La faena taurina de Ang¨¦lica Liddell sacude Avi?¨®n
La directora presenta una obra salvaje inspirada en el torero Juan Belmonte, recibida con una ovaci¨®n en su estreno en el mismo festival de teatro que la encumbr¨® hace una d¨¦cada
No era una plaza f¨¢cil, pero Ang¨¦lica Liddell se present¨® sin banderillero, esquiv¨® casi todas las cornadas y logr¨® salir por la puerta grande. La directora espa?ola estren¨® en el Festival de Avi?¨®n su nuevo espect¨¢culo, Liebestod, esa ¡°muerte de amor¡± con la que Wagner titul¨® el final de su ¨®pera Trist¨¢n e Isolda, que Liddell tambi¨¦n hace sonar en esta obra inclasificable, una historia de sus ra¨ªces y de sus abismos que jur¨® que se inspira en la biograf¨ªa de Juan Belmonte que firm¨® Manuel Chaves Nogales. Esperar algo parecido a un biopic del matador de toros era conocer mal la evoluci¨®n reciente de la dramaturgia de Liddell, cada vez m¨¢s compleja y hasta ininteligible, que hace caso omiso a las reglas aristot¨¦licas y los consensos sociales, e incluso se nutre del rechazo ajeno, con el antagonismo como sempiterna postura est¨¦tica y moral.
Aun as¨ª, la sombra del torero poeta y suicida se ve por todas partes en esta funci¨®n, acogida con una ovaci¨®n en el comienzo de la 75? edici¨®n del festival que la encumbr¨® en 2010 con La casa de la fuerza, rompiendo con a?os de desprecio y marginalidad en la escena espa?ola y cuando ya estaba a punto de tirar la toalla. En la figura de Belmonte, Liddell encontr¨®, asegura, un mellizo. ¡°Al leer el libro de Chaves Nogales, me di cuenta de que dec¨ªa cosas que podr¨ªa haber firmado de mi pu?o y letra, frases que hab¨ªan rodado en mi boca como una lengua antigua. Por ejemplo, que se torea como se es y que se torea como se ama¡±, dec¨ªa ayer en su hotelito de dos estrellas de Avi?¨®n, el lugar en el que Liddell se aloja por decisi¨®n propia en una habitaci¨®n frugal, casi como en aquellos tiempos en que acud¨ªa a este festival con un falso carn¨¦ de prensa y cenaba salchichas fr¨ªas en su albergue de los suburbios.
¡°Librar al toro de lidia de la muerte es como blasfemar. Es una blasfemia contra la belleza y contra lo sagrado¡±
Liddell nunca ha visto una corrida ¡ªcomo tampoco las presenci¨® Chaves Nogales¡ª, lo que no le impide admirarlas. ¡°La tauromaquia va m¨¢s all¨¢ de eso, pertenece al mundo de la poes¨ªa. El debate ¨¦tico no me interesa. La sociedad est¨¢ tan infantilizada que no es capaz de enfrentarse a la belleza del ritual. Para m¨ª, librar al toro de lidia de la muerte es como blasfemar, es una blasfemia contra la belleza y contra lo sagrado¡±, asegura. La directora protesta contra un mundo art¨ªstico ¡°obsesionado por el deber, por complacer a todos los grupos sociales¡±. ¡°Esa sociedad na¨ªf de lo correcto y de los derechos roza la idiocia, como dice el gran Javier Mar¨ªas. Nos dirigimos hacia una sociedad prohibicionista, higi¨¦nica y puritana, sin ninguna arista. Estamos privando a lo humano de su parte negra, de su parte de noche¡±. Ante esa ¡°lacra¡±, Lidell aboga por un teatro convertido ¡°en ¨²ltimo reducto de transgresi¨®n¡±.
Su funci¨®n da un nuevo ejemplo de ello. A las cinco de la tarde, como en el llanto de Lorca por el torero Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, empieza su obra en la ?pera de Avi?¨®n, un tinglado provisional en la periferia de la ciudad de los Papas erigido mientras se restaura su sede hist¨®rica ubicada en el centro. Arranca con Liddell de negro estricto sirvi¨¦ndose una copa de tinto y mutil¨¢ndose las tibias, las falanges, la entrepierna. Un tic habitual en su teatro al que regresa ahora en este trabajo, encargado por otro enfant terrible como Milo Rau para el Teatro Nacional de Gante, y una escarificaci¨®n simb¨®lica que traduce ¡°los riesgos espirituales¡± que ella asume al salir a escena. Durante los ensayos, Liddell vision¨® un sinf¨ªn de v¨ªdeos de Jean Rouch, el pionero del cine etnol¨®gico que film¨® los rituales animistas en ?frica. ¡°Someter el cuerpo a alteraciones f¨ªsicas te permite dar el salto al trance. Podr¨ªa decir que ellos son mis maestros¡±, ironiza la directora, que hace un gui?o a esas culturas, aunque sea a ritmo de pasodoble y vestida con traje de luces, en un apote¨®sico tramo final.
