Julian Cope, el druida del rock
Con una apabullante discograf¨ªa, el m¨²sico ingl¨¦s ha encontrado tiempo para cultivar su faceta literaria
Es una gracieta que todav¨ªa se repite. Viene a decir que los periodistas musicales no son m¨¢s que m¨²sicos frustrados. Cierto, hay ejemplos de esa vocaci¨®n oculta pero, con id¨¦ntica frivolidad, podr¨ªamos afirmar que existen m¨²sicos que ans¨ªan ejercer como escribas musicales. Se me ocurren casos de artistas que incluso han brillado en esa labor: Ben Sidran, en el jazz, o Julian Cope, en el rock.
Sidran nos acaba de visitar, as¨ª que supongo que no hay necesidad de presentarlo. Lo de Cope resulta m¨¢s espinoso: disfrut¨® de ¨¦xitos, con el grupo The Teardrop Explodes y bajo su nombre, pero en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha pasado al underground, a la clandestinidad del sello discogr¨¢fico propio (una decisi¨®n motivada por su antipat¨ªa hacia la industria establecida, m¨¢s que por necesidad) y a liarlo todo con obscuros proyectos paralelos.
Lo pasmoso: mientras se sumerg¨ªa en esos charcos, Cope se manten¨ªa activo como escritor, incluyendo dos libros de memorias y una novela. Tambi¨¦n ejerci¨® de music¨®logo erudito con Krautrocksampler y Japrocksampler, personal¨ªsimas visiones panor¨¢micas de la eclosi¨®n del rock alem¨¢n y el japon¨¦s. El segundo, subtitulado C¨®mo el rock le vol¨® la cabeza al Jap¨®n de posguerra, fue traducido aqu¨ª por Contra; con tal motivo, Cope incluso concedi¨® una entrevista a I?igo L¨®pez Palacios, publicada en Babelia.
Durante 10 a?os, Cope public¨® en su p¨¢gina (headheritage.co.uk) un ?lbum del mes. Cr¨ªticas torrenciales donde exploraba desde discos malditos de los a?os sesenta a lanzamientos independientes del siglo XXI, que, para hacerse una idea, no suelen aparecer en Spotify. Desbordante de entusiasmo y coloquialismos, su estilo es m¨¢s Lester Bangs que Greil Marcus. Su canon del rock deja fuera el blues blanco, los singer-songwriters o los virtuosos (aunque puede detectar similitudes entre algunas grabaciones de John McLaughlin y los martilleos de Black Sabbath). Sus filtros est¨¦ticos son estrictos pero carece de prejuicios: lo mismo celebra al Battiato electr¨®nico que a la banda sevillana Orthodox, con su metal-de-Semana-Santa.
Esos textos est¨¢n recopilados en un tomo de m¨¢s de 700 p¨¢ginas, Copendium, t¨ªtulo que ¡ªquiero pensar¡ª tambi¨¦n es un saludo a Compendium, legendaria librer¨ªa de Camden que compart¨ªa su pasi¨®n por los conocimientos no convencionales. Simult¨¢neamente, Cope ha desarrollado otra carrera como fan de la arqueolog¨ªa, con dos libros dedicados a monumentos prehist¨®ricos que encajan con su cosmovisi¨®n pagana. El primero, The Modern Antiquarian, vendi¨® lo suficiente para justificar un documental de la BBC.
All¨ª reconoce que tard¨® en explorar esos lugares sagrados; solo lo hizo cuando aprendi¨® a conducir, ya treinta?ero (¡°Una estrella del rock siempre tiene ch¨®fer para moverse, aparte de que normalmente est¨¢ tan resacoso que no podr¨ªa ponerse al volante¡±). Como rock star, Cope se ha movido con su veleta mental. La figura angelical de Top of the Pops termin¨® despoj¨¢ndose de todo: est¨¢ desnudo, bajo un caparaz¨®n de tortuga, en la portada del ¨¢lbum Fried; termin¨® adoptando un look entre ¨¢ngel del infierno y oficial de la Wehrmacht. En los ¨²ltimos a?os, Cope parece alejado de la escritura, aunque todav¨ªa sostiene un inabarcable flujo de discos. Me le imagino durante el pasado solsticio de verano, pasando la noche en el c¨ªrculo megal¨ªtico de Avebury, que ¡ªa diferencia de Stonehenge¡ª no est¨¢ vallado. Entre tantos freaks, hasta pudo pasar inadvertido.
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