C¨¦lulas madre
El universo creativo del artista alem¨¢n G¨¹nter Haese vuelve a la galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez de Madrid con una especial mirada a sus ¨²ltimas obras
Hay artistas que tienen un momento estelar y luego se los come la historia. Son tipos de quehacer discreto, especialmente listos, que suelen escurrirse de las monograf¨ªas y que exponen de manera silenciosa, sin levantar mucha polvareda. A G¨¹nter Haese (Kiel, 1924-D¨¹sseldorf, 2016) le ha ocurrido desde que estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de D¨¹sseldorf en los a?os cincuenta. Compart¨ªa clases y pasillos con un grupo de mentes dispares, que alcanzaron mayor o menor fortuna. La de Joseph Beuys pronto se hizo famosa al participar de aquel revoltillo antiarte llamado Fluxus que en 1962 llev¨® a desligarse del dominio hegem¨®nico del expresionismo abstracto americano y a desmarcarse de la figura abrumadora de Jackson Pollock. A Haese, en cambio, le interesaba m¨¢s la escultura que miraba la abstracci¨®n l¨ªrica y el movimiento ilusorio.
Cuando Beuys empez¨® a rumiar eso de explicarle el arte a una liebre enfundado en su traje de fieltro y con la cara untada en miel y polvo de oro, su discreto compa?ero de clase era invitado a participar de la Documenta III de Kassel e inauguraba una exposici¨®n individual en el MoMA. Fue en 1964, cuando las exposiciones en el museo duraban un mes y hablaban de ese pulso creativo a pie de calle, todav¨ªa en proceso, sin historiar. Qui¨¦n sabe si con sentido. Dos a?os m¨¢s tarde, en 1966, represent¨® a Alemania en la Bienal de Venecia. Fue su gran momento. Una bengala venida arriba en un tiempo en que el arte parec¨ªa enloquecido, bailando al son del happening, del accionismo vien¨¦s, de un incipiente arte conceptual y de un minimalismo que llegaba en forma de objetos concretos. Todo eso mientras Andy Warhol plantaba su Thirteen Most Wanted Men en la fachada del pabell¨®n del Estado durante la Feria Mundial de Nueva York y Marcel Duchamp completaba su instalaci¨®n ?tant Donn¨¦s en el Museo de Arte de Filadelfia.
Sus creaciones parecen sensores de corriente invisibles. Les falta un respiro para darles vida
En medio de todo ese barullo creativo, G¨¹nter Haese era un artista diferente interesado por otras cosas. Ten¨ªa una notable carrera como pintor y escultor, que cambi¨® el d¨ªa que desmont¨® un reloj. Desde entonces, empezaron a fascinarle los peque?os engranajes, las ruedas de equilibrio, los resortes de tensi¨®n y los huesos mec¨¢nicos esparcidos alrededor. Un d¨ªa los coloc¨® en una superficie plana e hizo monotipos a partir de ellos, traz¨® bordes y espirales, y un conjunto de obras que trataban de llegar al l¨ªmite de lo estable. Luego, la atracci¨®n de los objetos le llev¨® a reconstruirlos dentro de un marco de alambre de lat¨®n fino, con ensamblajes aireados y delicados, como los que vemos en su actual exposici¨®n en Elvira Gonz¨¢lez. No expon¨ªa en la galer¨ªa desde 2005, motivo que hace a¨²n m¨¢s especial esta muestra, que recoge mucha de la ¨²ltima producci¨®n del artista, fallecido hace tres a?os.
Siguen estando los mismos imputs de siempre: esculturas que recuerdan la fantas¨ªa de Paul Klee, una mirada minuciosa a la ciencia y ese di¨¢logo interno de las c¨¦lulas y una vibraci¨®n casi invisible, tan cin¨¦tica como el vuelo de una mosca, que hace que sus obras parezcan sensores de corrientes invisibles. Les falta un respiro para darles vida. De su gran mentor, Edwald Matar¨¦, se qued¨® con la mirada a esas ret¨ªculas caprichosas que tiene la naturaleza que escapa a todo control. Tal vez eso es lo que m¨¢s le fascin¨®, esa belleza que apenas podemos asimilar como propia, aunque lo sea y nos defina. Eventos r¨ªtmicos, dec¨ªa ¨¦l, que se empe?¨® en desmenuzar para llegar al coraz¨®n de un personal¨ªsimo universo est¨¦tico.
Haese siempre tuvo algo de ingeniero y algo de cient¨ªfico, y tambi¨¦n algo de artista atemporal ajeno a las modas y movimientos. Trabaj¨® en silencio y al margen de lo medi¨¢tico, pero no le import¨®. He ah¨ª su virtud. Supo quedarse con lo mejor del tiempo. Esa levedad inmaterial que define el espacio emocional que nos rodea y que apenas puede escribirse con la punta de un l¨¢piz.
G¨¹nter Haese. Esculturas. Galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez. Madrid. Hasta el 1 de junio.
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