Peter Br?tzmann, el adi¨®s de un l¨ªder de la internacional del jazz libre
La desaparici¨®n del m¨²sico alem¨¢n pone fin a seis d¨¦cadas de insobornable compromiso art¨ªstico, durante las que estableci¨® puentes entre Estados Unidos y Europa
El saxofonista de free jazz alem¨¢n Peter Br?tzmann, leyenda de la improvisaci¨®n y t¨®tem de la contracultura europea, muri¨® el pasado 22 de junio a los 82 a?os en su casa de Wuppertal. Falleci¨® mientras dorm¨ªa, seg¨²n confirmaron dos de sus sellos: FMP, desde Berl¨ªn, y Trost, desde Viena.
Como tras uno de sus solos huracanados, la noticia reverber¨® durante el pasado fin de semana en las escenas musicales de ciudades como Chicago, ?msterdam, Lisboa, Estocolmo, Cracovia o Londres, donde Br?tzmann teji¨® n¨®dulos creativos con artistas de varias generaciones. La onda expansiva de su desaparici¨®n fue tal, que los asistentes a un concierto de la banda del percusionista Hamid Drake guardaron el s¨¢bado por la noche en Washington un minuto de silencio en su memoria. Durante una trayectoria sin concesiones de seis d¨¦cadas, siempre en la carretera, se dedic¨® a tender puentes entre Estados Unidos y Europa. Drake, que empez¨® a colaborar con ¨¦l en 1987, lo defini¨® como ¡°un sumo int¨¦rprete del lenguaje de la sabidur¨ªa universal de la improvisaci¨®n¡±.
Pose¨ªa un sonido poderoso, ancho y crudo, que pod¨ªa resultar intimidante, como sabe quien se haya asomado a su temprana obra maestra, Machine Gun (1968), cuyos primeros compases optan al t¨ªtulo de la apertura m¨¢s agresiva de la historia del jazz. Como anunciaba su f¨ªsico recio y ese aspecto de Nietzsche con botas de cowboy, lo suyo no era la delicadeza, pero tambi¨¦n sab¨ªa extraer de su saxof¨®n un sonido l¨ªrico, cuya cumbre lleg¨® con el disco 14 Love Poems (1984). En lo personal, era un hombre serio y circunspecto, pero no hosco. Salpicaba sus ideas, nunca prestadas, de palabrotas en un ingl¨¦s rocoso, aprendido lejos de la academia como una manera de asomarse al mundo desde las ruinas de la posguerra alemana.
Pertenec¨ªa a la generaci¨®n que tuvo que aprender a convivir con la culpa nazi y que parti¨® en los sesenta de las ense?anzas de los m¨²sicos de jazz estadounidenses para inventar un lenguaje nuevo, europeo, cuando a¨²n parec¨ªa posible que el arte estuviera llamado a cambiar el mundo y las costumbres. No por casualidad, Br?tzmann grab¨® al frente de un octeto Machine Gun en Dresde en mayo de 1968, y lo public¨® con un dise?o suyo en portada y en su propio sello, Br?. Fueron sus a?os m¨¢s ortodoxamente marxistas. ¡°Durante un breve tiempo fui miembro del Partido Comunista¡±, le dijo en Madrid a este periodista en 2009, ¡°pero ech¨¦ a correr muy r¨¢pido. No soy la mejor persona para aceptar reglas. ¡®Tienes que hacer esto, creer en aquello¡¯, no va conmigo¡±.
Sobre las implicaciones ideol¨®gicas de su arte, explic¨® en otra charla, celebrada en 2017 en Lisboa y nunca publicada: ¡°Cualquier cosa que hagas en un escenario es una afirmaci¨®n pol¨ªtica. Ah¨ª arriba no puedes ocultar nada, no hay escapatoria. Los estadounidenses pecan de entusiastas, de naives. Por m¨¢s que admiro la m¨²sica de [el saxofonista] Albert Ayler, no estoy de acuerdo, por desgracia, en que la m¨²sica sea ¡®la fuerza sanadora del universo¡¯. Hacen falta otras cosas. Me temo que soy un europeo muy pr¨¢ctico, pegado a la realidad. La mejor cr¨ªtica de m¨ª mismo es que no soy un idealista¡±.
