Enemigas ¨ªntimas

Cuando salgan estas l¨ªneas quedar¨¢n cuatro funciones de Qu¨¨ va passar amb Bette Davis i Joan Crawford?, que ha ido de f¨¢bula en el barcelon¨¦s teatro Akad¨¨mia. Le deseo una pronta gira y el merecido aterrizaje en Madrid, porque la comedia de Jean Marboeuf, y especialmente las espumosas interpretaciones de Carme Elias y Vicky Pe?a tienen, como se ha visto, todos los n¨²meros para el ¨¦xito.

Elias y Pe?a interpretan con humor y poder¨ªo a esas dos reinas de Hollywood, ultrarrivales desde su juventud, que van a encontrarse (y enfrentarse) cuesta abajo en ?Qu¨¦ fue de Baby Jane?, el truculento melodrama de Robert Aldrich. Jean Marboeuf, que es hombre de teatro y cineasta, estren¨® su comedia en 2008, en el Th¨¦?tre des Bouffes-Parisiens: le dio una estructura epistolar muy din¨¢mica, e imagin¨® sabrosas cartas envenenadas, para decirlo a la manera de Otto Preminger. Reencuentro por partida doble, porque el a?o pasado Vicky Pe?a me contaba que debut¨® y coincidi¨® con Carme Elias en unas tragedias resumidas para ni?os ¡°que Esteve Polls mont¨® en el Espa?ol del Paralelo: Paquita Ferr¨¢ndiz era Clitemnestra, ella era Ifigenia y yo estaba en el coro¡±.

El espect¨¢culo de Guido Torlonia en el Akad¨¨mia rebosa hallazgos, comenzando por una filigrana escenogr¨¢fica de Sebasti¨¤ Brosa y Paula Bosch que atrapa los dos lados del espejo de unos camerinos: cada una parece reflejarse en la otra. Tambi¨¦n hay que aplaudir las estupendas caracterizaciones de Helena Fenoy y Marta Ferrer y, claro est¨¢, las composiciones de Bette Davis (Carme Elias) y Joan Crawford (Vicky Pe?a)?porque, como dir¨ªa Mae West, ¡°si son buenas son muy buenas, pero como malas son mejores¡±.

Cuando se lleva bastante tiempo viendo teatro, la memoria mezcla y los ecos acostumbran a multiplicarse. As¨ª, la Bette Davis de Carme Elias bien podr¨ªa ser un cruce entre la se?ora Erlynne de El abanico de Lady Windermere, de Wilde, aquel champ¨¢n con las burbujas precisas que sirvi¨® en el TNC, y su retorno al mismo escenario la temporada anterior, como la dama tormentosa, amarga y dura, de Temps salvatge, de Josep Maria Mir¨®. Y ve¨ªa a Vicky Crawford (perd¨®n, a Vicky Pe?a) y me volv¨ªan al recuerdo damas ¡°suyas¡± tan memorables y sulf¨²ricas como la se?ora Lovett de Sweeney Todd, de Sondheim, y la Clara Zanachassian de La visita de la vieja dama, de Durrenmatt.

La obra de Marboeuf podr¨ªa continuar argumentalmente, porque sus protagonistas siguieron en el grand guignol, dando grandes t¨ªtulos al g¨¦nero en clave de serie B: Crawford a las ¨®rdenes de William Castle, con El caso de Lucy Harbin, y Davis con el propio Aldrich, dos a?os despu¨¦s, en Canci¨®n de cuna para un cad¨¢ver, mano a mano con Olivia de Havilland, episodio que el dramaturgo escamotea porque no le acabar¨ªa de cuadrar la obra. Pero da lo mismo: lo que hay merece la pena. Y, sobre todo, las que hay: grandes damas que se r¨ªen de sus sombras. Ah, y la voz en off de Mario Gas. Lo dicho: que gire, por favor.