houellebecq (MH), est¨¢ convencido de que todo, absolutamente todo, es un horror sin paliativos ni salidas. Voltaire escribi¨® su Candide, una s¨¢tira divertida, injusta y caricaturesca del optimismo de la teodicea de Leibniz, despu¨¦s del terrible terremoto de Lisboa y en plena guerra mundial de los Siete A?os. Houellebecq, para quien la historia es una sucesi¨®n de horrores, lo escribe en la era de Trump ¡ªde quien este eterno provocador ha dicho que es el mejor presidente que ha tenido EE?UU¡ª, cuando la amenaza de fracturaci¨®n de Europa est¨¢ en marcha (MH es firme partidario del Frexit, de que Francia tambi¨¦n se vaya) y la extrema derecha crece por doquier. La s¨¦ptima novela de Houellebecq sigue utilizando el discurso de un ingenioso y envejecido enfant terrible que se ha empapado de Schopenhauer y que cree que hace alta cultura despotricando del mundo. El ¨²nico consuelo del narrador ante ¡°la insoportable vaciedad de los d¨ªas¡± son los comprimidos de Captorix, un antidepresivo que favorece ¡°la liberaci¨®n por excitosis de la serotonina producida al nivel de la mucosa intestinal¡±. S¨ª: Houellebecq sigue utilizando, junto al pesimismo apocal¨ªptico y la provocaci¨®n sexual (en la novela hay alguna entretenida muestra de animalismo para escandalizar a quien se deje), sus coqueteos con el lenguaje ¡°cient¨ªfico¡±. A Laurent ¡ªotro avatar del narrador t¨ªpico de MH¡ª ya no lo quiere nadie, porque ha dejado pasar el amor: ni la danesa Kate, ni la japonesa Yuzu ¡ªuna incansable atleta sexual¡ª, ni la insegura Claire, ni ninguna de las muchas chicas, ¡°sobre todo espa?olas¡±, que conoci¨® en su juventud. La publicaci¨®n de la novela, que se pondr¨¢ a la venta en Francia (Flammarion) el 4 de enero con una tirada previa de ?320.000! ejemplares, est¨¢ precedida por uno de esos est¨²pidos ¡°embargos¡± que impiden los comentarios o las cr¨ªticas previas y que contaminan el ambiente con paratextos publicitarios del tipo ¡°la novela m¨¢s desesperada¡± del autor, ¡°una novela crepuscular¡±, ¡°anticipa la revuelta de los gilets jaunes¡± y otros abrebocas por el estilo destinados a un lector condicionado y un punto adolescente. Yo la he terminado de leer estos d¨ªas ¡ªquiz¨¢ como respuesta inconsciente al empalago del esp¨ªritu navide?o¡ª y no puedo quitarme la sensaci¨®n de hab¨¦rmelas visto con un producto epigonal de la cultura hip-hop. Y, s¨ª: como siempre en Houellebecq, hay destellos de buen oficio (al fin y al cabo ya lleva siete novelas), pero los aplastan la explicitud de la antimoraleja y la prolijidad de la miseria y de la desesperaci¨®n del narrador. Por lo dem¨¢s, no pude evitar re¨ªrme (aunque el provocador Laurent-Houellebecq lo diga absolutamente en serio) con la exaltaci¨®n de Francisco Franco, ¡°independientemente de otros aspectos a veces objetables de su acci¨®n pol¨ªtica¡±, como un aut¨¦ntico ¡°gigante del turismo¡±. Por ¨²ltimo, ignoro si el Captorix funciona. A m¨ª no me va mal con Escitalopram, que inhibe la recaptaci¨®n de la serotonina y me ayuda a soportar a tanto ilustre bobo. Y es que, para pesimistas, me sigo quedando con Bernhard (y con leer la prensa del d¨ªa).
3. Mitoman¨ªas
Ya traje a uno de los ¨²ltimos sillones el ensayo Mary ?Poppins. Magia, leyenda, mito (Abada), de Mar¨ªa Tausiet, un libro muy apropiado para estos d¨ªas, con la nueva versi¨®n de la pel¨ªcula en cines atestados de ni?os gritones. Perm¨ªtanme ahora que les recomiende tambi¨¦n un buen ensayo sobre un personaje-mito que ha influido notablemente en nuestra cultural: Robinson y la isla infinita (Fondo de Cultura), de Rosa Falc¨®n. Por ¨²ltimo, no olviden en sus compras la estupenda edici¨®n que ha publicado Edelvives de La muerte en Venecia, de Thomas Mann, magn¨ªficamente ilustrado por el pintor murciano ?ngel Mateo Charris. Y feliz a?o. Incluso para Houellebecq, que lo estar¨¢ pasando fatal.
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