El verano de la Edad Media luce sobre Utrecht
El festival neerland¨¦s cierra una extraordinaria edici¨®n haciendo olvidar la cancelaci¨®n del a?o pasado y en medio de un ambiente de aparente y casi total normalidad
Como la buena m¨²sica religiosa lleva desde hace d¨¦cadas desterrada de nuestras iglesias, al contrario de lo que sucede en muchos pa¨ªses, no queda m¨¢s remedio que buscarla y disfrutarla en otros espacios. En Utrecht lleva sonando desde el comienzo mismo del festival, pero se ha concentrado en su encarnaci¨®n m¨¢s pr¨ªstina el viernes por la noche y a lo largo de casi todo el s¨¢bado. Fue entonces cuando la polifon¨ªa qued¨® moment¨¢neamente a un lado y la monodia se hizo con las riendas, en ambos casos con grupos femeninos ¨Dcheco uno, belga el otro¨D que nos han hecho volver a los or¨ªgenes y refugiarnos, con enorme placer, en el canto llano. En el pa¨ªs del gran historiador Johan Huizinga, y en estos ¨²ltimos coletazos de buen tiempo, se ha impuesto en Utrecht el verano de la Edad Media.
Entre las nueve mujeres que integran el Tiburtina Ensemble de Praga destacan las voces de dos sopranos a las que es frecuente escuchar en cometidos solistas con otros grupos: su directora, Barbora Kab¨¢tkov¨¢, y Hana Bla?¨ªkov¨¢, una de las cantantes m¨¢s demandadas ¨Dy m¨¢s fiables¨C en el mundo de la m¨²sica antigua. Aqu¨ª, sin embargo, diluyen su personalidad en el conjunto, aunque, al igual que otras compa?eras, se arroguen ocasionales intervenciones en solitario: un leich la primera, Fletus et stridor dentium, y una lamentatio la segunda, Lamed. Matribus suis dixerunt. El grupo empez¨® a cantar con sus integrantes distribuidas en la escalera que conduce al ¨¢bside de la Pieterskerk y su estilo de interpretaci¨®n del canto llano dej¨® traslucir enseguida sus se?as de identidad, que son las que le confiere Kab¨¢tkov¨¢ al dibujar pl¨¢sticamente con su brazo derecho ascensos, descensos, remansos o repliegues de las l¨ªneas mel¨®dicas. ?gil y fluido son dos adjetivos que definen bien un enfoque marcadamente m¨¦trico, m¨¢s a¨²n, como es l¨®gico, en los sencillos fragmentos polif¨®nicos, con textos diferentes superpuestos, de Petrus Wilhelmi de Grudencz que decidieron intercalar en tres de los cuatro bloques en que se divid¨ªa el programa, todos ellos referidos a otras tantas profec¨ªas sobre la llegada del mes¨ªas, el Juicio Final, el Anticristo y la victoria del Cordero. En este ¨²ltimo incluyeron tambi¨¦n una extensa oraci¨®n a Cristo a partir de un texto en checo del famoso te¨®logo y reformador Jan Hus.
Kab¨®tkov¨¢ introdujo variedad planteando algunas piezas a la manera antifonal entre dos grupos (Audi tellus) o con cuatro cantantes diferentes sucedi¨¦ndose en Lamech. In die furoris Domini, una larga lamentatio sobre el Juicio Final. Busc¨® tambi¨¦n el contraste de timbres, como cuando Kamila Mazalov¨¢, con una bell¨ªsima voz de contralto, cant¨® en solitario la segunda ant¨ªfona del ¨²ltimo bloque, Exsulta satis filia Sion. Aunque formado en 2008, es en estos dos o tres ¨²ltimos a?os cuando el Tiburtina Ensemble ha hecho su irrupci¨®n internacional y grabado sus primeros discos. En Utrecht han vuelto a confirmar su gran clase y la admirable conjunci¨®n de las nueve voces, si bien no lograron evitar la sensaci¨®n ¨Dquiz¨¢ por la propia elecci¨®n del programa¨D de que est¨¢bamos asistiendo a un concierto, no a un oficio lit¨²rgico. Por suerte, las tornas se invertir¨ªan muy pocas horas despu¨¦s, porque si el Tiburtina conclu¨ªa su intervenci¨®n al filo de la medianoche, Psallentes iniciaba la primera de las seis que ha ofrecido en Utrecht a las siete de la ma?ana. Al llegar a la primera, a¨²n era de noche, pero a la salida el amanecer se dejaba sentir ya con fuerza. Al entrar en la iglesia para asistir a la ¨²ltima, todav¨ªa pod¨ªa percibirse el declive de la luz del atardecer, pero una vez concluida ya era noche cerrada: el c¨ªrculo ¨Dlit¨²rgico y temporal¨D se hab¨ªa completado.
