Juicio al pasado revolucionario
'Babelia' adelanta el primer cap¨ªtulo de 'Imposible', el ¨²ltimo libro de Erri de Luca sobre el encuentro de dos hombres en una monta?a del que solo uno sale con vida
Pregunta. Volvamos a empezar por el principio de aquel d¨ªa. Dice usted que no reconoce a la persona de la fotograf¨ªa que le he ense?ado.
Respuesta. No lo reconozco, olvido las caras y con mayor raz¨®n despu¨¦s de tantos a?os. S¨®lo voy a poder repetir lo que ya he dicho.
P. No tiene por qu¨¦ ser as¨ª, puede a?adir algo que no haya dicho antes.
R. Es posible, pero ¨¦sta no es una conversaci¨®n entre dos viajeros en un tren. Me est¨¢ interrogando un juez. Usted decide los temas, pero yo decido si un recuerdo me conviene referirlo o no.
P. Es comprensible. Pero le pido de todas formas que repasemos lo que hizo aquel d¨ªa.
R. Me levanto temprano, alrededor de las cinco. Espero a las siete para bajar a la sala a tomar el desayuno. Subo a mi habitaci¨®n, me lavo los dientes, salgo, cojo el coche y me dirijo hacia la monta?a que pretendo escalar. Busco lugares inc¨®modos, fuera de los senderos m¨¢s frecuentados, para poder estar en un espacio sin otras personas. Ese d¨ªa escojo la cornisa del Bandiarac, Val Badia. Es un sitio dif¨ªcil y peligroso.
Dejo el coche y me encamino por el sendero obligado que desde la caba?a alpina sube hasta el Col de Locia. A las siete y media a¨²n no suele haber nadie por ah¨ª. Me sorprendi¨® ver a una persona por encima de m¨ª que me preced¨ªa.
P. ?Un hombre?
R. S¨ª, un hombre. Se da un comportamiento curioso en la monta?a. Uno nota que viene alguien por detr¨¢s que sube m¨¢s deprisa y acelera el paso para no ser adelantado. Es infantil pero frecuente. Est¨¢ claro que, si el otro es m¨¢s r¨¢pido, acabar¨¢ por alcanzarte. El que precede esfuerza su ritmo y al rato tiene que aminorar o detenerse para recobrar el aliento. Hay quienes fingen atarse un zapato, mirar el panorama, sacar una fotograf¨ªa. Si se trata de una pareja, oigo entonces al hombre que invita a la mujer a subir m¨¢s r¨¢pido. Lo dice en voz alta, quiere dejar constancia de que ¨¦l ir¨ªa m¨¢s r¨¢pido en la ascensi¨®n.
Cuando me sucede a m¨ª uno m¨¢s r¨¢pido, aminoro la marcha y le cedo el paso. No me gusta tener a alguien que apremia por detr¨¢s.
P. ?Lo ve? Esta consideraci¨®n no estaba en su testimonio anterior. Le molesta tener a alguien a su espalda. Prefiere quedarse atr¨¢s, ser el que sigue. Es interesante, contin¨²e.
R. Sigo hasta que debo adelantar. No alcanc¨¦ a ese hombre, evidentemente hab¨ªa forzado el paso. Mejor as¨ª, prefiero evitarlo. Cuando subo a ritmo sostenido, se produce una especie de meditaci¨®n del cuerpo, mientras que la cabeza se distrae entre pensamientos ligeros y otros solemnes, fantas¨ªas, estrofas de canciones, di¨¢logos a distancia. Es una andadura intensa y me molesta interrumpirla para adelantar a alguien, saludar. Cuando subo no hago pausas. Si he de bajar el ritmo, aminoro el paso, pero no me detengo.
El caso es que llegu¨¦ al final del sendero del Col de Locia, donde comienza la meseta de Fanes, sin tener que adelantar a nadie. Desde all¨¢ arriba se desv¨ªa de la ruta establecida para dirigirse hacia la cornisa del Bandiarac, debajo de la vertical de la cima Conturines. Un lugar bien conocido entre los cazadores furtivos de otros tiempos. Me molest¨® ver a esa persona que se apresuraba por delante de m¨ª en esa direcci¨®n.
P. ?Se apresuraba?
R. Desde el Col de Locia hay que bajar primero por una concavidad, luego se vuelve a subir. Ese hombre estaba corriendo cuesta abajo. Con pasos m¨¢s lentos continu¨¦ en la misma direcci¨®n. Si ese hombre quer¨ªa poner distancia entre nosotros, por m¨ª de acuerdo. Durante un rato dej¨¦ de verlo, luego lo encontr¨¦ de nuevo cuando empezaba el recorrido por la cornisa. Estaba a algunos cientos de metros de distancia en l¨ªnea recta.
