Juan Padr¨®n, una vida de risas en vi?etas
El dibujante trabaj¨® hasta el final en su autobiograf¨ªa en c¨®mic que se publica ahora a falta de un segundo tomo que no tuvo tiempo de completar
Desde el despacho de Juan Padr¨®n llegaban en los ¨²ltimos tiempos muchas carcajadas. ¡°La imagen que tengo es entrar en su casa y verle ri¨¦ndose solo ante la vi?eta que acababa de terminar¡±, cuenta el periodista Mauricio Vicent, amigo ¨ªntimo del genio cubano. ¡°Disfrutaba mientras dibujaba, recordando los chistes¡±, coincide Silvia Padr¨®n, hija del artista. En realidad, Padr¨®n se sab¨ªa de memoria lo que estaba retratando. No preparaba una nueva aventura del coronel mamb¨ª Elpidio Vald¨¦s; ni hab¨ªa en su pr¨®xima historia vampiros mafiosos o militares espa?oles incompetentes. Esta vez, su fantas¨ªa arrolladora no deb¨ªa inventar nada: bastaba con recordar. Porque las vi?etas hablaban de ¨¦l, de su hermano Ernesto y de mil an¨¦cdotas de juventud todav¨ªa irresistibles. Cuesta creer que tanta alegr¨ªa se colase en el hogar de un hombre enfermo, que falleci¨®, el 24 de marzo de 2020, antes de terminar su autobiograf¨ªa dibujada. Pero eso era Juan Padr¨®n. Y as¨ª lo muestra Mi vida en Cuba (Reservoir Books), que iba a ser el primero de dos tomos de memorias y hoy queda como su ¨²ltimo, e incompleto, monumento a la risa.
¡°Este libro permite conocer a la persona. Expresa muy bien su sentido del humor, su parte m¨¢s reactiva ante la autoridad, cu¨¢nto le molestaban las injusticias. Incluso, durante la realizaci¨®n y habl¨¢ndolo con ¨¦l, he descubierto un pedacito m¨¢s de mi pap¨¢¡±, agrega Silvia Padr¨®n, que particip¨® el pasado jueves en el homenaje que su padre recibi¨® en los Premios Quirino de animaci¨®n iberoamericana. Para los lectores, el tebeo es una puerta abierta hacia el lado m¨¢s personal de un icono del c¨®mic, para saber qui¨¦n era el hombre que enamor¨® con su l¨¢piz a generaciones de cubanos, el ¨²nico capaz de ganar tanto el Premio Nacional de Cine como el de Humor, el que llev¨® al m¨²sico Carlos Varela a presumir en una canci¨®n: ¡°No tengo a Superm¨¢n / Tengo a Elpidio Vald¨¦s¡±. Y, de paso, dejarse guiar por sus trazos y su sonrisa a trav¨¦s de la historia reciente de la isla.
Porque Mi vida en Cuba arranca en 1853, cuando los antepasados canarios de Padr¨®n desembarcan extasiados en su nueva casa. Aunque, una vi?eta despu¨¦s, descubren que se han quedado cortos: La Habana est¨¢ al otro lado de la bah¨ªa. ¡°Cruzal es medio real. Por cabeza¡±, les suelta un marinero local. Suficiente para que se queden donde est¨¢n, en Guanabacoa. A partir de ah¨ª, el creador relata con su iron¨ªa contagiosa y su ternura m¨¢s de un siglo de vivencias. De los Padr¨®n, y de Cuba.
Las primeras peliculitas caseras de Juan y Ernesto, y la ca¨ªda de Batista; el servicio militar, el ascenso de Fidel Castro y la eterna pelea con Estados Unidos; las kurdas (borracheras) y los embargos, los duelos, los fusilamientos y las carcajadas. El aprendizaje con el dibujante espa?ol Jan y el viaje a San Petersburgo en los setenta. Hasta aquella epifan¨ªa que lo cambi¨® todo. ¡°Comenc¨¦ a dibujar una historieta con el personaje Kashibashi, un samur¨¢i. En la aventura aparec¨ªa un cubano. Lo dibuj¨¦ a la primera y lo nombr¨¦ Elpidio Vald¨¦s. Me gust¨® tanto que cambi¨¦ todo el guion y lo hice el protagonista¡±, escribe Padr¨®n.
A partir de entonces, el coronel derrotar¨ªa a las tropas del in¨²til general espa?ol Res¨®plez una y otra vez, en cientos de vi?etas, decenas de cortos y tres largometrajes. Salvo, curiosamente, en sus primeras apariciones, ambientadas fuera de Cuba. Padr¨®n cont¨® m¨¢s tarde que no sab¨ªa dibujar ni al ej¨¦rcito mamb¨ª ni al espa?ol. Solo tras una larga investigaci¨®n, trajo al coronel de vuelta a su casa. Y acumul¨® tanto material y conocimiento que lo reuni¨® en el volumen did¨¢ctico El libro del Mamb¨ª, que ser¨¢ reeditado pr¨®ximamente con nuevas ilustraciones y documentos.
