¡®Don Juan¡¯: el ¨²ltimo baile del mito a la sombra de su masculinidad t¨®xica

Esta interesante, delicada y por momentos desconcertante revisi¨®n del mito de Don Juan est¨¢ planteada como una sutil coreograf¨ªa en la que al eterno narciso no le queda m¨¢s remedio que aprender a bailar solo. Don Juan es una pel¨ªcula musical muy particular cuya coreograf¨ªa casi invisible se va orquestando poco a poco y que, pese a perderse por momentos en su ¨¢spero minimalismo, logra trazar algunas contradicciones y paradojas de la as¨ª llamada masculinidad t¨®xica.

De la mano de dos int¨¦rpretes con gancho, Tahar Rahim y Virginie Efira, la pel¨ªcula apuesta por el metalenguaje al presentarlos como un actor y una actriz que preparan una adaptaci¨®n esc¨¦nica del Don Juan de Moli¨¨re mientras viven su propia tormenta amorosa. Una revisi¨®n tras el Me Too del mito cuyo punto de partida es el del cazador cazado.

La cuarta pel¨ªcula del director franc¨¦s Serge Bozon es un acercamiento al arquetipo desde su ¨ªntimo ocaso: es una mujer quien abandona a Don Juan para convertirse de forma irremediable en su obsesi¨®n. Humillado en el altar, el personaje principal ya no puede pensar en otra cosa y ve a la misma mujer en todas las mujeres. Quiz¨¢ el mayor m¨¦rito del filme es plantear una nueva mirada al donjuanismo en plena crisis de la masculinidad, buceando en su atractivo desde su perplejidad y dolor. Una incapacidad para comprender los porqu¨¦s del rechazo que el actor Tahar Rahim transmite con veracidad.

No sin riesgo, Bozon plantea su narraci¨®n como un drama musical, y ah¨ª est¨¢ el principal desequilibrio del filme: sus n¨²meros pretenden ser tan naturalistas que rozan la inanidad de la m¨²sica ambiente. Esos momentos musicales irregulares se inmiscuyen en medio de un doble ritual, el del escenario y del altar, que juega a la confusi¨®n rom¨¢ntica y en el que emergen celos, desconfianza y hasta un sombr¨ªo y deslavazado relato, el de un viejo pianista que ha perdido a su hija.

Bozon plantea cuestiones interesantes sobre el mito visto desde la actualidad, con Rahim muy c¨®modo en la piel del seductor y Efira no tanto en su multiplicaci¨®n por media docena de mujeres. Los dos int¨¦rpretes, sobre todo ¨¦l, cantan y bailan sin bailar en un drama que lleva demasiado lejos su mirada tenue y deshilachada sobre el drama de las mentiras y trampas de la pasi¨®n amorosa vista hoy desde la vieja atalaya del gran seductor de la literatura.