P. ?Al cabo de cu¨¢nto tiempo volvi¨® a verlo?
R. No m¨¢s de dos horas despu¨¦s. Caminaba temeroso.
P. ?Qu¨¦ quiere decir con temeroso?
R. Se sujetaba contra la pared. En ese terreno de grava hay que apoyar todo el peso corporal sobre los pies para no resbalar. Ese hombre, en cambio, al sujetarse contra la pared empeoraba su equilibrio. Es la andadura de aquellos que no se sienten seguros de sus propios apoyos.
P. Entendido, prosiga.
R. No volv¨ª a pensar en ¨¦l. El tr¨¢nsito por esa cornisa requiere concentraci¨®n, mirar fijamente al suelo, paso a paso. Es parecido a cuando alguien procura no hacer ruido, porque el ruido significa que la grava se est¨¢ deslizando bajo los pies. En la cornisa del Bandiarac hay que dar los pasos adecuados al lado del precipicio.
Segu¨ª as¨ª durante otra hora m¨¢s o menos. Llegu¨¦ a un punto donde el terreno se hab¨ªa desplomado. Las lluvias, las acumulaciones de nieve en el invierno pasado barren algunos trozos del sendero, dejando una grieta en el medio. No pod¨ªa proseguir. Ten¨ªa que regresar. No lo lamentaba, mi objetivo es el de moverme por lugares desiertos y ya hab¨ªa obtenido mi raci¨®n.
El deslizamiento de tierra no era reciente, pero en el fondo se ve¨ªa algo. Saqu¨¦ los prism¨¢ticos y vi restos de ropa entre las rocas en el fondo. Era imposible bajar a comprobarlo. Llam¨¦ a Emergencias y di parte. Me qued¨¦ esperando, para se?alar el punto al helic¨®ptero. Lleg¨® en veinte minutos.
Luego volv¨ª sobre mis pasos. Y ahora, despu¨¦s de unos d¨ªas, estoy aqu¨ª repitiendo por tercera vez lo que hice aquel d¨ªa.
P. ?No iban juntos?
R. No. A la monta?a voy solo. Evidentemente, aquel hombre tambi¨¦n hac¨ªa lo mismo.
P. ?No oy¨® gritos? Una persona que se despe?a grita.
R. No o¨ª gritos, de lo contrario me hubiera apresurado para intentar ser de ayuda.
P. ?Qu¨¦ suele llevar en la mochila? Los prism¨¢ticos ?y qu¨¦ m¨¢s?
R. Un trozo de cuerda, mosquetones, en caso de tener que ayudar a alguien en apuros. Una tela impermeable y otra para calentarme en caso de vivac forzoso. No llevo comida ni agua.
P. ?Nada de br¨²julas?
R. No voy al mar.
P. ?Se enter¨® m¨¢s tarde de a qui¨¦n pertenec¨ªa ese cuerpo?
R. Por el peri¨®dico.
P. Una sorpresa muy especial, ?verdad? Estaban en el mismo sendero poco transitado cuarenta a?os despu¨¦s del juicio.
R. A ¨¦l o a otro, en las monta?as se producen accidentes. Yo me he librado de varios. Se trata de suerte.
P. Accidentes. Corresponde a mi departamento establecer si esto encaja dentro de la definici¨®n. La coincidencia es sospechosa.
R. Coincidencia: una de las innumerables que se producen a nuestro alrededor y de las que ni siquiera nos damos cuenta. Pero en este caso la palabra coincidencia no le resulta suficiente.
P. Entre ese hombre que fue en otros tiempos un colaborador de la justicia y contribuy¨® a la detenci¨®n de muchos, usted incluido, y que por eso cumpli¨® una larga condena, y usted: para decidir que se ha tratado de un accidente tengo que llegar a excluir que hubiera un encuentro intencionado entre los dos.
R. Ustedes est¨¢n dispuestos a definir como accidentes laborales lo que son, por el contrario, homicidios de trabajadores, empujados a superar los l¨ªmites de su resistencia y de las condiciones de seguridad. Tratan como accidentes las decenas de miles de heridos y las mil v¨ªctimas del trabajo manual cada a?o a cambio de salarios. Pero aqu¨ª dudan de la palabra accidente referida a una actividad peligrosa, festiva, de riesgos asumidos espont¨¢neamente, con plena responsabilidad del peligro que se corre.
Ese sendero de la cornisa es dif¨ªcil. ?Es que llev¨¦ yo a ese hombre all¨¢ arriba? ?Me lo cargu¨¦ a hombros para arrojarlo al vac¨ªo? Quien va all¨ª echa sus cuentas con el precipicio.
Su pregunta deber¨ªa ser: en esas condiciones ?qui¨¦n los obliga a hacerlo?
La respuesta es: nadie. No tenemos instigadores. No son necesarios, la monta?a nos basta como m¨®vil. Divertido juego de palabras, ?verdad? La monta?a, inm¨®vil por constituci¨®n, es nuestro m¨®vil. As¨ª es: hace que nos movamos hacia ella. Cada uno tiene su propio motivo para ir. El m¨ªo es darle la espalda a todo, tomar distancia. Me echo atr¨¢s el mundo entero. Me desplazo hacia un espacio vac¨ªo y tambi¨¦n hacia un tiempo vac¨ªo. Veo c¨®mo era el mundo sin nosotros, c¨®mo ser¨¢ despu¨¦s. Un lugar que no tendr¨¢ necesidad de que lo dejen en paz.
