Ana Gallardo: ¡°El nivel de violencia que recib¨ª de las monjas fue tremendo, pero se lo agradezco¡±
La artista argentina, que ha hecho de la disidencia feminista una forma de vida, visita Espa?a para inaugurar su exposici¨®n retrospectiva. Violencia sist¨¦mica, menopausia, vejez y orgullo forman parte de una obra tan ¨²nica como ella misma
Ana Gallardo (Rosario, Argentina, 66 a?os) explica sentada en la acogedora mesa comunal de Planta Alta, una residencia para artistas ubicada en un piso antiguo junto a la Plaza Mayor de Madrid, que nunca le ha preocupado el ¨¦xito comercial. Lo suyo ha sido crear redes con otras mujeres. Asiente a su lado Mar¨ªa Us, una guatemalteca kaqchikel de largo pelo plateado, con la que realizar¨¢ hoy una sobrecogedora performance para evocar los cientos de mujeres desaparecidas en eso que tan eufem¨ªsticamente se llama ¡°proceso armado¡±.
Gallardo ha logrado el sue?o que le fue arrebatado a su madre: tener una carrera art¨ªstica, un nombre reconocido internacionalmente y exponer por fin en Espa?a, donde el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), en M¨®stoles, le dedica una retrospectiva hasta el 7 de julio. Su obra, sin embargo, est¨¢ muy lejos de los bodegones florales que practicaba su progenitora: ella ha estado dispuesta a no entrar en los circuitos m¨¢s comerciales a cambio de ser radicalmente feminista y abordar tab¨²es que la mirada patriarcal veta.
Pregunta. ?C¨®mo se dio cuenta de que quer¨ªa convertir el envejecimiento femenino y la menopausia en un tema central de su obra?
Respuesta. Pues yo empec¨¦ con la menopausia joven, con 45 a?os. Fui a hacerme un an¨¢lisis con mi ginec¨®loga de cabecera, convencida de que estaba embarazada, porque adem¨¢s hab¨ªa comenzado a salir con mi pareja actual. Entonces ella mira los resultados y me dice: ¡°Ya est¨¢s atrofiada¡±. Una doctora que tampoco era una jovencita, sin empat¨ªa ninguna me solt¨® eso: ¡°Ya est¨¢s atrofiada¡±. Sal¨ª de ah¨ª desesperada. En aquella ¨¦poca trabajaba en Argentina, en una galer¨ªa para artistas j¨®venes. ?Y yo todav¨ªa me consideraba joven! ?Que a¨²n ten¨ªa posibilidades de hacer una carrera!
P. ?Y esa frase cambi¨® su percepci¨®n?
R. Empec¨¦ a darme cuenta del nivel de violencia que incluso el galerista ejerc¨ªa sobre m¨ª. Yo era artista y a la vez su asistente, las dos cosas, y me di cuenta de que para ¨¦l era como un proyecto. El joven tomaba una vieja para experimentar. Y ah¨ª fue cuando me di cuenta de que era yo misma la que ten¨ªa que ponerse a trabajar en eso. Me dije: ?d¨®nde est¨¢n las mujeres en el mundo del arte? ?Y las viejas? No hab¨ªa.
P. ?Ni en el lado de los marchantes ni el de la creaci¨®n?
R. No hab¨ªa. Ve¨ªas solo a hombres todo el tiempo, j¨®venes y viejos. El reconocimiento era para ellos, para ¡°los maestros¡±. Tuvimos que hacer un trabajo muy fuerte para que se nos reconociese. Pienso, por ejemplo, en Lidy Prati, que fue quien le descubri¨® Kandinsky a los artistas argentinos, pero fue su pareja, Tom¨¢s Maldonado, quien se qued¨® con la gloria de haber sido el gran introductor del arte abstracto en Argentina. Luego, cuando se separ¨® de su compa?ero porque este la abandon¨® por una asistente m¨¢s joven, dej¨® el arte. No hab¨ªa manera de que reconociesen su trayectoria, pero la narrativa que se instal¨® es que lo que la movi¨® fue el despecho porque su pareja se hab¨ªa ido con la secretaria. Ha llevado a?os desmontar esa narrativa.
