Domingo Valderrama, torero olvidado, peque?o de estatura y gigantesco coraz¨®n
Historia ¨ªntima y amarga de un artista reconvertido en matador de imponentes miuras
Aunque parezca que ¨¦l no tiene conciencia de ello, fue un creador de emociones intensas en una plaza de toros. Su presencia en el ruedo provocaba inquietud y desaz¨®n, primero, y confianza y fuertes sensaciones, despu¨¦s. No en vano, su cuerpo menudo en s¨ª mismo aparec¨ªa diminuto ante los torazos de miura a los que se enfrentaba y con los que se gan¨® merecida fama.
¡°Torero peque?ito de estatura y gigantesco coraz¨®n¡±, lo defini¨® Joaqu¨ªn Vidal el 10 de julio de 1993 cuando se present¨® en la Feria de San Ferm¨ªn y llam¨® la atenci¨®n del mundo taurino.
En mayo de 1988, con apenas 17 a?os cumplidos, se present¨® con caballos en La Maestranza. Fue aquella una temporada exitosa; hasta ocho tardes hizo el pase¨ªllo como novillero en el albero sevillano, otra m¨¢s en un festival, y una corrida mixta.
Pero los buenos presagios se torcieron pronto; la carrera mete¨®rica del chaval pinturero y con ribetes artistas debi¨® transformarse en un gladiador de heterodoxas medidas (1,62 metros de la planta de los pies a la cabeza) frente a toros de espectacular trap¨ªo y dureza en las entra?as. Y tras unos a?os de sustos y grandes triunfos, el torero pas¨® al olvido.
Domingo Valderrama (Utrera, Sevilla, 1971) ya es un hombre de 49 a?os, se gana la vida como responsable de dos ganader¨ªas bravas y repasa su carrera torera con un rictus de amargura en el semblante. Confiesa que su mayor orgullo es el respeto y el recuerdo de los aficionados; y su dolor, el maltrato que recibi¨® de las empresas.
Su ani?ada cara vestido de luces se ha tornado en la de un curtido personaje de campo, piel tostada, sonrisa entrecortada, y una aparente desconfianza que denota un ¨ªntimo desenga?o con el mundo.
¡°Mi mayor orgullo, el recuerdo de la afici¨®n; y mi dolor, el maltrato de las empresas¡±
¡°Creo que se me recuerda por ser un torero peque?o delante de un toro grande, y por la pregunta que todos se hac¨ªan: ?c¨®mo los matar¨¢? Pues los mataba bien, y prueba de ello es que tengo premios de Madrid y otras ferias importantes por la mejor estocada¡±.
Confiesa Domingo que es muy malo para las fechas. Es verdad. No recuerda los d¨ªas sobresalientes de su vida torera, aunque s¨ª los compa?eros, los toros y, sobre todo, la huella que ha dejado en los aficionados.
¡°Ese es el orgullo m¨¢s grande que tengo. Me siento absolutamente reconocido por la afici¨®n¡±.
El torero no recuerda, siquiera, la tarde en que decidi¨® decir adi¨®s a la profesi¨®n.
¡°S¨¦ que toreaba en una plaza port¨¢til de un pueblo de Ja¨¦n, y que lidi¨¦ un corrid¨®n de toros que ven¨ªa de Bilbao. Era la una de la madrugada y no hab¨ªamos cobrado. Y aqu¨ª se est¨¢ para ganar dinero o no se est¨¢. No puedes jugarte la vida y que otros se hagan ricos a tu costa. Al final, cobramos, pero no lo estipulado. Y aquella noche lo decid¨ª: se acab¨®¡±.
¡ª?Esa fue la raz¨®n de su retirada¡
¡ª?¡°Si no se gana dinero es mejor dedicarse a otra cosa¡±.
Eso ocurr¨ªa en 2007, m¨¢s o menos, y para entonces ya trabajaba en la ganader¨ªa de Aquilino Fraile, y desde hace ocho a?os en Las Monjas. En ambas ejerce como responsable de la gen¨¦tica, los tentaderos, los lotes y venta del ganado. ¡°Estoy contento, s¨ª, y me siento realizado. El mundo ganadero siempre me fascin¨®¡±.
Domingo Valderrama naci¨® en El Torbiscal, una finca cercana a Utrera, y desde muy peque?o acudi¨® a El Toru?o, donde pastaban los toros de la familia Guardiola y su padre ejerc¨ªa como fot¨®grafo.
Cuenta que all¨ª dio sus primeros capotazos a una becerra y se form¨® hasta su debut como novillero con caballos en La Maestranza en mayo de 1988.
