El regreso del hijo pr¨®digo
La Fundaci¨®n Juan March recupera una nueva ¨®pera de c¨¢mara de Manuel Garc¨ªa, ¡®I tre gobbi¡¯, que casi dos siglos despu¨¦s de su creaci¨®n se estrena en Espa?a
Ten¨ªamos contra¨ªda una larga deuda de gratitud con Manuel Garc¨ªa, y la Fundaci¨®n Juan March parece empe?ada en saldarla poco a poco. En ello lleva desde que, en 2017, recuper¨® sus ¨®peras de sal¨®n Le cinesi y, dos a?os despu¨¦s, Il finto sordo. Siguiendo esta secuencia bienal, ahora le llega el turno a otra de estas ¨®peras de peque?o formato, I tre gobbi, y poco antes de que acabe el a?o est¨¢ programada una opera per societ¨¤ que produjo el Palau de les Arts, Un avvertimento ai gelosi. En las tres primeras, la Juan March ha encontrado en el Teatro de la Zarzuela a un fiel coproductor, y ABAO/OLBE se les uni¨® en la resurrecci¨®n de Il finto sordo. La direcci¨®n musical ha corrido o va a correr a cargo del pianista Rub¨¦n Fern¨¢ndez Aguirre, mientras que la esc¨¦nica ha ido cambiando de responsables: en el mismo orden, B¨¢rbara Lluch (que repetir¨¢ cerrando el c¨ªrculo en diciembre), Paco Azor¨ªn y Jos¨¦ Luis Arellano.
I tre gobbi
M¨²sica y libreto de Manuel Garc¨ªa. Cristina Toledo, David Alegret, David Oller, Javier Povedano y Andoni Larrabeiti. Direcci¨®n musical: Rub¨¦n Fern¨¢ndez Aguirre. Direcci¨®n de escena: Jos¨¦ Luis Arellano. Fundaci¨®n Juan March, 26 de septiembre. Hasta el 3 de octubre.
Hay motivos sobrados para volver a situar a Manuel Garc¨ªa en el mapa. Bajo un nombre y un apellido tan extendidos se escond¨ªa un hombre excepcional, por sus propios logros y por un legado con diversas ramificaciones que multiplicaron a su vez sus tres hijos: Mar¨ªa Malibran, Manuel Patricio Garc¨ªa y Pauline Viardot, de quien se conmemora este a?o el bicentenario de su nacimiento (lo celebrar¨¢ profusamente a partir del 12 de noviembre el Festival de M¨²sica Espa?ola de C¨¢diz) y que, desde la publicaci¨®n de Los europeos, de Orlando Figes, ha visto c¨®mo su fama y sus logros trascend¨ªan con mucho el ¨¢mbito de la m¨²sica. Fue Garc¨ªa, sin embargo, quien practic¨® primero el internacionalismo que heredar¨ªan sus hijos: Pauline y Mar¨ªa, nacidas ambas en Par¨ªs, fueron aut¨¦nticas celebridades, primero en Francia y luego en media Europa, mientras que Manuel Patricio pas¨® la segunda mitad de su vida ¨ªntegramente en Inglaterra. Sus ¨²ltimos lugares de descanso son tambi¨¦n significativos: Manuel padre est¨¢ enterrado en el cementerio parisiense de P¨¨re-Lachaise y Pauline en el de Montmartre, mientras que Mar¨ªa, casada con el violinista belga Charles de B¨¦riot, fue trasladada de M¨¢nchester, donde muri¨® de resultas de un accidente cuando montaba ¨Cembarazada¨C a caballo, a Bruselas, donde reposa en un imponente templete del cementerio de Laeken. Manuel hijo, que muri¨® a la venerable edad de 101 a?os y fue retratado pocos meses antes por John Singer Sargent, est¨¢ enterrado en el cementerio de la iglesia de St. Edward, en Sutton Place, al suroeste de Londres.
En la entrada que dedica a Manuel Garc¨ªa en su famosa Biographie universelle de musiciens Fran?ois-Joseph F¨¦tis, uno de los precursores de la moderna musicolog¨ªa, tras dar cuenta del estallido de su talento infantil en su Sevilla natal, de su debut en C¨¢diz y de sus primeros ¨¦xitos en Madrid, como cantante y como compositor, afirma que ya entonces ¡°su pa¨ªs se le hab¨ªa quedado demasiado peque?o para su ambici¨®n como artista¡±. Lejos de Espa?a, triunfar¨ªa en Francia y en Italia, donde protagoniz¨® el estreno de dos grandes papeles rossinianos: el de Norfolk, en Elisabetta, regina d¡¯Inghilterra, y nada menos que el de Almaviva cuando Il barbiere di Siviglia se dio a conocer en Roma en 1816, a¨²n con el t¨ªtulo de Almaviva, ossia L¡¯inutile precauzione. Junto con su familia, suyo es tambi¨¦n el honor de haber ofrecido las primeras representaciones de ¨®peras italianas en Estados Unidos: Don Giovanni, de Mozart; Otello, Il barbiere di Siviglia, La Cenerentola, Tancredi e Il turco in Italia, de Rossini, as¨ª como dos obras propias, L¡¯amante astuto y La figlia dell¡¯aria. Despu¨¦s de la gira estadounidense, M¨¦xico lo acogi¨® tambi¨¦n con los brazos abiertos.
