Ascaso, siete habitantes para una sala de cine ¨²nica
Cada verano, una peque?a aldea de los pirineos oscenses celebra con enorme ¨¦xito ¡°la muestra cinematogr¨¢fica m¨¢s peque?a del mundo¡±
La pista, antes forestal ahora asfaltada, asemeja al camino de baldosas amarillas del mago de Oz para los cin¨¦filos: al final, en la loma del monte Nabain, espera el espect¨¢culo.
Son pocos kil¨®metros, y muy serpenteantes, de carretera que lleva desde Bolta?a, la capital de la comarca del Sobrarbe, en el pirineo oscense, colindante al parque nacional de Ordesa, hasta Ascaso, donde desde hace una d¨¦cada se celebra ¡°la muestra de cine m¨¢s peque?a del mundo¡±, un lema que surgi¨® por casualidad y que ha devenido en feliz ocurrencia de marketing, como confiesa uno de sus responsables, Miguel Cordero. Su sala de cine es una era, a 1.000 metros de altura, con 250 sillas reducidas por los protocolos sanitarios anticovid a 160, una locura para un pueblo de siete habitantes ¡ªcensados, aunque nadie pasa el invierno en las tres casas abiertas¡ª, ¡°pero un maravilloso lugar de encuentro para ver pel¨ªculas, intercambiar experiencias y charlar sobre ellas¡±, cuenta Jos¨¦ Luis Rebordinos, director del festival de cine de San Sebasti¨¢n. S¨ª, el responsable del certamen m¨¢s importante de Espa?a fue el invitado de honor de la inauguraci¨®n el pasado martes de un evento montado por un grupo de amigos devoradores de cine de autor, y el mejor ejemplo de esos peque?os actos de rebeld¨ªa que muchos cin¨¦filos montan en sus pueblos contra el imperio de los taquillazos.
Buenos conocedores de los Pirineos, hace 25 a?os Miguel Cordero y N¨¦stor Prades adquirieron una vivienda en Ascaso. Hoy es casa rural y la sede de la Muestra de Cine de Ascaso, con una direcci¨®n postal clarificadora: calle ?nica, n¨²mero 2. En una habitaci¨®n devenida en oficina, Cordero y Prades recuerdan aquellas primeras ediciones, mientras los voluntarios van y vienen, cruz¨¢ndose enmascarillados y preparando la sesi¨®n inaugural. La electricidad procede de una central fotovoltaica caducada en 2015, la luz de la calle hace tres a?os que no funciona. ¡°El festival se hace por dos razones¡±, explica Cordero. ¡°Por un lado, por nuestra pasi¨®n por un cine diferente que llega de muy mala manera, cuando llega, a pueblos como este. La cultura no puede ser solo un bien de consumo, sino un arma para crear mentes cr¨ªticas. Somos sujetos, no objetos¡±.
Por otro, la muestra se desarrolla en un (otro m¨¢s) pueblo vaciado. ¡°Queremos llamar la atenci¨®n sobre el abandono que sufren amplias zonas de Espa?a. Nosotros tenemos que dedicar cada a?o unos d¨ªas a acondicionar los accesos, a quitar maleza del camino para que la gente pueda llegar bien¡±, aseguran los dos codirectores. De los siete empadronados en Ascaso, cuatro son organizadores del certamen, y los otros tres, unas hermanas que duermen en Bolta?a y suben casi diariamente a cuidar del huerto. ¡°?Y de d¨®nde te crees que salen los 25 voluntarios?¡±, apuntan. La respuesta es que son amigos, familiares y organizadores de otras muestras y festivales de parecido tama?o, personas apasionadas por el cine, curtidas en llevar pel¨ªculas especiales a sus localidades. Como una gran familia, unos se echan una mano a otros. Y no solo en Espa?a. En esta edici¨®n la muestra de Ascaso se ha hermanado con el festival de Contis, que se celebra en el municipio franc¨¦s de Saint-Julien-en-Born, en la regi¨®n de las Landas, con el que preparan el proyecto La ruta pirenaica del cine para el a?o que viene, y que esta semana (la Muestra se clausura este s¨¢bado con la proyecci¨®n de First Cow, de Kelly Reichardt) han paseado por Ascaso y programado tres cortos.
