Nueva York y sus bajas pasiones
Colin Harrison describe en sus ¡®thrillers¡¯ literarios, ahora recuperados en espa?ol, una ciudad fascinante y oscura. En esta entrevista nos habla de su trabajo y sus obsesiones
El ej¨¦rcito de cronistas del lado oscuro de Nueva York tiene desde hace tiempo en sus filas a Colin Harrison, autor de thrillers obsesivos, brillantes e inclasificables, en los que la ciudad aparece como un monstruo de mil caras, un ente seductor en el que el triunfo y la perfidia se dan la mano. Es la particular carta de amor a la urbe de un escritor que ha pasado hasta ahora desapercibido en Espa?a y al que la publicaci¨®n en Navona de tres de sus mejores obras (Havana Room, Manhattan nocturne y Un mapa para un crimen) da una segunda oportunidad. ¡°Est¨¢ siendo una primavera lenta, pero los manzanos y los perales ya est¨¢n floreciendo. He plantado ocho ¨¢rboles en los ¨²ltimos cinco d¨ªas como parte de un gesto personal de desaf¨ªo ante el coronavirus¡±, cuenta a mediados de abril desde el cuarto de estar de su casa en el East End de Long Island, despu¨¦s de cancelar esta conversaci¨®n en varias ocasiones para priorizar el cuidado de su familia. ¡°Por tercera ma?ana consecutiva me ha despertado el ruido de un p¨¢jaro carpintero picando el tubo met¨¢lico de mi chimenea. El sonido retumbaba por la toda la casa. Me di cuenta de que si prend¨ªa un fuego en la chimenea se ir¨ªa y es lo que ha ocurrido¡±, a?ade para completar el contexto.
¡°Como escritor s¨¦ que habito en el vientre de la bestia, una m¨¢quina, un universo ¨Cll¨¢malo como quieras¨C que es infinitamente complejo y que est¨¢ muy por encima de mi habilidad o la de cualquiera por comprenderlo. Eso es un reto. Uno se encuentra con ideas, historias, rarezas, personajes, fragmentos de di¨¢logo, microdramas y todo tipo de estimulantes de manera m¨¢s o menos continua. Estos elementos quedan luego en mi mente hasta que me pongo a trabajar¡±, relata para explicar la relaci¨®n con ¡°esa obra maestra siempre inacabada¡±, la ciudad en la que naci¨® en 1960, si bien se crio en la Pensilvania rural y tantos a?os rodeado de bosques y campos de ma¨ªz le han dejado un rastro que le convierte en forastero en su propio universo.
Como escritor s¨¦ que habito en el vientre de la bestia, un universo que es infinitamente complejo y que est¨¢ muy por encima de mi habilidad o la de cualquiera por comprenderlo
En las novelas de Harrison se relata siempre la ca¨ªda de un hombre de clase media alta y bueno en su trabajo al que la vida, el infortunio o una pasi¨®n por una mujer le ha llevado al centro de una oscura trama en la que los poderes neoyorquinos -el dinero en todas sus formas, la prensa, las familias de siempre- se entremezclan con el submundo criminal. ¡°Alguien podr¨ªa decir que es un punto de partida limitado. No puedo rebatir eso, pero he ampliado ese mundo utilizando gran cantidad de perspectivas¡±, se defiende. ?Esos protagonistas son distintas versiones de usted mismo? ¡°Si, claro, en muchos sentidos s¨ª, por supuesto. Y no, no exactamente, de ninguna manera¡±, responde divertido.
El otro elemento fijo es un tipo de personaje femenino al que ser¨ªa injusto llamar mujer fatal. Allison Sparks en Havana Room o Caroline Crowley en Manhattan nocturne son mucho m¨¢s, son personajes emparentados directamente con la Kay Lake de James Ellroy, con mujeres m¨¢s all¨¢ de un encasillamiento, muy por encima de un empobrecedor an¨¢lisis moral. ¡°Estoy interesado en c¨®mo ven las mujeres el mundo, c¨®mo ven a los hombres, c¨®mo se ven a s¨ª mismas, c¨®mo se ven unas a otras. Algunas mujeres parece que creen que no lo hago mal del todo para ser un hombre, mientras que otras probablemente tiren el libro a la otra punta de la habitaci¨®n, disgustadas, y ante eso solo puedo sonre¨ªr y admirarlas¡±, confiesa. ?De d¨®nde salen? ¡°Para escribir sobre una mujer hay que estar interesado en ella. As¨ª que los personajes femeninos que creo posiblemente reflejen mis intereses. Necesito estar de alguna manera fascinado por ellas. Tengo que amarlas de esa manera extra?a que los escritores aman a sus personajes¡±.
