Lartigue: instantes en la vida de un joven fot¨®grafo
Un libro profundiza en la infancia y adolescencia del artista franc¨¦s, periodo durante el cual realiz¨® la mayor¨ªa de las im¨¢genes que hicieron de ¨¦l una referencia
En el verano de 1963, en v¨ªsperas de la primera gran exposici¨®n dedicada en el MoMA a Jacques Henri Lartigue (Courbevoie, Par¨ªs, 1894 ¨C Niza, 1986), el legendario conservador de fotograf¨ªa, John Swarkowski, invitaba a Richard Avedon a ver la obra. ¡°Fue una de las experiencias m¨¢s conmovedoras de mi vida¡±, escrib¨ªa el fot¨®grafo americano al franc¨¦s. ¡°Usted me traslad¨® a su mundo, ?acaso no es ese, al fin y al cabo, el prop¨®sito del arte?¡±. Con 69 a?os, emerg¨ªa de la oscuridad este gran fot¨®grafo a quien hoy, de forma casi inmediata, se identifica con la placentera y despreocupada sofisticaci¨®n de la Belle ?poque.
Muchas de las im¨¢genes que se exhibieron entonces, y otras de las que contribuir¨ªan a subrayar su prestigio como precursor de la modernidad, fueron realizadas antes de que el artista cumpliera los 18. De hecho, su prematura y creativa sensibilidad comenz¨® a manifestarse a los seis o siete a?os, cuando comenz¨® a fantasear con poder atrapar im¨¢genes con tan solo el r¨¢pido abrir y cerrar de sus ojos. Un procedimiento al que dio el nombre de pi¨¦ge d¡¯oeil (la trampa del ojo) y que manifestaba un prop¨®sito que conservar¨ªa de por vida: capturar un momento antes de su inevitable desaparici¨®n.
Fue su padre, Henri Lartigue, quien, al comprender la frustraci¨®n del ni?o ante el intento, le regal¨® su propia c¨¢mara fotogr¨¢fica; una voluminosa c¨¢mara de placas, construida por J. Audouin, sin obturador y fijada a un tr¨ªpode. As¨ª, entregado a un acto de pasi¨®n el autor, lograba retener aquellos fugaces instantes, y de forma obsesiva convert¨ªa instintivamente todo lo que le complac¨ªa o sorprend¨ªa en motivo de su obra. Sus padres, su hermano mayor, Zissou, su institutriz, la ca¨ªda de su prima mientras conduce un kart, los d¨ªas en la nieve, o las divertidas an¨¦cdotas de un d¨ªa de verano en la playa; todo ello refleja las gratas vivencias de un joven testigo de aquel esp¨ªritu de optimismo que caracteriz¨® al fin de si¨¦cle en Francia.
Escrito por Louise Baring y publicado por Thames & Hudson, Lartigue: The Boy and the Belle ?poque, recorre la extraordinaria infancia y adolescencia del autor a trav¨¦s de sus dibujos, de extractos de sus diarios y de sus fotograf¨ªas. Aunque se han publicado muchos monogr¨¢ficos sobre el autor, en su conjunto tienden a examinar la obra desde una perspectiva fotogr¨¢fica. Este nuevo monogr¨¢fico adquiere un tono m¨¢s biogr¨¢fico. ¡°No ha habido muchos libros que profundicen en la infancia de Lartigue con tanto detalle¡±, se?ala la autora durante una conversaci¨®n telef¨®nica. De esta suerte, se incluyen aquellas im¨¢genes tomadas desde que da sus primeros pasos en la fotograf¨ªa hasta 1914, cuando el artista cumple 20 a?os y el estallido de la Primera Guerra Mundial marca el ocaso de la Belle ?poque. La autora ofrece un acercamiento ¨ªntimo al autor, vinculado al retrato social y cultural de la ¨¦poca; al mundo descrito por Proust, a la afable Arcadia de Pierre Bonnard, y al entusiasmo de una ¨¦poca, exacerbado por la incorporaci¨®n de la tecnolog¨ªa, los descubrimientos cient¨ªficos y el florecimiento del arte.