De la muy sobria y protestante Pieterskerk se pas¨® a la profusamente decorada y cat¨®lica Sint Willibrordkerk (dos mundos est¨¦ticos opuestos) y la puntual selecci¨®n tem¨¢tica de piezas del viernes se mud¨® en la larga secuencia lit¨²rgica de las horas can¨®nicas, maitines excluidos: de laudes a completas, con la introducci¨®n de una misa a las doce y el servicio de v¨ªsperas a las seis, y con las cuatro horas menores (prima, tercia, sexta y nona) comprimidas en dos bloques bimembres. Tambi¨¦n fueron nueve las j¨®venes cantantes de Psallentes, el extraordinario grupo belga que dirige Hendrik Vanden Abeele (y del que tambi¨¦n existe una versi¨®n masculina). Con su divisi¨®n en tres grupos integrados por tres cantantes cada uno, con las voces m¨¢s graves a la derecha, y que le sirven para utilizarlas en todas las combinaciones posibles, simult¨¢nea o alternativamente, Vanden Abeele busca no solo una mayor diversidad, sino tambi¨¦n aventuar la l¨®gica lit¨²rgica.
Como hizo tambi¨¦n en Madrid, en su inolvidable concierto en la Fundaci¨®n Juan March hace dos a?os, Veerle Van Roosbroeck abr¨ªa siempre el fuego con la entonaci¨®n inicial de Deus in adiutorium, el comienzo del Salmo 70. A partir de ah¨ª iban sucedi¨¦ndose ant¨ªfonas, salmos, responsorios, c¨¢nticos, himnos y el vers¨ªculo final, Benedicamus Domino. El canto llano suena aqu¨ª mucho m¨¢s flexible, moldeado incansablemente con gestos m¨¢s horizontales (los de Barbora Kab¨¢tkov¨¢ son esencialmente verticales) por Hendrik Vanden Abeele, que experimenta con dos maneras de introducir leves apuntes polif¨®nicos. En la primera, al tiempo que uno o dos grupos entonan ininterrumpidamente la salmodia, casi siempre un monotono, un tercero va introduciendo a intervalos irregulares peque?as c¨¦lulas mel¨®dicas del salmo precedente, correspondientes tan solo a una o dos palabras: en la ant¨ªfona Hec igitur, por ejemplo, ¡°singularis victima¡±, ¡°Christi mortis¡±, ¡°est recordatio¡±, ¡°expurgatio¡±, ¡°cunctorumque fidelium¡± o ¡°devotio¡± salpican delicadamente la recitaci¨®n de seis de las estrofas del Salmo 119, formando una elemental pero muy eficaz polifon¨ªa a dos voces. En la segunda, Vanden Abeele, con entradas escalonadas, dispone la superposici¨®n de hasta tres versos diferentes de un mismo himno (su regularidad m¨¦trica as¨ª lo permite), formando una suerte de triple canon perpetuo y apuntando a lo que luego ser¨ªan los mucho m¨¢s complejos motetes politextuales del siglo XIV.
Para la misa se eligi¨® la Messe de Tournai (que toma su nombre del hecho de que su manuscrito, de autor o autores an¨®nimos, se reparte en seis folios de un libro de canto conservado en el archivo de la catedral de Notre-Dame de Tournai), una probable compilaci¨®n a tres voces, estil¨ªsticamente plural, de las cinco secciones del Ordinario m¨¢s el Ite missa est conclusivo, escrito precisamente como una m¨²sica politextual, con uno de los tres textos que se cantan simult¨¢neamente escrito en lengua vulgar. Ni en esta compleja polifon¨ªa (como el extens¨ªsimo Am¨¦n del Gloria), hija inequ¨ªvoca del Ars Nova, ni en todas las intervenciones en canto llano, a lo largo de las casi quince horas que transcurrieron desde el comienzo de Laudes hasta el final de Completas, pudo percibirse ni en las integrantes de Psallentes ni en su director el m¨¢s m¨ªnimo desfallecimiento, la m¨¢s peque?a p¨¦rdida de concentraci¨®n o un solo amago de aton¨ªa, individual o colectiva. Vanden Abeele, que al tiempo que moldea casi cada frase consigue que el flujo mon¨®dico avance con libertad en todo momento, hizo tambi¨¦n un elocuente uso de los silencios, lo que acentu¨® el contraste (salvo tras la finalizaci¨®n del servicio de laudes, cuando las calles segu¨ªan a¨²n semidesiertas) con el bullicioso Utrecht materialista de los s¨¢bados, el d¨ªa comercial por excelencia. Por eso resultaba inevitable, al abandonar el recogimiento de la Sint Willibrordkerk y regresar a la terca realidad exterior, identificarla una y otra vez con ese ¡°infierno de ruido y vulgaridad¡± del que habla Patrick Leigh Fermor en su A Time to Keep Silence, que cuenta con alto vuelo literario y su habitual talento para la introspecci¨®n sus estancias en varios monasterios de clausura.
