Un ballet in¨¦dito truncado por la Guerra Civil da por fin su primer paso
¡®La noche de San Juan¡¯, que Roberto Gerhard compuso en 1936 por encargo del legendario L¨¦onide Massine, se estrena 85 a?os despu¨¦s con coreograf¨ªa de Antonio Ruz
Los Ballets Rusos de Montecarlo actuaron el 7 junio de 1936 en el Liceo de Barcelona, cuando la ciudad catalana se ganaba el t¨ªtulo de capital de la cultura republicana y una rebeli¨®n militar tomaba forma en la sombra. El director de la compa?¨ªa, Vasili Grigorievich Voskresenski, y su core¨®grafo, el legendario L¨¦onide Massine, aprovecharon la visita para citarse con el poeta Ventura Gassol ¨Da la saz¨®n consejero de la Generalitat de Catalu?a¨D y el compositor catal¨¢n Roberto Gerhard, a quien quer¨ªan encargarle un ballet inspirado en el acervo folcl¨®rico espa?ol. Tras la cena, Gerhard se sent¨® frente al piano, improvisando pasacalles y sardanas, cuando le asalt¨® la idea de mostrar a sus invitados el poder de la tradici¨®n en movimiento. Los cuatro subieron al coche y asistieron a los festejos del Patum de Berga (Barcelona), cuyas danzas, gigantes y cabezudos inspiraron un proyecto que nunca pudo llevarse a escena por la guerra y el consiguiente exilio de sus autores. Hasta ahora.
El core¨®grafo Antonio Ruz, premio Nacional de Danza, dirige el estreno de La noche de San Juan 85 a?os despu¨¦s. Ha hecho falta un trienio de investigaciones para recomponer esta pieza con argumento de Gassol, que podr¨¢ verse en el auditorio de la Fundaci¨®n Juan March de Madrid del 23 al 28 de junio, as¨ª como en el Teatro Liceo (Barcelona), donde se representar¨¢ del 8 al 10 de octubre. Nutrido de siete int¨¦rpretes, cada cuadro del ballet comienza con un breve recital. El primero de ellos sit¨²a la acci¨®n no en Berga, sino en Isil, peque?a aldea catalana excavada en los Pirineos y conocida por su celebraci¨®n del solsticio de verano. Los hombres que recorren las calles con antorchas encendidas persiguen a las mujeres del pueblo, pasacalles concupiscente que desemboca en una gran hoguera en la que todos beben vino. ¡°Los cuerpos de los bailarines emulan ser chispas y llamas¡±, apunta Ruz antes del ensayo general. Toda la historia oscila entre el sue?o y la vigilia.
La g¨¦nesis del proyecto de los a?os treinta involucr¨® a otro catal¨¢n, el pintor y escen¨®grafo Joan Junyer, autor de numerosos decorados, que llegaron a exponerse en la muestra Art in Progress (1944) del MoMA de Nueva York. Sus figurines y ambientaciones en La noche de San Juan beben de la iconograf¨ªa rom¨¢nica catalana. Estos bocetos, el escueto guion y una partitura inconclusa para piano son las ¨²nicas referencias que legaron los responsables de la pieza. A falta de la doctrina de Massine, Ruz echa mano del material que se conserva. ¡°Filtramos todo a trav¨¦s del baile contempor¨¢neo, de modo que esta obra, que acab¨® guardada en el caj¨®n, brillar¨¢ con la luz del presente¡±, sostiene. La reproducci¨®n del tel¨®n de Junyer centra todas las miradas. Su azul salpicado de destellos evoca un anochecer pirenaico. El original es solo un dibujo sobre tabla que ahora se ha ampliado.
