El adi¨®s de Enrique Ponce, una inesperada, tard¨ªa e inteligente decisi¨®n
El torero ha hecho honor al habitual oscurantismo taurino y calla la raz¨®n de su despedida
El anuncio de la retirada ¡°por tiempo indefinido¡± de Enrique Ponce, uno de los toreros m¨¢s importantes de los ¨²ltimos 30 a?os, ha tenido menos eco del esperado; quiz¨¢, porque la tauromaquia no vive un momento de especial relevancia social y los matadores de toros ya no son los h¨¦roes de anta?o, y tambi¨¦n porque la muy larga carrera del valenciano ¡ªtom¨® la alternativa en marzo de 1990¡ª ha hecho mella en la ilusi¨®n de los aficionados, muchos de los cuales han pasado de la admiraci¨®n al cansancio.
Pero nunca es tarde si la dicha es buena. El adi¨®s de Ponce ha sido una inesperada, tard¨ªa e inteligente decisi¨®n. Y misteriosa, tambi¨¦n, porque personas de su entorno m¨¢s pr¨®ximo aseguran que desconocen el motivo de la despedida.
Pero ha sido inesperada, s¨ª, porque el torero estaba anunciado en numerosos carteles, hab¨ªa triunfado el d¨ªa antes en Le¨®n y su cuadrilla lo esperaba el lunes en Burgos para hacer el pase¨ªllo; porque hab¨ªa repetido hasta la saciedad que se encontraba en un gran momento profesional y se le ve¨ªa supuestamente feliz junto a su nuevo amor.
Y, de pronto, al caer la noche de ese lunes 28 de junio, un comunicado de diez cortas l¨ªneas que parece escrito por el propio torero anuncia que ha decidido ¡°hacer un alto en el camino¡±.
Ponce no ha sabido ver que su ¨¦poca termin¨® hace tiempo
Inesperada, s¨ª. Misteriosa, tambi¨¦n.
Enrique Ponce ha hecho honor a la condici¨®n que mejor define la tauromaquia moderna: el oscurantismo, la ausencia de transparencia.
Al igual que nunca explic¨® su ansiedad desaforada por torear hasta en los pueblos m¨¢s perdidos de M¨¦xico cuando, en teor¨ªa, no lo necesitaba, tampoco ha contado ahora una versi¨®n cre¨ªble que avale su despedida. Y es de suponer que quienes le han acompa?ado a lo largo de tres d¨¦cadas (a los que el torero agradece su cari?o y apoyo en el comunicado), que son legi¨®n, merecer¨ªan una explicaci¨®n de su ¨ªdolo. Pues ni media palabra.
Es imposible, por tanto, responder a la pregunta fundamental: ?por qu¨¦?
Se pueden barajar motivos profesionales (desgaste f¨ªsico y emocional ante dos temporadas, la de 2020 y la actual, de muy escasa rentabilidad econ¨®mica) y personales (un divorcio que parece complicado y un nuevo amor aireado por ¨¦l mismo, y de qu¨¦ manera, en las redes sociales, asuntos ambos que requieren de una concentrada dedicaci¨®n, incompatible, quiz¨¢, con la que exige el toro¡), pero no se sabe cu¨¢l es el motivo verdadero.
Inesperada, misteriosa y tard¨ªa¡
Treinta a?os son muchos para ocupar un lugar de privilegio en la tauromaquia, a no ser que el toro colabore. Y Ponce lleva a?os eligiendo con mimo el animal m¨¢s c¨®modo ¡ªescaso de fortaleza y tan noble como tonto¡ª con el que se ha ejercitado como el enfermero jefe de la tauromaquia actual.
Este f¨¢cil oponente le ha permitido una evoluci¨®n degenerativa de su toreo, de modo que ha confundido la b¨²squeda de la est¨¦tica con una suerte de cursiler¨ªa sonrojante e impropia de una figura del toreo.
El torero ha dejado la puerta abierta para volver. ?Cu¨¢ndo y para qu¨¦?
Ponce no ha sabido ver que su ¨¦poca termin¨® hace tiempo, que pertenece a otra generaci¨®n, y que su concepto est¨¢ amortizado ante el aficionado.
Por todo ello, la decisi¨®n de colgar el traje de luces es inteligente. Ha hecho lo que ten¨ªa que hacer: irse a su casa, y dejar huecos en los carteles para toreros j¨®venes. Esa es la mejor forma de ¡°tirar del carro¡±, expresi¨®n utilizada por el propio Ponce para justificar su denodado inter¨¦s por ser el primero del escalaf¨®n el a?o pasado.
Pero el torero ha dejado la puerta abierta para volver. Ese ¡°tiempo indefinido¡± que dice el comunicado encierra claramente la intenci¨®n de vestir otra vez el traje de luces cuando las circunstancias se lo permitan.
?Volver, cu¨¢ndo y para qu¨¦?
Enrique Ponce cumple el pr¨®ximo 8 de diciembre 50 a?os; a su edad, un prolongado descanso de varios meses no es la receta m¨¢s id¨®nea para aparecer de nuevo en los carteles de las principales ferias, por mucho cuidado que dedique a la elecci¨®n de las ganader¨ªas.
El cu¨¢ndo es fundamental, pero no lo es menos el para qu¨¦, a no ser que exista un improbable clamor social que exija su vuelta. ?Acaso para despedirse de sus plazas y ¡®pasar el sombrero¡¯, como han hecho compa?eros suyos que han denigrado as¨ª la que parec¨ªa una intachable trayectoria?
Es verdad, no obstante, que este torero merece m¨¢s que cualquier otro una despedida de altos vuelos; solo esa ¨²nica tarde justificar¨ªa una vuelta que hoy es un interrogante.
El hecho de que el adi¨®s sea inesperado, tard¨ªo y misterioso no oculta, en modo alguno, la grandeza de un torero que ocupa un lugar preeminente en la historia. Treinta a?os en la c¨²spide lo dicen todo. El n¨²mero de corridas lidiadas, su regularidad, los ¨¦xitos continuados en las principales ferias de todo el planeta taurino y el reconocimiento adquirido componen una hoja de servicios dif¨ªcilmente alcanzable.
Le ha sobrado, quiz¨¢, complacencia, y le ha faltado sentido autocr¨ªtico, pero no se puede soslayar que naci¨® con una afici¨®n desmedida y con todas las cualidades para ser una gran figura del toreo y un hombre con estrella, un hombre bueno, como lo califican sus amigos m¨¢s cercanos.
Un torero de ¨¦poca, un ser privilegiado, pero humano, con virtudes y defectos, que ha protagonizado una carrera admirable que llega a su final. Ojal¨¢, por su bien y el de la propia fiesta de los toros, sea feliz en esta nueva etapa y no le asalte la tentaci¨®n para volver como si nada hubiera pasado. Han pasado nada menos que treinta a?os como figura del toreo. Casi nada¡
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