El mismo s¨¢bado, a las tres, el grupo Sequentia nos traslad¨® al mundo pagano y polite¨ªsta de la Edad Media. Su director, Benjamin Bagby, ahora con barba, se asemeja cada vez m¨¢s a esos h¨¦roes n¨®rdicos que tanto le gusta retratar. Aqu¨ª ha conferido buena parte del protagonismo a dos cantantes femeninas de voces recias (Hanna Marti y Stef Conner), que recrearon acertijos y leyendas escandinavas y anglosajonas. Como sucede con su famosa recitaci¨®n en solitario de Beowulf, en las propuestas vocales e instrumentales (aqu¨ª ce?idas a diversas flautas y arpas) de Bagby hay mucho, o casi todo, de especulativo, pero ¨¦l, que ha marcado una ¨¦poca en la recuperaci¨®n de estos repertorios, sabe infundirle tales dosis de convicci¨®n y veracidad que el p¨²blico queda atrapado por su magia, como si se tratara de uno de esos frecuentes ensalmos que describen las antiguas sagas. A pesar de tratarse de un repertorio tan minoritario, y de que por fin luc¨ªa el sol en Utrecht en pleno fin de semana, logr¨® llenar Cloud Nine, la sala situada en lo m¨¢s alto del TivoliVredenburg, y el p¨²blico aplaudi¨® con entusiasmo un espect¨¢culo ¨Ccomo todos los suyos¨C minuciosamente concebido, estructurado y ejecutado.
Mucho m¨¢s inter¨¦s tuvieron, sin embargo, otros tres conciertos medievales con m¨²sicas cuyas fuentes nos brindan informaci¨®n m¨¢s precisa sobre la escritura polif¨®nica original. El Ensemble Leones, que tan buenos conciertos ha ofrecido siempre en Utrecht, dedic¨® el suyo monogr¨¢ficamente a Oswald von Wolkenstein, un caballero, poeta, cantante y viajero de finales del siglo XIV y comienzos del XV. Su director, Marc Lewon, que cant¨® adem¨¢s de tocar el la¨²d, se reuni¨® de cuatro m¨²sicos de primer¨ªsimo nivel: el fidulista Baptiste Romain, actual maestro indiscutible de su instrumento (y que toc¨® tambi¨¦n la gaita en Durch Barbarei, Arabia); la flautista Mara Winter, un dechado de sensibilidad y de control del sonido de su instrumento; y la soprano Grace Newcombe, que tambi¨¦n toc¨® el arpa al comienzo y el final del concierto, de voz, sensibilidad y estilo ideales para este repertorio. Todo el concierto ray¨® a un nivel alt¨ªsimo, con una novedosa aproximaci¨®n a este tipo de m¨²sica con los mismos criterios que se aplican en la polifon¨ªa religiosa no mensural contempor¨¢nea, aunque la palma se la llevaron dos d¨²os de amor, Nu rue mit sorgen y Simm Gredli, Gret. Asombra la alta intensidad expresiva que logran alcanzar sin renunciar un solo momento a la m¨¢xima contenci¨®n y sin necesidad de recurrir a esa inventiva desaforada y deformadora que utilizan a modo de tramposa ganz¨²a tantos grupos de m¨²sica medieval.
No es el caso de La Morra, la formaci¨®n suiza que se caracteriza por id¨¦ntico respeto a las fuentes, que en su ¨²ltima visita a Utrecht se ha decantado asimismo por un programa monogr¨¢fico en torno a Guillaume de Machaut, que ya hab¨ªa estado presente al comienzo del festival con su Messe de Nostre Dame. Delicadas ballades, v¨ªvidos virelais, densos rondeaux y complejos motetes politextuales nos trasladaron al mundo fr¨¢gil, quebradizo y casi irreal del amor cort¨¦s en el Ars Nova, tan solo interrumpido por un motete sacro, Christe, qui lux es. Fue todo un homenaje a ¡°le noble rh¨¦touryque¡±, como calific¨® Eustache Deschamps al poeta y compositor franc¨¦s en el lamento que lloraba su muerte en 1377, m¨¢s que oportuno en esta edici¨®n del festival articulado en torno a las muy diferentes manifestaciones de la ret¨®rica musical. Quiz¨¢ los cantantes no rayaron al mismo nivel que los instrumentistas (la fidulista Natalia Carducci, el laudista Michal Gondko y la teclista y flautista Corina Marti, estos dos ¨²ltimos los directores del grupo), pero ello no obst¨® para que el complejo mundo de Machaut resultara asombrosamente asequible para el p¨²blico que acudi¨® a la Pieterskerk el domingo por la tarde, en el que era ya el pen¨²ltimo concierto del festival.
