La Granja: emoci¨®n precoz
El autor reivindica a la banda mallorquina como un icono del pop espa?ol de los ochenta con motivo de la reedici¨®n de ¡®So?ando en tres colores¡¯ en el 30? aniversario de su publicaci¨®n
Mi mujer y yo no estamos de acuerdo en tres cosas: el tiempo de cocci¨®n de los huevos, la m¨²sica pop espa?ola de los ochenta y la pertinencia del reino cu¨¢ntico en el universo Marvel. De esas tres, la segunda es la grave. ¡°Todos estos grupos espa?oles de los ochenta suenan igual¡±, me suelta, generalmente cuando estoy conduciendo y mi ¨²nica defensa es pegar un volantazo y reunirnos con el Hacedor. A veces me gustar¨ªa tener sus orejas, y no me refiero a flotando en un bote de formol (aunque es una idea tentadora). Quiero decir que me gustar¨ªa entender qu¨¦ escucha ella cuando yo escucho ¡°pop nacional¡±. Tal vez esto del pop ochentero espa?ol sea como un silbato para perros: emite en una frecuencia que solo puede captarse si peinas canas y a¨²n dices ¡°Fittipaldi¡±.
La ¨²ltima vez que mi mujer defec¨® sobre algo bello yo me hallaba escuchando a La Granja, su segundo ¨¢lbum, So?ando en tres colores (Dro, 1988). Cuando digo ¡°escuchando¡± quiero decir berreando las canciones con la cabeza fuera de la ventanilla en plena AP7, y cuando digo que ¡°defec¨®¡± quiero decir que puls¨® en¨¦rgicamente el Eject. Eso hizo llorar no solo al ni?o Jes¨²s, sino tambi¨¦n a m¨ª. So?ando en tres colores era uno de mis discos de adolescencia. Lo grab¨¦ a troche y moche, casi siempre a chicas, que me confirmaron el atractivo universal del ¨¢lbum al usarlo de banda sonora para masajear a chicos que no eran yo.
El narrador de sus temas escruta los ritos y la frivolidad de unos pijos baleares, pero en lugar de juzgarles les da la raz¨®n
Pero ni siquiera tales desaires cancelaron mi fanatismo. La Granja eran mis amigos (imaginarios). Cuatro mallorquines aquejados de incurable bad hair day, fans de The Byrds y Plimsouls, la psicodelia limpia y el glam rock. Los cuatro eran pandilla en EGB, y pasaron de los cromos de Gal¨¢ctica a las cintas de casete. Empec¨¦ a amarlos por sus letras (nerds, anhelantes, cultas, perversas) y por c¨®mo hac¨ªan suyo un legado pop for¨¢neo y semif¨®sil. La Granja parec¨ªan relajados, naturales, como si hubiesen nacido para ello y en ello. En los ochenta, casi todos los grupos compart¨ªan nalga prieta, rictus de apret¨®n, inc¨®modos en pitillos y flequillos. La Granja, con sus pelos indomables y rebecas abombadas (mi teor¨ªa es que ten¨ªan una y se la iban pasando), parec¨ªan lo que eran: apacibles friquis isle?os obsesionados con el pop.
No voy a contarles su historia porque no me interesan esas ¡°pu?etas estilo David Copperfield¡± (que dir¨ªa Holden Caulfield). Solo apuntar¨¦ que se formaron en 1984 en el colegio Luis Vives, y en 1986 se llevaban el primer premio (un mill¨®n de calas) del concurso pop-rock de Palma. En 1987 grabaron su disco hom¨®nimo de debut y en 1988, solo un a?o despu¨¦s, llegaba So?ando en tres colores. Yo era fan desde que escuch¨¦ ¡®Sufro por ti¡¯, su segundo sencillo, en uno de aquellos recopilatorios baratos de Dro. Iba a decir que fue como hallar al rey del rosc¨®n, pero fue m¨¢s bien como hallarlo en un zurullo.
So?ando en tres colores ten¨ªa todo lo que yo buscaba en un elep¨¦: himnos adolescentes (¡®Chap chap¡¯, ¡®M¨¢s de veinte a?os¡¯), baladas de melancol¨ªa prematura (¡®No pierdas tiempo¡¯, ¡®Qu¨¦ cerca veo el final¡¯), comicidad tipo Porkys en sutil (¡®Cuatro palmos¡¯), historias de gente con nombre y apellidos (¡®Violeta y Rebeca¡¯, ¡®Anita Reyes¡¯) o grupos de afinidad (¡®Los chicos quieren diversi¨®n¡¯).
Esta ¨²ltima conten¨ªa, para m¨ª, la clave de La Granja, y m¨¢s concretamente de la mente de su letrista, Miquel Gibert. El narrador escruta los ritos y aparente frivolidad de unos pijos baleares, pero en lugar de juzgarles desde la altivez les da ¡°la raz¨®n¡±. Su mirada est¨¢ llena de afecto y dulce envidia. Son los ojos del geek sensible que prefiere ¡°el blanco y negro¡±, pero no puede evitar maravillarse con ¡°todas las motos blancas?/ van al mismo lugar?/ qu¨¦ bien se lo pasan?/ cu¨¢nto color¡±. Es esa confesi¨®n del deseo de pertenecer, de ser uno de ellos, tan potente y conmovedora, la que se?ala su talla.
Aquel disco les hizo semigrandes, y no solo en malsanos s¨®tanos malasa?eros. En 1988 los fui a ver al nuevo Zeleste barcelon¨¦s, y la sala estaba llena de (lo que entonces yo denominaba) ¡°normales¡±. La Granja incluso llegar¨ªan a la franja alta de Los 40 Principales, algo m¨¢s tarde, con Magia en tus ojos, un hecho asombroso si consideramos que sus vecinos de hit parade eran cr¨ªmenes de lesa humanidad como Soldados del amor o Mujer contra mujer. Esta cuidada reedici¨®n de Warner Music reivindica para el p¨²blico actual a una de las mejores bandas pop de los ochenta.
La Granja. So?ando en tres colores. Warner Music.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.