Sangre y fuego

La n¨®mina de directores en las legendarias series de HBO era tan s¨®lida que no percib¨ªas altibajos ni desmayos independientemente del que se hiciera cargo de cada cap¨ªtulo. Bueno, lo ¨²nico que tem¨ªa en Los Soprano eran los que llevaban la firma de su creador, David Chase, tan aficionado a los sue?os retorcidos y al psicoan¨¢lisis. Pero ah¨ª estaban Alan Taylor, Terence Winter, Matthew Weiner, Tim Van Patten, gente sobrada de profesionalidad y talento. Y hay series en las que la personalidad del director, conductor de todos los cap¨ªtulos, era tan evidente como fundamental. Como Soderbergh, autor total de la perturbadora y espl¨¦ndida The Knick. Y Cary Fukunaga film¨® la primera y magistral temporada de True Detective. Desapareci¨® y lleg¨® el desastre.

Enrique Urbizu se hace cargo de la segunda y ¨²ltima parte de una saga sangrienta titulada Gigantes, habiendo dirigido antes los tres cap¨ªtulos iniciales de la serie. Su estilo y su mundo son identificables en cine y en televisi¨®n. No hay buenos, todos son bichos, vocacionalmente o irremediablemente, por tradici¨®n o por gusto. Salvajes, fuertes, desesperados, matizados, sin posibilidad de salvaci¨®n ni de redenci¨®n. El nervio, la dureza y el v¨¦rtigo de Urbizu me recuerdan el cine de Fuller, tambi¨¦n a Peckinpah, aunque menos l¨ªrico, y sospecho que entiende muy bien el universo literario del el¨¦ctrico, anfetam¨ªnico y demoledor James Ellroy.

Veo de un tir¨®n el definitivo ocaso de la tenebrosa familia Guerrero. Familia decidida a matarse entre ellos, pero condenada a comprenderse, no a perdonarse. La jovencita pragm¨¢tica y maligna da juego, est¨¢ a la altura de sus progenitores. Gigantes es una serie con altibajos y m¨¢s de una exageraci¨®n. Tambi¨¦n notable.