Este apartado medieval se cierra con otro grupo de grat¨ªsimo recuerdo en Utrecht, La Fonte Musica, que dirige el laudista Michele Pasotti. Propusieron otro monogr¨¢fico, en este caso de un rec¨®ndito cultivador del Ars Nova italiano, Antonio Zacara da Teramo, del que acaban de grabar su opera omnia. Como es habitual en la ¨¦poca, conocemos al autor por su nombre y su lugar de procedencia (otro tanto sucede, por ejemplo, con Matteo da Perugia, Paolo da Firenze o el propio Guillaume de Machaut) y su m¨²sica tiene todos los rasgos de la intrincada complejidad r¨ªtmica de la m¨²sica polif¨®nica de la segunda mitad del siglo XIV. El programa se dividi¨® en una primera mitad profana (en Je suy navr¨¦s se cita, tambi¨¦n muy apropiadamente, a la ¡°Dea loquentie¡±, la diosa de la elocuencia) y una segunda sacra, con dos Credos y cuatro Glorias, todos diferentes. Pasotti situ¨® a dos trombones (uno de ellos tocado por el gran Nathaniel Wood, aunque en el programa se dijera otra cosa) en ambos extremos de la Pieterskerk, tanto en la galer¨ªa del ¨®rgano (en el Gloria ¡°Ad Ongni vento¡±) como al fondo del ¨¢bside (en el Gloria I), mientras que sus dos extraordinarias sopranos, Alena Dantcheva y Francesca Cassinari, se subieron en lo alto de la escalera que conduce al ¨¢bside para cantar Dime, Fortuna. Es tiempo de incorporar al canon a este Antono Zacara da Teramo, un compositor libre y complejo, en cuya m¨²sica no parece hacer mella la presi¨®n de esas f¨®rmulas que atan o embridan la inventiva. De Utrecht sale, desde luego, reivindicado con fuerza por el mejor valedor imaginable.
Ten¨ªamos pendiente hace a?os escuchar una interpretaci¨®n que hiciera verdaderamente justicia a una de las obras m¨¢s emblem¨¢ticas de la m¨²sica occidental, estrenada y editada en el emblem¨¢tico a?o de 1600, frontera simb¨®lica entre el Renacimiento y el Barroco musical, adem¨¢s de fecha de la partida de nacimiento de lo que luego vino en llamarse ¨®pera. La Rappresentatione di Anima, et di Corpo, de Emilio de¡¯ Cavalieri, es mucho m¨¢s de lo que aparenta. Bajo su fisonom¨ªa m¨¢s o menos ingenua, y con todos los visos de estar empezando a hollar tentativamente un terreno hasta entonces virgen, se esconde una obra de enorme complejidad, un drama aleg¨®rico sacro en el que ni faltan momentos de comedia (con el Placer y sus dos secuaces) ni menciones al mundo profano (uno de los personajes recibe el nombre de Vida Mundana). Es significativo que la obra se cierre con un baile, un ballo, y que anime a convertir la Tierra en un Para¨ªso ¡°con il canto e con il riso¡±. Al estreno en el Oratorio dei Filippini romano en el a?o jubilar de 1600 asistieron 35 cardenales, pero tambi¨¦n arist¨®cratas, del mismo modo que en su naturaleza se mezclan las naturalezas incipientes del oratorio religioso y la ¨®pera profana. No es, probablemente, ni una cosa ni otra, o las dos indistintamente, aunque su esencia est¨¦tica ¨²ltima y m¨¢s relevante se expresa en la cubierta de la primera edici¨®n romana de Nicol¨° Mutii: ¡°per recitar Cantando¡±.
En su extenso pr¨®logo ¡°A¡¯ lettori¡±, Cavalieri aprovecha por igual para explicar la naturaleza de su creaci¨®n y para dar instrucciones precisas de c¨®mo interpretarla ¡°per chi cantar¨¤ recitando, & per chi suonar¨¤¡±. En su texto abundan las referencias a varios conceptos clave en aquellos brebajes te¨®ricos que acabaron desembocando en el nacimiento de la segunda pr¨¢ctica: los contrastes, las pasiones, la emoci¨®n. Cavalieri sabe lo que busca y c¨®mo conseguirlo, y llega a valerse incluso en su partitura de cuatro letras (g, m, t y z) antes de una nota para especificar c¨®mo interpretar los ¨²nicos adornos que ¨¦l prescribe. El signo ¡°¡¤S¡¤¡± indica tambi¨¦n d¨®nde tomar aire ¡°y dar un poco de tiempo a hacer alg¨²n motivo¡±. No hay duda de que Lionel Meunier, el director de Vox Luminis, ha le¨ªdo con cuidado tanto el texto de la Rappresentatione como este manuel de instrucciones y de buen uso de la m¨²sica posterior para estar seguro de qu¨¦ terreno pisaba y, sobre todo, para saber qu¨¦ pasos en falso hab¨ªa que evitar.
