Los cl¨¢sicos cambian la t¨²nica por los vaqueros
Dramaturgos y directores intervienen radicalmente en los textos originales para acercarlos a los espectadores de hoy
Las galer¨ªas de piedra que dan acceso a las gradas del teatro romano de M¨¦rida ¡ªt¨¦cnicamente llamadas ¡°vomitorios¡±¡ª son como un t¨²nel del tiempo. Una especie de grieta entre el presente y el pasado. Al atravesarlas al anochecer para asistir a una funci¨®n, con el eco de los pasos retumbando de una a otra, uno tiene la sensaci¨®n de estar dejando atr¨¢s la prosaica realidad para entrar en una dimensi¨®n ¨¦pica. Ah¨ª emerge el majestuoso escenario de columnas corintias por el que cada verano siguen desfilando los mismos personajes para los que fue construido hace m¨¢s de 2.000 a?os: Fedra, Prometeo, Ant¨ªgona, Medea¡ Una y otra vez reviven aqu¨ª sus tragedias, siempre iguales pero siempre distintas, travestidas con los ropajes de cada ¨¦poca. ?Qu¨¦ af¨¢n empuja al poeta a reescribir continuamente las mismas historias? ?Y qu¨¦ queda en realidad de las originales?
El Festival de Teatro Cl¨¢sico de M¨¦rida, el ¨²nico en Espa?a de tem¨¢tica exclusivamente grecolatina, es el perfecto escaparate para observar c¨®mo cada ¨¦poca insiste en reinterpretar a su manera los viejos mitos. Desde la versi¨®n de Unamuno de la Medea de S¨¦neca que inaugur¨® la primera edici¨®n del certamen, en 1933, hasta la Fedra empoderada del dramaturgo Paco Bezerra que se estren¨® el a?o pasado. La tendencia creciente es la reescritura total: no solo se actualizan las viejas obras con puestas en escena modernas, sino que se interviene radicalmente en los textos o se utiliza su esqueleto para desarrollar historias contempor¨¢neas con libretos de nuevo cu?o.
Este verano el programa de M¨¦rida incluye tres buenos ejemplos. Un Prometeo de Luis Garc¨ªa Montero que desdobla el personaje de Esquilo: uno joven que acaba de robar el fuego para entreg¨¢rselo a los hombres y por ello es castigado por Zeus ¡ªun ¨¢guila devora su h¨ªgado cada noche durante toda la eternidad¡ª y otro viejo que dialoga con ¨¦l desde el presente y se pregunta si vale la pena que siga sufriendo. Las Metamorfosis de la estadounidense Mary Zimmerman ¡ªaclamadas en su estreno en Nueva York en 2001¡ª, que presentan, por ejemplo, al rey Midas como un ejecutivo millonario o a Faet¨®n cont¨¢ndole a un psicoanalista su conflictiva relaci¨®n con su padre, Apolo. Y un Cicer¨®n de Ernesto Caballero basado en discursos del famoso orador romano que parecen estar refiri¨¦ndose al proc¨¦s catal¨¢n, el populismo de Trump o las negociaciones para formar gobiernos en Espa?a.
¡°Cuando me enfrento a una obra del Siglo de Oro controlo mi libertad. Son textos m¨¢s cercanos, me limito a traducir palabras que hoy no se entienden, aclarar sucesos, pero siempre pegado al verso, cuidando de que no se pierda. En cambio, los grecolatinos me piden m¨¢s intervenci¨®n: es un lenguaje distinto, una concepci¨®n del teatro muy diferente, un mundo sacralizado completamente ajeno al nuestro¡±, explica Garc¨ªa Montero, que adem¨¢s del Prometeo que estrena este verano (24 de julio) version¨® la Orestiada hace dos a?os. Entonces, si hay que retocarlos tanto, ?por qu¨¦ volvemos siempre a ellos? ¡°No es un ejercicio de nostalgia. El di¨¢logo con el pasado y con los cl¨¢sicos es necesario para no convertirnos en seres acr¨ªticos, sometidos a una versi¨®n del tiempo que ensalza solo el presente y la novedad¡±, contin¨²a el poeta y director del Instituto Cervantes.
