Gdansk, la ciudad que nunca se ha rendido
La urbe polaca, que recibe el premio Princesa de Asturias por su defensa de la libertad y la tolerancia, fue crucial en la Segunda Guerra Mundial
Gdansk es una ciudad donde se cruzan los caminos de Europa, un poderoso emblema de sus tragedias, pero tambi¨¦n de su incombustible resistencia ante cualquier forma de tiran¨ªa. La urbe polaca recibir¨¢ esta semana el premio Princesa de Asturias de la Concordia por ser un ¡°s¨ªmbolo hist¨®rico y actual de la lucha por las libertades c¨ªvicas frente a la intolerancia y la opresi¨®n¡±. En torno a Gdansk, D¨¢nzig en alem¨¢n, empez¨® la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, y al final de este conflicto vivi¨® la expulsi¨®n de todos sus habitantes germanos, una de las tragedias menos conocidas de la posguerra europea. All¨ª naci¨® el premio Nobel G¨¹nter Grass ¨Ces el escenario de su obra m¨¢s conocida, El tambor de hojalata¨C y all¨ª el sindicalista Lech Walesa desafi¨® a la dictadura comunista, contribuyendo al principio del fin de la dominaci¨®n sovi¨¦tica sobre el este de Europa.
Durante los ¨²ltimos a?os, Gdansk se convirti¨® en un oasis de libertad y tolerancia en Polonia, un pa¨ªs dominado por el partido ultraconservador Ley y Justicia, gracias a la gesti¨®n de Pawel Adamowicz, alcalde durante dos d¨¦cadas, asesinado en enero despu¨¦s de haber sido apu?alado durante un acto ben¨¦fico por un exconvicto de 27 a?os, que dijo buscar venganza. Este crimen provoc¨® una profunda conmoci¨®n en Polonia, que se encontr¨® de repente ante el espejo de la tensi¨®n pol¨ªtica y la intolerancia que se hab¨ªa apoderado del pa¨ªs.
Las pol¨ªticas impulsadas por Adamowicz sirvieron para transformar Gdansk, actualmente la sexta ciudad de Polonia, con algo m¨¢s de 460.000 habitantes y el principal puerto del pa¨ªs, en una urbe multicultural y abierta, que ha sabido integrar a los refugiados e inmigrantes. Alrededor de 22.000 personas en la ciudad son extranjeras, un dato muy revelador en uno de los pa¨ªses que con m¨¢s ferocidad se neg¨® a albergar refugiados durante la crisis que sacudi¨® Europa en 2015. Bajo su alcald¨ªa, la ciudad puso en marcha programas sociales y de defensa del colectivo LGTB. Tras su muerte, el Gobierno local contin¨²a siendo tambi¨¦n un s¨ªmbolo de la resistencia pol¨ªtica frente a las medidas ultraconservadoras de Varsovia. La actual regidora, Aleksandra Dulkiewicz, quien decidi¨® seguir el legado de Adamowicz, ha sido una de las voces que recientemente han denunciado el estrangulamiento econ¨®mico al que el Ejecutivo central somete a los Ayuntamientos.
¡°Nunca pens¨¦ en ser pol¨ªtica profesional, ni siento que lo sea¡±, comenta por tel¨¦fono desde Bruselas la eurodiputada Magdalena Adamowicz, viuda de Pawel Adamowicz. Tan solo cuatro meses despu¨¦s del asesinato, ella decidi¨® competir por un esca?o en el Parlamento Europeo. Aunque hasta entonces nunca hab¨ªa estado en primera l¨ªnea de la pol¨ªtica, su discurso cal¨® y gan¨® el puesto por la Coalici¨®n Europea, un conglomerado de partidos que inclu¨ªa a la centroderechista Plataforma C¨ªvica. ¡°Fue mi experiencia lo que me empuj¨® a presentar la candidatura. Tras el asesinato de mi esposo decid¨ª que ten¨ªa que dar el paso y lo hice para luchar contra el lenguaje del odio y que otras madres o esposas no tengan que pasar por lo mismo¡±, resume. Un discurso que, afirma, est¨¢ presente en todos los estamentos: padres e hijos, Iglesia, medios de comunicaci¨®n y por supuesto, pol¨ªticos. Contra este lenguaje ha articulado su programa en Bruselas, basado en tres pilares: la educaci¨®n, la regulaci¨®n de los mensajes de odio y la atenci¨®n a v¨ªctimas.
