Stephen Graham Jones: la novela de terror ajusta cuentas con la masacre de los indios americanos
Representante de la nueva narrativa de horror norteamericana, el escritor acude a recibir un premio al festival Sui Generis de Madrid
Hay una historia que el escritor de terror Stephen Graham Jones no puede sacarse de la cabeza. La escuch¨® en una charla de Joseph M. Marshall III, m¨¢xima autoridad de la memoria india estadounidense. Un coche circula de madrugada por una solitaria carretera de las grandes llanuras de Dakota. Sus faros dibujan en una curva la silueta de cuatro jinetes indios cabalgando con sus pinturas de guerra. La fantasmag¨®rica visi¨®n, salida del pasado o del futuro, qui¨¦n sabe, atraviesa el asfalto sin pisarlo y contin¨²a su traves¨ªa hacia la noche. Este, que podr¨ªa ser uno de esos cuentos narrados al calor ...
Hay una historia que el escritor de terror Stephen Graham Jones no puede sacarse de la cabeza. La escuch¨® en una charla de Joseph M. Marshall III, m¨¢xima autoridad de la memoria india estadounidense. Un coche circula de madrugada por una solitaria carretera de las grandes llanuras de Dakota. Sus faros dibujan en una curva la silueta de cuatro jinetes indios cabalgando con sus pinturas de guerra. La fantasmag¨®rica visi¨®n, salida del pasado o del futuro, qui¨¦n sabe, atraviesa el asfalto sin pisarlo y contin¨²a su traves¨ªa hacia la noche. Este, que podr¨ªa ser uno de esos cuentos narrados al calor de una hoguera, se traduce a los ojos de Jones en un relato inconcluso: ¡°El nuestro, el de los indios, en este instante y este lugar llamado por el momento Am¨¦rica. Significa que nuestra historia a¨²n no se ha completado y este sitio puede volver a ser nuestro. Tomaron todas estas tierras, pero ?qu¨¦ hay de esos territorios en la oscuridad que quedan ocultos al ojo blanco? De eso los indios podemos ense?ar un par de cosas¡±, escribe en el prefacio de Never Whistle at Night, la antolog¨ªa a¨²n por traducirse al castellano sobre ficci¨®n oscura nativa que recoge algunas de las voces m¨¢s vibrantes de la escritura india norteamericana actual.
En esa escena reina Stephen Graham Jones (Midland, Texas, 51 a?os). Autor de unos 30 libros, alcanz¨® notoriedad gracias a El ¨²nico indio bueno (2020). En ella, el horror encarnado por el esp¨ªritu vengativo de una mujer con cabeza de ciervo no ensombrece los otros horrores reales que afrontan los protagonistas, cuatro piesnegros a los que la sociedad estadounidense actual relega a un lugar marginal. Hoy, es uno de los escritores de terror m¨¢s aclamados a nivel mundial. Le veremos recibir un galard¨®n m¨¢s, el Sheridan Le Fanu, en el decimoquinto aniversario del festival Sui Generis, que se celebra del 17 al 19 de noviembre en Matadero, Madrid, con la presencia de otras eminencias del g¨¦nero como Paul Tremblay o S. T. Joshi, bi¨®grafo de Lovecraft.
La novela que acude a presentar, Mi coraz¨®n es una motosierra, se ha hecho con los premios Bram Stoker, Shirley Jackson y Locus. Como se intuye desde el t¨ªtulo, es un homenaje al slasher, ese subg¨¦nero f¨ªlmico con un psic¨®pata sangriento y j¨®venes destinados a convertirse en picadillo como principales ingredientes que, en los a?os recientes, ha ganado en reconocimiento. Como ¨¦l mismo reflexiona por tel¨¦fono desde su casa en Colorado, ¡°est¨¢ sucediendo con todo el terror en general. Posiblemente desde la pel¨ªcula D¨¦jame salir (2017), de Jordan Peele, y la novela La balada de Tom el Negro (2016), de Victor LaValle, hemos demostrado que desde el g¨¦nero sabemos dialogar con problemas que afrontamos como sociedad. Ya no estamos mirando desde la barrera, hemos saltado al terreno de juego. El problema es que se diluya nuestra identidad y nuestros ideales solo porque nos hayan invitado a la mesa, porque nos empe?emos en guardar los modales. De momento no ha pasado, crucemos los dedos¡±.
Con Mi coraz¨®n es una motosierra puede estar tranquilo. La protagonista, mitad india, mitad blanca, es una adolescente que se protege de un mundo hostil mirando la vida a trav¨¦s de la m¨¢scara de Jason Voorhees, el psic¨®pata de Viernes 13¡ hasta que su peque?o pueblo en peligro de gentrificaci¨®n acaba convertido en un festival de sangre. Por el camino, subvierte t¨®picos como el de la chica final, la superviviente de la matanza que confronta al asesino, habitualmente m¨¢s parecida a, pongamos, la guapa blanca Neve Campbell (de la ic¨®nica Scream) que a la hero¨ªna de esta novela. ¡°La falta de inclusividad es uno de los aspectos m¨¢s lamentables y da?inos del slasher. Me gustar¨ªa pensar que con esto abro la puerta a que cada vez m¨¢s gente le ponga soluci¨®n¡±. El poder literario de Jones reside, precisamente, en su habilidad para trascender el g¨¦nero. Tras su colecci¨®n de sustos asoma una cr¨ªtica mordaz hacia la situaci¨®n que vive el pueblo indio en EEUU hoy.