De su Rappresentatione que escuchamos el jueves por la tarde s¨®lo falt¨® el ¡°Proemio¡± que encabeza la obra en forma de di¨¢logo hablado, como era tan habitual en la ¨¦poca, entre dos j¨®venes, Avveduto y Prudentio, que hablan sobre ¡°esta nuestra Vida mortal¡±. A partir de ah¨ª, quien pudiera seguir la partitura de la edici¨®n original de 1600 constatar¨ªa que no cabe una interpretaci¨®n m¨¢s cabal y respetuosa del original (al contrario de lo que hizo en este mismo escenario L¡¯Arpeggiata en 2004, que se atrevi¨® a incluir incluso un bolero cantado en espa?ol). Con una generosa plantilla instrumental (dos cornetas, cuatro trombones, dos violines, dos violas da gamba, violone, dos chittaroni, un cetterone, tocado con plectro, para aportar la sonoridad met¨¢lica que demanda ocasionalmente Cavalieri, lirone, dos claves y ¨®rgano positivo), los 91 n¨²meros, con el a?adido de una sinfon¨ªa inicial, conocieron una traducci¨®n precisa y plural por parte del grupo belga, que supo plasmar a la perfecci¨®n su naturaleza mixta plagada de contrarios: Alma/Cuerpo, Almas bienaventuradas en el cielo/Almas condenadas en el infierno, Intelecto/Placer. Hubo humor contenido cuando m¨²sica y texto lo piden a gritos, hubo alta espiritualidad cuando aflora la vena teol¨®gica y edificante, y hubo tono festivo en las seis estrofas del ballo final.
Desde que dio comienzo la primera escena (¡°Il tempo, il tempo fugge, / La vita si distrugge¡±) qued¨® claro que Raffaele Giordani era la elecci¨®n perfecta para encarnar al Cuerpo (tambi¨¦n fue el Tiempo): su dicci¨®n del lat¨ªn, tan italiana, su conocimiento del estilo, su desparpajo esc¨¦nico y la calidad de su voz son justo lo requiere el personaje. Y otro tanto sucede con el Alma contenida y austera de Stefanie True. Como siempre, las intervenciones de Zsuzsi T¨®th, reciente a¨²n el deslumbramiento que provoc¨® en sus solos de los intermedios de La Pellegrina el pasado lunes, elevaron el nivel a¨²n un escal¨®n m¨¢s y sus Anime Beate fueron la muestra m¨¢s acabada de c¨®mo debe traducirse en sonidos el recitar cantando. Extraordinario tambi¨¦n su eco, con Bor Zuljan cambiando el cetterone por el la¨²d, de la intervenci¨®n del Alma en ¡°V¨° dimandarne al Cielo¡±. Victoria Cassano fue un ser¨¢fico ?ngel de la Guarda, Hugo Oliveira unas sufrientes Almas Condenadas (fue un acierto que lo doblara el tromb¨®n en el n¨²mero 79, ¡°Non mai¡±), mientras que Jan Kullmann, Roberto Rilievi y Sebastian Myrus trasladaron con la comicidad justa (tambi¨¦n esc¨¦nica) las intervenciones del Placer y sus dos compa?eros. Las partes estrictamente corales ense?aron las credenciales m¨¢s reconocibles de Vox Luminis: el canto concertado, denso y transparente. En este apartado dejaron varios momentos para el recuerdo: ¡°O quanti errori, e tenebre¡±, que cantaron inicialmente sentados y con una din¨¢mica en constante ascenso; ¡°Venite al Ciel, diletti¡±, que entonan los ¨¢ngeles; ¡°Dagli abissi terreni¡±, con su doble eco, infinitamente m¨¢s eficaz y mejor realizado que el que propuso Skip Semp¨¦ en La Pellegrina, interpretado por dos parejas de cantantes situados de espaldas a ambos lados del ¨®rgano; la concisa potencia expresiva de ¡°Al foco, al foco eterno¡±; el ¡°S¨¬, sempre, sempre sar¨¢¡± casi susurrado o el coro a seis voces ¡°O Signor santo, e vero¡±, con todos los cantantes excepto los solistas subidos en dos gradas laterales del TivoliVredenburg en un intento de acercarse a la doble espacialidad sugerida por la indicaci¨®n de Cavalieri: ¡°Tutti insieme dentro, e di fuora¡±.
