Volviendo al ¡®underground¡¯
¡®Rock progresivo espa?ol¡¯ es un ambicioso vadem¨¦cum sobre las parcelas secretas del pop espa?ol de los a?os sesenta y setenta
En Espa?a, como suele ser habitual, vamos a la contra. En m¨²sica pop, por ejemplo. Las televisiones hacen catas en los archivos y rescatan con orgullo lo m¨¢s extravagante, de los pantalones de campana a las realizaciones de Valerio Lazarov. Adem¨¢s, el virus del populismo mal digerido lleva ahora a reivindicar el m¨ªnimo com¨²n denominador como medida del arte pop. Y juntan todo: la canci¨®n del verano, la ruta del bakalao, la m¨²sica de verbena, Operaci¨®n Triunfo, la rumba noble y la rumba chunga.
Fen¨®menos dignos de estudio, cierto, pero que ahora eclipsan a todo lo dem¨¢s: se borra todo el pop creativo, desechado por extranjerizante o clasemediero. As¨ª que nada de rock, de cantautores inquietos, de flamenco rupturista, de fusi¨®n. Se agradece, por lo tanto, la sigilosa aparici¨®n de un tomo monumental, Rock progresivo espa?ol, del investigador sevillano Luis Clemente. Advierto que lo de ¡°progresivo¡± se queda corto ante el abanico de estilos que abarcan estos 1.500 discos, m¨¢s docenas de libros y revistas, todos con su portada y su comentario m¨¢s o menos ben¨¦volo. Comienza en 1966, en plena era de los conjuntos, y termina en 1979, justo antes de la eclosi¨®n de la nueva ola, al¨ªas Movida.
El muestrario es asombroso: Clemente indaga en los surcos de artistas, a priori, poco prometedores y encuentra joyas, no necesariamente progresivas, pero s¨ª por encima de la vulgaridad. Funcionaba el s¨ªndrome de la cara b: muchos grupos presentaban como tema principal alguna nader¨ªa impuesta por la compa?¨ªa y al dorso se permit¨ªan experimentar. Uno tiene la impresi¨®n de que en aquellos a?os grababa todo el mundo, desde el poeta beat Carlos Oroza a la esposa del ubicuo productor Garc¨ªa Pelayo (Tessy, que ?interpret¨® una balada de Pink Floyd!). Por no hablar de la abundancia de discos de mensaje cat¨®lico, a veces firmados por frailes o seminaristas; no confundir con los lanzamientos de Shalom, que proced¨ªan de la Iglesia Evangelista de Terrassa y Sabadell.
Todo era posible. Compositores como Manuel Alejandro o Augusto Alguer¨® pod¨ªan escribir para Raphael o Serrat pero tambi¨¦n facturaban trallazos de soul. Los m¨²sicos de fuera sol¨ªan tener abiertas las puertas de nuestras discogr¨¢ficas, incluso en el flamenco heterodoxo, desde el guitarrista londinense Ian Davies al violinista nip¨®n Akira. A pesar de la censura gubernamental, se colaban grupos que hac¨ªan gui?os al cannabis en sus nombres: Griffos o Los Kiffers (para m¨¢s inri, estos barceloneses editaron el tema El sol es una droga, t¨ªtulo con sibilina referencia al LSD).
No se crean, sin embargo, que todo aquel mundillo estaba trufado de subversivos: el locutor m¨¢s in del momento, Jos¨¦ Mar¨ªa I?igo, aupado por la revista Mundo Joven, ya daba muestras de su antipat¨ªa por la evoluci¨®n del pop (¡°el underground es un camelo¡±). Un rechazo que no le impidi¨® publicar Sono Control, una ¡°revista profesional¡± interpretada por las disqueras como impuesto revolucionario para aparecer en sus programas de TVE.
Todas estas peque?as revoluciones han sido olvidadas por la industria discogr¨¢fica espa?ola, que en muchos casos ya no conserva los masters (?ni los contratos!) de los artistas. Su supervivencia en la memoria es obra de coleccionistas, frecuentemente for¨¢neos, que rescatan discos clandestinamente o re¨²nen informaci¨®n: el noruego Dag Erik Asbjornsen explor¨® minuciosamente la parcela spanish en su enciclop¨¦dico recorrido por el progresivo europeo, Scented Gardens of the Mind. Algunos discos se han reeditado ?en Corea!. Bichos ex¨®ticos como Elkin & Nelson, colombianos producidos por Juan Pardo en clave de latin rock, han tenido una segunda vida como llenapistas en la era del balearic beat.
Rock progresivo espa?ol, el libro que hoy celebramos, ampl¨ªa las fronteras de un territorio musical hoy ignominiosamente ignorado. Con sus cerca de dos mil portadas, funciona como gu¨ªa de escucha (y no se pierdan el repaso a los desdichados libros que entonces se publicaban). Se trata, dados sus planteamientos y dimensiones, de un tomo autoeditado y vendido directamente por el autor. Una heroicidad.
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