All¨¢ arriba soy un extra?o, sin invitaci¨®n y sin bienvenida. Ni siquiera la guerra de los Cien A?os grab¨® sus marcas en las monta?as. Las rocas desgajadas por las explosiones rodaron como en cualquier otra ¨¦poca, sin dejar firma.
El libro de un alpinista franc¨¦s lleva por t¨ªtulo Los conquistadores de lo in¨²til. In¨²til: este adjetivo tiene un valor para m¨ª. En la vida econ¨®mica en la que todo se calibra respecto a la partida doble dar/recibir, al inter¨¦s y al beneficio, ir a las monta?as, subirlas, escalarlas, es un esfuerzo bendecido por lo in¨²til. No es necesario y no quiere serlo.
Trabajo y sigo trabajando en oficios manuales por cuenta ajena. Implican peligros obligatorios, ¨¦stos tambi¨¦n contabilizados en las n¨®minas bajo el ep¨ªgrafe ?complemento de peligrosidad?. En la monta?a asumo mis propios riesgos, libres de tareas impuestas, festivos y perfectamente in¨²tiles.
?Qui¨¦n nos obliga a hacerlo? La belleza de la superficie terrestre que toca en lo alto sus confines con el aire, como lo hace la orilla con el mar. Gastar mis energ¨ªas gratis all¨ª arriba me recompensa.
Maldita sea. Cuando hablo de las monta?as me dejo arrastrar.
P. Y me arrastra a m¨ª tambi¨¦n, no conozco esos lugares y no entiendo muy bien a quienes van all¨ª. Le ruego que prosiga.
R. Usted cree que me he dejado llevar al relato por cansancio, por un debilitamiento de defensas. Se equivoca. He aprendido de mi cuerpo que cuando estoy cansado aumento la atenci¨®n y la lucidez. En todo caso, no quiero volver a repetir ese d¨ªa.
P. Estamos yendo bien. Est¨¢ usted explicando cosas muy interesantes para un profano de ciudad. ?Hab¨ªa llamado al n¨²mero de Emergencias en otras ocasiones?
R. No, es la primera vez.
P. ?Es la primera vez que presencia un accidente en las monta?as?
R. Estando solo, s¨ª; en otros casos ya se hab¨ªa lanzado la alarma.
P. ?Qu¨¦ efecto causa ser testigo de una desgracia en la monta?a?
R. Lo primero que uno trata de entender es c¨®mo ha ocurrido, si ha tenido que ver un error o una causa de fuerza mayor. Uno trata de ponerse en la piel del otro. Luego vienen los comentarios, las ch¨¢charas sobre la monta?a que mata. Pero ¨¦se es un entorno salvaje, indiferente a nosotros. No es un campo de deportes, un parque de atracciones. All¨ª va uno sin salvoconducto. Nos adentramos en un terreno donde ninguna experiencia previa y ning¨²n equipo garantizan que regresaremos ilesos.
P. ?Y el miedo? No le he o¨ªdo mencionarlo.
R. El miedo es ¨²til. Para empezar, es una forma de respeto y tambi¨¦n de reverencia obligada hacia la inmensidad del lugar que atraviesas. El temor es la premisa de la concentraci¨®n. No entorpece los movimientos, aumenta su precisi¨®n.
Se trata de miedos bien definidos que tienen nombres y ocasiones. Requieren precauciones y decisiones.
Son la alarma del cuerpo consciente de ponerse en peligro. En la cornisa del Bandiarac las manos no sirven de nada, se sube y se baja por peque?as franjas de un sendero apenas esbozado por el paso de los rebecos, junto a escarpaduras profundas.
Pero lo que estoy contando son cosas que han de vivirse, no pueden transmitirse con una explicaci¨®n.
Y para m¨ª ya ha durado lo suficiente.
P. Le ruego que contin¨²e su relato.
R. Lo veo. Me corresponde la opci¨®n de no continuar.
P. ?Quiere hacer una pausa? ?Tomar un caf¨¦?
R. No, gracias, quiero parar. Su t¨¦cnica de hac¨¦rmelo repetir todo hasta el agotamiento ha logrado el objetivo: me doy por agotado.
P. Es su decisi¨®n. Por mi parte, dado que concurren las circunstancias de un presunto asesinato disfrazado de accidente, debo adoptar contra usted la medida cautelar de la detenci¨®n judicial.
R. ?Estoy bajo arresto?
P. Puede nombrar a un abogado de su confianza o se le asignar¨¢ uno de oficio.
'Imposible'
Autor: Erri de Luca
Traducci¨®n: Carlos Gumpert Melgosa
Editorial: Seix Barral. 2020
Formato: Tapa blanda o bolsillo. 160 p¨¢ginas
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