Fue aplaudido, por lo tanto, en papeles tanto de tenor como de bar¨ªtono, c¨®micos y tr¨¢gicos, as¨ª como en su doble faceta de cantante y compositor. En uno de los discursos le¨ªdos en su funeral en Par¨ªs, publicados por la Revue musicale en 1832, poco despu¨¦s de su muerte el 10 de junio, el famoso cr¨ªtico Castil-Blaze lo recordaba as¨ª: ¡°Este actor, este cantante al que hemos visto interpretar sucesivamente con una gran superioridad de talento los papeles de Paolino en Il matrimonio segreto; de Almaviva, de Don Giovanni, de Otello, ha terminado su carrera dram¨¢tica con un papel bufo en una ¨®pera del conde de Beramandi representada el a?o pasado en el teatro de Tivoli. Al perder a Garc¨ªa, hemos perdido al Don Giovanni y al Otello m¨¢s perfectos; pero nos ha legado a una fascinante Desdemona, a una encantadora Zerlina, y a una jovencita cuyo porvenir ser¨¢ no menos brillante que el de su hermana. Hemos perdido a un profesor de canto de una capacidad un¨¢nimemente reconocida; nos regala tambi¨¦n a su hijo Manuel, digno heredero de sus talentos como profesor, y que posee a fondo los valiosos secretos de su doctrina¡±. Pauline Viardot, esa jovencita a la que se augura un futuro tan halag¨¹e?o como el de Mar¨ªa Malibran, ten¨ªa entonces tan solo diez a?os. Y la predicci¨®n se cumpli¨® sobradamente.
Pauline aprendi¨® a cantar al tiempo que, desde el piano, o¨ªa a su padre dar clase a sus alumnos. Y estos fueron a su vez los destinatarios de estas ¨®peras de sal¨®n concebidas como instrumentos pedag¨®gicos: para poner en pr¨¢ctica los aspectos t¨¦cnicos ense?ados durante las lecciones y para empezar a moverse y actuar con soltura sobre un escenario. Tan olvidadas estaban estas obras que I tre gobbi ha conocido incluso el pasado domingo su primera interpretaci¨®n en Espa?a. Al igual que sus hermanas, se trata de un divertimento, de una obra menor sin m¨¢s ambiciones que poner a punto las aptitudes musicales y esc¨¦nicas de sus int¨¦rpretes. Rub¨¦n Fern¨¢ndez Aguirre ha metido con buen criterio la tijera en una obra pr¨®diga en repeticiones, con una clara sobreabundancia de determinadas f¨®rmulas, habituales en este tipo de repertorio, mucho m¨¢s deudor del estilo de Mozart y Rossini, el que encumbr¨® a la fama al propio Manuel Garc¨ªa, que de los primeros operistas rom¨¢nticos.
Basada en un intermezzo per musica de Carlo Goldoni, escrito a partir de los recuerdos de una favola que le contaba su abuela de ni?o, ¨¦l mismo resume el atractivo de su trama en el breve prefacio de la primera edici¨®n, de 1749: ¡°?Tres jorobados enamorados de una mujer! ?Qu¨¦ hermoso relato! ?Una mujer seduce a tres hombres! ?Qu¨¦ hermosa historia!¡±. Garc¨ªa adapt¨® libremente los 612 versos del original y construy¨® una operita en dos partes que preserva la estructura dram¨¢tica y los nombres de los personajes: Madama Vezzosa, il Marchese Parpagnacco, il Conte Bellavita y el Baron Macacco Tartaglia. La primera, por lo tanto, una mujer encantadora, irresistible, y sus tres seductores, uno bobo, otro con la vida desahogada que le procura su condici¨®n aristocr¨¢tica y el tercero, un macaco tartaja. Con n¨²meros cerrados, como era habitual en la opera buffa, y sendos finales concertantes para cerrar cada acto, exige a sus int¨¦rpretes humor y virtuosismo vocal a partes iguales. La suerte de estos tres jorobados, con un moderno final que defiende el amor a cuatro, nada tiene que ver con el triste destino, dos d¨¦cadas despu¨¦s, del desdichado Rigoletto o con el del enano jorobado y deforme de El cumplea?os de la infanta de Zemlinsky casi un siglo m¨¢s tarde.