Al final, el aplauso m¨¢s un¨¢nime, entusiasta y sostenido de todo el festival: con toda justicia, porque tras sus dos conciertos anteriores, marcadamente luteranos, Vox Luminis demostr¨® que pod¨ªa volver a brillar dando luz a una de las obras m¨¢s representativas de la Contrarreforma. Solo por escuchar este concierto tan rico en detalles ¨Cevidentes algunos, semiocultos otros¨C habr¨ªa merecido la pena venir a Utrecht estos d¨ªas. Pero el festival ha deparado muchas otras alegr¨ªas en una edici¨®n en la que, apostando casi siempre por valores seguros y evitando riesgos innecesarios, se ha alcanzado un nivel consistente e inusualmente alto. En un pa¨ªs en el que el clave es casi objeto de culto, con fieles apasionados, los conciertos diarios a la una en la Lutherse Kerk han sido una sucesi¨®n de maravillas. Michael Hell y Louise Acabo dieron vida a ese prodigio pionero de la m¨²sica descriptiva y program¨¢tica que son la Representaci¨®n musical de algunas historias b¨ªblicas de Johann Kuhnau. Con un resumen de los textos impresos en la edici¨®n original le¨ªdos en un alem¨¢n cristalino por Thomas H?ft (que ni siquiera en este entorno renunci¨® a sus estramb¨®ticos trajes de fantas¨ªa), hay que descubrirse ante muchos de los hallazgos ret¨®ricos y la sabidur¨ªa contrapunt¨ªstica desplegados por el antecesor de Bach en la Thomasschule de Leipzig. La fuga en que los hijos de Jacob reflexionan sobre las consecuencias de la muerte de su padre (de la sexta sonata, Muerte y enterramiento de Jacob) o la que suena al final del enga?o de Lab¨¢n (en la tercera, Sa¨²l melanc¨®lico y aliviado por medio de la M¨²sica), entre muchas otras maravillas, dan fe de que Kuhnau merece ser recordado como mucho m¨¢s que el mero antecesor de un genio.
Francesco Cera mostr¨® una identificaci¨®n asombrosa con la escritura torrencial de su compatriota Girolamo Frescobaldi, Marie van Rhijn trasplant¨® en¨¢rgicamente al clave los n¨²meros instrumentales de Alcide de Marin Marais y Johannes Keller tradujo la inagotable fantas¨ªa de Jan Pieterszoon Sweelinck (en el cuarto centenario de la muerte del genio neerland¨¦s) con sobriedad quiz¨¢s excesiva en una copia de un instrumento de Johannes Ruckers id¨¦ntico al que se sabe compr¨® y utiliz¨® el compositor. El veterano Bob van Asperen ofreci¨® otro monogr¨¢fico centrado en Johann Jakob Froberger. Convertido en el decano de los clavecinistas neerlandeses, no es casual que fuera ¨¦l quien grabara junto a Gustav Leonhardt, su maestro, los contrapuntos a dos teclados de El arte de la fuga o que fuera tambi¨¦n el elegido para encarnar a Johann Elias Bach en Chronik der Anna Magdalena Bach, la legendaria pel¨ªcula de Jean-Marie Straub y Dani¨¨le Huillet. Toc¨® un recital casi id¨¦ntico al de 2013, pero ello no fue ¨®bice para volver a admirar su especial identificaci¨®n con un compositor de una idiosincrasia ¨²nica, capaz de componer una pieza titulada M¨¦ditation sur ma mort future laquelle se jo¨¹e lentement avec discr¨¦tion faite ¨¤ Paris le 1er Mai. Tambi¨¦n incluy¨® en el programa los dos lamentos regios por Fernando III y Fernando IV: el primero se cierra con un solitario Fa (F en la notaci¨®n alemana, la inicial del nombre del rey) repetido simb¨®licamente tres veces, mientras que el segundo traza en su final una largu¨ªsima escala ascendente hasta un cielo imaginario que culmina, claro, en un Do (la ¨²ltima s¨ªlaba de su nombre). Y en esos mismos vericuetos virtuosos habita el Tombeau fait ¨¤ Paris sur la mort de Monsieur de Blancrocher, lequel se joue fort lentement ¨¤ la discretion sans observer aucune mesure, un m¨²sico calificado por Froberger de ¡°amicus optimus¡± en una pieza que puede parangonarse sin desdoro con la genial m¨²sica hom¨®nima de Louis Couperin. Con un perfecto dominio del style bris¨¦, una alternancia ideal de los registros de cuatro y ocho pies y, sobre todo, una emocionante comprensi¨®n del peculiar credo compositivo de Froberger, una mezcla perfecta de los estilos franc¨¦s y alem¨¢n, Van Asperen se elev¨® a alturas dif¨ªciles de alcanzar para casi todos. La edad ha hecho que el veterano clavecinista haya menguado en estatura, pero en Utrecht ha vuelto a reivindicarse como uno de los grandes.
