¡®Gargosillo¡¯, un Murube de temple exquisito
Dorian Cant¨®n, ¨²nico ovacionado ante una deslucida corrida de Castillejo de Huebra en Madrid
La uniformidad y, por consiguiente, la falta de variedad. Este es uno de los grandes males que padece la tauromaquia. Uno acude a la plaza y a la salida tiene la sensaci¨®n de haber visto la misma pel¨ªcula del d¨ªa anterior. La mayor¨ªa de los toreros se parecen los unos a los otros y muy pocos destacan por su personalidad. Y si esto ocurre entre las figuras y en la parte alta del escalaf¨®n, el problema se recrudece entre los que empiezan, los novilleros.
Pero esto sucede tambi¨¦n con el toro. La progresiva desaparici¨®n de un gran n¨²mero de sangres y procedencias ha hecho del toro bravo un animal mucho m¨¢s previsible y uniforme. La dictadura del encaste Domecq, lejos de desaparecer, est¨¢ m¨¢s consolidada que nunca y ha convertido en minoritarios or¨ªgenes tan fundamentales como el Santa Coloma, el N¨²?ez, el Atanasio¡
O el Murube. Este, protagonista en infinidad de tardes de gloria, especialmente en las d¨¦cadas de los cincuenta y los sesenta, sigue sobreviviendo a duras penas y gracias a los festejos de rejones, adonde fue relegado hace a?os. Ni su caracter¨ªstica nobleza y buen son, que lo convirtieron en el predilecto de toreros artistas como Antonio Ord¨®?ez, Curro Romero o Rafael de Paula, ha conseguido que vuelva a lidiarse, a pie, en las ferias.
CASTILLEJO DE HUEBRA/P?REZ, REYES, CANT?N
Cinco novillos de Castillejo de Huebra y uno (2?) de Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez, bien presentados, de desigual comportamiento en los caballos y con movilidad, pero poca casta y clase en el ¨²ltimo tercio. Destac¨® el noble y templado 6?.
Cristian P¨¦rez: _aviso_ estocada trasera y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada algo delantera y tendida _aviso_, dos descabellos _segundo aviso_ y otro descabello (silencio).
Crist¨®bal Reyes: bajonazo (silencio); pinchazo, medio bajonazo _aviso_ y un descabello (silencio).
Dorian Cant¨®n: cinco pinchazos _aviso_ y estocada baja (silencio); pinchazo y estocada tendida y ca¨ªda (saludos).
Plaza de toros de Las Ventas. Cuarto festejo del ciclo de novilladas nocturnas de promoci¨®n del mes de julio. Menos de un cuarto de entrada (7.379 espectadores, seg¨²n la empresa).
Ord¨®?ez, Curro, Paula¡ C¨®mo habr¨ªan disfrutado cualquiera de ellos -y los aficionados presentes, claro- con el sexto novillo de Castillejo de Huebra lidiado este jueves en Madrid. Se llamaba Gargosillo y estaba herrado con el n¨²mero 57. Un animal alto y largo, como la mayor¨ªa de ejemplares que le precedieron, de capa negra, estrecho de sienes y poco ofensivo por delante.
Tras cumplir en el caballo, acudi¨® presto a la llamada de los banderilleros y en el ¨²ltimo tercio desempolv¨® las virtudes que siempre tuvo su procedencia. Fijo y noble, Gargosillo tuvo un temple exquisito. Un ejemplar para bordar el toreo que, sin embargo, se fue al desolladero con las orejas intactas.
Si bien no fue capaz de estar a la altura de la calidad de su oponente, Dorian Cant¨®n, al igual que frente al soso y descastado tercero, anduvo digno y aseado, llegando incluso a ligar algunos muletazos largos, eso s¨ª despegados. Fall¨® con la espada y, aunque la gente apenas lo solicit¨®, sali¨® al tercio a saludar.
C¨®mo ser¨ªa la cosa que Cant¨®n fue el ¨²nico que tuvo una excusa para salir del burladero tras su actuaci¨®n. A ¨¦l al menos le tocaron las palmas. Un silencio sepulcral escucharon, por el contrario, sus dos compa?eros de terna, Cristian P¨¦rez y Crist¨®bal Reyes, que se presentaba en Las Ventas.
El primero, que dio muchos pases pero no dijo nada ante el muy deslucido cuarto, que iba y ven¨ªa sin humillar, qued¨¢ndose corto y, a veces, meti¨¦ndose por dentro, dej¨® un pu?ado de estimables naturales al final de la faena al astado que abri¨® plaza, que se emple¨® en el caballo y tuvo movilidad.
M¨¢s pobre a¨²n fue el balance de Reyes, que dio un mitin con las banderillas en el segundo. Menos donde deb¨ªa colocarlos, arriba, tras el morrillo, los palos quedaron desperdigados por toda la anatom¨ªa del utrero. Los que consigui¨® clavar, porque otros directamente fueron al suelo.
Ese segundo, un manso que cant¨® la gallina en el caballo, lo cogi¨® al final de la faena de muleta, cuando el jerezano lo toreaba despegado. Aunque parec¨ªa que iba herido y ya lo llevaban a la enfermer¨ªa, el chaval se repuso y volvi¨® para rematar lo que hab¨ªa empezado. Tambi¨¦n poco ce?ido mulete¨® al deslucido quinto, al que no banderille¨®. Menos mal.
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