Algunas alegr¨ªas lectoras
Winslow me parece un maestro, uno de esos gigantes literarios que reducen a a?icos el g¨¦nero
1. Fronteras
El entusiasta descubrimiento de Don Winslow por Antonio Mu?oz Molina, tal como refer¨ªa la pasada semana en su columna vecina, me sorprendi¨® leyendo el tremendo, adictivo, fascinante cent¨®n (958 p¨¢ginas) La frontera (HarperCollins), ¨²ltima entrega de esa trilog¨ªa (admite lectura independiente) a cuyas dos anteriores, El poder del perro (2005; en DeBolsillo) y?El c¨¢rtel?(2015; bolsillo RBA) se refer¨ªa el autor de El jinete polaco. De entrada, y para mojarme como si me hubiera ca¨ªdo vestido en la piscina, les dir¨¦ que Winslow me parece un maestro, al menos por esos tres libros, que son los ¨²nicos de su extensa producci¨®n que he le¨ªdo. Uno de esos gigantes literarios que reducen a a?icos el g¨¦nero en que las editoriales inscriben sus libros para, pura y simplemente, regalarnos gran literatura. AMM mencionaba a prop¨®sito de Winslow ¡ªdel que Oliver Stone llev¨® al cine (2012) su novela Salvajes (2010)¡ª esa ¡°ambici¨®n tolstoiana¡± que convierte el relato novelesco en toda una visi¨®n del mundo. Winslow ha contado como nadie el complejo universo f¨¢ctico y moral del narcotr¨¢fico mexicano y, de paso, de las circunstancias, econ¨®micas, pol¨ªticas, sociales, en que se han enmarcado sus sucesivos avatares. En La frontera, el libro m¨¢s salvaje y descarnado de la trilog¨ªa, retoma al ya maduro Art Keller, ahora m¨¢ximo responsable de la DEA ¡ªy despu¨¦s de tantas batallas, un luchador cansado, como el Smiley de Le Carr¨¦¡ª, para intentar poner freno a la lucha por la sucesi¨®n de Ad¨¢n Barrera, su n¨¦mesis en los libros anteriores. La guerra m¨¢s cruel estalla entre Los Hijos, v¨¢stagos de una generaci¨®n que fund¨® el imperio y lo dividi¨® en taifas de la droga, y cuya estela de caos y miedo asumen con tanta o m¨¢s ferocidad en su despiadado delirio de poder. Pero Sinaloa y los dem¨¢s c¨¢rteles rivales no pueden subsistir sin Wall Street y sus representantes en la esfera pol¨ªtica de la naci¨®n m¨¢s poderosa: el libro de Winslow, de lectura febril y fraseo el¨¦ctrico y preciso (a pesar de que en la traducci¨®n se pierda la fuerza de las jergas del narco), pero exigente y nada lisonjero, termina siendo una especie de alegato pol¨ªtico en el que las fronteras f¨ªsicas y morales tienen como referencia ineludible a Trump y la m¨¢s ¡°rabiosa¡± actualidad. Si no quieren pasarlo mal (?y tan bien!) navegando por este libro salvaje y caudaloso, no cometan el error de comprarlo. Y si lo hacen, m¨¢s vale que lo empiecen cuando no tengan que poner el despertador.
2. Alianzas
Nuevo intento de Alianza (un gran grupo del megagrupo Hachette) por conseguir una serie de ficci¨®n tan prestigiosa y, sobre todo, con tanta visibilidad como las de ensayo. Cuando los peque?os vol¨²menes de bolsillo con ins¨®litas cubiertas de Daniel Gil irrumpieron en el m¨¢s bien gris¨¢ceo (en lo que a dise?o se refiere) panorama librero de 1966, ya figuraban entre ellos algunas novelas: entre los primeros tres t¨ªtulos resplandec¨ªa La metamorfosis, de Kafka, a la que pronto siguieron libros fundamentales de Proust o de Hesse, por ejemplo. Luego inventaron Alianza Tres, con aquellas cubiertas op art en blanco y negro en las que le¨ª, por ejemplo, a Drieu La Rochelle o Plat¨®nov o el Octaedro de Cort¨¢zar (y luego, ya con sobrecubierta coloreada, la deslumbrante La muerte de Virgilio, de Broch); m¨¢s tarde, al filo de los noventa, lleg¨® Alianza Cuatro con el rentabil¨ªsimo best seller Le¨®n el Africano, de Maalouf; y bastantes a?os despu¨¦s, un mix sin demasiada personalidad corporativa donde se ahogaban t¨ªtulos muy respetables de Mishima o Khadra o Tariq Ali. En alg¨²n momento ¡ªen Alianza los cambios, a¨²n m¨ªnimos, han tenido siempre algo de mineral, de lentitud geol¨®gica y tel¨²rica¡ª, alguien debi¨® de dar un pu?etazo sobre la mesa, y de all¨ª surgi¨® Alianza Literaturas, una nueva serie de ficci¨®n estupendamente dise?ada por Miguel Estrada en la que, como hizo Jaime Salinas con la Alfaguara azul y gris que dise?¨® Satu¨¦, se prioriza en cubierta al autor sobre el t¨ªtulo. Libros bien hechos y atractivos, con formato 14,5 ¡Á 22, una programaci¨®n de 12-15 novedades al a?o en la que se incluyen ¡°recuperaciones¡± (La saga/fuga de J.?B., de Torrente Ballester, o El dolor, de Duras, ser¨¢n algunas de las primeras) y, sobre todo, novedades en ediciones cuidadas y a menudo retraducidas. La responsable del sello (y de Alianza) es la incombustible Valeria Ciompi ¡ªtambi¨¦n, por cierto, novelista¡ª, y el m¨¢ximo jefe sigue siendo el elusivo Jos¨¦ Manuel G¨®mez, uno de los CEO menos p¨²blicos de un sector en el que el secreto es tan denso como el aire de las ciudades cuando hace meses que no llueve. Larga vida y ¨¦xitos a la nueva colecci¨®n.
3. Hermanos
A estas alturas de un milenio en el que parece haberse convertido en el fil¨®sofo de referencia, el ¨²nico cuyas obras nunca faltan en la secci¨®n correspondiente de grandes y peque?as librer¨ªas, la bibliograf¨ªa secundaria sobre Nietzsche debe de haber sobrepasado a la de Arist¨®teles.?Soy dinamita! (Ariel), de Sue Prideaux, subtitulado Una vida de Nietzsche, no aporta gran cosa a las biograf¨ªas m¨¢s can¨®nicas. Pero tiene algunas caracter¨ªsticas que pueden hacerla atractiva: se lee muy bien, se centra m¨¢s en el hombre que en su obra y enfatiza dos cosas en las que los bi¨®grafos m¨¢s ¡°serios¡± no suelen prodigarse: los a?os terribles de la locura del pensador ¡ªcuando sus gritos desgarradores se escuchaban desde muy lejos y hab¨ªa que quitarle de la boca, como a un ni?o, los objetos brillantes que se introduc¨ªa¡ª y las intrigas y devaneos antisemitas de su hermana Elisabeth F?rster-Nietzsche, la villana m¨¢s mentirosa, manipuladora y denostada de la historia literaria contempor¨¢nea, y que, vaya por Dios, estuvo propuesta varias veces para el Nobel de Literatura. Con hermanitas as¨ª no hacen falta enemigos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.