Diez grandes pel¨ªculas para cin¨¦filos en el caj¨®n de sastre de Amazon
Buceamos en las plataformas en busca de joyas cinematogr¨¢ficas. En una segunda incursi¨®n se encuentran t¨ªtulos de grandes directores como Joseph Losey y Agn¨¨s Varda
Cada plataforma con contenido cinematogr¨¢fico tiene la imagen que quiere proyectar de s¨ª misma. Sin embargo, m¨¢s o menos escondidos, en ellas siempre hay t¨ªtulos al margen de sus se?as de identidad que, no pocas veces, ofrecen un inter¨¦s incluso mayor. Con Amazon Prime Video ocurre algo extra?o: la imagen que pretende dar es simplemente ninguna. En su cat¨¢logo no parece haber un criterio propio, sum¨¢ndose obras m¨ªticas, formidables, casi desconocidas e infinito contenido de saldo, en un totum revolutum de complicada asimilaci¨®n. No obstante, aunque solo sea por acumulaci¨®n, hay bastante donde elegir.
El orden tampoco es la mejor virtud de Amazon. Y a¨²n menos el funcionamiento de un buscador que solo ayuda a partir de nombres concretos de directores o int¨¦rpretes, porque si se teclean t¨¦rminos que podr¨ªan llevar a parte de su atractivo fondo ¡ªde este tipo: cine de los 50, cine independiente, o premios Oscar¡ª, los resultados son para tirarlos a la basura. Por eso, despu¨¦s de escribir una pieza semejante sobre Netflix hace unas semanas, que tendr¨¢ continuaci¨®n con otras plataformas, nos hemos propuesto rescatar del caj¨®n de sastre de Amazon un pu?ado de grandes pel¨ªculas para cin¨¦filos.
Adua y sus amigas (1960), de Antonio Pietrangeli.
La imposibilidad de escapar de la marca indeleble que la sociedad ha impreso en la mujer. En este caso, la de las prostitutas. Cuando la ley italiana Merlin aboli¨® en 1958 el delito de prostituci¨®n, prohibiendo al mismo tiempo los burdeles, la ¨²nica consecuencia real fue que las profesionales tuvieron que salir al fr¨ªo y a la lluvia de las calles para poder seguir (mal)viviendo. Pietrangeli, con ayuda en la escritura de los magn¨ªficos Ettore Scola, Tullio Pinelli y Ruggero Maccari, retrat¨® el intento de cuatro mujeres por reconstruir sus vidas regentando una trattoria que, en el fondo, parece abocada a convertirse en casa del sexo en las habitaciones de arriba. Con la aportaci¨®n de dos insignes francesas, Simone Signoret y Emmanuelle Riva, y el mito de Marcello Mastroianni, junto con los brillantes primer¨ªsimos planos de Pietrangeli, Adua y sus amigas es sucesivamente esperanzadora, l¨²cida y amarga. El sistema, el de los hombres, siempre termina machacando.
Accidente (1967), de Joseph Losey.
Entre los tres portentosos guiones que Harold Pinter escribi¨® para pel¨ªculas de Joseph Losey ¡ªEl sirviente, Accidente y El mensajero, todos ellos libres adaptaciones de novelas ajenas¡ª, el segundo es quiz¨¢ el m¨¢s abstracto y configura la m¨¢s vanguardista y compleja de las tres pel¨ªculas. El cuadril¨¢tero sentimental formado por dos j¨®venes estudiantes de Oxford, bellos y malditos (Jacqueline Sassard y Michael York), y dos profesores universitarios con mujer e hijos (Dirk Bogarde y Stanley Baker), est¨¢ filmado por Losey como un combate intelectual, alcoh¨®lico y sexual con momentos casi experimentales en la narraci¨®n, la puesta en escena y el montaje. Bogarde, tan torturado por el deseo (y el patetismo) como en El sirviente y en Muerte en Venecia, protagoniza una obra de un elegante ensimismamiento, que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, y en la que Pinter, futuro premio Nobel de Literatura en el a?o 2005, tiene un peque?o papel como actor. Con copia restaurada por el British Film Institute.
Cl¨¦o de 5 a 7 (1962), de Agn¨¨s Varda.
