El d¨ªa en que Quevedo jale¨® a la Inquisici¨®n
Dos investigadores descubren uno de los textos perdidos del escritor, donde anima al Santo Oficio y al rey Felipe IV a quemar unos manuscritos que constituyeron el gran fraude religioso del Siglo de Oro
Los archivos comparten cierta l¨®gica con las administraciones de loter¨ªa: ning¨²n investigador sabe d¨®nde encontrar¨¢ el premio. Jos¨¦ Manuel Rico Garc¨ªa, profesor titular de Literatura espa?ola en la Universidad de Huelva, buscaba una miscel¨¢nea sobre Quevedo entre los legajos del palacio arzobispal de Sevilla cuando tropez¨® con una de sus obras perdidas: un texto que compet¨ªa en ardor crematorio con la instituci¨®n a la que iba dirigido, la Inquisici¨®n.
Una obra visceral que confirma que Quevedo fue, entre los grandes del Siglo de Oro, el m¨¢s proclive a embarrarse en p¨²blico en asuntos pol¨ªticos y religiosos. Lo mismo escrib¨ªa satirizando sin piedad que diciendo al rey lo que ten¨ªa que hacer. El Memorial de don Francisco de Quevedo Villegas dado a la Inquisici¨®n General sobre los libros del Monte Santo de Granada propone al Santo Oficio que incinere unos manuscritos ap¨®crifos, que llevaban unas d¨¦cadas convertidos en una de las grandes controversias religiosas del pa¨ªs, e indirectamente aconseja a Felipe IV ¡°que no se detenga en prohibir estas l¨¢minas, sino que las derrita¡±. ¡°Y si su santo y bienaventurado padre expeli¨® a los moros, habr¨¢ Su Majestad expelido su secta¡±, a?ad¨ªa.
¡°Quevedo es un individuo excesivo en su manera de comportarse. Este documento es muy vehemente, propone quemar los manuscritos antes de que Roma diga que son una supercher¨ªa¡±, se?ala Antonio Azaustre Galiana, catedr¨¢tico de Literatura espa?ola de la Universidad de Santiago y coautor junto a Rico Garc¨ªa del estudio acad¨¦mico sobre el memorial, publicado en abril en La Perinola, revista anual de la Universidad de Navarra dedicada a investigaciones quevedianas.
En 1588, cuando Granada llevaba menos de un siglo en manos cat¨®licas, apareci¨® en el minarete de la antigua mezquita un cofre con un pergamino en ¨¢rabe, castellano y lat¨ªn, que supuestamente hab¨ªa escrito san Cecilio, con la profec¨ªa de San Juan Evangelista sobre la llegada de Mahoma y la fragmentaci¨®n de la cristiandad. Una junta lo declar¨® aut¨¦ntico. Desde entonces y hasta 1599 se sucedieron otros hallazgos: 22 planchas de plomo ¡ªpasaron a conocerse como los plomos del Sacromonte¡ª para apuntalar la presencia del ap¨®stol Santiago en Granada y abordar cuestiones en debate como la ¡°inmaculada concepci¨®n¡± de la virgen.
Cuando Quevedo se pronuncia sobre el asunto, ya hab¨ªa habido voces de humanistas, como Benito Arias Montano, que denunciaban la falsedad de los textos del Sacromonte. La pol¨¦mica hab¨ªa adquirido tal dimensi¨®n que el papa Urbano III reclam¨® al rey que los enviase a Roma para que fuesen examinados por un comit¨¦ de expertos. Y como la monarqu¨ªa espa?ola y el Papado no estaban en el mejor momento de su idilio por otros asuntos de pol¨ªtica internacional, Felipe IV tard¨® diez a?os en hacerle caso.