Haciendo honor al nombre de su personaje, Cristina Toledo da vida a la protagonista derrochando encanto y haciendo cre¨ªble la pasi¨®n que despierta en sus pretendientes. Mejora aqu¨ª sus excelentes participaciones en Le cinesi e Il finto sordo y, con una magn¨ªfica dicci¨®n, dio brillo y naturalidad a sus coloraturas, sentido teatral a sus apartes y destac¨®, sobre todo, vestida a la veneciana, en su aria del segundo acto, ¡°Scieu tanto benedetti¡± (que respeta palabra por palabra el original goldoniano), cantada admirablemente. Javier Povedano, como Parpagnacco, tuvo una actuaci¨®n claramente ascendente: empez¨® m¨¢s inseguro, con la voz un tanto constre?ida, pero fue ganando seguridad y confianza, bordando justo despu¨¦s de Toledo su propia aria del segundo acto, ¡°Se vi guardo ben bene nel volto¡±. David Alegret dio vida a Bellavita con gran desparpajo, aunque su l¨ªnea de canto fue menos refinada y su penetrante timbre desequilibr¨® puntualmente los concertantes. David Oller tuvo que cantar tartamudeando casi sin parar, con decenas de notas repetidas, y super¨® la prueba con nota, sin forzar la comicidad del Bar¨®n Macacco en su aria del primer acto, ¡°Sono ancora raga-ga-gazzo¡±, e impartiendo una inusual naturalidad a la interpretaci¨®n de los recitativos.
Rub¨¦n Fern¨¢ndez Aguirre es un entusiasta de este g¨¦nero, y de Manuel Garc¨ªa en particular, y ha vuelto a demostrarlo una vez m¨¢s. No descuida un solo momento a sus cantantes, a los que da entradas ocasionales e incluso dirige cuando puede liberar una mano del teclado. Si en Il finto sordo introdujo compases del bolero Si t¨² me dices ven y utiliz¨® el tema principal de la pel¨ªcula Love Story en el interludio entre ambos actos, aqu¨ª homenaje¨® en id¨¦ntico punto al recientemente fallecido Ant¨®n Garc¨ªa Abril con la interpretaci¨®n del primero de sus Preludios de Mirambel. Su ejecuci¨®n pian¨ªstica no es la m¨¢s refinada, pero tampoco la escritura de Garc¨ªa, marcadamente funcional, permite demasiadas florituras. En estas operitas de sal¨®n, el piano es siempre complemento, nunca sustancia. Para completar las armon¨ªas de los recitativos, el pianista vasco hizo todo un alarde de imaginaci¨®n y fantas¨ªa.
En lo que no ha mejorado esta feliz resurrecci¨®n de I tre gobbi a las recuperaciones anteriores de Le cinesi e Il finto sordo ha sido en el apartado esc¨¦nico. La propuesta escenogr¨¢fica de Pablo Menor funciona casi mejor como instalaci¨®n art¨ªstica que como decorado ¨²til y eficaz. Una esquem¨¢tica estructura roja esconde sobre un cristal que ocultan total o parcialmente varios espejos correderos un fragmento de un bodeg¨®n del pintor flamenco Nicolaes van Veerendael (su manipulaci¨®n constante los ensucia inevitablemente, lo cual afea no poco desde el punto de vista de los espectadores el efecto perseguido). El escenario del auditorio de la Fundaci¨®n Juan March, que hab¨ªa ganado en anchura y profundidad tras la reciente reforma, ve as¨ª contrarrestada la ganancia y los cuatro cantantes se ven obligados a moverse y actuar en un espacio muy reducido. La comicidad que supo extraer Paco Azor¨ªn de Il finto sordo (hay que reconocer que con un argumento m¨¢s propicio a ello) o la mayor coherencia que imprimi¨® B¨¢rbara Lluch a su montaje de Le cinesi apenas asoman en la puesta en escena de Jos¨¦ Luis Arellano, pobre en ideas y cuya mayor baza es el extraordinario vestuario dise?ado por Ikerne Gim¨¦nez, que tiene visos casi de lujo asi¨¢tico en este contexto. Ni la iluminaci¨®n, oscurantista y mon¨®tona, ni el movimiento de actores, ni el propio concepto esc¨¦nico, muy desva¨ªdo, realzan los valores de la obra o sacan partido del humor goldoniano. Tampoco aporta nada la presencia de Andoni Larrabeiti haciendo de perro, de caballo o interfiriendo en demasiados momentos entre los cantantes. El espect¨¢culo lo sacan adelante sus cuatro protagonistas con una excelente actuaci¨®n individual y colectiva. El estreno coincide con las representaciones en el Teatro Real de La Cenerentola, una ¨®pera en la que brillaron en su d¨ªa tanto Mar¨ªa Malibran como Pauline Viardot. Esta compuso a su vez su propia Cendrillon, que fue la encargada de inaugurar este formato de teatro musical de c¨¢mara en la Fundaci¨®n Juan March all¨¢ por 2014. Por eso el domingo revoloteaba en la calle Castell¨® la sensaci¨®n de que estaba cerr¨¢ndose un c¨ªrculo, aunque en diciembre volver¨¢ a abrirse, o a empezar a trazarse uno nuevo, con las representaciones de Un avvertimento ai gelosi, otra de estas miniaturas de Manuel Garc¨ªa, un hijo pr¨®digo al que nunca debimos olvidar.
Babelia
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