El pl¨¢tano de 108.000 euros: ?arte o burla?
No hay nada inocente en la banana que ha expuesto Maurizio Cattelan en Miami ni tampoco en el hecho de que despu¨¦s otro artista se lo comiera: el esc¨¢ndalo est¨¢ calculado al mil¨ªmetro para poner en cuesti¨®n el mercado del arte
La popularidad del artista Maurizio Catellan se ha disparado desde que el pasado fin de semana otro artista, David Datuna, se comiera la obra que el primero ten¨ªa expuesta en la feria Art Basel de Miami: un pl¨¢tano sujeto a la pared con cinta adhesiva. El revuelo causado por el primero se dispar¨® con la acci¨®n del segundo y desde entonces corre de boca en boca una pregunta: ?eso es arte o una tomadura de pelo?
En la cuenta de Instagram de Catellan hay una gran peineta en medio de un cielo apocal¨ªptico, con rayos y centellas, como un gran exabrupto lanzado por los dioses del arte. Ese enorme j¨®dete es la ¨²nica foto que ha subido a esta red social. Desde el 15 de abril hasta este 10 de diciembre ha acumulado m¨¢s de 25.000 "me gusta" y cerca de 2.000 comentarios, entre ellos, mucho emoticono de mano cornuta, de estallido de bomba y bananas. Lo del pl¨¢tano, claro, se ha disparado estos d¨ªas despu¨¦s de que colgara el suyo el estand de la galer¨ªa parisina Perrotin en la Art Basel, la versi¨®n m¨¢s cocktail party de la feria m¨¢s importante del mundo. De eso hay ya hasta 20 hashtags diferentes y memes de todo tipo. El mundo selfie lo mira con expectaci¨®n: Catellan acumula 165.000 seguidores (comunidad art¨ªstica incluida) aunque ¨¦l no sigue a nadie. Es as¨ª de pichi.
Algo pasa a la inversa con David Datuna, el artista que se ha comido al Comediante, t¨ªtulo de ese pl¨¢tano de Catellan colgado en ArtBasel. De sus m¨¢s de 41.000 seguidores, nadie conocido; y en su imagen, una calavera brilli-brilli a lo Damien Hirst venido a menos, como las que estos d¨ªas tambi¨¦n se pod¨ªan ver en la feria de Miami, en el estand de Cadoro Gallery. Hay v¨ªdeos en que se le ve comi¨¦ndose el pl¨¢tano, dando conferencias de prensa y explicando por qu¨¦ ha llamado a esa ¡°performance¡± Hungry Artist. Mir¨¢ndolo bien, adem¨¢s de un parecido razonable con Catellan, no tiene pinta de pasar hambre. Datuna hace tiempo que abri¨® su propio espacio en Nueva York, Datuna Art Space, donde expone sus obras y su vena patriota con recreaciones kitsch de iconos de Estados Unidos, desde su bandera a Marilyn pasando por Obama. Todo muy Me, Myself and I. Un arte muy malo, todo sea dicho.
Aunque el mundo haya visto con asombro el hecho de que Datuna se comiera el pl¨¢tano de Cattelan (en todo su doble sentido), no hay nada inocente en este meneo publicitario. En las estrategias de comunicaci¨®n se calcula el esc¨¢ndalo al mil¨ªmetro: sirve para fijar la mirada y provocar las ventas, no para cuestionar un sistema de valores dominado por el mercado, especialmente cuando entramos en la categor¨ªa del arte como provocaci¨®n, g¨¦nero que Maurizio Catellan borda en cada una de sus propuestas, ya sea su conocido WC de oro (robado, por cierto, hace poco de una exposici¨®n), Hitler de rodillas, el papa atropellado por un meteorito, el caballo empotrado en la pared o el galerista Massino De Carlo pegado con la misma cinta plateada que ha usado para el pl¨¢tano en las paredes de su galer¨ªa en 1999, a quien gui?a el ojo ahora en Art Basel de manera mucho m¨¢s prosaica y tirando del potencial c¨®mico de los pl¨¢tanos.
Catellan se burla de todo: del sistema, de las creencias, del pasado, de la cultura, de los clich¨¦s, del espect¨¢culo¡ y del sistema del arte mismo. Despu¨¦s de su gran exposici¨®n en el Guggenheim de Nueva York, en 2011, dijo que dejaba el arte. Otro chiste, como cuando fue a la polic¨ªa para decirles que hab¨ªan robado una escultura invisible de su coche. Siempre ha jugado con los l¨ªmites de lo visible y ¡°hacer desaparecer el pl¨¢tano¡±, primero con la ingesta de David Datuna y, m¨¢s tarde, retir¨¢ndolo de la feria, ha sido la estrategia perfecta para mantener el foco medi¨¢tico y augurar la venta de las tres ediciones m¨¢s dos pruebas de artista de ese pl¨¢tano que m¨¢s que una fruta es una idea, y m¨¢s que una obra es un certificado de autenticidad. Un papel que vale 120.000 d¨®lares (108.000 euros).
Hay m¨¢s certificados y pl¨¢tanos que han tra¨ªdo cola. Contrato, de David Bestu¨¦ y Marc Vives, colgaba de la feria Swab de Barcelona en 2006 con un mensaje desafiante. La compra de la obra implicaba una felaci¨®n rec¨ªproca entre los dos artistas, unidos por el trabajo y la amistad, y de inclinaciones sexuales divergentes. La venta lleg¨® de la mano del coleccionista Carlos Vallejo, y tambi¨¦n la separaci¨®n del d¨²o de artistas. Y a¨²n se recuerda la belleza de la exposici¨®n que mont¨® Karin Sander en 2016 en la galer¨ªa Helga de Alvear. Era una ristra de frutas y verduras, banana incluida, cuyo certificado tambi¨¦n indicaba cambiar esas Kitchen Pieces cuando estuvieran pochas. Un preciso bodeg¨®n de la vida contempor¨¢nea. Yoko Ono lo anticip¨® ya en 1966, colocando una manzana sobre una peana para hablar de lo inminente del paso del tiempo y la fugacidad de la vida. Martin Creed sintetiz¨® su visi¨®n del mundo en una bola de papel arrugado y Wilfredo Prieto con un vaso medio lleno o medio vac¨ªo, icono medi¨¢tico de aquel Arco de 2015, quien antes hab¨ªa colocado una c¨¢scara de pl¨¢tano en una de sus exposiciones a riesgo de estrellarnos al pisarla. Un gag que es el alfa de la comedia.
Es curioso que en esta edici¨®n de Art Basel de Miami los caracoles de silicona de Urs Fischer han pasado completamente desapercibidos cuando, tiempo atr¨¢s, su paquete de tabaco movi¨¦ndose por el estand de la galer¨ªa Gavin Brown atiz¨® bien ese debate de si lo que vemos es arte o no. Un debate caduco en pleno siglo XXI si tiramos de esa mezcla de t¨¢cticas de shock de las vanguardias hist¨®ricas que llevaron la iron¨ªa a su quintaesencia. ?Y si el humor fuera la ¨²nica fruta del amor?
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