Adi¨®s desde Planilandia, Calpurnio
La obra del ilustrador es un objeto multidimensional, un inmenso y complejo poliedro de infinitas l¨ªneas que se prolongan por dimensiones matem¨¢ticas que escapan a nuestra imaginaci¨®n
Hace unos a?os, en los tiempos de antes de la pandemia, Calpur me llam¨® para que le echara una mano en un nuevo proyecto que ten¨ªa entre manos. Era un proyecto misterioso porque, en otras ocasiones, me hab¨ªa mandado un PDF para que le diera mi opini¨®n o incluso le escribiera un pr¨®logo, pero, esta vez, la explicaci¨®n fue escueta: ¡°Vente a mi casa y ya lo ver¨¢s¡±. El enigma se resolvi¨® r¨¢pido y no me pareci¨® tan, tan arcano: quer¨ªa hacer un ¡°Libro Gordo Calpurnio¡±, un grueso volumen que recopilara toda su obra m¨¢s all¨¢ del c¨®mic.
Aunque la obra del Calpurnio en el mundo del c¨®mic era inmensa, su curiosidad de ni?o inquieto le hab¨ªa llevado a explorar todos los caminos imaginables. La lista, sin querer ser exhaustiva, incluye muralismo, publicidad, ilustraciones, v¨ªdeoinstalaciones, m¨²sica, merchandising, mu?ecos de felpa, barajas de cartas, portadas de discos, decoraci¨®n de locales, dise?o de escenarios de pel¨ªculas, dibujos para textiles, cartelismo, se?al¨¦tica, posavasos¡ ?Hasta una taza de v¨¢ter! Me dec¨ªa, con sorna tranquila, porque Calpur era un hombre apacible y extremadamente humilde, que ante todo ese despliegue parec¨ªa que ten¨ªa un trastorno de d¨¦ficit de atenci¨®n, pero era solo que le gustaba probar todo. Y aunque uno hubiera le¨ªdo los tebeos de Calpur desde que sus monigotes aparecieran en el fanzine El Japo hace ya unas d¨¦cadas; aunque conociera bien que la obra de este zaragozano nacido en 1963 como Eduardo Pelegr¨ªn Mart¨ªnez de Pis¨®n, pero transformado por obra y gracia de apellido en nueva reencarnaci¨®n del romano cayo Calpurnio Pis¨®n, era variada y poli¨¦drica, el torrente de im¨¢genes que vomitaba la pantalla del ordenador superaba con creces lo que pod¨ªa asimilar en una visita a domicilio.
Ya en casa, al pasar las p¨¢ginas y p¨¢ginas de ese libro gordo que dejaba a Petete en parvulitos sin imaginaci¨®n, empec¨¦ a comprender lo equivocado que estaba con Calpurnio. Obnubilado por las implicaciones que supon¨ªan para el noveno arte los descubrimientos de El bueno de Cuttlas, el vaquero samur¨¢i que se hab¨ªa convertido ya en, m¨¢s que marca de la casa, su ¨¢lter ego, hab¨ªa confundido su minimalismo con una cualidad intr¨ªnseca de su obra y de su personalidad. Pero ante esa visi¨®n global de su obra, entend¨ª el misterio al sentirme como el se?or cuadrado de la Planilandia de Edwin Abbot.
El trazo minimal y sencillo no era la expresi¨®n caracter¨ªstica de la obra del dibujante, sino el triste resultado de nuestra limitad¨ªsima percepci¨®n: la obra de Calpurnio es un objeto multidimensional, un inmenso y complejo poliedro de infinitas l¨ªneas que se prolongan por dimensiones matem¨¢ticas que escapan a nuestra imaginaci¨®n, en constante mutaci¨®n por espacio, tiempo y otras variables que ni siquiera llegamos a concebir. Calpurnio hab¨ªa estado en el hotel infinito de Hilbert ¡ªnos lo dej¨® caer en Mundo Plasma¡ª, pero en todas las habitaciones a la vez, en m¨²ltiples realidades que se solapaban simult¨¢neamente para descubrir detr¨¢s de cada puerta la belleza escondida de cualquier objeto. Los murales con l¨ªneas geom¨¦tricas ya no eran simples entramados decorativos, sino mantras visuales que abren moment¨¢neamente la percepci¨®n a esos estados alterados donde, por apenas un instante, podemos adivinar una ¨ªnfima parte del inmenso fractal creativo que Calpurnio pod¨ªa ver.
Las p¨¢ginas de El bueno de Cuttlas son testimonios del paso por esas dimensiones alternativas: la belleza de una f¨®rmula matem¨¢tica se codea con la luz anaranjada de un atardecer, con la m¨²sica de Kraftwerk, la obra de Chirico, la ¨²ltima batalla entre indios y vaqueros o la paz que da recibir un correo en el desierto. Y, de paso, adem¨¢s de darnos envidia por esas visitas imposibles para el resto, dejaba un cat¨¢logo de recursos narrativos sin fin que consegu¨ªan, adem¨¢s, capturar la esencia de un noveno arte acostumbrado a ser elusivo con su definici¨®n.
La pandemia y la enfermedad se aliaron y El libro gordo de Calpurnio es posible que nunca vea la luz, que se pierda por ese multiverso en el que me gustar¨ªa pensar que est¨¢ ahora ¨¦l. Recorriendo de la mano de Cuttlas caminos que se bifurcan sobre s¨ª mismos en dimensiones inexplicables, mientras nosotros nos quedamos aqu¨ª, en Planilandia, sin poder ver por d¨®nde anda, sin poder siquiera imaginar lo que ¨¦l est¨¢ viendo fascinado, anclados en una percepci¨®n limitada de la que ¨¦l supo liberarse. Este pu?etero 2022, que tanto nos ha quitado, nos cierra ahora de golpe la ventana por la que nos dejaba mirar a un visionario, Calpurnio.
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