Volar bajo el arco iris
Impulsados por el recuerdo de los disturbios en un bar del West Village hace medio siglo, los artistas LGTB cincelan un canon alternativo y transforman sus sentimientos en arte p¨²blico
En cada tienda de museo, en cada pabell¨®n de una bienal, siempre hay una tote bag (una bolsa de tela) que todos quieren llevarse como recuerdo. Son pr¨¢cticas y latosas en igual medida, con lemas estampados del tipo ¡°Duchamp es inocente¡± o ¡°Tu cuerpo es un campo de batalla¡±. Acumulamos las bolsitas prometiendo usarlas para ir a la compra ¡ªsin lavarlas, porque, ay, ya nunca quedan igual¡ª, pero siempre acaban olvidadas dentro de una bolsa de pl¨¢stico m¨¢s grande. Llevando al l¨ªmite la dificultad de distinguir entre una bolsa barata aunque deseable y la forma en que los colectivos queer se desenvuelven en los circuitos del arte, se impone recuperar el debate cr¨ªtico en torno a las pol¨ªticas de la expresi¨®n y su consumo r¨¢pido.
El despertar del arte queer le debe pr¨¢cticamente todo al sue?o libertario feminista, al activismo interracial y, no por atroz menos importante, a la pesadilla del VIH y el sida, que hizo necesario el hecho de que, frente al estigma y la hostilidad que generaba la plaga mortal, las feministas, las gentes de color y los gais estuvieran en el mismo bando de la l¨ªnea de batalla. La frase acu?ada por Linda ?Nochlin, ¡°la historia del arte es un modo genial de analizar el arte¡±, indicaba que ese genio otro de las mujeres y las minor¨ªas oprimidas deb¨ªa actuar por infiltraci¨®n, utilizar la historia misma como fuente de inspiraci¨®n y cr¨®nica de la misoginia para poder modificar el curso de la evoluci¨®n de la creaci¨®n contempor¨¢nea. El viaje hacia el ideal de igualdad iba a ser costoso y a perpetuidad. Gracias al comportamiento revolucionario de muchas mujeres ¡ªalgunas transg¨¦nero¡ª que manaba del entendimiento mutuo de lo que significaba sentirse solas, la sociedad comenz¨® a abrirse a las diferencias.
Apaciguado el hurac¨¢n del sida, el arte queer encontr¨® un nicho en los museos y escaparates culturales
Estimulados por el deseo de una alegr¨ªa compartida de sus vidas sexuales, los colectivos de liberaci¨®n sexual fueron profundamente astutos y mordaces en las formas de representaci¨®n dentro de la cultura popular en auge. Apaciguado el hurac¨¢n del sida, el arte queer ¡ªy m¨¢s rotundamente el arte homosexual masculino¡ª encontr¨® un nicho en los museos y en los nuevos escaparates culturales. As¨ª fue c¨®mo la gay-naci¨®n, arropada por el espect¨¢culo del lujo y la magia de la fiesta multicolor, emprendi¨® su larga marcha hacia una Oz acr¨®nica y flotante donde, como dice la canci¨®n, los p¨¢jaros son azules y los problemas se derriten como gotas de lim¨®n.
Con motivo de la celebraci¨®n del 50? aniversario de los disturbios en el bar Stonewall Inn del West Village, el 28 de junio de 1969, los museos revisan la historia de las luchas y vindicaciones de los colectivos LGTB. S¨®lo en Nueva York hay tres muestras: Art After Stonewall, en el Leslie-Lohman Museum (hasta el 21 de julio); Love & Resistance, en la New York Public Library (hasta el 13 de julio), y Nobody Promised You Tomorrow, en el Brooklyn Museum (hasta el 8 de diciembre); y en San Francisco, Queer California Untold Stories, en el Oakland Museum of California (hasta el 11 de agosto). Revistas y publicaciones online destacan asimismo los ¡°15 artistas LGTB que m¨¢s hay que tener en cuenta¡± (Artsy) ¡ªtodos americanos e ingleses¡ª, y los ¡°5 Queer Art Shows m¨¢s relevantes¡± (Newsweek), con Mapplethorpe (Solomon R. Guggenheim Museum, hasta el 5 de enero) y la feria de arte 80 + LGTB Superfine!, en el Soho. La editorial Phaidon contribuye a la efem¨¦rides con la revisi¨®n de su cl¨¢sico de 2013 Art & Queer Culture, de Catherine Lord y Richard Meyer, ilustrado con 250 obras, desde Thomas Eakins y Romaine Brooks hasta Francis Bacon, Federico Garc¨ªa Lorca, F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres, y m¨¢s actuales, Rafael Esparza, Vaginal Davis o The Aids Memorial Instagram Project.