Sale Cicer¨®n (un Cicer¨®n del siglo XXI encarnado en Jos¨¦ Mar¨ªa Pou) y dice: ¡°Cualquiera de nuestros antepasados puede ser interpretado de un modo u otro dependiendo de lo que m¨¢s nos convenga. ?Cu¨¢l es el enfoque que m¨¢s favorece nuestras creencias? ?Qu¨¦ interpretaci¨®n respalda mejor nuestro relato del momento? En definitiva: qu¨¦ nos interesa m¨¢s¡±. Es el final de la obra que Ernesto Caballero estren¨® la semana pasada en M¨¦rida y que resume su manera de abordar los cl¨¢sicos. ¡°Soy partidario de hacerlos como a cada uno le pida el cuerpo. Las buenas obras permiten interpretaciones infinitas, por eso son buenas. As¨ª que podemos escoger la que mejor nos sirva¡±, comenta el dramaturgo.
Esta es la idea que impera hoy. En realidad, hace a?os que no se ve en los escenarios un Eur¨ªpides o un S¨®focles aut¨¦nticos. El p¨²blico no los aguantar¨ªa, empezando por su larga duraci¨®n. El Prometeo de Esquilo dura cuatro horas, el de Garc¨ªa Montero poco m¨¢s de dos. Es inevitable una intervenci¨®n sobre los textos que, por otra parte, no es nueva ni obedece solo a razones pr¨¢cticas. La historia del teatro occidental es la historia de una eterna reescritura. Los propios griegos sol¨ªan trabajar sobre argumentos conocidos, viejas leyendas. Y el Siglo de Oro est¨¢ plagado de mitos de la Antig¨¹edad. ¡°Los grecolatinos escrib¨ªan para la posteridad. Tambi¨¦n los arquitectos, los escultores, todos los artistas. Buscaban la grandeza y planteaban preguntas eternas. No es que volvamos a ellos, sino que ellos nos interpelan constantemente¡±, apunta Caballero.
Despu¨¦s del dramaturgo llega el director de escena. Y ah¨ª se produce otra nueva intervenci¨®n, la m¨¢s evidente, la que m¨¢s percibe el p¨²blico, m¨¢s sujeta todav¨ªa a modas y gustos. ¡°El p¨²blico hoy exige velocidad, est¨¢ acostumbrado al ritmo de las producciones audiovisuales. Por ah¨ª puede que se pierdan cosas, pero el teatro no se hace para espectadores del pasado. El teatro es un hecho esencialmente contempor¨¢neo y se debe a su tiempo. En todo caso, soy partidario de hacer las concesiones justas¡±, opina el director David Serrano, que est¨¢ ensayando las Metamorfosis de Zimmerman para su estreno en M¨¦rida el 31 de julio. Una puesta en escena en la que, por supuesto, no se va a ver solo la reinterpretaci¨®n que hizo Zimmerman hace 20 a?os del texto de Ovidio, sino tambi¨¦n la que hace Serrano del libreto de Zimmerman. ¡°No le veo sentido a dirigir algo sin aportar nada nuevo, aunque sea un desastre¡±, dice Serrano. Una nueva lectura de una obra que a su vez es una nueva lectura de un cl¨¢sico. As¨ª es toda la historia del teatro.
Mario Gas ha dirigido cl¨¢sicos de todo tipo y de todas las maneras posibles. Meras adaptaciones y textos de nuevo cu?o. Un S¨®crates con dramaturgia propia vestido de toga en 2015. Un Cal¨ªgula de Camus con inmacu?lado traje blanco en 2017. El Cicer¨®n de Ernesto Caballero con chaqueta de cuadros este verano. ¡°Se puede hacer de todo siempre que tenga un sentido. Camus, por ejemplo, no quer¨ªa que hubiera togas en su Cal¨ªgula para distanciarlo de la ¨¦poca romana y acercarlo a su tiempo. A pesar de ello, en su estreno en Par¨ªs en 1945 hubo togas. En los ochenta y noventa se tend¨ªa a ubicar los cl¨¢sicos en ¨¦pocas concretas, mientras que ahora se tiende m¨¢s a la descontextualizaci¨®n. Insisto: si tiene sentido, puede hacerse. El h¨¢bito solo no hace al monje¡±, opina Gas. ¡°Lo importante de todo esto es c¨®mo buceamos en esos textos antiguos. C¨®mo encontramos en ellos expresadas de manera magistral cuestiones que a¨²n est¨¢n sin resolver. Por eso volvemos a ellos. Dec¨ªa Brecht que era mejor reescribir que crear textos nuevos, pues todo est¨¢ ya escrito¡±, concluye.
