La emoci¨®n de recibir un trozo del avi¨®n en el que se mat¨® tu padre en la Guerra Civil
La asociaci¨®n de aviadores de la Rep¨²blica homenajea al sargento Mariano Brufau y entrega a su hijo un fragmento del bombardero Katiuska a los mandos del cual se estrell¨® el piloto en 1937
Es un trozo peque?o, pero caben en ¨¦l una historia y una emoci¨®n enormes. El fragmento de avi¨®n (parte del fuselaje) que recibi¨® en una cajita el pasado s¨¢bado Mariano Brufau, de 85 a?os, pertenec¨ªa al bombardero bimotor que pilotaba su padre, Mariano Brufau Civit, cuando se estrell¨® al despegar para una misi¨®n de combate el 23 de noviembre de 1937, durante la Guerra Civil, en la pista del aer¨®dromo de la S¨¨nia (Tarragona). El aviador, sargento piloto de la Gloriosa, como se conoc¨ªa a la fuerza a¨¦rea de la Rep¨²blica, muri¨® con sus dos compa?eros de tripulaci¨®n al precipitarse al suelo y explotar su aparato, un SB-2 Katiuska sovi¨¦tico, tras colisionar con otro bombardero de su misma escuadrilla. Su hijo ten¨ªa entonces dos meses. El pasado s¨¢bado, convertido en un hombre de 85 a?os, acudi¨® desde Francia, su lugar de residencia, al acto de homenaje a su padre, que se desarroll¨® en el Ayuntamiento de Agramunt (Lleida), de donde era originario el aviador, y en el cementerio de Castellser¨¢ (a 12 kil¨®metros), donde reposan sus restos.
¡°Ha sido una cosa muy emocionante para m¨ª¡±, explica el hijo del aviador en un catal¨¢n con fuerte acento franc¨¦s. ¡°Estoy muy contento tambi¨¦n, aparte de lo personal, de que tantos a?os despu¨¦s se siga recordando a los que dieron su vida por la libertad, que no fue s¨®lo el pap¨¢ sino todos los pilotos que como ¨¦l combatieron el fascismo. Es muy fuerte ver que hoy volvemos a ver las mismas cosas¡±.
Al preguntarle sobre qu¨¦ ha sentido al tener en sus manos un trozo del avi¨®n en el que muri¨® su padre, Mariano Brufau hijo se emociona y se le quiebra la voz. ¡°No s¨¦ c¨®mo decirlo, lo que sent¨ª, es una cosa¡ Como si tocara al pap¨¢, no s¨¦, no se puede ni imaginar lo que sent¨ª. He puesto el fragmento en una vitrina en casa junto a una foto de pap¨¢ y otra de mam¨¢. Mam¨¢ est¨¢ all¨ª, en la misma tumba, porque cuando muri¨® llev¨¦ sus cenizas y las enterr¨¦ junto a ¨¦l. Perdone¡¡±. El hijo del piloto se recompone tras una pausa. ¡°Yo era muy peque?o, me explic¨® mam¨¢ luego, aunque de la guerra no quer¨ªa hablar. Nos marchamos al avanzar el ej¨¦rcito franquista, llegamos a Barcelona en una ambulancia de la Cruz Roja, luego fuimos a Cervera, con mi padrino y la tieta Llu?sa, hermana de mi padre, caminando y en una mula que hab¨ªan comprado. Mam¨¢ conservaba la manta en la que me hab¨ªan llevado envuelto¡±.
Lograron luego llegar a la frontera y pasarla y los llevaron al campo de Argel¨¨s, donde la situaci¨®n era terrible. Afortunadamente, gracias a que su padrino hablaba algo de franc¨¦s y la ayuda de empleados comunistas de los ferrocarriles, consiguieron salir de all¨ª y les dio cobijo una familia francesa. Se instalaron en Sainte L¨¦ocadie, en los Pirineos Orientales, cerca de Puigcerd¨¤ y Ll¨ªvia. Y ah¨ª transcurri¨® la vida de Brufau.