Br?tzmann naci¨® en Remscheid, en la regi¨®n de Renania-Norte de Wesfalia, en plena II Guerra Mundial. Su padre, un inspector de hacienda, era un amante de la m¨²sica cl¨¢sica alemana, as¨ª que a ¨¦l le cost¨® su tiempo, como parte de un remordimiento heredado, reconciliarse con esa herencia, ¡°especialmente con Wagner¡±, seg¨²n confes¨® en aquel d¨ªa de finales de julio en Lisboa. ¡°Solo despu¨¦s empec¨¦ a apreciar la obertura de Trist¨¢n e Isolda como una de las piezas m¨¢s bellas de la historia de la m¨²sica¡±. El muchacho tuvo a jazzistas estadounidenses como Sydney Bechet o Coleman Hawkins como tempranos h¨¦roes. El rock, a diferencia de a otros compa?eros de generaci¨®n, que encontraron en ¨¦l un veh¨ªculo para la rebeld¨ªa y formar¨ªan bandas como Can, Amon D¨¹¨¹l o Faust, nunca le dijo gran cosa.
Solo le interes¨® el guitarrista Jimi Hendrix. ¡°No debemos negarlo, pese a que hay quien prefiere hacerlo: el jazz es una m¨²sica americana¡±, dijo Br?tzmann en la conversaci¨®n lisboeta. ¡°Aunque no pretendo despreciar la contribuci¨®n europea desde los 60 en la m¨²sica improvisada; desde entonces ha sido la historia de un toma y daca. En cualquier cosa que yo haga, por muy alejada que est¨¦ de lo que normalmente se llama jazz, siempre puedes escuchar a [los pianistas] James P. Johnson y [Thelonious] Monk o [a los saxofonistas] Ben Webster o Chu Berry. Para m¨ª el blues es la madre de todo. No me estoy refiriendo solo a [el uso de] los 12 compases, si no a que el blues es la esencia misma de la vida¡±.
Vocaci¨®n art¨ªstica
Su primera vocaci¨®n, que nunca abandon¨®, fueron las artes pl¨¢sticas, a cuyo estudio se dedic¨® en Wuppertal, ciudad que tambi¨¦n vio nacer la compa?¨ªa de danza de Pina Bausch, otra figura destacada de la vanguardia alemana. En uno de sus primeros trabajos creativos, asisti¨® al legendario videocreador coreano Nam June Paik, con el que colabor¨® en 1963 con motivo de su primera exposici¨®n importante en Alemania. La revoluci¨®n del movimiento de artistas conceptuales Fluxus, con los que Br?tzmann compart¨ªa la fe en la iconoclastia, fue otra de sus influencias.
Su arte, y su inconfundible tipograf¨ªa, casi siempre en may¨²sculas, adorn¨® la mayor¨ªa de sus discos, as¨ª como muchos de los del sello FMP, Free Music Production, discogr¨¢fica clave de la historia del jazz, que contribuy¨® a poner en marcha en Berl¨ªn junto al productor Jost Gebers y el bajista Pete Kowald. Free Music Production. FMP. The Living Music, libro de reciente publicaci¨®n, completa el relato pintado por una exposici¨®n del mismo nombre de la Haus Der Kunst de Munich, en 2017.
Bajo la r¨²brica de FMP public¨® las primeras joyas de su inabarcable discograf¨ªa: ¨¢lbumes como Balls (1970), Nipples (1969) o el extraordinario Schwarzwaldfahrt (1977), una excursi¨®n, junto al percusionista holand¨¦s Han Bennink, a la Selva Negra, para improvisar durante una semana ante una grabadora port¨¢til de la marca Nagra en comuni¨®n con el sonido del agua del lago, de los p¨¢jaros y del sobrevuelo de los aviones. ¡°Fue una experiencia bella. Es un bosque privado, as¨ª que tuvimos que obtener permiso a trav¨¦s de una radio. Era a final del invierno; a¨²n hab¨ªa nieve. Cada d¨ªa volv¨ªamos a la casa de hu¨¦spedes en mitad del campo en la que nos aloj¨¢bamos nos esperaba la due?a, que cocinaba una trucha pescada del r¨ªo. Fue sencillamente perfecto¡±, record¨® Br?tzmann.
