¡®L¡¯immensit¨¤¡¯: Pen¨¦lope Cruz se crece como ¡®mamma¡¯ italiana en un drama flojo sobre la identidad de g¨¦nero y los ni?os trans

L¡¯immensit¨¤ es una pel¨ªcula ba?ada de nostalgia est¨¦tica para aproximarse a los recuerdos mitificados de una familia que tiene poco de id¨ªlica. Emanuele Crialese, un director cuya carrera despeg¨® en 2002 al ganar en la Semana de la Cr¨ªtica de Cannes con Respiro, se remonta a su propia memoria adolescente en los a?os setenta para mostrar un drama sobre la identidad de g¨¦nero en el que el personaje central es una ni?a, Adriana, que quiere llamarse Andrea, nombre masculino en italiano, y que encuentra en su madre ¡ªque ha optado por llamarlo con un t¨¦rmino medio, Adri¡ª, una mezcla de musa, v¨ªctima dom¨¦stica y enigma.

Este drama no logra calar, pese a moverse entre asuntos de peso, como la violencia machista, o incluso la urban¨ªstica. Lamentablemente, su tonelaje, esa ¡°inmensidad¡± del t¨ªtulo, no acaba por despejar su significado. A trav¨¦s de una serie de estampas familiares desgastadas, el ¨¢lbum de fotos familiar que propone Crialese tiene su baza m¨¢s s¨®lida en la relaci¨®n entre Andrea/Adri y su madre, interpretada por Pen¨¦lope Cruz, que en su tercera pel¨ªcula italiana da vida a una mamma peque?o burguesa redonda, una mujer atrapada en un matrimonio muerto cuyo crescendo dram¨¢tico s¨ª eleva la pel¨ªcula por encima de sus cualidades.

Crialese mima una ambientaci¨®n de ¨¦poca en la que el piso familiar se erige como espejo de una vida perfecta de cara al escaparate pero infernal en su fondo. Situado a las afueras de Roma, desde la terraza del moderno apartamento se adivina una sociedad anclada en las tradiciones y la religi¨®n. A pocos metros del portal, separados por un campo de juncos, se esconde un asentamiento de familias pobres que se convierte en un polo de atracci¨®n para el primog¨¦nito, unos m¨¢rgenes donde nadie cuestiona su g¨¦nero.

La obsesi¨®n por la madre, la manera de observarla y estudiarla al mil¨ªmetro, es el tronco de un filme en el que Pen¨¦lope Cruz eleva su papel a un lugar solitario y desgarrador. El origen espa?ol de esta ¡°madre amant¨ªsima¡± le permite a la actriz explorar la vulnerabilidad del personaje desde un aislamiento estructural, una mujer sin nadie que se pasa el d¨ªa sola con sus tres hijos, que siente debilidad por el primog¨¦nito, el m¨¢s fr¨¢gil, y que se libera de su melancol¨ªa cantando y bailando con ellos. Los n¨²meros musicales de la pel¨ªcula, que evocan la omnipresencia de la televisi¨®n en un hogar disfuncional, no resultan un pegote gracias a la garra que saca la actriz espa?ola para adue?arse de dos mitos italianos como Raffaella Carr¨¤ o Patty Pravo.

Con la fuerza de sus mejores interpretaciones, Cruz compone a una mujer destruida, carcomida por el dolor, que entronca con algunos de sus trabajos con Pedro Almod¨®var, pero que encuentra su propio camino desde la mirada retadora y a la vez cautivada de su hijo. Una madre-m¨¢rtir impredecible aunque bondadosa en extremo, una mujer subida al altar de los recuerdos, tan idealizada como ese cuarto infantil de literas rojas que pone en evidencia la frialdad de un hogar acomodado convertido en c¨¢rcel.