Roger Waters se enfrenta a un mundo que no comprende en su concierto de Barcelona
El artista ingl¨¦s escenific¨® su dec¨¢logo pol¨ªtico en la primera de sus tres actuaciones espa?olas. Su ¡®show¡¯ trajo a la cabeza a la moci¨®n de censura de Ram¨®n Tamames
El mundo no est¨¢ para tonter¨ªas, debe pensar Roger Waters, convencido, adem¨¢s, de que extraviado y necio necesita su palabra. Cierto, el mundo es un lugar hostil, separado por abismos econ¨®micos, injusticias, violencia, forzados desarraigos, osos polares sobre un cubito de hielo y crisis humanas y humanitarias de toda ¨ªndole, pero ver c¨®mo escenificaba sus soluciones el ex Pink Floyd que ofici¨® de Pink Floyd durante m¨¢s de dos horas y media en el primero de sus conciertos espa?oles trajo de manera inconsciente a la cabeza a Ram¨®n Tamames. Waters, de riguroso negro adelgazante, es un se?or desde luego 10 a?os menor y con mucho m¨¢s vigor f¨ªsico que ¨¦l, pero tambi¨¦n pareci¨® salido de otros tiempos, de otros liderazgos, ambos or¨¢culos de sociedades presuntamente faltas de profetas.
Ese fue el subtexto del concierto de Roger Waters, un espect¨¢culo tecnol¨®gico ante un aforo completo de 17.000 asistentes al que le falt¨® el candor con el que las abuelas aconsejan a sus nietos siempre con la humildad de quienes comienzan a entrever que ya no todo lo comprenden porque todo va demasiado deprisa, a lo loco dicen ellas. Roger Waters est¨¢ seguro de s¨ª mismo, puede que avalado por edad y experiencia se sienta hoy incluso m¨¢s seguro que ayer y por eso, pese al sustrato contempor¨¢neo de su espect¨¢culo, no dej¨® de parecer un se?or mayor dando sus recetas a un mundo que en su groser¨ªa le ha tentado con el brillo de la tecnolog¨ªa.
El espect¨¢culo fue hermoso y bien iluminado, con un escenario en forma de cruz y visi¨®n de 360? sobre cuyo eje se levant¨® una segunda cruz que eran las enormes pantallas que inicialmente descansaban en ¨¦l, con una definici¨®n que permit¨ªa mantener la mirada fija en los ojos de una mosca, vi¨¦ndole el pensamiento. Esas pantallas, en el fondo usadas sin exceso de imaginaci¨®n, vieron pasar toda una suerte de motivos que brillaban m¨¢s por esa cualidad casi t¨¢ctil de la imagen que por su ingenio, atiborr¨¢ndolas con drones, explosiones, polic¨ªas de poca palabra y mucha porra, fajos de billetes al sonar Money, claro est¨¢, disturbios y caras an¨®nimas de individuos captadas por El Gran Hermano. Y muchas m¨¢s cosas de las que solemos hartarnos hasta la insensibilidad por mera reiteraci¨®n informativa, como si las desgracias formasen parte de un paisaje inevitable. Todo ello en un tono grave, circunspecto y amparado por un sonido casi mayest¨¢tico. Roger parec¨ªa sugerir: o¨ªd, lo que os digo tiene enjundia.
Como rabiosa puesta al d¨ªa, por si no hab¨ªa quedado claro que este mundo es un dislate sangriento, esa forma tan actual de hacer pol¨ªtica, basada en frases que cabr¨ªan en una galleta de la fortuna, asertos que finalmente parecen monedas desgastadas por el uso abusivo que de ellas se hace y que se fundamentan en ideas y reivindicaciones que suscriben desde la extrema derecha hasta el anarquismo irredento, perfil ¡°necesitamos derechos¡±. Result¨® lo m¨¢s contempor¨¢neo y vigente de la noche, las palabras hoy son gratis. Para rebajar la contundencia, para Waters seguramente valiente y demoledora, m¨¢s frases en pantalla para explicar al respetable aspectos de su vida y opiniones meticulosamente desarrolladas, sobre todo en la primera parte del concierto, cuando en plan familia Alc¨¢ntara le dio con sus charlas al recital el dinamismo de la procesionaria del pino.
Por cierto, cit¨® a un amigo catal¨¢n que igual en Madrid bien omite, convierte en vecino de Coslada o, al fin y al cabo es amigo suyo y ¨¦l es Roger Waters, mantiene en el gui¨®n. Y de rond¨®n, grandes verdades en las que nadie ha pensado, como que el covid nos limit¨® la relaci¨®n humana, raz¨®n por la que compuso The Bar como lenitivo. Esa primera parte, abierta con un Confortably Numb m¨¢s bien apagado, sostenida por Whis You Where Here (im¨¢genes de Syd Barrett en plan El Cid ya finado), Shine On You Crazy Diamond y cerrada con Sheep y su descomunal ovejita voladora, no fuese no se pillase el mensaje orwelliano, descubri¨® al respetable ignotas verdades como que los presidentes norteamericanos se enfadan y tienen armas y soldados que usan cuando les conviene.
La segunda parte, tras el preceptivo descanso de todo espect¨¢culo serio, tuvo momentos de mayor emoci¨®n, particularmente a partir de Money y hasta su desenlace. Waters habl¨® menos y dijo una verdad que el respetable recibi¨® con divisi¨®n de opiniones, que en una guerra todos los bandos ponen muertos, lo que en tiempos de pensamiento direccional es casi un sacrilegio. El grupo, s¨®lido, amparado por un buen sonido, no era Pink Floyd, pero su forma de retomar las canciones desvi¨¢ndose lo justo del original permit¨ªa al p¨²blico gesticularlas sin temor a error, transitando confortable por camino conocido. Como era de esperar, los temas firmados por Roger al margen de Pink Floyd pasaron como un peaje necesario para escuchar lo que deb¨ªa escucharse, Us And Them, Brain Damage y Eclipse interpretados tras Money en el mismo orden que en The Dark Side Of The Moon, en el que fue el momento estrella y parte final del segundo acto del concierto. Brillaron entonces las miradas y cada cual puso su memoria donde se sinti¨® m¨¢s c¨¢lidamente acogido, quiz¨¢s en tiempos en los que irritaba que alguien te dijese c¨®mo pensar. Pero Rogers exuda seguridad y se atreve con todo, incluso a subir la voz hasta poner en brete la afinaci¨®n. Realmente est¨¢ en forma, realmente se siente necesario, seguro de su visi¨®n, de sus conceptos y de su mirada. Enternece. En tiempos tan convulsos hasta casi da envidia.
Babelia
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