Un d¨ªa, mucho antes, su padre le hab¨ªa espetado: ¡°?Y en el futuro piensas ganarte la vida haciendo mu?equitos?¡±. ¡°S¨ª¡±, contest¨® el peque?o Juan, como se ve en Mi vida en Cuba. Hizo, en realidad, mucho m¨¢s. Mauricio Vicent, periodista de EL PA?S y autor del pr¨®logo del libro, lo resume as¨ª: ¡°Era un genio absoluto. Ten¨ªa un humor muy criollo, universal y a la vez anclado a lo local. Nos ve¨ªamos una o dos veces por semana para una cerveza, y todo el mundo siempre quer¨ªa hablar con ¨¦l. Era un disfrut¨®n, un talento campechano, supersencillo y genial. En Cuba era un dios¡±. Muchos empezaron a hablar tambi¨¦n como sus personajes. No es raro que en Cuba alguien pida fumar a la manera de aquel borracho de su pel¨ªcula de culto, Vampiros en La Habana: ¡°Dame un cigarrito ah¨ª, Rey del Mundo¡±.
¡°Para ¨¦l, tanto ¨¦xito era una sorpresa. No se lo acababa de creer. Disfrutaba de que le dijeran cu¨¢nto hab¨ªa significado su obra. En Cuba no le report¨® grandes beneficios econ¨®micos. Pero el reconocimiento social le daba satisfacci¨®n¡±, agrega Silvia Padr¨®n. Muchas de las historias de Mi vida en Cuba las escuch¨® en la voz y el entusiasmo de su padre: ¡°Hab¨ªa que verle cont¨¢ndolas, era un actor¡±. Y otras forman parte de su tesoro compartido. Como aquel fondo marino que su pap¨¢ le ayud¨® a pintar y la maestra acab¨® colgando en el aula; o cuando descubri¨® que, si sub¨ªa los escalones sigilosamente, pod¨ªa asustarle antes de avisarle de que la cena estaba lista. ¡°Casi siempre, regalaba por los cumplea?os o fechas familiares una postal o dibujo hecho a mano. Puedes contar la historia de la familia y los momentos o temas importantes a partir de esas postales¡±, relata el otro hijo, Ian.
¡°Llegabas a casa y te ense?aba sus p¨¢ginas, a ver qu¨¦ te parec¨ªan. Disfrutamos el verle regresar a su pasado. Cuando estaba enfermo y ve¨ªa que no se recuperaba le jod¨ªa tremendamente no terminar esta novela. Al entrar luego en su estudio vimos por las anotaciones que faltaba un mes¡±, rememora Silvia Padr¨®n. Su padre siempre fue rapid¨ªsimo dibujando. Pero no bast¨®. En los planes originales, Mi vida en Cuba deb¨ªa terminar con el lanzamiento del primer largo de Elpidio Vald¨¦s, en 1979. Y el segundo volumen afrontar¨ªa los a?os m¨¢s recientes. En lugar de eso, la obra incluye la ¨²ltima vi?eta que Padr¨®n dibuj¨®, el 3 de marzo. Se sinti¨® mal, y no pudo terminarla, igual que el proyecto. De ah¨ª que su esposa, Alberta Dur¨¢n, se encargue de completar la narraci¨®n en un ep¨ªlogo. Relata cuando le avisaron a Juan de que le trasladaban a terapia intensiva, de la que no regres¨®, y le preguntaron si quer¨ªa algo. ¡°?Puedo tomar un cafecito?¡±, contest¨®.
La sonrisa, compa?era de toda una vida, acompa?a hasta los ¨²ltimos recuerdos de Padr¨®n. ¡°Ten¨ªa la frase perfecta para cualquier momento¡±, a?ade Ian. Bien lo sabe Mauricio Vicent, amigo de tantas noches largas. Una vez, le llam¨® al d¨ªa siguiente, presa de la resaca y los remordimientos: ¡°Padr¨®n me par¨® en seco: ¡®Despu¨¦s de una kurda, nunca te hagas caso hasta las dos de la tarde¡±. Todo ello, su esencia, est¨¢ en Mi vida en Cuba. Para su hija, el libro es ¡°un barredor de tristeza¡±. Tal vez el mejor legado posible, en tiempos tan duros. El regalo definitivo de Juan Padr¨®n a sus lectores.
UN CENTRO EN SU MEMORIA
"Mi pap¨¢ ten¨ªa proyectos para 20 a?os m¨¢s. A veces mi mam¨¢ me miraba como diciendo: 'No va a durar tanto¡±, agrega Silvia Padr¨®n. Entre las iniciativas venideras est¨¢n una exposici¨®n de los carteles de sus pel¨ªculas, una nueva edici¨®n de El libro del Mamb¨ª y el rescate de los originales de sus pel¨ªculas, para comprobar "cu¨¢les cintas existen, cu¨¢les se pueden recuperar o digitalizar". Silvia Padr¨®n tambi¨¦n quiere que se edite Todo Elpidio, un proyecto parecido a Todo Mafalda, de Quino, de quien Padr¨®n fue amigo y colaborador. Por ¨²ltimo, est¨¢ prevista una edici¨®n en color del libro de Vampiros en La Habana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.