Se est¨¢ haciendo tarde, Coraz¨®n
Fue vividor en el mejor sentido del t¨¦rmino, alquimista de colores y conceptos, y un espl¨¦ndido escritor sobre el arte que tambi¨¦n lo fue del pensamiento
Yo. La primera persona de singular dice que ya vienes falt¨¢ndome, va a ser cierto que la amistad verdadera es una suerte de amor sin sexo.
T¨². La segunda persona del singular dice algo parecido a ¡°fuiste lo que quisiste: esa obsesi¨®n tuya, esa Cesta de frutas de Caravaggio que duerme entre sombras en la Pinacoteca Ambrosiana¡±. ¡°Vigoroso gesto de afirmaci¨®n de la pintura como ensimismamiento de s¨ª misma¡±, seg¨²n t¨². El resumen de todo, vaya, la hostia en verso.
Ella. La tercera del singular era ella aquel d¨ªa que te hab¨ªa mandado a la mierda hasta puede que con raz¨®n, y encima te quedaste encerrado dentro de la casa con la llave por fuera y no pudiste venir a comer, con lo que hab¨ªa costado reservar. En el pueblo de mi padre le dec¨ªan a eso j¨®dete y baila, expresi¨®n que casi le hizo caerse de la silla, nerviosas carcajadas sigilosas, a alguien de tu sofisticaci¨®n intelectual y verbal.
Nosotros. La primera del plural recuerda c¨®mo ¡ªdelante de cualquier vino fresco, elegante y con poco cuerpo de esos que te gustaban (que te gustan)¡ª nos re¨ªamos de los profesionales de la impostura y la pose, de los buitres del obituario-period¨ªstico-sin-que-nadie-se-lo-haya-pedido (perdona, hoy me toca a m¨ª), de los tontos ilustres, perdone usted, Su Ilustr¨ªsima, como aquel gestor inefable de una alt¨ªsima instituci¨®n cultural madrile?a que sigue en ello y, en general, de todos aquellos que cuentan con el tiempo y las ganas suficientes para todo menos para lo que importa.
Vosotros. La segunda del plural sois los dos en vuestros viajes a Italia para ver una ¨®pera, en aquella terraza de Chamber¨ª para echar un picoteo, en vuestra casa con ciervos enfrente, en la otra casa, esa antigua imprenta, comiendo el rabo de toro ¡°que suelo bordar¡±, en vuestra mesa repleta de conversaciones de arte, de literatura, de m¨²sica, de periodismo¡ ay, el periodismo.
Ellos. La tercera del plural es jodida porque ah¨ª afuera son muchos y malintencionados y crecen como setas. Claro que ¡°ellos¡± tambi¨¦n son tus hijos queridos, tus cuadros, tus vinos, tus logotipos, tus anagramas, tus portadas, tus bigotes, tus ojitos ¡ªOjitos te llama mi hija, ¡°mi chica favorita¡±, dec¨ªas, y ha llorado lo suyo¡ª tus amigos, tus jugadores del Madrid ¡ªnadie es perfecto¡ª, tus ataques de generosidad, tus fogonazos de genio creativo y del otro¡
Agotados los pronombres personales, habr¨¢ que recordar en medio del mundanal ruido que Alberto Coraz¨®n Climent fue acad¨¦mico de bellas artes y de gastronom¨ªa, vividor en el mejor / grandioso sentido del t¨¦rmino, fino gourmet y desaforado gourmand, algo italiano y muy madrile?o, alquimista de manchas, colores y conceptos, fabricante de lenguajes visuales que marcaron ¨¦poca en el dise?o espa?ol (lenguajes reunidos en la magn¨ªfica exposici¨®n Trabajar con signos, comisariada por Ana Arambarri en 2013): la Once, los trenes de Cercan¨ªas de Madrid, las universidades, los ministerios, los teatros, los libros, las etiquetas de botella, los museos, los premios, los paradores, las portadas, los toros, las academias, los festivales, aquel malogrado proyecto de cambio de identidad visual de El Corte Ingl¨¦s...), espl¨¦ndido escritor del arte y del pensamiento (?Es la memoria un cazador furtivo?, El acantilado del tren mineral, Damasco Suite, Se est¨¢ haciendo demasiado tarde¡) y es cierto, se estaba haciendo demasiado tarde.
Tambi¨¦n habr¨¢ que recordar ¡ªquienes le conocieron de verdad sabr¨¢n identificar a los suyos y a quienes alardeaban de conocerle les importar¨¢ una higa¡ª que la pintura, la escultura, el dise?o gr¨¢fico, la m¨²sica, el tabaco, la comida, la bebida, las mujeres, la familia, el f¨²tbol y la conversaci¨®n (no necesariamente sobre esos temas), en fin, lo que viene siendo un poco la vida, fueron lo que de verdad cont¨® para ¨¦l. Fue ese magma cotidiano el que conform¨® la entrop¨ªa, la suya, genuina, absoluta, ese caos ordenado, porque, como ¨¦l mismo dej¨® caer a traici¨®n una noche en el whatsapp: ¡°El grado m¨¢ximo de entrop¨ªa es el caos y el grado cero es la quietud absoluta, la muerte. La vida es lo que va oscilando entre las dos¡±.
Nada m¨¢s que decir. Y aqu¨ª lo dejamos. Porque se est¨¢ haciendo tarde.
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