Detr¨¢s de este autor hay una mujer
George Sand se llamaba Amantine Dupin. Detr¨¢s del pseud¨®nimo Rafael Luna se escond¨ªa Matilde Cherner. Una nueva colecci¨®n recupera sus novelas con sus nombres reales
Condenadas socialmente a la discreci¨®n y a los cuidados familiares, desde el siglo XVIII las mujeres que quer¨ªan dedicarse a la literatura apostaron por esconderse tras un pseud¨®nimo masculino para salir de una vez por todas del claustrof¨®bico espacio privado al que les hab¨ªan mandado. La lista es larga: George Eliot (Mary Anne Evans), V¨ªctor Catal¨¢ (Caterina Albert i Parad¨ªs), Fern¨¢n Caballero (Cecilia B?hl de Faber), Curren, Ellis y Acton Bell (las hermanas Bront?), Rafael Luna (Matilde Cherner) y George Sand (Amantine Aurore Dupin). De esta manera, consiguieron que los hombres las leyeran y escucharan. Y as¨ª, tambi¨¦n, evitaron ser el centro de unos cuantos chismes. Porque, como ya adelant¨® Rosal¨ªa de Castro (nunca se ampar¨® tras lo masculino): ¡°Los hombres miran a las literatas peor que mirar¨ªan al diablo¡±.
Cherner y Dupin vuelven ahora a las librer¨ªas con sus verdaderos nombres en sendas ediciones en las que Seix Barral ha incluido en la portada sus pseud¨®nimos, pero tachados para destacar sus verdaderos nombres. A Cherner, novelista, dramaturga, poeta y periodista le preocupaban los prejuicios sociales y las constricciones de la moral sociosexual que pesaban sobre las mujeres. ¡°No es de extra?ar que apostara por un nombre masculino en Ocaso y Aurora [obra que se reedita], ya que es una novela hist¨®rica de tesis, g¨¦nero literario en el que las mujeres apenas ten¨ªan presencia¡±, explica Helena Establier P¨¦rez, profesora de Literatura espa?ola en la Universidad de Alicante, especializada en estudios de g¨¦nero.
¡°Aurore Dupin fue muy le¨ªda entre sus contempor¨¢neos como un autor m¨¢s de prestigio¡±, afirma Nora Catelli, profesora de Literatura comparada en la Universidad de Barcelona. ¡°Nunca fue popular a la manera de los folletinistas o de Madame de Segur, aut¨¦ntico bestseller para ni?os y ni?as¡±.
La popularidad de estas escritoras vino marcada, tambi¨¦n, por el g¨¦nero literario que escog¨ªan. Era m¨¢s sencillo firmar con nombre de mujer novelas de costumbre que libros de historia. ¡°La divisi¨®n se abre entre g¨¦neros de prestigio (cuyas autoras se ocultan bajo nombres masculinos) y g¨¦neros populares que se firman con nombre de mujer y que la cr¨ªtica feminista incorpor¨® a la gran literatura en el siglo XX: Harriet Beecher Stowe (La caba?a del Tio Tom) o Louisa May Alcott (Mujercitas)¡±, ejemplifica Catelli. ¡°Se aceptaba la participaci¨®n de las mujeres en la ficci¨®n novelesca siempre y cuando los objetivos, los temas y las tramas reforzaran la ideolog¨ªa de g¨¦nero dominante y no desafiaran los roles establecidos para uno y otro sexo¡±, complementa Establier.
Escribir de pol¨ªtica, historia o filosof¨ªa supon¨ªa la desaprobaci¨®n social para muchas de estas mujeres que acababan englobadas en categor¨ªas despectivas como ¡°marisabidillas¡± o ¡°bachilleras¡±. ¡°Las Bront? al principio de sus carreras usaron nombres masculinos y despu¨¦s los abandonaron; en cambio, la extraordinaria George Eliot toda su vida mantuvo su pseud¨®nimo¡±, remata Catelli y recuerda que ¡°las poetas decimon¨®nicas, seg¨²n Virginia Woolf, pose¨ªan mejor formaci¨®n cl¨¢sica que las narradoras y firmaron sin ampararse en lo masculino¡±. En esta otra lista aparecen Rosal¨ªa de Castro, Elizabeth Barret-Browning, Gertrudis G¨®mez de Avellaneda, Emily Dickinson y Christina Rossetti.