Otra cosa es el Siglo de Oro. M¨¢s cercano, como apunta Garc¨ªa Montero, el tratamiento de las obras de este periodo es distinto: no se reescriben, m¨¢s bien se adaptan. ¡°Un buen adaptador es como un buen restaurador: su mayor aspiraci¨®n debe ser que no se note su mano. Es un trabajo muy complicado de limpieza, de exploraci¨®n, de resaltar los significados que el director de escena quiera subrayar en su propuesta¡ Hay muchas palabras que el p¨²blico de hoy no entiende y hay que buscarles sustitutas que no destrocen el verso. Yo intento encontrarlas en otros textos del mismo autor para mantener su estilo, su sonido. Por ejemplo, este verso de El alcalde de Zalamea: ¡®Este fuego, esta pasi¨®n no es amor solo, que es tema¡¯. ?Qui¨¦n entiende qu¨¦ quiere decir tema en esta frase? Vi que eso mismo lo expresaba Lope con la palabra obsesi¨®n en otras obras. As¨ª que puse esa¡±, refiere ?lvaro Tato, adaptador habitual de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico (CNTC).
La tendencia con las adaptaciones del Barroco es ser lo m¨¢s fiel posible a la obra original, aunque tambi¨¦n hay intervenciones en¨¦rgicas. Una de ellas es la que ha hecho esta temporada Benjam¨ªn Prado de La hija del aire, de Calder¨®n, estrenada por la CNTC con direcci¨®n de Mario Gas. ¡°No he hecho un trabajo filol¨®gico para que se lea en las bibliotecas. He pensado en c¨®mo hacer que esa obra complicad¨ªsima se entendiera mejor hoy. Es un verso muy alambicado, dif¨ªcil de disfrutar si no se retoca. Y he reducido sus 7.000 versos a 5.000¡±, apunta el escritor.
Pero las hay tambi¨¦n radicales, que incluso cambian finales, no tanto por motivos literarios como de contenido: machismo, honor, celos. Asuntos intragables y pol¨ªticamente incorrectos hoy. ?Qu¨¦ hacer? Si no nos gusta lo que cuenta una obra, ?por qu¨¦ rescatarla? ¡°Para subrayar precisamente eso que no nos gusta. Yo no creo en la innovaci¨®n, tenemos poco margen hoy para inventar nada, se han tratado ya todos los temas posibles. Lo que s¨ª podemos es recoger todo eso que se ha dicho y replantearlo. Interrogar a los cl¨¢sicos sobre cuestiones del presente¡±, opina el dramaturgo Jose Padilla. Eso es lo que ha hecho este autor al reescribir El mercader de Venecia, de Shakespeare, en una pieza que ha retitulado como Mercaderes de Babel, reci¨¦n estrenada en el festival Cl¨¢sicos en Alcal¨¢ con direcci¨®n de Carlos Aladro. ¡°Lo planteo como un juicio desde el presente sobre los sucesos que cuenta Shakespeare. Eso me permite desarrollar el debate que siempre surge sobre su posible antisemitismo¡±, explica.
Mar¨ªa Zambrano dej¨® escrita su respuesta a todas estas cuestiones en El origen del teatro (1986): ¡°No se trata en el teatro de hacer saber, de dar a conocer nada, de fijar simplemente en la memoria hechos que merecen ser indelebles; se trata ante todo de revivir, de hacer resucitar algo que ya pas¨®, mas que de alg¨²n modo ha de seguir pasando, y no solo para que se sepa y no se olvide, sino para que sea vivido¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.