El regreso de ¡°la chica que quer¨ªa ser Dios¡±
Una nueva edici¨®n de su novela ¡®La campana de cristal¡¯ y un relato in¨¦dito devuelven a Sylvia Plath a las librer¨ªas
Escrib¨ªa Sylvia Plath (Boston, 1932-Londres, 1963) como si pintara, pero tambi¨¦n, como si escenificara, como si reviviera, como si recompusiera algo roto. Que escribiera su primer poema a los ocho a?os, al poco de morir su padre ¡ªfigura clave de su poes¨ªa, representada siempre por algo relacionado con las abejas, pues era aficionado a la apicultura¡ª, apunta en ese sentido. Tambi¨¦n lo hace La campana de cristal. Su ¨²nica novela es un cl¨¢sico del feminismo, s¨ª, pero, sobre todo, de la literatura universal y de un nihilismo en extremo pasional, nacido de una neurosis casi m¨ªstica ¡ªo lo raro que es ser espectador de tu propia vida cuando no le encuentras sentido¡ª. Publicada apenas un mes antes de su suicidio ¡ªtan morbosamente cotidiano que pudo condenar, y puede que lo hiciera durante demasiado tiempo, a su obra a mero ap¨¦ndice de su malograda y fascinante persona¡ª, la obra vuelve, seis d¨¦cadas despu¨¦s, v¨ªa Literatura Random House, en una nueva traducci¨®n, a cargo de Eugenia V¨¢zquez Nacarino, la voz, en espa?ol, de Lucia Berlin. Y lo hace acompa?ada del in¨¦dito Mary Ventura y el noveno reino, un relato que coquetea con lo fant¨¢stico y el terror.
Obsesionada con acabar con los roles impuestos a la mujer desde ni?a ¡ªnunca pudo entender por qu¨¦ su madre fue incapaz de escapar de la jaula de su condici¨®n de viuda y madre¡ª, Plath creci¨® imponi¨¦ndose a todos y a todo. Desde ni?a destac¨® en todo lo que hizo y ya en la universidad (la Smith de Massachusetts, el centro privado solo para chicas en el que se ambienta el t¨®rrido verano de La campana de cristal), le escribi¨® a un amigo: ¡°L¨ªbreme de cocinar tres veces al d¨ªa, l¨ªbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones. Yo soy yo. Yo soy poderosa. Creo que me gustar¨ªa llamarme: La chica que quer¨ªa ser Dios¡±. Sin embargo, fue en esa ¨¦poca cuando intent¨® matarse por primera vez. Porque toda esa fuerza interior, ese deseo imparable, se topaba con todo tipo de obst¨¢culos que su monstruosa neurosis convert¨ªa en agujeros negros dispuestos a devorarla. Su vida puede verse as¨ª en el periplo de Esther Greenwood, la narradora de La campana de cristal, esa universitaria autodestructiva que no encuentra sentido a su existencia, pero tampoco a la de todos los dem¨¢s.
¡°No s¨¦ hasta qu¨¦ punto pesa hoy su figura frente a su obra, pero s¨ª considero que es una de esas escritoras que, robando la idea a Edith S?dergran, escribieron para quienes la leer¨ªan en el futuro. Cuanto m¨¢s tiempo pasa, cuanto m¨¢s la releo, m¨¢s hallazgos me brinda y m¨¢s grande me parece. Creo que conocer su biograf¨ªa permite leerla de otra forma, no mejor ni peor, sino distinta¡±, dice la poeta Elena Medel, que colecciona compulsivamente ediciones de Ariel, el primer poemario p¨®stumo de Plath. ¡°Regreso a los poemas de Ariel cada vez que afronto un nuevo libro o cuando un poema se me resiste¡± confiesa. Cree la poeta que la obra de Plath ¡°parte de un supuesto confesional, de experiencias de una intimidad honda, pero la autobiograf¨ªa no ocupa el centro: todo lo contrario. Sirve como punto de partida, como excusa, porque trabaja con lo personal universal, por as¨ª decirlo: una primera persona en singular que se ofrece como propia a quien la lee¡±. Eso es exactamente lo que ocurre en La campana de cristal, y en el peque?o, pero solo en tama?o, Mary Ventura y el noveno reino.
Para la traductora Eugenia V¨¢zquez Nacarino, resucitar la ¨²nica novela de Plath ha sido como cumplir un sue?o. La campana de cristal no solo fue una lectura de juventud que la marc¨®, sino tambi¨¦n uno de los primeros libros que ley¨® en ingl¨¦s. Le apetec¨ªa ¡°much¨ªsimo¡± meterse en la piel de esa mujer fuerte que, dice, ¡°escribi¨® un retrato feroz de la presi¨®n social que se ejerc¨ªa sobre las mujeres a mediados de los a?os cincuenta en EE UU y, por extensi¨®n, en el mundo occidental¡±. Una mujer fuerte a la que derrib¨® el fin de su tormentosa relaci¨®n con Ted Hughes, pero, tambi¨¦n, en realidad, la vida, esa limitada y muerta jaula de cuidados.
A V¨¢zquez Nacarino, que tiene una muy pasional forma de trabajar, pues intenta ¡°habitar¡±, en la medida de lo posible ¡°la mente¡± del escritor al que traduce, le parece que la escritura de Plath imita, sin saberlo, a su persona. ¡°Ella dec¨ªa de s¨ª misma que pod¨ªa irse de un extremo irreconciliable a otro, porque era as¨ª, porque lo quer¨ªa todo, vivir en el campo y a la vez en la ciudad, y tiene una forma de escribir que refleja esa personalidad cambiante, c¨ªnica y s¨²per c¨¢ndida, algo que se nota incluso en la forma en que construye las frases, en la manera de adjetivar, en el uso de los colores, en la plasticidad de su prosa, muy creativa, en cierto sentido, sinest¨¦sica¡±, dice. Tambi¨¦n, afirma, que siempre fue ¡°una espectadora de s¨ª misma¡±.
Feminismo y electrochoques
Nacida en Boston, en 1932, Sylvia Plath mostr¨® gran talento desde su infancia. Public¨® su primer poema con 8 a?os.
Feminista, no quiso aceptar el rol que la sociedad esperaba de las mujeres.
Intent¨® suicidarse en su primer a?o en la universidad, por lo que fue tratada con electrochoques.
En Cambridge conoci¨® al poeta Ted Hughes, con el que se cas¨® en 1956.
Su matrimonio acab¨® por las infidelidades de su marido. Plath se instal¨® en Londres con sus dos hijos.
Se suicida el 11 de febrero de 1963 asfixi¨¢ndose con gas, cuando se encontraba enferma y casi sin dinero.
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