En 1682 el papa Inocencio XI dictamin¨® el fraude: ¡°Son invenciones creadas con el fin de erosionar el catolicismo infundiendo ideas mahometanas¡±. Ah¨ª se acab¨® el reinado de los plomos del Sacromonte, que se atribuyen a dos moriscos, uno de ellos (Alonso del Castillo) int¨¦rprete del Santo Oficio. ¡°Es una de las falsificaciones m¨¢s sonadas de la historia de Espa?a¡±, subraya Jos¨¦ Manuel Rico. ¡°El gran defensor de hallazgo fue el obispo de Granada, Vaca de Castro, que impuls¨® la construcci¨®n de la abad¨ªa del Sacromonte por este motivo¡±, a?ade.
En su opini¨®n, Quevedo escribi¨® el memorial llevado por tres afanes: intervenir en pol¨ªtica, debatir junto a otros humanistas y defender la ortodoxia cat¨®lica. ¡°Creo que la secta de Mahoma empezaba de veras y con efecto a combatir la ley de Jesucristo (...) desde que estos escritos se apoyan y autorizan¡±, alertaba el poeta. ¡°De alg¨²n modo el memorial define m¨¢s su perfil como hombre reaccionario, ultracat¨®lico y nacionalista¡±, se?ala Rico.
Tras dos a?os de trabajo, Rico y Azaustre han certificado que no hay dudas sobre la autor¨ªa. A pesar de que el legajo ¡ªuna copia del original¡ª va encabezado con el nombre del escritor, los especialistas acogen con prudencia el copyright del Siglo de Oro. ¡°No se puede fiar uno para nada de los enunciados. Era muy propio en la transmisi¨®n de la literatura de la ¨¦poca atribuir autor¨ªas falsas para darse fuste o difundirlo m¨¢s¡±, aclara Rico. La primera criba de autentificaci¨®n que super¨® el memorial fue el listado de las obras perdidas del poeta elaborado por su primer bi¨®grafo, Antonio de Tarsia, en el siglo XVII. En ¨¦l se cita el t¨ªtulo tal y como figura en el documento encontrado en el archivo de la catedral de Sevilla.
Los investigadores calculan que Quevedo escribi¨® la obra entre 1632 y 1639, a?o en el que fue encarcelado por razones que siguen en penumbra. ¡°Hay alguna leyenda al respecto, pero no est¨¢n claros los motivos. Era una figura inc¨®moda desde que public¨® Pol¨ªtica de Dios, donde se permit¨ªa aconsejar al monarca, y llevaba tiempo distanciado de [el valido] Olivares y del rey¡±, esgrime Azaustre. El escritor hab¨ªa chapoteado en demasiados charcos y con demasiada virulencia. Se hab¨ªa posicionado contra la decisi¨®n real de dividir el patronazgo de Espa?a entre el ap¨®stol Santiago y Santa Teresa de Jes¨²s: Quevedo, que pertenec¨ªa a la orden de Santiago, quer¨ªa todo el honor para el primero. Y hab¨ªa atacado la dependencia del tesoro real de los banqueros jud¨ªos portugueses en otro alegato, plagado tambi¨¦n de furia cat¨®lica.
Del inventario de textos desaparecidos de Quevedo se hab¨ªan localizado en las ¨²ltimas d¨¦cadas otros dos: la Execraci¨®n contra los jud¨ªos, hallado en 1993 en el archivo de A Coru?a por Fernando Cabo y Santiago Fern¨¢ndez Mosquera, y las Controversias de S¨¦neca, encontradas en la Fundaci¨®n Juan March en Palma de Mallorca en 2001 por Fernando Plata. Solo el primero comparte asunto (pol¨ªtico / religioso) y tono (expeditivo) con el hallazgo de Sevilla. Escrito en 1633, es un derroche de antisemitismo y a la vez un ataque a la pol¨ªtica del conde-duque de Olivares, antiguo benefactor reconvertido en enemigo. En este texto solicita la expulsi¨®n definitiva de los jud¨ªos de Espa?a y la ruptura de los asientos firmados con los banqueros jud¨ªos portugueses.
Babelia
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