Cr¨®nica del declive y ca¨ªda de EE UU
George Packer contin¨²a con ¡®Nuestro hombre¡¯, una biograf¨ªa del diplom¨¢tico Richard Holbrooke, famoso por su papel en la guerra de los Balcanes, la indagaci¨®n sobre un imperio en decadencia
Su ambici¨®n y empe?o le volv¨ªan en algunos momentos cargante, egoc¨¦ntrico y traicionero. Ten¨ªa los codos afilados y se pas¨® la vida tratando, con abierta desfachatez, de sentarse a la mesa donde se tomaban decisiones, o de colarse en el coche del secretario de Estado o del presidente de EE UU, cultivando relaciones con la prensa, y abri¨¦ndose paso como fuera, incluso si eso significaba quitarle el sitio a una pareja de supervivientes de Auschwitz en la tribuna junto a Elie Wiesel durante el 50? aniversario de la liberaci¨®n del campo y mandarles a las puertas, donde tuvieron que suplicar a los guardias que les dejaran pasar. Pero los afanes de Richard Holbrooke (Nueva York, 1941-Washington, 2010) no acabaron de funcionar y, tras medio siglo en la carrera diplom¨¢tica, lo cierto es que el papel que interpret¨® en la pol¨ªtica exterior estadounidense nunca pas¨® de secundario destacado, con momentos de relumbr¨®n, como cuando logr¨® forjar los Acuerdos de Dayton y frenar el conflicto en Bosnia.
El escritor George Packer (California, 59 a?os) reconstruye las andanzas de Holbrooke en una muy singular biograf¨ªa. Nuestro hombre (Debate) trata de romper con las convenciones del g¨¦nero y ofrecer un repaso de la trayectoria, desde Vietnam hasta Afganist¨¢n, de este veterano diplom¨¢tico de la vieja escuela, con sus luces y sombras, para adentrarse en la historia del ¨²ltimo medio siglo de EE UU, hasta llegar a las v¨ªsperas del desbarre trumpiano actual. ¡°Ahora mismo estamos en el peor punto posible, donde convergen dos vectores fatales: un presidente de pesadilla y una grave crisis sanitaria¡±, afirmaba el pasado martes en su casa familiar en Brooklyn. Packer, periodista de The New Yorker durante 15 a?os hasta su reciente fichaje por The Atlantic, recibe en vaqueros y calcetines, pero se calza para las fotos y propone salir de paseo con su perro, antes de desechar la idea y optar por mantener la conversaci¨®n en su despacho.
Ese cuarto, explica, estuvo durante siete a?os inundado con los papeles de Holbrooke que la viuda y tercera esposa del diplom¨¢tico le entreg¨® para que los consultara antes de que fueran depositados en Princeton. A esto Packer sum¨® m¨¢s de 250 entrevistas con gente del entorno del alto funcionario. ¡°Realmente hago much¨ªsimo trabajo de documentaci¨®n, y cuanta m¨¢s gente entrevisto, cuanto m¨¢s leo, cuanto m¨¢s lo pienso, m¨¢s seguro me siento de que puedo decir lo que tengo que decir, de que tengo unos pilares firmes y no estoy flotando en el aire como un escritor de ficci¨®n¡±, asegura, antes de hacer una encendida defensa de la llamada no ficci¨®n literaria o periodismo narrativo, campo que considera que a¨²n est¨¢ poco explorado. ¡°Se han hecho cosas muy buenas en los ¨²ltimos, digamos, 60 a?os, pero si lo comparamos con la novela, que ya tiene 250 a?os, esta forma de narrar es nueva, a¨²n hay mucho margen para experimentar¡±. Y adem¨¢s lo suyo, aclara, no es el perfeccionismo preciosista el Nuevo Periodismo de Gay Talese: Packer pertenece a otra generaci¨®n y quiere entablar un conversaci¨®n m¨¢s distendida y directa con el lector.