No le anduvieron a la zaga, sin embargo, Pierre Hanta? y Mitzi Meyerson. El primero dedic¨® ¨ªntegramente su programa a Johann Sebastian Bach (con una puntual incursi¨®n en Froberger no impresa en el programa: su Suite en Sol menor) y, escuchando al instrumentista franc¨¦s en la cima de su madurez, cuesta creer que haya nadie que pueda tocar esta m¨²sica a su altura. Tambi¨¦n ¨¦l homenaje¨® a su maestro, tocando una transcripci¨®n de Gustav Leonhardt de la Sarabande de la Partita n¨²m. 1 para viol¨ªn solo. Desde el tema del Aria variata inicial hasta la Toccata en Mi menor final, Hanta? obr¨® una maravilla tras otras en un d¨ªa especialmente inspirado y dej¨® en el ambiente un claro mensaje: a pesar de que estos d¨ªas se han tocado y cantado aqu¨ª un buen n¨²mero de obras maestras, de no menos de seis siglos diferentes, ninguno de sus autores logr¨® asomarse a donde Bach s¨ª que pudo y supo llegar. La m¨²sica del alem¨¢n habita verdaderamente en otro mundo, y eso que Hanta? construy¨® su programa con obras muy poco frecuentas de su cat¨¢logo. El d¨ªa siguiente, para cerrar la serie, Mitzi Meyerson se autoproclam¨® la gran dama del clave actual. Le bastaron dos suites de Antoine Forqueray, con arreglos para clave y adiciones propias de su hijo Jean-Baptiste, para coronarse como una maestra de este repertorio, en el que tan importante es saber adornar con fantas¨ªa y generosidad como hacerlo tambi¨¦n con criterio. Ella derroch¨® una y otra apoyada en una t¨¦cnica complet¨ªsima que la veterana clavecinista estadounidense sigue manteniendo sin fisuras.
Es hora de concluir, siquiera telegr¨¢ficamente. La llamada Cantata del caf¨¦ de Bach fue escenificada con su habitual ingenio, aunque menor comicidad, por razones obvias, que la formidable Il ciarlatano de Pergolesi que propuso en 2019 Adrian Schvarzstein, un lujo teatral infrautilizado en nuestro pa¨ªs, que es donde reside habitualmente. El p¨²blico se dej¨® las manos aplaudiendo un espect¨¢culo que se cerr¨® con todos cantando al un¨ªsono Het kleine Caf¨¦ aan de Haven, una famosa canci¨®n neerlandesa de Pierre Kartner que ven¨ªa pintiparada para la ocasi¨®n. El joven grupo vocal InVocare sac¨® petr¨®leo del ciclo de madrigales Le veglie di Sienna, con sus 14 descripciones musicales diferentes del humor. Skip Semp¨¦, con un innecesario despliegue instrumental (cuerda, viento y teclado), toc¨® las intimistas Lachrymae de Dowland en una hinchada versi¨®n renacentista en cinemascope que acab¨® resultando tediosa hasta el extremo. El d¨ªa siguiente, Stile Antico puso una letra moderna en ingl¨¦s (de Peter Oswald) a sus pavanas, relacion¨¢ndolas con el sufrimiento de los actuales refugiados de guerra, con menciones a los infiernos de Alepo o Darfur y gui?os al propio Dowland: ¡°?Escuchad! Sombras que mor¨¢is en la oscuridad, aprended a condenar la luz¡±; ¡°Mis penas no se ver¨¢n nunca aliviadas, porque la compasi¨®n ha huido; y l¨¢grimas y suspiros y gemidos han privado de toda dicha a mis hastiados d¨ªas¡±. La presencia de la udista siria Rihab Azar en varias piezas a solo (una de composici¨®n propia) y en una interpretaci¨®n conjunta de Bodrum Beach, de Giles Swayne, a?adi¨® a¨²n m¨¢s capas de significado al concierto en la catedral. La m¨²sica antigua puede tornarse a veces rabiosamente moderna y los ecos de la reciente cat¨¢strofe afgana resonaron al final de Lachrimae tristes y su texto a?adido: ¡°?Conductor, conductor, s¨¢lvame del infierno! Me han negado el transporte¡±.
Eva Saladin culmin¨® su residencia art¨ªstica con la confirmaci¨®n de que, de momento, se mueve con mucha mayor comodidad en el siglo XVII que en el XVIII: su Sonata op. 4 n¨²m. 3 de Pandolfi, que interpret¨® en la Geertekerk el jueves con el grupo Il Profondo, la consagra como la violinista barroca con mayor proyecci¨®n del momento. Tambi¨¦n repiti¨® Dulce M¨¦moire, con su cl¨¢sico programa dedicado a Le printemps de Claude Lejeune, que bord¨® de principio a fin, igual que hicieron poco despu¨¦s sus colegas de Le Po¨¨me Harmonique, que revisit¨® uno de sus primeros ¨¦xitos, los airs de cour de ?tienne Moulini¨¦, con muchos de los mismos cantantes e instrumentistas con que los grab¨® hace m¨¢s de veinte a?os y la arpista madrile?a Sara ?gueda entre las nuevas incorporaciones. En l¨ªnea con lo que hab¨ªan hecho pocos d¨ªas antes L¡¯Arpeggiata y Philippe Jaroussky con D¨¦shabillez-moi de Juliette Gr¨¦co, Dumestre y los suyos ofrecieron fuera de programa una versi¨®n abarrocada y semiescenificada de L¡¯Ars¨¨ne, de Jacques Dutronc, y hay que admitir que la copia arcaizante fue notablemente mejor y, sobre todo, m¨¢s graciosa que el original. A Nocte Temporis, una creaci¨®n m¨¢s reciente de Reinaud Van Mechelen, obvi¨®, sin embargo, las obras que ha grabado de Louis-Nicolas Cl¨¦rambault para ofrecer tres nuevas, entre ellas una cantata absolutamente extraordinaria, L¡¯histoire de la femme adult¨¨re, en la que el tenor belga (la voz de mayor calidad en su registro junto a la del citado Raffaele Giordani) encarn¨® a Jes¨²s.