Quedan dos piezas para tener completo el puzle Harrison y acercarse m¨¢s al mundo ¨Ca veces luminoso, otras subterr¨¢neo¨C de este escritor que defiende el car¨¢cter literario de sus thrillers y la posibilidad de hacer casi cualquier cosa en el g¨¦nero siempre que funcione. Por un lado, est¨¢ la descripci¨®n de mundos con los que no tiene relaci¨®n alguien que, adem¨¢s de escritor es editor jefe en Scribner (editorial dependiente de Simon & Schuster) y que atrapa al lector con el relato de las miserias del gran periodismo en Manhatan nocturne o de lo que se cuece en los reservados de las grandes stakehouse de la ciudad en Havana Room. ¡°?Cu¨¢nta informaci¨®n puede conseguir uno cuando est¨¢ obsesionado!¡±, resume alguien que sabe bien de lo que habla: en Un mapa para un crimen el protagonista vive para su adicci¨®n cartogr¨¢fica, una pasi¨®n en la que el propio autor reconoce haber empleado miles de horas de su vida.
Necesito encontrar ad¨®nde lleva el sufrimiento y si al final ha merecido la pena o no
El otro ingrediente de la receta m¨¢gica de Harrison para el g¨¦nero es el amor. En sus historias siempre hay amor y dolor y, no pocas veces, tambi¨¦n redenci¨®n. ¡°Necesito encontrar ad¨®nde lleva el sufrimiento y si al final ha merecido la pena o no. Todos estamos atormentados por esa pregunta, ?no? Y si al final la respuesta es ¡®no, no mereci¨® la pena, no hemos aprendido nada¡¯, entonces, bueno, eso es de alguna manera insoportable. Necesitamos amar y ser amados. Tambi¨¦n necesitamos que las historias se resuelvan. Shakespeare nunca terminaba sus historias sin una catarsis¡±, asegura.
Es imposible mantener esta conversaci¨®n sin hablar de la situaci¨®n en Estados Unidos, de si el autor comparte la visi¨®n de uno de sus personajes: ¡°Enormes sectores del pa¨ªs est¨¢n muertos econ¨®micamente, con sus habitantes hipnotizados por Internet y convertidos en zombis de los farmac¨¦uticos, las drogas ilegales y la ch¨¢cara sobre la ideolog¨ªa cristiana¡±, asegura Ahmed en Un mapa para un crimen. ¡°No soy tan fr¨ªo ni tan duro. Soy m¨¢s sentimental y de una manera un poco marginal algo m¨¢s esperanzado¡±, responde Harrison mirando, quiz¨¢s, a los manzanos en flor y esperando a que el confinamiento pase para poder volver a patear su ciudad tras el rastro de Dickens, en busca de una nueva trama criminal.
Influencias del editor en jefe
No es el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo editor que adem¨¢s es escritor o al rev¨¦s. Pero s¨ª uno de los casos de ¨¦xito m¨¢s notables. Su labor en Scribner le ha llevado a tratar desde el otro lado con autores como Nick Pizzolatto o Alexandra Horowitz. As¨ª explica los efectos de esta relaci¨®n bidireccional: ¡°He conseguido trabajar con maravillosos escritores de ficci¨®n y ensayo y he visto c¨®mo construyen sus libros, as¨ª que estoy en una especie de di¨¢logo con ellos y conmigo mismo acerca de c¨®mo juntar todas las piezas. Eso me ayuda a mantenerme agudo y estructuralmente ambicioso con mis historias. Pero el efecto m¨¢s significativo sobre mi labor como escritor es que me lleva la mayor parte del tiempo. Eso s¨ª, entiendo a qu¨¦ se enfrentan los escritores; me preocupan como grupo, y tambi¨¦n conozco sus debilidades, sus desilusiones, sus ansiedades. Y ellos saben que lo s¨¦ y que soy comprensivo siempre que el trabajo salga adelante¡±.
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