Desde C¨¢diz
Ese ¡°algo¡± que propiciaban los desencuentros literarios entre las dos orillas
A Sergio Pitol la ciudad de C¨¢diz le recordaba Veracruz. Y viceversa, claro. Al llegar a C¨¢diz, donde participo en una mesa redonda sobre ¡°las relaciones literarias entre las dos orillas¡±, he recordado la tarde en que Pitol me llev¨® a conocer la antigua Villa Rica de la Vera Cruz, en la costa Este de M¨¦xico, a orillas del r¨ªo Huitzilapan. Fui pues al lugar donde Hern¨¢n Cort¨¦s barren¨® sus barcos ¡ªno los quem¨®¡ª y edific¨® su primer fort¨ªn en tierra americana. Lo que aquel d¨ªa vi, a orillas del Huitzilapan, fueron las ruinas del fort¨ªn. Por ellas trepaban y se enroscaban, implacables, como si se tratara de una venganza de Moctezuma, las ra¨ªces milenarias de los ¨¢rboles de la zona.
La imagen podr¨ªa ilustrar antiguos desencuentros literarios entre las dos orillas. El de Unamuno y Rub¨¦n Dar¨ªo, el m¨¢s c¨¦lebre quiz¨¢s. ¡°Siempre entre los dos, entre ¨¦l y yo [escribi¨® Unamuno], hubo como una cristalina muralla de hielo. Hab¨ªa algo que nos manten¨ªa apartados aun estando juntos¡±
?Qu¨¦ era ese ¡°algo¡±? Reviso la historia general de las relaciones literarias entre ambas orillas. Hubo de todo, claro: ¨¦pocas muy crudas y otras de alegre navegaci¨®n conjunta. Y coincido con quienes piensan que, en el lado espa?ol, no fueron muchos los autores y editores que supieron ver lo que se escap¨® a toda una generaci¨®n de pol¨ªticos: que la integraci¨®n a la Uni¨®n Europea no era un cambio de estatus, sino una propuesta de mestizaje, un gesto final de adaptaci¨®n al medio que permit¨ªa salvar a un conglomerado de culturas que dejar¨ªan de ser significativas si no se confederaban.
En cualquier caso, la historia dice que la ¡°cristalina muralla de hielo¡± se borr¨®, como m¨ªnimo, en dos ocasiones: en los a?os 30, con grandes autores latinoamericanos solidarios con la Revoluci¨®n espa?ola. Y en los 60, con el estallido del bum Balcells. Muchos a?os despu¨¦s, cuando un cierto declive ya era la sombra de la ¡°¨¦pica latinoamericana del bum¡±, Piglia le dir¨ªa a Bola?o que observara que en realidad los dos estaban m¨¢s cerca de otros estilos ¡°no necesariamente latinoamericanos¡± y movi¨¦ndose ya por otros territorios, donde, si miraban a la noche estrellada, pod¨ªan verse ¡°nuevas constelaciones¡±.
Cuando aquellas constelaciones aparecieron, la literatura de ultramar, aunque solo fuera por los in¨¦ditos temas abordados y en algunos casos por su apertura extraterritorial (Sergio Chejfec ser¨ªa el paradigma de ¨¦sta), se fue distanciando de las antiguas rutas que pasaban por una metr¨®poli en la que hoy conviven, por una parte, el paso doble de lo sentimental sobre la forma y, por la otra, en compensaci¨®n con lo primero, una atractiva pluralidad de voces, y no el panorama homog¨¦neo de autoficciones que creen ver algunos. En el lado americano, se habla, entre otras cuestiones, de migraciones, de la permanencia del feminicidio, y de la tragedia general de estas y otras formas de desapariciones (lean el ¨²ltimo Ruiz Sosa: El libro de nuestras ausencias), por lo que uno dir¨ªa que persevera y hasta va aumentando ese ¡°algo¡± que nos mantiene apartados aun pens¨¢ndonos juntos.
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