P. Usted perteneci¨® en los ochenta a una generaci¨®n art¨ªstica, el Grupo de la X. ?Sinti¨® ese desprecio?
R. En el grupo hab¨ªa muchos hombres y muchas mujeres. Pero fueron ellos, sobre todo tres, los que tuvieron verdadero ¨¦xito. Nosotras, incluso hasta finales de los a?os 90, no exist¨ªamos. Hab¨ªa un cr¨ªtico muy famoso en aquel tiempo que cada vez que nombraba al grupo en el peri¨®dico elud¨ªa a las mujeres. Le tuve que llamar un d¨ªa: ¡°?Pero vos sab¨¦s por qui¨¦n estaba formado el Grupo de la X?¡±
P. Es como si fueran invisibles.
R. Claro, no nos ven. No ven lo que no tiene poder. Ellos eran divinos, guap¨ªsimos, j¨®venes. Nosotras embarazadas, madres solas, cargando hijos, trabajando en cualquier cosa y ellos, claro, guiando. Y eso es lo que ven los hombres y el sistema del arte tambi¨¦n: eso que brilla porque ellos lo han impuesto. Es un c¨ªrculo cerrado. Y nosotras fuera, fuera, fuera, fuera.
Ellos eran divinos, guap¨ªsimos, j¨®venes. Nosotras, embarazadas, madres solas, cargando hijos, trabajando en cualquier cosa
P. Por eso siempre dice que est¨¢ interesada en el fracaso. Sin embargo, ?no es un triunfo esta exposici¨®n en Madrid?
R. M¨¢s que como un triunfo lo veo como un derecho o una revancha. Me parec¨ªa importante que Mar¨ªa leyera su texto en Espa?a. Es una performance que gira en torno a los nombres de las desaparecidas en su pa¨ªs, que no se mencionan. Ella se dio cuenta buscando a su hermana. En los libros que exist¨ªan fruto de las investigaciones de la Iglesia no hab¨ªa nombres propios. Y ella no comprend¨ªa el porqu¨¦ de ese anonimato, que es como una forma de silenciamiento. Ambas hemos hablado mucho de que la historia de su pa¨ªs que se lee fuera de Guatemala la escriben mujeres guatemaltecas que han estudiado en Estados Unidos y consiguen fondos para hacer esas publicaciones. Son mujeres que a veces son incluso dirigentes dentro de los movimientos revolucionarios. Faltaba contar esta historia desde un punto de vista diferente, fuera de las narrativas que son hegem¨®nicas.
P. ?Le preocupa que le acusen de apropiaci¨®n cultural?
R. Es muy dif¨ªcil la l¨ªnea en este proyecto, claro. Estoy constantemente en una frontera de la que me puedo caer. Pero creo que me salvo porque yo no estoy hablando de ella ni del drama de Guatemala. Yo estoy hablando de m¨ª. O sea, las dos estamos hablando de nosotras. No fui a buscar a Mar¨ªa para hablar de comunidades o de revoluci¨®n, sino por la relaci¨®n que existe entre nuestras biograf¨ªas. Estamos entretejiendo historias.