¡°Cre¨®, en cierto modo, un nuevo lenguaje visual para el siglo XX¡±, destaca Baring. ¡°Hay en su obra una exuberancia y una espontaneidad muy peculiar, enraizada en su infancia, algo que no encontramos en ning¨²n otro autor. Fue ciertamente un prodigio. Desde muy temprano fue extremadamente disciplinado en su trabajo. Tuvo la fortuna de identificar su vocaci¨®n muy pronto y dedicarse a ello¡±.
Su padre, un hombre de negocios hecho a s¨ª mismo, que lleg¨® a poseer la octava fortuna m¨¢s importante de Francia, fue una figura clave en su desarrollo. Su particular apreciaci¨®n del mundo le llev¨® a educar a sus dos hijos en casa con tutores. ¡°Tengo suficiente dinero. Mis hijos deben aprender a gastarlo¡±, dir¨ªa en cierta ocasi¨®n. Proced¨ªa de una ascendencia de cient¨ªficos, e ingenieros, de la que sin duda el fot¨®grafo heredar¨ªa su destreza t¨¦cnica y curiosidad. Aficionado a la fotograf¨ªa, estimul¨® y guio a su hijo por los entresijos del medio, ense?¨¢ndole a revelar en el cuarto oscuro habilitado en su domicilio. Padre e hijo compart¨ªan un despreocupado y aventurero sentido de la vida.
¡°La diferencia entre ellos estaba en que el padre ve¨ªa la fotograf¨ªa como una rama de la ciencia, de la misma forma que lo hac¨ªan muchos amateurs de la ¨¦poca, mientras que el acercamiento del hijo estaba motivado por su amor a las im¨¢genes¡±, apunta Baring. ¡°Lartigue nunca estuvo interesado en ninguna materia acad¨¦mica. Sus tutores ten¨ªan problemas a la hora de ense?arle, pero era muy r¨¢pido. Con diez a?os dominaba todos los aspectos t¨¦cnicos de la fotograf¨ªa. De salud delicada, era tambi¨¦n muy dado a fingir enfermedades para saltarse las clases y ser libre. Sus padres se preocupaban, quiz¨¢s en exceso por su salud, pero no hab¨ªa antibi¨®ticos y la tuberculosis mataba a 10.000 personas al a?o en Par¨ªs¡±.
El libro muestra sus tempranos autorretratos, donde cuidadosamente y a la distancia adecuada colocaba la c¨¢mara con el fin de que su madre, o su institutriz, activaran el disparo. Im¨¢genes que a lo largo de su vida ira atesorando en ¨¢lbumes. Inspirado en pioneros del medio como Eadweard Muybridge y ?tienne-Jules Marey se sent¨ªa atra¨ªdo a captar el movimiento. En El Grand Prix de Francia (1912), una de sus fotograf¨ªas m¨¢s emblem¨¢ticas, mueve la c¨¢mara durante la toma, manteniendo el foco sobre el conductor mientras los observadores aparecen en el otro lado de la acera como sombras inclinadas. Es precisamente este desenfoque el que subraya el sentido de movimiento que pretend¨ªa captar. Anna la Pradvina caminando por el Bois de Boulogne ¡°sintetiza de forma ejemplar su habilidad para anticipar el momento. A la izquierda de esta figura majestuosa aparece un coche en el instante oportuno. Si el veh¨ªculo hubiese estado detr¨¢s restar¨ªa fuerza a la protagonista¡±, explica Baring. ¡°Conviene recordar que a?os m¨¢s tarde, Cartier-Bresson utilizar¨ªa la sofisticada y ligera Leica, mientras que Lartigue cargaba con un artefacto muy voluminoso y hac¨ªa uso de una tecnolog¨ªa primitiva, lo que convierte a esta imagen en un hito prodigioso¡±.
