Ron Carter, el coraz¨®n del ritmo
El legendario contrabajista de jazz, miembro del segundo quinteto de Miles Davis, pasea a sus 82 a?os su sabidur¨ªa por los escenarios
Ron Carter tiene poca paciencia. A sus 82 a?os, de visita rel¨¢mpago por Madrid, el contrabajista piensa m¨¢s en recargar energ¨ªas que en satisfacer la curiosidad del reportero. ?Y hay tantos interrogantes! En su extensa obra como solista abundan los t¨ªtulos en espa?ol: ¡®Caminando¡¯, ¡®S¨¢bado sombras¡¯, ¡®Tierra espa?ola¡¯, ¡®Hasta luego, mi amiga¡¯, ¡®El rompe cabeza¡¯ (sic). La imaginaci¨®n se dispara hacia alguna relaci¨®n sentimental pero no, fue algo m¨¢s prosaico: ¡°La primera vez que visit¨¦ Europa, con Miles Davis, terminamos el concierto en Barcelona y nos quedamos solos. Todos los restaurantes hab¨ªan cerrado, pero llegamos a un bar vac¨ªo, ya estaban barriendo. Lo llevaba una pareja mayor que, al vernos la cara de hambrientos, se ofreci¨® a cocinar exclusivamente para nosotros. No sab¨ªan qui¨¦nes ¨¦ramos, pero bajaron las persianas y nos ofrecieron una cena magn¨ªfica mientras sonaba m¨²sica flamenca. Decid¨ª que una cultura tan hospitalaria merec¨ªa mi inter¨¦s. En Estados Unidos, ya sabe, muchos restaurantes no serv¨ªan a los negros¡±.
Hasta 1955, Ronald Levin Carter tocaba partituras cl¨¢sicas con su violonchelo. El paso al jazz y al contrabajo no fue demasiado traum¨¢tico, asegura. ¡°Vi que en el mundo de las orquestas sinf¨®nicas no iba a ser contratado, seguramente por el color de mi piel. ?Una ofensa? No, me indign¨® tanta estupidez. Puedo asegurarle que yo ten¨ªa una formaci¨®n extraordinaria, la misma que me permiti¨® destacar cuando entr¨¦ en el ?jazz: que nadie se enfade, pero entonces los contrabajistas no sol¨ªan ser los m¨²sicos m¨¢s evolucionados del grupo. Nunca me he alejado de la m¨²sica cl¨¢sica: he grabado piezas de Bach o el Concierto de Aranjuez. Es lo mismo que cuando toqu¨¦ con Thelonious Monk, Steve Lacy o Andrew Cyrille. Lo que entonces se consideraba vanguardia simplemente me planteaba retos para los que deb¨ªa encontrar soluciones l¨®gicas. Tienes que encontrar las notas justas que sostienen la m¨²sica y, al mismo tiempo, sugerir un impulso que motive a los compa?eros con los que est¨¢s tocando¡±.
¡°Vi que en el mundo de las orquestas sinf¨®nicas no iba a ser contratado, seguramente por el color de mi piel¡±
Esa receta, tan enga?osamente simple, le permiti¨® convertirse en uno de los contrabajistas m¨¢s solicitados, con cifras de Guinness: ha participado en unas 3.000 sesiones. Fue uno de los m¨²sicos fijos del sello Blue Note, donde jura que nunca tuvo un roce con el ingeniero Rudy Van Gelder, tan notoriamente tiquismiquis. ¡°?l se dedicaba a lo suyo, a colocar los micros, y yo a lo m¨ªo. Experimentaba con micros y pastillas, pero el objetivo siempre era captar mi voz instrumental¡±. Tambi¨¦n usando el estudio de Van Gelder, se integr¨® en CTI, la dorada escuder¨ªa del productor Creed Taylor, que encontr¨® un fino equilibrio entre honestidad musical y gancho comercial: ¡°A veces a?ad¨ªa orquestaciones, pero generalmente con gusto. A m¨ª, excepto por un disco que sac¨® en su sello funky (Anything Goes, 1975), me dej¨® plena libertad¡±.
Eso s¨ª: Taylor insist¨ªa en salpimentar sus producciones con percusi¨®n. No era un problema para Carter: ¡°Dizzy Gillespie nos ense?¨® a amar los ritmos afrocubanos; yo pas¨¦ la prueba de fuego grabando con Ray Barretto. Y luego lleg¨® la bossa nova, que nos deslumbr¨®. Era como si el bebop se reencontrara con un hijo perdido, con unas melod¨ªas ¨²nicas y unos m¨²sicos de alta sensibilidad. Tengo recuerdos muy placenteros de las sesiones con Jobim, Luiz Bonf¨¢, Airto, Hermeto Pascoal, hasta disfrut¨¦ con Astrud Gilberto¡±.
En un momento, se compr¨® un bajo el¨¦ctrico, presionado por aquellos fixers que eleg¨ªan los m¨²sicos para cada sesi¨®n. Fue un breve flirteo y volvi¨® a su instrumento. Insiste en explicar que lleva d¨¦cadas en pie de guerra con las l¨ªneas a¨¦reas: ¡°Durante un tiempo, compraba un billete para mi instrumento, que viajaba a mi lado, como Mr. Bass. Luego lo prohibieron, exigieron que fuera en la bodega del avi¨®n. Un desastre: pasaba horas a temperaturas g¨¦lidas. Pod¨ªa ocurrir que lo aplastaran y entonces te compensaban con una miseria. Ahora llevo un contrabajo desmontable, que aguanta bien¡±.
Mientras responde, antes de su concierto del jueves pasado en el Caf¨¦ de Berl¨ªn de Madrid dentro del Ciclo 1906, sus formidables dedos recorren incansables las cuentas de lo que parece un misbaha, el rosario de los musulmanes. ?Es Ron Carter un creyente? ¡°No, no pertenezco a ninguna religi¨®n. Pero s¨ª tengo la sensaci¨®n de que ah¨ª afuera hay algo m¨¢s grande que nosotros, que nos ayuda. Y que tal vez nos pida responsabilidades por nuestras acciones¡±.
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