?Ser hijo de combatiente republicano le marc¨®? ¡°Mucho, fui a una escuela de curas, sab¨ªan de d¨®nde ven¨ªa, los otros ni?os me acosaban y me llamaban espa?ol republicano mal parido, recuerdo perfectamente sus insultos; me defend¨ªa como pod¨ªa¡±. Hijo de piloto, ?quer¨ªa volar? ¡°Oh, s¨ª, al acabar los estudios pas¨¦ las pruebas para ir a la escuela de vuelo militar. Pero mam¨¢ no pod¨ªa soportarlo, ¡®morir¨¢s como el pap¨¢¡¯, me dec¨ªa, y lloraba. As¨ª que la escuch¨¦ y al final hice dos a?os de servicio militar en aviaci¨®n en Toulouse, pero en tierra; al menos tocaba los aviones. Me libr¨¦ de ir a la guerra de Argelia por ser hijo ¨²nico de viuda. Luego entr¨¦ en el Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica franc¨¦s (CNRS) como investigador en ingenier¨ªa. Durante un tiempo, la polic¨ªa secreta me ven¨ªa a ver, me preguntaba si ten¨ªa familia en Rusia y cosas as¨ª. Ahora estoy jubilado¡±.
?Qu¨¦ sentimiento le provoca el recuerdo de su padre, el aviador que ese d¨ªa remoto se precipit¨® del cielo sobre los campos de una tierra en guerra? ¡°Me siento¡, c¨®mo decirlo, tr¨¨s fier, muy orgulloso, fue un combatiente contra el fascismo y luch¨® por todo el mundo, no s¨®lo por la Espa?a republicana¡±.
A?adi¨® emotividad al homenaje del s¨¢bado pasado el hecho de que asistiera tambi¨¦n al mismo Aquilino Mata, hijo de un camarada y amigo de Brufau, el tambi¨¦n sargento piloto Jaime Mata Romeu (l¡¯Arbo?ar, 1919-Barcelona, 2004) que despegaba en la misma misi¨®n que ¨¦l a los mandos de otro Katiuska de la misma escuadrilla y que fue el principal testigo de la tragedia. Aquilino Mata es el actual presidente de la Delegaci¨®n Catalana-Norte-Balear de la Asociaci¨®n de Aviadores de la Rep¨²blica (ADAR) y su padre dej¨® un detallado y escalofriante relato del accidente que se encuentra en el archivo de la asociaci¨®n. Part¨ªan de La S¨¨nia la 2? y la 3? escuadrillas de Katiuskas (siempre con pique de cu¨¢l era la mejor), con la misi¨®n de bombardear objetivos en Pamplona y Jaca. La primera patrulla de la 2 ? escuadrilla, tres aparatos, despeg¨® en cabeza, por delante el avi¨®n del capit¨¢n Gumersindo Arean, seguido por el de Brufau y el que pilotaba el sargento Mi?ana. El Katiuska (T¨²polev ANT-40 SB-2), dise?ado en 1933, era un bombardero sovi¨¦tico medio estupendo, muy r¨¢pido (lo que hac¨ªa innecesarios los cazas de protecci¨®n), con dos ametralladoras en el morro, una en posici¨®n dorsal y otra en el vientre y capaz de cargar 6 bombas de 100 kilos; al principio de su llegada a Espa?a, en octubre de 1936, estaban tripulados por sovi¨¦ticos exclusivamente, pero a mediados de 1938 pasaron a manos de espa?oles que hab¨ªan sido instruidos en la URSS. El artista Francesc Torres coloc¨® uno como pieza estelar en su exposici¨®n en 2021 en el Museo Nacional de Arte de Catalu?a (MNAC).