En los a?os recientes, el movimiento de reparaci¨®n por el genocidio y el desplazamiento ind¨ªgena ha tomado cuerpo en la literatura y el cine de terror. Pel¨ªculas como Quantum de sangre (2019), de Jeff Barnaby, en la que solo se libra del contagio zombi la poblaci¨®n india, o escritores como Shane Hawk, Nick Medina o Darcie Little Badger toman las riendas de un relato que tradicionalmente ha pertenecido al hombre blanco. Como se encarga de recordarnos la profesora Kali Simmons, autora de la monograf¨ªa The Savage Screen: Indigeneity in Modern American Horror Film (La pantalla salvaje: lo ind¨ªgena en el cine de terror estadounidense moderno), ¡°vivir bajo las condiciones del colonialismo, como persona ind¨ªgena, es existir dentro de una estructura aterradora de desposesi¨®n y violencia. Y, sin embargo, el cine estadounidense ha tendido a imaginar lo contrario, presentando a los colonos blancos y al Estado colonial como v¨ªctimas de indios terror¨ªficos que buscan venganza violenta¡±.
El tropo del indio asesino se gest¨® en las narrativas del cautiverio difundidas a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX por los colonos europeos donde, esencialmente, se retrataban a s¨ª mismos como personas asediadas y raptadas por los salvajes abor¨ªgenes. El profesor Roy Harvey Pearce, que recogi¨® muchos de estos testimonios escritos en su estudio El significado de las narrativas del cautiverio (1947), concluy¨® que, aunque todas parecen surgir de experiencias reales, ¡°fueron evolucionando hacia patrones que se reproduc¨ªan una y otra vez, derivando en algo terrible y extra?o, adoptando el lenguaje de un gacetillero enloquecido m¨¢s propio de un thriller pulp¡±.
El primer flechazo literario de Stephen Graham Jones, a los 11 a?os, fue, precisamente, un escritor de novelillas de indios y vaqueros, Louis L¡¯Amour, que vio la mitad de sus 85 obras adaptadas al cine o la televisi¨®n. Una pieza perfecta del engranaje propagand¨ªstico del american way of life que Jones aprendi¨® a desmontar con los a?os. ¡°Esos westerns pulp, para bien o para mal, ahora son parte de mi ADN como escritor. Solo de adulto he sabido rechazar su visi¨®n de esa Am¨¦rica deshabitada, libre para ser tomada; de que eso llamado ¡®progreso¡¯ era inevitable; de que toda la violencia ejercida forma parte de lo que cuesta ¡®domesticar una tierra¡¯; de que los indios americanos existen en el pasado, no en el presente¡±.
La falta de inclusividad es uno de los aspectos m¨¢s lamentables y da?inos del slasher¡±.
El terror hacia aquel nativo del pasado se extiende hasta nuestros d¨ªas a trav¨¦s de otro tropo infalible: el cementerio indio. La casa de Terror en Amityville se asienta sobre uno; la de Poltergeist, tambi¨¦n. El gato de Cementerio de animales regresa a la vida tras ser enterrado en uno indio; hasta Kubrick lo utiliz¨® para dotar de mayor malditismo al hotel en su adaptaci¨®n de El resplandor. A falta de mayores mitos genuinamente estadounidenses (tienen al Bigfoot y poco m¨¢s), la tierra sagrada conserva un magnetismo id¨®neo para perpetuar ese miedo. La lecci¨®n para Graham Jones est¨¢ clara: los muertos est¨¢n ah¨ª, bajo los pies de todo EE UU, y en cualquier momento pueden reclamar venganza. ¡°Mi sospecha es que temen enfrentarse a su juicio. Esas historias siguen alimentando la ficci¨®n porque si pueden ver lo que les da miedo, si pueden mantenerlo a la vista en todo momento, entonces no podr¨¢ acercarse sigilosamente a ellos, no podr¨¢ atraparlos. Manteniendo esas historias vivas, b¨¢sicamente las castran. As¨ª que les mueve la culpa, s¨ª, pero se expresa como fascinaci¨®n. Es una estrategia para evitar una justa venganza¡±.
A falta de mayor justicia, voces como la de Graham Jones se alzan desde un g¨¦nero sanguinolento para denunciar una atroz realidad perpetuada en el tiempo. ¡°Al escribir estoy haciendo pol¨ªtica, no puedo evitarlo. Tengo muchas hachas por afilar, y las novelas son las mejores piedras para sacarles filo. La exageraci¨®n que admite el terror me permite cortar con ellas las cabezas que quiero. Cuando la gente dice que la ficci¨®n es cat¨¢rtica puede que no se refiera a cortar cabezas. Pero esa es mi catarsis. Y me sienta muy bien¡±, asesta.