El gran lienzo abstracto permanece colgado a lo largo de toda la funci¨®n, sus tonos y texturas cambian gracias a la retroiluminaci¨®n, imitan el alba. ¡°Tiene vida, adquiere volumen y nuevos matices conforme transcurre la obra. En algunos bocetos escenogr¨¢ficos de Junyer aparece la plaza de Isil, presidida por una bas¨ªlica con roset¨®n, pero nosotros hemos optado por algo m¨¢s sencillo, sin artificios, donde la m¨²sica y el cuerpo adquieren el protagonismo. Un suelo blanco realza las figuras¡±, diserta Ruz. Lo que ha llegado del truncado ballet pone de manifiesto el inter¨¦s de sus creadores por desplegar sobre el escenario un imaginario de leyendas y ritos propios de las celebraciones estivales. Similares inquietudes hab¨ªan demostrado los Ballets Suecos una d¨¦cada antes. Las vanguardias art¨ªsticas rebuscaron en el pasado.
Cuando Gerhard huy¨® de Espa?a, la versi¨®n para piano estaba concluida y la orquestaci¨®n, al parecer, solo pendiente de retoques, aunque esta ¨²ltima desapareci¨® en los avatares de la Segunda Guerra Mundial. Hubo un intento de retomar el proyecto durante los primeros compases de 1939. Gerhard y Gassol se encontraban en Par¨ªs, mientras que Junyer estaba refugiado en la Breta?a. Parece que fue en aquel momento de actividad internacional a favor de la Rep¨²blica cuando el exconsejero propuso renombrar la obra Soir¨¦es de Barcelone. Un Gerhard melanc¨®lico escribi¨® a su amigo el doctor Josep Trueta en febrero: ¡°Aqu¨ª estamos, yo poniendo los ¨²ltimos retoques al ballet y Poldi [Leopoldina Feichtegger, su esposa] haciendo de manager. Pi i Sunyer [entonces consejero de Cultura] nos ha prometido que nos ir¨¢ ayudando varios meses, hasta que podamos realizar el ballet, todav¨ªa sue?o con estrenarlo en Londres este verano¡±.
Sin embargo, el avance de las tropas franquistas dio lugar en Europa a toda una serie de eventos propagand¨ªsticos de mayor carga pol¨ªtica, lo que dejaba fuera de juego a La noche de San Juan. Adem¨¢s, los responsables de los Ballets Rusos de Montecarlo se demandaron entre s¨ª ante los tribunales ingleses por apropiaci¨®n indebida. Unos acontecimientos que se llevaban por delante la ¨²ltima oportunidad de estrenar el ballet en los teatros londinenses, como se hab¨ªa previsto en aquella reuni¨®n de 1936. La escisi¨®n en la compa?¨ªa dio al traste con las aspiraciones de un tridente art¨ªstico que tambi¨¦n se disgreg¨®. La music¨®loga M¨°nica Tarr¨¦ investig¨® esta experiencia fallida y propuso su puesta en escena a la Fundaci¨®n Juan March.
Directora adjunta de patrocinio y mecenazgo en el Teatro Real, Tarr¨¨ se dirigi¨® al Fondo Ventura Gassol del Arxiu Nacional de Catalunya (Sant Cugat del Vall¨¨s). Entre cartas y poemas sin catalogar, encontr¨® el guion de La noche de San Juan. Los apuntes de Gerhard se hallaban en la Biblioteca Nacional de Catalunya; tres folios manuscritos con ¡°indicaciones del tiempo que tiene que durar cada danza y breves anotaciones sobre los personajes¡±, explica Tarr¨¨.
M¨¢s tarde, se empe?¨® en encontrar los figurines originales de Junyer y contempl¨® colarse en el interior de su antigua casa, cerrada desde hac¨ªa a?os, pero no pas¨® del jard¨ªn. Tuvo que conformarse con las copias que reposan en el archivo que lleva su nombre (junto con el de su esposa, Dolors Canals), por las que se sabe que los campesinos deb¨ªan vestir tonos neutros y los enamorados, colores vivos. Fallecido en 1994, el pintor nunca confi¨® en que las ascuas de La noche de San Juan volver¨ªan a arder. Pero lo han hecho.
Babelia
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