Tres guitarras para el baile infinito de Roc¨ªo Molina
La malague?a impacta con el extracto de su ¡®Trilog¨ªa de la guitarra¡¯ en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla
Pocas artistas tienen su osad¨ªa: en el mismo espacio, donde hace dos ediciones de esta cita sevillana ofreci¨® cuatro horas de improvisaci¨®n, la bailaora malague?a Roc¨ªo Molina ha presentado ¡ªdos sesiones en un solo d¨ªa¡ª un extracto de lo que ser¨¢ su ambiciosa Trilog¨ªa de la guitarra, un estudio de danza con fondo de sonantas, que se presume muy meditado y trabajado y que la artista hace corresponder con su personal estado an¨ªmico y creativo tras la todav¨ªa cercana maternidad. Molina ha hablado de pausa y de b¨²squeda de naturalidad para, de esa forma, aspirar a una mayor profundizaci¨®n expresiva. Nada nuevo en Roc¨ªo, siempre en incesante b¨²squeda, aunque, en esta ocasi¨®n, la propia naturaleza del proyecto acabe por determinar su expresi¨®n.
Escuchar los diferentes ecos de las cuerdas, bailar a sus sones y aportarles movimiento con una infinitud de formas danc¨ªsticas constituye todo un reto poblado de variantes, las que aportan los tres guitarristas elegidos. Para cada uno de ellos, Molina ha adecuado su movimiento buscando una sinton¨ªa, una comuni¨®n en lo esencial, y el veh¨ªculo con el que ir desgranando los inacabables recursos que pueblan su vasto universo expresivo. Una obra a¨²n inacabada, que, pese a su lozan¨ªa, nunca deja de reflejar su tremenda inquietud y su poli¨¦drica personalidad art¨ªstica.
La bailaora fue integr¨¢ndose en la m¨²sica de Rafael Riqueni lentamente, con un pasmoso dominio de los recursos y de los tiempos. Fue de una belleza deslumbrante
Con Rafael Riqueni, la intenci¨®n pareci¨® fluir de forma natural y presidida por un respeto y un cari?o mutuo y reverencial. Se inici¨® con una parte que estuvo dominada por el lirismo de la obra del guitarrista Parque de Mar¨ªa Luisa. Fue el espacio para el recogimiento y un di¨¢logo art¨ªstico cercano al intimismo, de una deslumbradora belleza. La bailaora fue integr¨¢ndose en la m¨²sica del guitarrista lentamente, con un pasmoso dominio de los recursos y de los tiempos. Los giros de mu?ecas dieron paso al movimiento gradual de brazos, caderas o piernas ¡ªapenas un golpe de tac¨®n¡ª: todo su cuerpo se abri¨® a la cadencia de la guitarra mientras el baile crec¨ªa con continuados giros, con cambr¨¦s insertados con espont¨¢nea desenvoltura, y con la incorporaci¨®n de otros elementos, como los abanicos, que imitar¨ªan el vuelo de unos p¨¢jaros, los mismos que antes evocaron las cuerdas de Riqueni y el propio silbido de la bailaora.
Tras un impresionante toque por sole¨¢ en solitario del maestro, entr¨® Roc¨ªo arrancando los velcros que adher¨ªan al suelo la loneta blanca que hab¨ªa puesto sordina a su danza. Solo cuando el guitarrista, desde un ¨¢ngulo nuevo, abord¨® su conocida adaptaci¨®n de la marcha procesional Amargura, de Font de Anta, se pudo comprender la raz¨®n: Roc¨ªo acompa?ar¨ªa la m¨²sica sirvi¨¦ndose del pesad¨ªsimo lienzo ¡ªahora iluminado con tonos ros¨¢ceos¡ª para componer con ella una indescriptible sucesi¨®n de figuras, en unos momentos afines al motivo de la composici¨®n, y en otros con referencias pl¨¢sticas al barroco sevillano. Tan impactante como sobrecogedor.
Por la tarde noche, nada pod¨ªa ser ya lo mismo. Las guitarras marcan la diferencia, pero no solo: la intenci¨®n de la bailaora es distinta y otra su expresi¨®n, aunque siga escuchando la guitarra. La de Trassierra transporta esencialidad junto a armon¨ªa, y la danza de Molina se torna m¨¢s expansiva mientras se abre a nuevas geometr¨ªas. Tras tantas batallas compartidas, se percibe la compenetraci¨®n de ambos en el baile de una farruca que sorprende en matices, y que ella convierte en enigm¨¢tica con la incorporaci¨®n de un acharolado sombrero que oculta su rostro. Se incorpora la fresca guitarra de Yerai Cort¨¦s y la bailaora marca su momento m¨¢s flamenco con una perfecta sincron¨ªa, un deslumbrante cambr¨¦ y un zapateado de impresi¨®n.
Cort¨¦s, en solitario, sorprende con un toque de fuerte personalidad: dominio del tiempo, de los silencios y los contratiempos junto a un uso inteligente de la arzap¨²a. Crea la atm¨®sfera perfecta para que Molina entre de nuevo en escena, esta vez vestida con bata negra de cola para un baile por sole¨¢ que transporta esencias de corte cl¨¢sico: por ejemplo, una escobilla en la que se regodea con gusto. A la postre es ella, la que encandil¨® con sus formas bailaoras a¨²n adolescente, pero sin dejar de crecer. A la espera de la tercera y ¨²ltima parte de la trilog¨ªa, cerr¨® el espect¨¢culo con un golpe de suspense, entre risas, tras una m¨¢scara, dentro de un colorista traje de resonancias niponas.
Trilog¨ªa de la guitarra
Compa?¨ªa Roc¨ªo Molina. Inicio (Uno). Baile: Roc¨ªo Molina. Guitarra: Rafael Riqueni.
Direcci¨®n de arte: Julia Valencia. Espacio esc¨¦nico: Antonio Serrano, Julia Valencia, Roc¨ªo Molina. Dise?o de iluminaci¨®n, animaci¨®n y proyecciones: Antonio Serrano.
Teatro Central, 6 de septiembre. 13 horas
Compa?¨ªa Roc¨ªo Molina. Al fondo riela (Lo otro de Uno). Baile: Roc¨ªo Molina. Guitarras: Eduardo Trassierra, Yerai Cort¨¦s.
Teatro Central, 6 de septiembre. 21 horas
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