P. He visto que en una lista de agradecimientos reciente mencionaba a las monjas de Torrelavega que la criaron en su infancia¡
R. Mi madre era de Santander y quer¨ªa ser artista, pero no la dejaban, solo le permit¨ªan hacer bodegones de flores, pero exponer, ni hablar. Conoci¨® a mi padre, que era poeta y de Granada, en un congreso de la Men¨¦ndez Pelayo. ?l estaba empe?ado en emigrar a Argentina y ella se acab¨® marchando junto a ¨¦l. Pero la relaci¨®n fue un fracaso. Mi madre falleci¨® cuando yo ten¨ªa siete a?os y nos dejaron a mi hermana y a m¨ª con unos t¨ªos mexicanos que nos llevaron de vuelta a Santander y nos ingresaron en un internado. Aquellas monjas fueron muy malas con nosotras porque ¨¦ramos hu¨¦rfanas y adem¨¢s migrantes. Yo era muy rebelde y el nivel de maltrato, de violencia y castigos que recib¨ª fueron tremendos. Pero yo se lo agradezco porque me hicieron refuerte y me obligaron a pensar cosas que jam¨¢s habr¨ªa pensado. Mi arte es mi herramienta de defensa ante el dolor y para m¨ª no hay olvido ni perd¨®n.
Cuando el sistema del arte erudito, inteligente, acad¨¦mico, patriarcal me dice que el arte no sana, pienso: ¡°V¨¢yanse a cagar¡±
P. ?Es una venganza su arte?
R. La educaci¨®n que nos han dado hace que la venganza tenga muy mala reputaci¨®n. O la envidia. Como si no fuesen cosas naturales. Yo envidio todo el tiempo. Al artista. A mi mejor amiga a la que le va mejor que a m¨ª. Pero eso no significa que les vaya a hacer da?o. Al contrario, lo que hago es transitar esa emoci¨®n y ver qu¨¦ hago con ella. El resentimiento es una emoci¨®n que esta sociedad genera de una manera muy dura. Si yo soy una ni?a hu¨¦rfana a la que de un d¨ªa para el otro nadie me explica lo que pasa, me insertan en un lugar que no conozco y me maltratan, eso genera un resentimiento. Pero el arte sirve para sanar. Cuando a m¨ª el sistema del arte erudito, inteligente, acad¨¦mico, patriarcal me dice que el arte no sana, pienso: ¡°V¨¢yanse a cagar¡±; as¨ª en argentino. Si no puedes transitar la pr¨¢ctica art¨ªstica como un espacio de sanaci¨®n, est¨¢s haciendo un producto chiquito que est¨¢ apuntando a un mercado que no quiere conflictos. Punto. Es una opci¨®n. Es una opci¨®n en un mercado hegem¨®nico, patriarcal, machista en el que nunca entr¨¦ por ser mujer.
P. ?Le dar¨ªa miedo vivir ahora mismo en Argentina?
R. No me dar¨ªa miedo, sino que quiz¨¢ me generar¨ªa m¨¢s odio del que ya tengo. El a?o pasado fui diez veces y cada vez que iba ten¨ªa sentimientos divididos: me apetec¨ªa quedarme para darle batalla al presidente, pero a la vez, su llegada al poder es democr¨¢tica. Y, por otro lado, yo me fui a M¨¦xico porque en Argentina no consegu¨ªa vivir de mi trabajo. Y en M¨¦xico s¨ª.
El mercado deglute todas las disidencias y se las apropia para convertirlas en productos de consumo, pero hay que dar la batalla igual
P. ?Cree que se puede llegar a resignificar la vejez femenina de forma m¨¢s positiva? ?Hay esperanza?
R. En Argentina es impresionante la cantidad de colectivos de mujeres, sobre todo en pandemia, que se agruparon, desde la revoluci¨®n de las viejas hasta ¡®Hermana, solt¨¢ la panza¡¯. Est¨¢ habiendo una revoluci¨®n feminista en todas las edades y los hombres heteros est¨¢n atemorizados porque ellos mismos tienen historias oscuras y no saben qu¨¦ hacer con ellas. Se sienten violentados y es lo que hace que las derechas hayan cobrado tanto poder como en Argentina. A Milei le votaron mayoritariamente hombres.
P. ?Se est¨¢ mercantilizando el tema del feminismo?
R. El mercado deglute todas las disidencias y se las apropia para convertirlas en productos de consumo, pero hay que dar la batalla igual.
Babelia
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