Tras varios fiascos en Utrecht en los ¨²ltimos a?os, algunos sonados, Gli Angeli Gen¨¦ve se situ¨® por fin en el territorio que mejor domina su director, Stephan MacLeod: la m¨²sica barroca alemana del siglo XVII. El inteligente programa inclu¨ªa obras de varios compositores (Schein, Scheidt, Sch¨¹tz, Buxtehude, Weckmann) a partir de id¨¦nticos textos b¨ªblicos y el grupo vocal e instrumental reunido por el bajo suizo, con Eva Saladin como primer viol¨ªn y el estos d¨ªas omnipresente Doron Sherwin como primera corneta, ofreci¨® una interpretaci¨®n austera y equilibrada de todas ellas, incluidas las estrofas primera, sexta y s¨¦ptima del Klaglied de Buxtehude, que ya hab¨ªa sonado en el concierto inaugural con Lucile Richardot y el Ensemble Correspondances.
En un festival centrado en la ret¨®rica hubiera sido extra?o no dejar espacio para el manuscrito titulado La rh¨¦torique des dieux, que contiene piezas para la¨²d de Ennemond y Denis Gaultier. De algunas de ellas han dado buena cuenta Fred Jacobs y Michal Gondko, mejor y m¨¢s elocuente el veterano laudista holand¨¦s que el codirector de La Morra, que se siente mucho m¨¢s c¨®modo en la Edad Media que en el barroco. Y tambi¨¦n hizo m¨¢s justicia a la ret¨®rica de la viola da gamba Lucile Boulanger en su recital del domingo por la ma?ana que el consort holand¨¦s The Spirit of Gambo justo una semana antes, en ambos casos en el Hertz. El honor de la clausura en la tarde del d¨ªa 5 se ha concedido a la Cappella Romana, un grupo especializado en canto ortodoxo dirigido por Alexander Lingas. El atractivo de su concierto estribaba en el intento de convertir la sala grande del TivoliVredenburg en un espacio ac¨²sticamente similar a la bas¨ªlica de Santa Sof¨ªa en Estambul gracias a 23 aparatos repartidos por el escenario que quintuplicaron como poco la reverberaci¨®n natural de la sala. Los poderosos bordones de esta m¨²sica se beneficiaron, mientras que se resintieron sus frecuentes melismas, inevitablemente emborronados. Una vez acostumbrado el o¨ªdo a la ficci¨®n digital, y asimilado el salto estil¨ªstico con respecto a todo lo escuchado durante la semana, el concierto acab¨® resultando un tanto mon¨®tono y repetitivo. Una aut¨¦ntica secuencia lit¨²rgica habr¨ªa sido m¨¢s eficaz que esta selecci¨®n demasiado concertante. Y es mejor, sin duda, trasladarse de verdad a Santa Sof¨ªa, aunque lo que es seguro es que ahora ser¨¢ imposible escuchar esta m¨²sica que s¨ª que sonaba en la antigua Constantinopla.
Como es habitual, el carill¨®n de la catedral de Utrecht, cuya torre sigue enfundada en andamios, ha ido recordando, cada cuarto de hora, que en estos d¨ªas la ciudad se vest¨ªa de sus mejores galas musicales del a?o. Adem¨¢s de largos conciertos diarios a las cuatro (a las once los dos s¨¢bados), peque?os apuntes mel¨®dicos de Buxtehude, Bach, Biber y Kuhnau han ido marcando cada quince minutos, como breves apuntes ret¨®ricos, las vidas de los habitantes de esta ciudad en la que, salvo en el interior del transporte p¨²blico, las mascarillas parecen haber pasado a mejor vida. Nadie las lleva, y el centenar largo de conciertos que se han sucedido fren¨¦ticamente estos diez d¨ªas no han sido una excepci¨®n. Las vacunas han hecho posible que la normalidad, o algo muy parecido a ella, haya vuelto a este festival ¨²nico, desbordante y excepcional.
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