¡®Prisioneros de Ghostland¡¯: un infumable disparate con Nicolas Cage al mando

Extravagante, disparatada, ca¨®tica, excesiva¡­ s¨ª, Prisioneros de Ghostland es todo eso y nada. Una distop¨ªa cuyo par¨®dico pastiche de referencias y g¨¦neros es tan exagerado que ni un actor-fetiche del reino del desmadre como Nicolas Cage puede sostener la broma.

El multirreferencial director japon¨¦s Sion Sono dirige en ingl¨¦s una tarantinada pasada por Mad Max donde todo vale. Un cruce de gui?os para cin¨¦filos de fanzine donde el espagueti w¨¦stern se da la mano con el cine de yakuzas y el de samur¨¢is. Prisioneros de Ghostland es un c¨®mic tan autoconsciente que su buscada enajenaci¨®n solo esconde la mano del m¨¢s plasta y redicho de la clase. Aunque quiz¨¢ lo m¨¢s irritante de todo esto es el ah¨ªnco con el que se persigue ese latiguillo del ¡°rel¨¢jate y disfruta¡± que, en el fondo, solo trata al espectador como a un perfecto idiota. El absurdo por el absurdo y todo lo que ya sabemos sin gracia.

La cosa es m¨¢s o menos as¨ª: despu¨¦s de un atraco a un banco que acaba en trauma y masacre, el atormentado antih¨¦roe-Cage recibe el encargo de un mafioso de traje blanco, El Gobernador, para que rescate a su nieta, Berenice, una concubina que en su huida ha ca¨ªdo en una tierra des¨¦rtica y alucin¨®gena presidida por un reloj gigante y un coro de sombras que parecen samur¨¢is infiltrados en un espect¨¢culo de La Fura y rumbo al asalto del Capitolio. Para evitar que Cage se escape en su misi¨®n, la condena la lleva encima en forma de un traje-bomba que, de entrada, le apunta directo a los test¨ªculos.

Quiz¨¢ esta fantas¨ªa post apocal¨ªptica atraiga al extenso club de fans del desatado actor, quienes sumados a los de un cineasta de supuesto culto como Sono (Suicide Club, Love Exposure, Why Don¡¯t You Play in Hell?), conseguir¨¢n entretenerse con esta delirante aventura que para el resto de los mortales solo es un infumable disparate.