¡°Cuando me enamoro corro peligro de muerte. Lo m¨¢s peligroso que me puede pasar en la vida es enamorarme¡±
Liebestod lleva el subt¨ªtulo de El olor a sangre no se me quita de los ojos, frase inspirada en una cita de Francis Bacon, cuya ojerosa mirada tambi¨¦n irrumpe en el escenario, en el sobrecargado juego de referencias que Liddell suele proponer al espectador. La obra deb¨ªa estrenarse en la edici¨®n de 2020, que fue suspendida por la pandemia. Liddell no lo vivi¨® con frustraci¨®n: esta larga gestaci¨®n de dos a?os permiti¨® que su texto circulase por otros derroteros, que cree que han enriquecido el resultado. ¡°Irrumpi¨® lo que me faltaba, que era el enamoramiento. Si se hubiera estrenado un a?o antes, no hubiera estado recorrida por la misma fuerza. No estar¨ªan el salvajismo, la tragedia y el dolor que implica el amor. La obra ha cambiado al 100%¡±, asegura Liddell, que en este 2021 ha salido de un ayuno medi¨¢tico en el que llevaba metida cinco a?os, un periodo de depresi¨®n y luto por la muerte de sus padres en el que no concedi¨® ni una sola entrevista. Aunque esta felicidad aparente tenga, como casi siempre en ella, un regusto amargo. ¡°Cuando me enamoro corro peligro de muerte, como dice Emmanuel Carr¨¨re en Yoga. Lo m¨¢s peligroso que me puede pasar en la vida es enamorarme¡±, asegura Liddell, que vive esperando que la dejen, sometida al terror incesante de amar y no ser correspondida.
¡°Nos dirigimos hacia una sociedad prohibicionista, higi¨¦nica y puritana. Estamos privando a lo humano de su parte negra¡±
Mientras cuelga de los cuernos de un toro inerte al que recita frases de Cioran o perrea con sevillanas de Los Marisme?os como tel¨®n de fondo, Liddell establece un paralelismo entre tauromaquia y teatro. ¡°Por si esos imb¨¦ciles son incapaces de comprenderlo, d¨ªgales que el toreo es un ejercicio espiritual¡±, reza su primera frase. Deambula sobre las tablas lamentando un terrible mal de amores, antes de embarcarse en un stand-up tremendista durante el que, micr¨®fono en mano, pronuncia injurias a diestro y siniestro, como si diera cornadas. Contra sus admiradores, ¡°mentecatos, mujeres y maricones¡± que llenan las papeleras de sus habitaciones de hotel con sus cartas colmadas de esos elogios que tanto aborrece. Contra las actrices, ¡°m¨¢s puercas que las putas, porque ellas no enga?an¡±. Contra el Me Too, como ya hac¨ªa en su obra The Scarlet Letter: ¡°A los actores habr¨ªa que dirigirlos con un l¨¢tigo. Tanta denuncia y tanta hostia¡¡±. Contra Francia, donde ¡°los j¨®venes de 16 a?os se manifiestan por sus pensiones¡±, una sociedad que le asquea por su elitismo, su desacralizaci¨®n y sus huelgas.
Lo m¨¢s admirable es que la faena terminara con v¨ªtores, tal vez porque nadie se lleva peor parte que ella misma en este reparto de mandobles: ¡°?Qui¨¦n ir¨¢ a recoger tus cenizas? Eres ya una puta vieja y no has conseguido que nadie te quiera. Est¨¢s aqu¨ª para buscar el amor de estos desconocidos. Est¨¢s trabajando en este teatro porque nadie te ama en el mundo real¡±. Lo confirmar¨¢ en la entrevista, a modo de conclusi¨®n: ¡°Mi toro no es el p¨²blico, sino el propio escenario¡±.
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