El objetivo: la difusi¨®n
Durante el siglo XIX, las mujeres prefirieron negarse la identidad para conseguir un mayor acceso a los medios de difusi¨®n editorial y que sus adelantadas ideas feministas tuvieran espacio al lado de las de los hombres. ¡°El caso m¨¢s notable es el de Fern¨¢n Caballero. Ella aspiraba a influir en la sociedad de su tiempo en un doble sentido: enfatizar sus valores conservadores, anti-liberales y criticar la exaltaci¨®n rom¨¢ntica¡±, recuerda la historiadora Anna Caball¨¦.
Dos siglos despu¨¦s, Elena Ferrante -el misterio en torno a su verdadera identidad pervive- o Robert Galbraith -pseud¨®nimo que us¨® J.K. Rowling- optaron por esconderse con otros objetivos. Establier considera que desde ¡°ciertas instancias editoriales la autor¨ªa femenina sigue siendo una r¨¦mora para el ¨¦xito de determinadas publicaciones¡±. Mientras que Catelli cree que ¡°en la modernidad hay que pensar los pseud¨®nimos m¨¢s en funci¨®n de los textos y no de las autor¨ªas¡±.
Caball¨¦ apunta en otra direcci¨®n: ¡°Es un uso muy frecuente en escritores y escritoras comerciales que publican con gran regularidad, que cuentan con un equipo de ayuda y son capaces de dise?ar diferentes l¨ªneas tem¨¢ticas en su obra¡±. Es decir, evitar la fatiga del lector y aprovechar el ¨¦xito del autor en una medida operaci¨®n de marketing complicada en el siglo XIX.
?Por qu¨¦ los hombres usan pseud¨®nimo?
Yasmina Khadra publica La deshonra de Sarah Ikker (Alianza editorial) y aunque es de sobra conocido que tras el nombre de una mujer hay un hombre, un excomandante del ej¨¦rcito argelino, el autor mantiene su pseud¨®nimo como homenaje a su esposa (usa sus dos nombres de pila) y a las mujeres ¨¢rabes. ¡°Soy lo que soy gracias a mi mujer, a su coraje y su abnegaci¨®n¡±, explic¨® en una entrevista en EL PA?S.
La decisi¨®n de Khadra, determinada por su responsabilidad militar en la lucha contra el Grupo Isl¨¢mico, dista de la decisi¨®n que tom¨® Mar¨ªa Lej¨¢rraga. La autora us¨® el nombre de su marido, Gregorio Mart¨ªnez Sierra, o su propio nombre de pila con los apellidos de su marido. En aquel momento ¡°constituy¨® una especie de transferencia de la propiedad intelectual de las obras en la que concurren el miedo al rechazo y la tendencia femenina a la invisibilidad en pro del var¨®n¡±, relata Establier. Una ¡°transferencia¡± que nunca se ha planteado en el caso del escritor argelino.
¡°En el siglo XVIII encontramos casos de autores que publicaban en la prensa espa?ola art¨ªculos y poemas con seud¨®nimo femenino. Se trata de reflexiones sobre la educaci¨®n de las mujeres, sobre su presencia en el ¨¢mbito de la cultura¡±, contin¨²a Establier. ¡°Demuestra que la firma femenina, por poco habitual, suscitaba expectaci¨®n y generaba pol¨¦mica¡±. Merc¨¨ Boixareu, catedr¨¢tica em¨¦rita de Filolog¨ªa Francesa de la UNED cree que muchos hombres disociaban de esta manera su vida privada de la fama editorial.
Aunque el uso del pseud¨®nimo se haya convertido con el tiempo casi en un juego literario para conseguir ventas, sobrevive la lucha de las mujeres contra lo que dec¨ªa Simone de Beauvoir: "La representaci¨®n del mundo, como el mismo mundo, es obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio puno de vista que confunden con la verdad absoluta".
Lecturas bajo pseud¨®nimo
- Indiana, de George Sand (Seix Barral)
- La deshonra de Sarah Ikker, de Yasmina Khadra (Alianza Editorial)
- Ocaso y Aurora, de Rafael Luna (Seix Barral)
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