Al mundo gay le complace vincular el mito germinal de Stonewall con el duelo colectivo por la muerte de Judy Garland, ocurrida d¨ªas antes. Leyenda urbana o verdad, el vac¨ªo dejado por la estrella de Hollywood lo llen¨® con creces la poderosa drag king Storm¨¦ DeLarverie, una lesbiana butch conocida como la Rosa Parks de la comunidad gay, que anim¨® a los clientes del bar a plantar cara al escuadr¨®n de la moral de la polic¨ªa que hab¨ªa irrumpido aquella noche en el bar. Desde 2016, el Stonewall Inn (en el n¨²mero 53 de Christopher Street) es ¡°monumento nacional¡± y parada obligatoria del World Pride y su espectacular parade y carrozas decoradas con lemas que aluden a ¡°lo maravilloso que es ser gay¡±.
Ante la institucionalizaci¨®n gay masculina, las cosas no han cambiado mucho para las mujeres
En 1992, uno de los a?os de m¨¢s mortandad por sida (24.000 s¨®lo en Estados Unidos), el Ayuntamiento de Nueva York instal¨® en la peque?a zona verde de Christopher Park un monumento conmemorativo de Stone?wall formado por dos parejas, dos hombres y dos mujeres. Su autor, George Segal, represent¨® las figuras con sus conocidos vendajes, que impiden que sean caracterizadas como de una raza determinada, pero aun as¨ª son de yeso blanco y las mujeres no est¨¢n de pie, sino sentadas. Se sabe que el encargo se le hab¨ªa ofrecido antes a la escultora Louise Nevelson y que ¨¦sta lo habr¨ªa aceptado, pero su galerista acab¨® disuadi¨¦ndola argumentando que insinuar su orientaci¨®n sexual ¡°perjudicar¨ªa el negocio¡±. Las cosas no han cambiado mucho para las mujeres, muy suspicaces con la institucionalizaci¨®n gay masculina ¡ªla exposici¨®n en el Metropolitan Camp. Notes on Fashion (hasta el 8 de septiembre) es un buen ejemplo¡ª y cr¨ªticas con la homog¨¦nea comercializaci¨®n del Greenwich Village, muy diferente a otras ¨¢reas de Nueva York, ¨¦tnicamente diversas y con mayor desigualdad social.
S¨®lo con un paseo por las galer¨ªas y museos del renovado?Lower Manhattan, se constata que el arte queer cuenta sus quince minutos de fama por a?os, un apego parecido al que sentimos por una bolsa de tela que nos llevamos de recuerdo. Menos vol¨¢tiles ser¨¢n los nuevos (anti)monumentos que ir¨¢n apareciendo en parques y plazas de la ciudad como parte del proyecto women.nyc de visibilizaci¨®n de las mujeres cuyos logros han tenido un impacto en la historia. Hace unos d¨ªas, el departamento de asuntos culturales anunci¨® la apertura del plazo del concurso internacional (con un presupuesto de 750.000 d¨®lares) para la futura pieza p¨²blica en la ciudad, y posiblemente la primera en el mundo, que honre a Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera ¡ªdrag queen afroamericana, la primera, y trans latina, la segunda¡ª, l¨ªderes muy activas de los disturbios de Stonewall y que siguieron apoyando el movimiento LGTB desde la autocr¨ªtica, reproch¨¢ndole en muchos casos su misoginia y que se excluyera a aquellas personas que no encajaban en la norma. Johnson y Rivera rechazaron cualquier privilegio. No quer¨ªan ser p¨¢jaros azules, s¨®lo mujeres, aves comunes volando a ras del suelo.
Art & Queer Culture. Catherine Lord y Richard Meyer. Phaidon. 304 p¨¢ginas.
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