??chenle guindas al virus!
Hab¨ªa que ver a los negacionistas en la plaza de Col¨®n, abraz¨¢ndose y contagi¨¢ndose mientras el virus engordaba
1. Col¨®n
?Qu¨¦ chungo destino el de Crist¨®bal Col¨®n! No solo tuvo que soportar al final de su vida la humillaci¨®n de ser arrestado por Francisco de Bobadilla ¡ªun enchufado de la reina Isabel¡ª a cuenta de su mal gobierno y de las acusaciones de barbarie y malos tratos a los ind¨ªgenas (la verdad es que no se cortaba un pelo con ellos: desmembramientos, torturas, represiones sangrientas; no se pierdan, para tener una imagen m¨¢s matizada del gran hombre, La ca¨ªda de Crist¨®bal Col¨®n, de Consuelo Varela, Marcial Pons, 2006), sino que la posteridad parece haberse ensa?ado con el (presunto) genov¨¦s. Ah¨ª tienen, por ejemplo, a los chiquilicuatres que han salido de debajo de las piedras a ra¨ªz del Black Lives Matter y de las protestas contra los asesinatos racistas de la bofia norteamericana, y que se lo pasan bomba embadurnando de pintura roja y amarilla las estatuas y monumentos que recuerdan al entrecomillado ¡°descubridor¡±: incluso, por aqu¨ª, los enfermos de identidad ¡ªuna dolencia que hace estragos urbi et orbi¡ª han vandalizado en repetidas ocasiones el monumento barcelon¨¦s que no da la espalda al mar y se?ala un rumbo.
Y, para colmo, la plaza dedicada a su memoria en Madrid se ha convertido en frecuente escenario de las protestas o afirmaciones de lo m¨¢s rancio de la capital: el ¨²ltimo ejemplo ha sido la matracalada de trafalmejas negacionistas que exhib¨ªan su ignorancia enroc¨¢ndose, en pleno rebrotar de la covid-19, en que no hay pandemia y que todo es mentira, exageraci¨®n o conspiraci¨®n por parte de ¨¦lites corruptas o poderes oscuros que, como ¨¦mulos de Lex Luthor, n¨¦mesis del Superman, solo buscan privarnos de nuestras libertades para someter al mundo a sus t¨¢bidos designios. Hab¨ªa que verlos all¨ª, abraz¨¢ndose y contagi¨¢ndose mientras el virus engordaba sin cortapisas ni mascarillas que hicieran el oficio de escapulario saludable o milagroso detente-bala.
Echo de menos un relato de alguien como mi llorado Ray Brad?bury (1920-2012), duque del Reino de Redonda, sobre la pandemia y sus negadores, pero me consolar¨¦ con el soberbio Un sonido aterrador (1952), un cuento (ilustrado por Mar¨ªa Ferr¨¢ndiz) que N¨®rdica lleva a las librer¨ªas hoy mismo (s¨¢bado 22), justo cuando hace un siglo del nacimiento del autor. Le¨ª el relato por primera vez, hace muchos a?os, cuando se llamaba ¡®El ruido de un trueno¡¯ y estaba incluido en Las doradas manzanas del sol (Minotauro); me impresion¨® tanto que nunca he olvidado que fue durante la hora de la siesta de un caluroso d¨ªa de agosto, en Calafell, el ¡°pa¨ªs de las maravillas¡± de mi adolescencia, donde, parafraseando a Lewis Carroll en Al otro lado del espejo, pas¨¢bamos las vacaciones ¡°so?ando mientras los d¨ªas pasan / so?ando mientras los veranos mueren¡±.
2. Montessori
A poco m¨¢s de dos semanas del previsible tiberio/quilombo que supondr¨¢ la vuelta (o no) de miles de escolares a las aulas, y mientras siguen multiplic¨¢ndose los contagios, me sumerjo agradablemente en la biograf¨ªa El ni?o es el maestro. Vida de Maria Montessori, de Cristina De Stefano (Lumen, en librer¨ªas la pr¨®xima semana), el relato de la vida y la obra de la m¨¦dica y revolucionaria educadora que convirti¨® definitivamente la pedagog¨ªa en una disciplina cient¨ªfica, desplazando su centro hacia el ni?o/la ni?a y su dignidad y responsabilidad (¡°ay¨²dame a hacerlo solo¡± era uno de sus lemas). Pol¨¦mica y audaz (recibi¨® la ayuda de Mussolini y el apoyo de Hitler, hasta que se rebel¨® contra la imposici¨®n de adoctrinar a los ni?os, lo que le cost¨® el cierre de sus escuelas en los dos pa¨ªses fascistas), su influencia se extendi¨® por todo el mundo.
En Espa?a sus m¨¦todos tuvieron especial fortuna en Catalu?a, donde encontr¨® un terreno abonado gracias a los experimentos pedag¨®gicos puestos en marcha durante la Reinaxen?a. La bio de Cristina De Stefano, que ha utilizado archivos y fuentes poco explorados, examina cuidadosamente la formaci¨®n y actividad de esta maestra de ni?os y maestros que supo cambiar la pedagog¨ªa de la ¨¦poca. Aunque su confesi¨®n cat¨®lica y su origen italiano causaron recelo en la convulsa Barcelona de 1936 (lo que la decidi¨® a abandonar el pa¨ªs), muchos maestros montessorianos siguieron aplicando su m¨¦todo a la ense?anza en las escuelas espa?olas. Y muchos murieron por ello, cumpli¨¦ndose tambi¨¦n con ellos la ominosa profec¨ªa de Mill¨¢n Astray, que he encontrado citada por Michael Seidman en La victoria nacional (Alianza, 2012): ¡°Para aquellos maestros que educaron a los ni?os con el pu?o en alto, no habr¨¢ tierra bastante para enterrarlos¡±.
3. C¨¢rtel
Para mi gusto, la llamada ¡°trilog¨ªa del c¨¢rtel¡±, de Don Winslow, y, especialmente, su espectacular cierre, La frontera (HarperCollins, 2019), constituye una de las mejores epopeyas ¡°negras¡± de nuestro tiempo. Las dos primeras (El poder del perro y El c¨¢rtel) ya est¨¢n en bolsillo, pero dada la tortuosa e incoherente historia editorial de Winslow en Espa?a, ignoro si HarperCollins tiene previsto la edici¨®n de bolsillo de la ¨²ltima. Mientras tanto, la filial ib¨¦rica del grupo norteamericano (uno de los ¡°cinco grandes¡± de lengua inglesa y, a su vez, parte de la News Corp de los Murdoch), dirigida por Luis Pugni, acaba de publicar, como premio de consolaci¨®n para los seguidores de Winslow (en cuyas filas milito), Rotos, seis novelas cortas que, sin ser obras maestras, constituyen una peque?a muestra de los temas y motivos del autor. Me lo he pasado bien, sobre todo, con tres de ellas: ¡®Rotos¡¯, la que da t¨ªtulo al volumen, una violenta historia de venganza policial; ¡®C¨®digo 101¡¯, dedicada al gran Steve McQueen, trata de un ladr¨®n de guante blanco (inspirado probablemente en el Cary Grant de Atrapa a un ladr¨®n, Hitchcock, 1955) y de su implacable perseguidor, y ¡®Para¨ªso¡¯, que mezcla el surf y las vacaciones hawaianas con las peleas locales por el tr¨¢fico de hero¨ªna. En total, seis estupendos winslows menores.
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