Tampoco viste traje de chaqueta. ¡°Yo empiezo con una pregunta y un impulso. En el caso de Holbrooke, trataba de ver si fue tan bueno como ¨¦l pensaba que era. ?Qu¨¦ logr¨® hacer en el mundo, m¨¢s all¨¢ de construir una leyenda sobre s¨ª mismo? El impulso fue la atracci¨®n que siento por ese periodo de la historia de EE UU. Holbrooke era un camino ideal para hablar de ese momento y para contar la historia de un tipo complicado, frustrante, fastidioso, divertido y admirable tambi¨¦n en muchas cosas¡±. El diplom¨¢tico lleg¨® a Vietnam con 22 a?os y muri¨® tratando de mantener abiertas las conversaciones con los talibanes, apoy¨® gobiernos autoritarios como el de Marcos en Filipinas, ve¨ªa en Henry Kissinger ¡°un h¨¦roe y un antih¨¦roe¡±, y se meti¨® durante una d¨¦cada a hacer dinero en Wall Street sin rubor.
En Nuestro hombre, Packer cambia el punto de vista, pero retoma el tema que abord¨® en su anterior libro, El desmoronamiento, y entra de lleno en la decadencia de EE UU. En aquel libro, con el que obtuvo el National Book Award en 2013, contaba esa historia de ca¨ªda en picado del pa¨ªs y sus pol¨ªticas p¨²blicas a trav¨¦s de 15 perfiles de personajes famosos y desconocidos (desde Oprah Winfrey hasta Elizabeth Warren y Raymond Carver), trazando un fresco. Ahora, se fija en el controvertido Holbrooke, personaje expansivo e insoportable a partes iguales, para desentra?ar los claroscuros de la pol¨ªtica exterior estadounidense, como si de una novela de Graham Greene se tratara. El americano tranquilo es una referencia que aparece en las primeras p¨¢ginas. ¡°Greene exager¨®, hizo una caricatura, pero sobre Vietnam fue prof¨¦tico¡±, apunta. ¡°Tiene esa frase tan famosa de que nunca conoci¨® a un hombre que tuviera mejores motivos para todos los problemas que caus¨®. Pero lo que ¨¦l llama motivos, ese idealismo, es lo que marcaba la diferencia. Sin eso somos Rusia, y en eso es en lo que EE UU se est¨¢ convirtiendo hoy. Aunque siempre hubo algo de esto, la pol¨ªtica y los negocios se han convertido en un asunto muy c¨ªnico y corrupto¡±.
Confianza y poder
Packer no exime a Holbrooke y a la ¨¦lite de la que form¨® parte este hombre de confianza de los Clinton de la responsabilidad que han tenido en la llegada a la Casa Blanca del actual presidente. ¡°?l particip¨® en la autocomplacencia de esos c¨ªrculos de poder e incluso en algo de la corrupci¨®n que hubo en ellos, y eso ha resultado en el ascenso de Trump. Cuando luchas en dos guerras que no puedes ganar, Irak y Afganist¨¢n, y hay una crisis econ¨®mica gigante que destruye la clase media estadounidense y deja a la ¨¦lite intacta, tienes que prever que el pa¨ªs no va a permitir que gente como Holbrooke siga ah¨ª¡±, apunta Packer. El escritor tambi¨¦n reflexiona sobre la falta absoluta de qu¨ªmica entre Obama y Holbrooke, y c¨®mo el veterano diplom¨¢tico no se daba por vencido. ¡°Era exactamente el tipo de persona con quien Obama no ten¨ªa paciencia: pagado de s¨ª mismo, lo elogiaba, se enrollaba en lugar de contar en 30 segundos qu¨¦ pasaba en Afganist¨¢n... Todo era dram¨¢tico con Holbrooke y el presidente, un tecn¨®crata presentado como visionario, no soportaba el drama¡±. Hoy, ante la carrera electoral, Packer considera un ¡°s¨ªntoma de madurez¡± el ¨¦xito en las primarias del partido dem¨®crata de Joe Biden, viejo compa?ero de Holbrooke a quien tampoco ten¨ªa mucha simpat¨ªa. ¡°Necesitamos a alguien conocido que nos resulte familiar y nos d¨¦ seguridad. Esto ya no va de un enamoramiento como ocurri¨® con Obama¡±, afirma.
?De d¨®nde ven¨ªa la ambici¨®n, el hambre insaciable de Holbrooke? ¡°Ten¨ªa que ver con esa idea de la vieja Roma de obtener honor y fama por un logro p¨²blico. No era solo ganar dinero en Wall Street, algo que hizo, ni tener fama y estar con famosos [que tambi¨¦n]: ¨¦l quer¨ªa apuntarse un logro hist¨®rico que dejara un nombre y un monumento, un lugar en la historia¡±.
Babelia
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