Arrasada durante la Segunda Guerra Mundial, su centro ha sido cuidadosamente reconstruido, al igual que ocurri¨® con Varsovia. Forma un conjunto urbano continuo con la pl¨¢cida y peque?a Sopot y la mucho m¨¢s grande Gdynia. Industriales y a la vez tur¨ªsticas, conservan las huellas y las heridas de una Europa que desapareci¨® para siempre al final de la Segunda Guerra Mundial, como explic¨® el historiador Tony Judt en su cl¨¢sico Posguerra (Taurus). ¡°La historia de la posguerra de Europa es una historia ensombrecida por los silencios; por la ausencia. El continente europeo fue anta?o un intrincado tapiz de lenguas, religiones, comunidades y naciones entremezcladas¡±, escribi¨®. Pocos lugares resumen ese largo silencio como Gdansk.
En disputa durante siglos entre Polonia y Prusia, Gdansk, que forma parte de la regi¨®n de Pomerania, contaba con una poblaci¨®n alemana mayoritaria (en torno al 85%) y una significativa minor¨ªa polaca llamada cachuba (15%), que habla un dialecto del polaco. La biograf¨ªa de G¨¹nter Grass, nacido en la ciudad libre de D¨¢nzig, encarna toda esa complejidad cultural: su padre era alem¨¢n protestante y su madre polaca cachuba cat¨®lica. En 1919, tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, se convirti¨® en la Ciudad Libre de D¨¢nzig, supervisada por Polonia y por la Liga de Naciones. Formaba parte del corredor de D¨¢nzig que divid¨ªa el territorio alem¨¢n y que se convirti¨® en una de las obsesiones del nacionalismo letal y racista de Adolf Hitler. La entrada de las tropas nazis en el corredor fue el primer acto de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en 1945, durante la conferencia de Yalta, cuando se reh¨ªzo el mapa de Europa, los aliados dieron permiso a cada pa¨ªs vencedor para expulsar a las minor¨ªas alemanas incluso aquellas que, como en el caso de D¨¢nzig, llevaban siglos asentadas.
Se trata de un cataclismo muy poco conocido fuera de Alemania, pese a que fueron expulsadas 11 millones de personas y murieron cientos de miles de civiles mientras caminaban por los paisajes desolados de la Europa de la posguerra. As¨ª relata aquella tragedia el historiador Keith Lowe en su libro Continente salvaje (Galaxia Gutenberg) en un cap¨ªtulo titulado significativamente ¡®Limpieza ¨¦tnica¡¯: ¡°Dada la historia de las minor¨ªas alemanas en otros pa¨ªses, y el modo en que Hitler las utiliz¨® como excusa para fomentar la guerra, era impensable que se permitiera a millones de alemanes seguir viviendo dentro de las fronteras de la nueva Polonia. Como dijo Churchill cuando trataron el asunto en Yalta: ¡®Ser¨ªa una l¨¢stima cebar a la oca polaca con demasiada comida alemana y provocarle as¨ª una indigesti¨®n¡¯. Todas las partes comprendieron que hab¨ªa que quitar de en medio a esos alemanes¡±.
Con una poblaci¨®n mayoritariamente polaca, Gdansk sigui¨® peleando por su lugar en la historia, con la huelga protagonizada en 1970 por el sindicato Solidaridad en el astillero Lenin, que acab¨® con una represi¨®n que caus¨® 80 muertos y sus l¨ªderes encarcelados, entre ellos Walesa, pero que demostr¨® al resto de los pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico que el poder de Mosc¨² se pod¨ªa desafiar, como hab¨ªa ocurrido en 1968 en Checoslovaquia y en 1956 en Hungr¨ªa. En los ochenta las huelgas se repitieron y provocaron la declaraci¨®n de la ley marcial. La ciudad acab¨® convertida en un s¨ªmbolo del final del comunismo en Polonia como posteriormente, gracias al alcalde asesinado Pawel Adamowicz, demostr¨® que el poder de Ley y Justicia ten¨ªa un l¨ªmite. Gdansk, como Europa, nunca se ha rendido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.