¡°Si no se gana dinero delante del toro es mejor dedicarse a otra cosa¡±
¡°Nadie intent¨® quitarme la idea de ser torero por mi estatura¡±, cuenta Valderrama. Lo cierto es que Domingo Valderrama se convirti¨® aquel a?o en una fundada promesa del toreo sevillano y acab¨® haciendo el pase¨ªllo junto a Curro Romero y Rafael de Paula en un festejo mixto que califica como ¡°una tarde cumbre" en su carrera.
Pero aquella carrera mete¨®rica no dur¨® mucho.
¡°Curiosamente, y ah¨ª est¨¢n las cr¨®nicas, yo estaba considerado como un torero artista y pinturero, pero al a?o siguiente no tuve suerte en Sevilla, y no encontr¨¦ una actitud receptiva en el empresario, Diodoro Canorea; tampoco ten¨ªa dinero para montar novilladas y deb¨ª emigrar a Francia, donde lidi¨¦ ganado muy fuerte y muy duro¡±.
Abandonado por la empresa de Sevilla, Valderrama se vio obligado a tomar la alternativa en la ciudad francesa de Floirac, el 4 de octubre de 1992.
¡°Al a?o siguiente triunf¨¦ con la corrida de Miura en la feria de Pentecost¨¦s de Nimes, lo que sirvi¨® para que me contrataran en los sanfermines. F¨ªjese que me rechazaron en Pamplona como novillero porque cre¨ªan que no ser¨ªa capaz de matar un toro con mi estatura, y aquello me impact¨®. Les voy a demostrar, me dije, que soy capaz de matar los toros m¨¢s grandes¡±.
¡°El gran Valderrama¡± titul¨® Joaqu¨ªn Vidal, quien escribi¨® que ¡°apareci¨® en la arena el Miura¡ Pero no lo iba a torear cualquiera. Lo iba a torear el gran Valderrama, un torero peque?ito de estatura y gigantesco coraz¨®n. Miraba Domingo Valderrama para arriba, no con chulesca predisposici¨®n ni con altanera actitud, sino por necesidad, para verle al Miura la cara, que le quedaba tres cuartas por encima del flequillo¡±.
Esa corrida fue el inicio de los mejores a?os de Valderrama en los ruedos. Despu¨¦s, en el 94, llegar¨ªa la puerta grande de Bilbao, y en el 95 la de Las Ventas...
Y Valderrama se erigi¨® en especialista en el hierro de Miura.
¡°Yo no s¨¦ si llegu¨¦ a entender a estos toros¡ Yo he sido siempre un torero artista, y apliqu¨¦ mi concepto a esa particular embestida; me acopl¨¦ a su comportamiento, y de ah¨ª surgi¨® mi toreo¡¡±.
Poco duraron las rosas en la vida del torero. ?l mismo habla de un periodo de decadencia.
¡°S¨ª, algo fall¨® en mi carrera; no hubo continuidad ni encontr¨¦ el hombre apropiado para llevar mi carrera despu¨¦s de la buena gesti¨®n que realizaron Andr¨¦s Luque Gago y Roberto Espinosa¡±.
Y aparecieron las imposiciones de los empresarios.
¡°Si yo triunfo con los miuras, eso se debe notar en el dinero, digo yo. En Sevilla, les cort¨¦ una oreja y gan¨¦ ocho millones de pesetas (48.000 euros); al a?o siguiente, otra vez miura y 10 millones de pesetas (60.000 euros), y en la tercera ocasi¨®n, mismo hierro, pero solo dos millones de pesetas (12.000 euros). ?Por qu¨¦?¡±.
¡ª ?Por qu¨¦?
¡ª?¡°Me dec¨ªan: si no vienes t¨², vendr¨¢ otro. Pero yo no acepto que mi dinero se lo quede el empresario. Nunca entend¨ª que la recompensa de un triunfo fuera lidiar al a?o siguiente toros de la misma ganader¨ªa y menos dinero. Me niego a cobrar una cantidad inferior a los m¨ªnimos establecidos para que otros coman jam¨®n y gambas a mi costa. Lo tuve siempre muy claro¡±.
¡ª??Gan¨® usted dinero?
¡ª?¡°S¨ª, pero no todo lo que merec¨ª. De hecho, necesito trabajar para vivir¡±.
Una persona desconocida interrumpe la entrevista. Se identifica como un aficionado que ha reconocido al torero y desea mostrarle su respeto y admiraci¨®n.
¡ª ¡°Se lo dije hace un momento¡±, comenta ruborizado Valderrama. ¡°Este es mi capital y mi orgullo: el reconocimiento de la afici¨®n¡±.
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