Nunca esquiv¨® los momentos tr¨¢gicos. Sin embargo, admit¨ªa no querer preservarlos, ¡°ni incluso en la memoria porque me duelen¡±, confesaba en una entrevista con la BBC en la ¨²ltima etapa de su vida. La imagen m¨¢s l¨²gubre que nos encontramos en el libro muestra a un batall¨®n del ejercito franc¨¦s durante unas maniobras en 1911. Sus rifles surgen como ¨¢rboles silueteados por un cielo gris, donde sobrevuela un avi¨®n. Todo parece sugerir el horror de la guerra que se avecinaba. Lartigue nunca se acerc¨® al frente, pas¨® la guerra en el Ch?teau Rouzat, en Auvergne. ¡°La mayor parte de su obra es una celebraci¨®n de la vida. Era muy sensible y necesitaba protegerse de la realidad¡±, apunta la autora.
As¨ª, ¡°su figura y su obra ha sido malinterpretada por muchos, que no se han parado a mirar m¨¢s all¨¢ del entorno econ¨®mico y social que le rode¨®, observ¨¢ndole como un privilegiado¡±. Donde hay una interpretaci¨®n de complacencia y frivolidad podr¨ªa existir un exceso de sensibilidad. ¡°Se le ha juzgado por estar solo interesado en su propio mundo. Y si bien esto ¨²ltimo podr¨ªa ser verdad, no por ello deja de ser una obra seria¡±, destaca Baring. ¡°Yo creo que algo puede ser excelente sin ser extraordinariamente serio. Muchos piensan que la fotograf¨ªa procede de una esfera de creaci¨®n superior y de que su autor se defina como artista. No lo creo as¨ª. En sus diarios queda reflejado la seriedad con la que se tomaba su trabajo. Con orden, extrema disciplina y mucha dedicaci¨®n. Se sent¨ªa muy frustrado cuando perd¨ªa una oportunidad. Conviene tener en cuenta que en aquellos d¨ªas la fotograf¨ªa no era considerada un arte. Ser fot¨®grafo no era propio de un burgu¨¦s. S¨ª lo era en cambio ser pintor, en lo que se convertir¨ªa m¨¢s tarde, pero su talento asoma como fot¨®grafo. A pesar de su gran creatividad, en aquel momento su intenci¨®n era simplemente auto satisfacci¨®n.¡±
Pese a lo que cabr¨ªa esperar su vida no fue un camino de rosas. En 1917 su padre perdi¨® la fortuna, y la gran depresi¨®n se llev¨® por delante lo poco que qued¨®. Al igual que la Belle ?poque, su vida pasada se desvaneci¨® y su obra nos recuerda hoy la fragilidad de la existencia. ¡°La falta de una educaci¨®n acad¨¦mica y el exceso de mimo con el que se crio dificultaron su posibilidad de encontrar una fuente de subsistencia. A esto se sum¨® que prefer¨ªa no tener dinero a sacrificar su libertad. Pas¨® muchas dificultades. Vendi¨® alguna fotograf¨ªa despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Contaba en una entrevista con Le Monde que en cierta ocasi¨®n le invitaron a cenar al Maxim¡¯s, pero no ten¨ªa dinero para el metro. Fueron los americanos los que le descubrieron. Hoy es uno de los pocos fot¨®grafos cuya atracci¨®n va m¨¢s all¨¢ del mundo de la fotograf¨ªa. La gente que no est¨¢ particularmente interesada en la fotograf¨ªa reconoce sus im¨¢genes. Algo poco com¨²n¡±.
Lartigue. The Boy and the Belle ?poque. Louise Baring. Thames & Hudson. 192 p¨¢ginas. 32,10 euros.
Aqu¨ª se puede ver la fotogaler¨ªa de Lartigue: El ni?o y la Belle ?poque.
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