¡®Pig¡¯, un sobrio Nicolas Cage en un ¡®thriller¡¯ con gran estilo
Un buen ejemplo del cine criminal asentado en el combate entre campo y ciudad, entre salvajismo y civilizaci¨®n
Truffle Hunters, un ins¨®lito documental de hace dos a?os, puso sobre la mesa cinematogr¨¢fica el fil¨®n de un elemento culinario con un valor extraordinario, y desconocido para casi todos: la trufa. Hasta 11.200 euros se llegaron a pagar por dos ejemplares de 400 y 600 gramos en una subasta de Madrid Fusi¨®n. En aquel documental, los cerdos, o perros truferos, encargados de guiar a los recolectores, ten¨ªan ya una importante presencia, pero lo que ha hecho el director y guionista estadounidense Michael Sarnoski es singular: convertir a uno de esos animales ¡ªuna cerda, en este caso¡ª en el cl¨¢sico objeto de deseo de los grandes thrillers americanos, en esa maleta repleta de dinero, en ese alijo de droga por el que se pelean las mafias, aunque aqu¨ª estas casi formen parte de la gu¨ªa Michelin.
Al frente de semejante apuesta, Sarnoski, debutante de rotundo estilo a la hora de componer las secuencias, delinear el encuadre y dotar de un especial¨ªsimo y calmado ritmo a su pel¨ªcula, ha colocado a Nicolas Cage. Un habitual elefante desbocado, en la cacharrer¨ªa de la mesura. Arriesgado. Pero Cage, perro viejo que se las sabe todas, ofrece una interpretaci¨®n de exquisita sobriedad: la de un antiguo chef convertido en ermita?o retirado en las monta?as y practicante de una vida de indigente, al que le roban su cerda y no va a parar hasta recuperarla.
En ese sentido, el de la obstinaci¨®n, Cage parece un extra?o heredero de aquel Lee Marvin de la obra maestra A quemarropa, al que las mafias deb¨ªan 93.000 d¨®lares y cruzaba la pel¨ªcula pasando por encima de cualquiera que se los negara; o el del padre de Hardcore, un mundo oculto, a la b¨²squeda de su hija en territorio de trata de blancas y cintas porno. Terquedad basada en la personalidad y en la sencillez. La honestidad del profesional, ya sea de la pistola, de la familia o de la b¨²squeda de setas. Adem¨¢s, las caracter¨ªsticas vivenciales del personaje de Cage convierten a Pig en otro de los ilustres ejemplares del cine criminal asentado en el combate entre campo y ciudad, entre salvajismo y civilizaci¨®n, con esa fina l¨ªnea que convierte a unos en su contrario al menor desvar¨ªo. Pausada, sutil y lac¨®nica, deja puertas informativas abiertas para el que quiera echar un vistazo l¨ªrico: las puertas del dolor, el pecado, la rabia y el remordimiento. La gorrina como posible no ya reencarnaci¨®n, sino como rememoraci¨®n de la mujer fallecida.
Sarnoski huye del thriller de venganza al que estamos acostumbrados, y juega con la imagen enloquecida que se ha creado Cage en la ¨²ltima d¨¦cada y media para ofrecer todo lo contrario de lo que se espera. Un trabajo de rara finura en el que, en una secuencia paradigm¨¢tica, se atreve a filmar un bello reencuentro, y un di¨¢logo de no menos de tres minutos, mostrando casi en todo momento a la mujer de espaldas y a much¨ªsima distancia. A la actriz no le habr¨¢ hecho mucha gracia. Al cin¨¦filo con gusto le encantar¨¢. Como tambi¨¦n resolver el mejor duelo de la pel¨ªcula ¨²nicamente con la palabra, y con dos interpretaciones magn¨ªficas: la de oscarizado actor de Leaving Las Vegas y la del no demasiado conocido Adam Arkin, ambos inquietantes, temperamentales y sin alzar la voz ni medio decibelio.
Escueta de metraje y s¨®lida en todo momento, Pig es ese cine americano casi desaparecido, que prefiere la belleza de las formas a la tiran¨ªa del argumento. El silencio de un hombre con aroma a Jean-Pierre Melville en los bosques de Portland.
PIG
Dirección: Michael Sarnoski.
Intérpretes: Nicolas Cage, Alex Wolff, Adam Arkin, David Knell.
Género: thriller. EE UU, 2021.
Duración: 92 minutos.
Estreno: 14 de julio.
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