Cada a?o, durante cinco d¨ªas a finales de agosto, cuando antiguamente se celebraban las fiestas patronales, se puede ver un corto y un largometraje en Ascaso diariamente por cuatro euros. ¡°Nosotros ven¨ªamos aqu¨ª, ve¨ªamos cine, y uno de nuestros amigos, Javier Tolentino [periodista de Radio 3 recientemente jubilado], nos empuj¨® a convertirlo en muestra¡±; recuerda Cordero. Tras una primera edici¨®n en 2011, que califican de desastrosa y maravillosa, Cordero, Padres, Yolanda Monfort y Nekane Zubeldia, los cuatro fundadores, se lanzaron a buscar patrocinios para la segunda. ¡°Entendimos que hab¨ªa que mejorar la proyecci¨®n y el sonido; y en 2012 ya vinieron Jose Maria Goenaga [uno de los tres directores de Handia y La trinchera infinita] y Llu¨ªs Mi?arro [director, y adem¨¢s productor de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, Palma de Oro en Cannes]¡±, cuentan. Porque una de las m¨¢ximas del festival es que a las pel¨ªculas espa?olas, largos o cortos, les acompa?an siempre sus creadores para ofrecer un coloquio. ¡°Con todo, aquel a?o proyectamos sobre una lona de publicidad volteada de Leroy Merlin, para desesperaci¨®n de Mi?arro¡±, explican entre risas.
Pusieron en marcha una campa?a de micromecenazgo para recaudar fondos, tomar impulso y ah¨ª apareci¨® el festival chileno de cine Arica Nativa, dedicado a la conservaci¨®n de los tesoros naturales y culturales del planeta, que les dio 1.000 euros. Solidaridad entre cert¨¢menes. Hoy el presupuesto es de 25.000 euros, procedente en un 60% de subvenciones, y el resto de aportaciones privadas y diversos patrocinios y acuerdos de colaboraci¨®n con la bodega Enate o el hotel Barcel¨® de Bolta?a. ¡°En 2017 hicimos un estudio de impacto econ¨®mico y nos dijeron que supon¨ªamos 90.000 euros para el Sobrarbe¡±.
Una proyecci¨®n en Ascaso solo se acerca, y de manera muy lejana, a la de un cine de verano. La inauguraci¨®n estuvo pasada por agua: Rebordinos y el espect¨¢culo de luces se celebraron en la sede original, pero la proyecci¨®n de A media voz, de Heidi Hassan y Patricia P¨¦rez Fern¨¢ndez, presente en el arranque, se traslad¨® al Palacio de Congresos de Bolta?a. ¡°En Ascaso solemos agotar las entradas¡±, aseguran, gracias a espectadores que son o turistas o cin¨¦filos o de la comarca. El mi¨¦rcoles, a la proyecci¨®n bajo techo en Bolta?a (entradas agotadas) de Una ni?a (Petite Fille), de S¨¦bastien Lifshitz, asist¨ªan, por ejemplo, cinco amigas nacidas en la cercana Barbastro. ¡°Nos conocemos hace m¨¢s de medio siglo, desde que hicimos bachillerato juntas¡±, relataban. Viven en Barcelona y se hab¨ªan enterado por la prensa de la existencia de la muestra y de la proyecci¨®n, de la que salieron felices y llenas de preguntas sobre su tem¨¢tica: la infancia de una ni?a trans.
Los voluntarios se afanan durante estos d¨ªas en ordenar el aparcamiento en la carretera ¡ªuna operaci¨®n mucho m¨¢s compleja de lo que parece¡ª; y en vender bocadillos con nombres de cineastas y bebidas en la borda, un antiguo establo de verano, rehabilitado como espacio para los coloquios si el fr¨ªo arrecia, como bar y como vest¨ªbulo de entrada a la era. En la calle ?nica, por las tardes sin lluvia, los asistentes pasean antes de que caiga la noche por la exposici¨®n 10 a?os que cambiaron Ascaso. Es un recorrido fotogr¨¢fico que levanta testimonio de c¨®mo el cine se ha convertido en el alma de una peque?a aldea. Y eso se palp¨® la noche del jueves, cuando las tormentas dieron algo de tregua y bajo un cielo estrellado limpio aunque con rayos de acompa?amiento, se vio el cl¨¢sico restaurado de cada a?o. En esta edici¨®n, Dersu Uzala, de Akira Kurosawa. Como contaba un asistente: ¡°Los sonidos del bosque se funden con la pantalla¡±.
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