En ?msterdam, y en torno al colectivo Instant Composers Pool (ICP), de Bennink o Misha Mengelberg, encontr¨® uno de sus hogares. Tambi¨¦n en Londres, al calor del sello Incus y de improvisadores como Derek Bailey o Evan Parker. Brotzmann explicaba que el cultivo de una escena paneuropea de jazz libre surgi¨® de forma natural, como en una Uni¨®n Europea regida por los tratados de la guerrilla. Solo un pu?ado de aquellos jovenes airados, como el alem¨¢n Alexander Von Schlippenbach (85 a?os), el holand¨¦s Han Bennink (81) o Evan Parker (79), lo sobrevive.
Luego estrech¨® lazos con m¨²sicos estadounidenses como el trompetista Don Cherry (expatriado en Europa), el bater¨ªa Andrew Cyrille, el saxofonista Steve Lacy o el pianista Cecil Taylor, un habitual en los festivales Total Music Meeting organizados por FMP entre 1969 y 1998 en la Akademie der K¨¹nste (Academia de las Artes) de Berl¨ªn.
La historia de su madurez puede contarse a trav¨¦s de algunas bandas estables que mantuvo desde los a?os ochenta, como Last Exit, con su contundencia cercana al metal, o Die Like a Dog, homenaje al h¨¦roe Ayler. Toc¨® junto a su hijo Caspar y en formato de d¨²o o de tr¨ªo con m¨²sicos de todo el mundo. Uno de sus ¨²ltimos y m¨¢s refrescantes proyectos estables fue junto a la int¨¦rprete de pedal steel guitar Heather Leigh. Defend¨ªa que esas aventuras ¡°deb¨ªan durar tanto como tuvieran que durar¡±; es decir, siempre que siguieran ¡°cambiando y planteando desaf¨ªos creativos¡±.
Superados sus problemas con el alcohol, vivi¨® una nueva juventud al lado de una joven generaci¨®n de m¨²sicos europeos y estadounidenses que lo acompa?aron en una banda que el tiempo ya ha convertido en legendaria: el Peter Br?tzmann Chicago Tentet. Financiada en parte con el dinero obtenido por el saxofonista Ken Vandermark de la prestigiosa beca MacArthur, dotada con 265.000 d¨®lares, planteaba un desaf¨ªo a las reglas log¨ªsticas y econ¨®micas del negocio cada vez que se echaba a la carretera. Sus conciertos eran experiencias tan inolvidables como dif¨ªciles de describir.
Ese era el modo de vida elegido por Br?tzmann: un d¨ªa aqu¨ª, otro all¨ª, de un hotel modesto al siguiente. Fue fiel a ese credo hasta el final, incluso durante los a?os en los que carg¨® con una lesi¨®n en los pulmones causada por soplar tan fuerte por la boquilla del saxof¨®n.
En marzo de este a?o public¨® en sus redes sociales un texto titulado Hechos, escrito en may¨²sculas (menos la b de su apellido), en el que asomaba la rabia y la urgencia ante la inminencia del final: ¡°S¨ª, me averi¨¦ volviendo a casa [de tocar] desde Varsovia y Londres y s¨ª, emergencia, reaminaci¨®n, cuidados intensivos y s¨ª, abandon¨¦ el hospital hace 10 d¨ªas, ahora trato de organizar mi vida y no, no tengo ni idea de a qu¨¦ se parecer¨¢ el futuro y no, no podr¨¦ tocar inmediatamente, tampoco viajar, ni subirme al escenario. No son buenas noticias, amigos, pero as¨ª es la cosa y s¨ª, tratar¨¦ por todos los medios de estar de nuevo en la forma y el fondo de siempre. As¨ª que todo bien, no me quejo. Os deseo lo mejor. b¡±. Aquel mensaje result¨® ser su despedida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.