La dolorosa incertidumbre de una mujer que espera los resultados de unas pruebas m¨¦dicas que pueden confirmarle un c¨¢ncer fatal. Dos horas de una existencia ¡ªhora y media, en el tiempo real de la pel¨ªcula¡ª, en las que la soledad de la protagonista, aun siempre rodeada de gente, se expone con una ins¨®lita fusi¨®n entre lo profundo y lo leve de inusual franqueza. Para Cle¨®, interpretada por Corinne Marchand, la belleza y el orgullo forman parte de estar viva, y as¨ª se mueve por el mundo. El tr¨¢fico, los caf¨¦s, las tiendas de moda, los taxis, la m¨²sica, los mercadillos, los charlatanes, las miradas de la gente, los parques. Par¨ªs, la vida, las l¨¢grimas, quiz¨¢ la muerte. Varda retrata el v¨¦rtigo, el f¨ªsico y el psicol¨®gico, a trav¨¦s de una pel¨ªcula en perpetuo movimiento, con dos frases que podr¨ªan encerrar su esp¨ªritu: ¡°Todos me cuidan, pero nadie me quiere¡±, y ¡°me parece que ya no tengo miedo, me parece que soy feliz¡±. De la aflicci¨®n a la esperanza.
La banda de los Grissom (1971), de Robert Aldrich.
Durante la Gran Depresi¨®n, y en medio de la Ley Seca, una banda de criminales formada por una matriarca y sus cuatro hijos, a cada cual m¨¢s perturbado, secuestra a la hija de un millonario con el objetivo de pedir rescate y luego matarla. Sin embargo, el m¨¢s joven, y el m¨¢s demente de todos, se enamora de la chica, lo que es al mismo tiempo un problema para la familia y una penosa tabla de salvaci¨®n para la v¨ªctima. Sudorosa y paranoica, violent¨ªsima y sucia, ¨¢spera y enfermiza, La banda de los Grisson ha tenido una gran influencia en el cine de Quentin Tarantino, aun partiendo de otras dos aguerridas obras ambientadas en la era de la pobreza americana: Bonnie & Clyde, y Mam¨¢ sangrienta. El director de ?Qu¨¦ fue de Baby Jane? la rod¨® en su propio estudio, construido con el dinero que hab¨ªa ganado con Doce del pat¨ªbulo, pero la amoralidad y la ambig¨¹edad de la pel¨ªcula resultaron insoportables para el p¨²blico.
Playtime (1967), de Jacques Tati.
A finales de los a?os sesenta, con su humor tenue y sutil, intelectual de puro sencillo, a base de planos largos y de gags visuales y sonoros de exquisita sutileza, Tati era un cineasta fuera de su tiempo. Felizmente fuera de su tiempo. En Playtime, Mr. Hulot, su personaje desgarbado aunque parad¨®jicamente pleno de finura, se enfrenta con una adorable indefensi¨®n a una civilizaci¨®n tecnol¨®gica, despersonalizada, uniforme y un tanto idiota. Nadie m¨¢s que ¨¦l pod¨ªa hacer un deslumbrante chiste auditivo y t¨¢ctil con su persona sent¨¢ndose en un moderno sill¨®n en una g¨¦lida sala de espera de un edificio de oficinas, y la recolocaci¨®n espont¨¢nea de la tapicer¨ªa como culmen de su batalla contra un mundo que ya no era el suyo. Bueno, Tati y Jerry Lewis, que, llev¨¢ndolo a su terreno, m¨¢s payaso y delirante, culmin¨® el sketch en Smorgasbord (El mundo loco de Jerry).
Me hicieron un fugitivo (1947), de Alberto Cavalcanti.
La posguerra mundial trajo consigo personajes como el que interpreta Trevor Howard en este noir brit¨¢nico de ambiente c¨ªnico y violento, y claroscuros f¨ªsicos y morales: un expiloto de la RAF, h¨¦roe en la batalla, que ahora, con demasiado alcohol en la sangre, aburrido y sin trabajo, coquetea con los bajos fondos y entra a formar parte de una banda de delincuentes que trafica con coca¨ªna. ¡°Necesita una v¨¢lvula de escape¡±, dice de ¨¦l un personaje. ¡°Necesita otra guerra¡±, concluye otro. Cavalcanti, brasile?o afincado en aquellos a?os en el Reino Unido, ya hab¨ªa compuesto en 1945 el mejor episodio del thriller colectivo de terror Al morir la noche ¡ªel del ventr¨ªlocuo, con decisiva influencia en pel¨ªculas posteriores¡ª, y aqu¨ª demuestra su buena mano para la odisea del extraviado con escr¨²pulos al que le van cayendo todos los marrones en forma de cr¨ªmenes no cometidos.