¡°A unos 200 metros del suelo el jefe de la escuadrilla inici¨® el viraje a la izquierda¡±, explica Jaime Mata en su testimonio, ¡°hizo lo propio Brufau, a fin de ganar tiempo cortando el radio, seguido a su izquierda por Mi?ana. Estos dos no se ve¨ªan entre s¨ª. Estaba yo iniciando el rodaje de despegue¡±, contin¨²a Mata, ¡°cuando me percato de que se iban a cruzar. Tengo grabado en mi memoria el siguiente pensamiento de aquel instante: ¡®Hay que ver lo que son los efectos ¨®pticos, estos dos aeroplanos parece que deber¨ªan chocar¡¯. No llegu¨¦ a terminar el pensamiento cuando se consum¨® la tragedia¡±. El avi¨®n de Mi?ana, describe el testigo que lo vio todo desde su cabina, ¡°seg¨® con sus h¨¦lices, accionadas por 850 caballos cada una, los timones de cola del de Brufau, el cual a falta de estos mandos y sin dar tiempo al uso de paraca¨ªdas, por la poca altura que llevaban, se precipit¨® hacia el suelo, explotando los 600 kilos de bombas, 1.720 litros de gasolina y las municiones de las 4 ametralladoras. Todo en un instante. Seguidamente una densa columna de humo negro, ep¨ªlogo de la tragedia vivida en unos segundos¡±.
Por su parte, ¡°Mi?ana, con bombas y todo, con las ruedas recogidas pudo aterrizar en un pedregal, creo que con una sola baja. Del de Brufau, como queda dicho, no sali¨® nadie con vida¡±.
Y contin¨²a el relato: ¡°Los aviones que est¨¢bamos en el suelo paramos los motores, con deseo de dar por terminado el servicio, pero el comandante Pereira no opin¨® de la misma forma, y con unos minutos nos oblig¨® a realizar el vuelo y bombardear el objetivo¡±. Matas, que hab¨ªa estado con Brufau desde que fueron juntos a la URSS a prepararse como pilotos de combate en la c¨¦lebre academia de Kirovabad, qued¨® en estado de choque por haber visto morir de esa manera a su compa?ero. ¡°Cog¨ª tanto miedo a arrimarme a otros aviones que tem¨ªa m¨¢s a los m¨ªos que a la metralla. A causa de ello lleg¨® a peligrar mi continuidad en la escuadrilla. El tremendo choque de la muerte de mi camarada me llev¨® al borde del hundimiento como piloto¡±. Afortunadamente, a alguien se le ocurri¨® enviarlo como observador con un piloto ¡°de los que se arrimaban¡±, super¨® el trauma y pudo volver a ponerse a los mandos de su propio avi¨®n. Llegar¨¢ a ser, recuerdan David Gesal¨ª y David ??iguez en su fundamental La guerra a¨¨ria a Catalunya, 1936-1939 (Dalmau, 2012), con 19 a?os, jefe de una quincena de Katiuskas que quedan al final de la guerra.
La cajita con el trozo de avi¨®n se la entreg¨® a Mariano Brufau hijo Antonio Valldeperes, vicepresidente de la Delegaci¨®n Catalana-Norte-Balear de la Asociaci¨®n de Aviadores de la Rep¨²blica (ADAR), que fue quien encontr¨® el fragmento junto con otros restos del aparato. ¡°Nos cost¨® localizar el lugar donde cay¨® el bombardero pero lo encontramos¡±, explica; ¡°s¨®lo hab¨ªa algunos trozos peque?os porque la mayor parte de lo que qued¨® del avi¨®n fue recuperado como chatarra¡±.
En el ¨²ltimo p¨¢rrafo de su memoria del accidente, Mata escribi¨®: Han transcurrido [entonces] 38 a?os pero Mariano Brufau sigue en nuestra mente como lo que era: uno de los mejores entre tantos y tan magn¨ªficos compa?eros del arma de aviaci¨®n. Que descanse en paz y confiemos que alg¨²n d¨ªa le podamos rendir el homenaje que se merece¡±. El que le han tributado ADAR, el Grup de Recerques de las Terres de Ponent y los Ayuntamientos de Agramunt y Castellser¨¤, ofrenda floral, m¨²sica en vivo, y placa conmemorativa incluidos, cumple los deseos del camarada del viejo aviador ca¨ªdo.
Babelia
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