Alicia en las ciudades (1974), de Wim Wenders.
Wenders examina el mito del regreso al hogar tras la batalla perdida, aunque en este caso, metaf¨®rica: la de un periodista alem¨¢n que no ha escrito ni una l¨ªnea para la revista que le encarg¨® un reportaje sobre el paisaje de EE UU, y que ha dedicado el viaje a hacer compulsivas polaroids. En ese eterno y errabundo retorno por ciudades, estaciones de servicio, moteles y aeropuertos, lugares tur¨ªsticos y no-lugares, acompa?ado de la ni?a Alicia del t¨ªtulo, el personaje interpretado por R¨¹diger Vogler, actor fetiche de la primera etapa de su carrera, solo se busca a s¨ª mismo: ¡°Se pierde el Norte cuando se pierde el sentido de la identidad. Por eso necesitas pruebas de que a¨²n existes¡±. Rodada en 16 mm y en blanco y negro, Alicia en las ciudades es un salto al abismo, al otro lado del espejo, hasta alcanzar una nueva mirada.
Walkabout (1971), de Nicolas Roeg.
Nicolas Roeg, maestro de la fotograf¨ªa y del montaje, conceb¨ªa las pel¨ªculas como una m¨¢gica combinaci¨®n de realidad, arte y ciencia, con el a?adido de un elemento sobrenatural. Como una puerta abierta hacia la verdadera naturaleza del tiempo, y quiz¨¢ tambi¨¦n como la primera pista para resolver el enigma de qu¨¦ es lo hacemos realmente en este mundo. En Australia, con sus tonalidades rojizas, el director de Amenaza en la sombra y El hombre que cay¨® a la tierra engendr¨® esta obra maestra sobre el combate entre la civilizaci¨®n y la naturaleza, protagonizada por un adolescente aborigen y dos hermanas brit¨¢nicas perdidas en el desierto del Outback, tras el suicidio de su padre. Aventura, encuentro, sensualidad y paranoia, en una pel¨ªcula alucinatoria en la que cada corte de montaje es un pasaporte para el extra?amiento. La siempre misteriosa influencia del paisaje en la mente del ser humano.
El muelle de las brumas (1938), de Marcel Carn¨¦.
Los dramas nocturnos sobre romances malditos del realismo po¨¦tico franc¨¦s, con personas olvidadas por su sociedad y condenadas a encontrarse entre ellas, tienen en esta pel¨ªcula de Carn¨¦ su paradigma de amor y de tristeza, de decencia y de orgullo. Un desertor del ej¨¦rcito en las colonias, una joven tiranizada por su padrino, unos mafiosos y un suicida son los protagonistas de un relato envuelto en las brumas del t¨ªtulo, basado en una novela de Pierre Mac Orlan, marcado por los l¨ªricos, elaborados y profund¨ªsimos di¨¢logos de su guionista, el poeta de izquierdas Jacques Pr¨¦vert. ¡°?Est¨¢s bien conmigo?¡±. ¡°No puedes imaginarte. Respiro, vivo. Debe ser eso la felicidad¡±. Cuando se declar¨® la guerra en 1939, fue prohibida por ¡°inmoral, depresiva y demasiado angustiosa para la gente joven¡±. Pese a todo, volvi¨® a reestrenarse en 1941 y tuvo una enorme influencia pol¨ªtica y social en la desolada Francia de Vichy.
Siete d¨ªas de mayo (1964), de John Frankenheimer.
Durante la Guerra Fr¨ªa, un alto mando de extrema derecha prepara un golpe de estado contra un presidente estadounidense pacifista que pretende firmar un tratado de no proliferaci¨®n nuclear con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tras la premonitoria en diversos aspectos El mensajero del miedo (1962), Frankenheimer, amigo personal de Kennedy, film¨® en la puerta de los jardines de la Casa Blanca la brutal secuencia de arranque: una multitudinaria pelea entre manifestantes de distinto signo, que ejerce de s¨ªmbolo del ambiente guerracivilista del pa¨ªs. En el mejor di¨¢logo de la pel¨ªcula, cuando el amenazante Burt Lancaster, el general golpista, espeta al presidente interpretado por Fredric March que no est¨¢ capacitado para su cargo y que su actuaci¨®n raya en la negligencia criminal, este le responde con furor y sencillez democr¨¢tica: ¡°?Pues pres¨¦ntese a las elecciones!¡±.
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