Cuando J. D. Vance era el autor de ¡®Hillbilly: una eleg¨ªa rural¡¯, antes de ser el n¨²mero dos de Trump
El aspirante republicano a la vicepresidencia logr¨® la fama con sus memorias, en las que ilustra su procedencia: una familia pobre en un lugar arrasado por la devastaci¨®n industrial, el Cintur¨®n del ?xido
Cuando apareci¨® la autobiograf¨ªa de J. D. Vance en 2016, Hillbilly: una eleg¨ªa rural (Deusto, traducci¨®n de Ram¨®n Gonz¨¢lez F¨¦rriz), su autor pod¨ªa decir que era un joven de 31 a?os que no hab¨ªa inventado una tecnolog¨ªa genial pese a trabajar en Silicon Valley, ni hab¨ªa fundado una gran empresa ni hab¨ªa hecho nada extraordinario. Solo se hab¨ªa graduado en la muy elitista universidad de Yale, pese a venir de una familia pobre y de un lugar arrasado: los inmensos Apalaches y la devastaci¨®n industrial que hab¨ªa vivido ya y sigue viviendo el Cintur¨®n del ?xido, como dice varias veces: ¡°Del este de Kentucky al sudoeste de Ohio¡±.
El actual aspirante republicano a la vicepresidencia, n¨²mero dos de Donald Trump, es lo que los estadounidenses llaman un hillbilly, gente dura y pobre, blancos que han trabajado en la miner¨ªa del carb¨®n, despu¨¦s en las acer¨ªas y m¨¢s tarde en la nada. La edici¨®n inicial de 10.000 ejemplares salt¨® hasta los 300.000 a toda velocidad sin perder nada de su inconfundible estilo, o quiz¨¢ precisamente por eso: ¡°Le metemos una sierra el¨¦ctrica por el culo a quien insulta a nuestra madre¡± o dos bragas en la boca al idiota que ha dicho que le comer¨ªa las bragas a una hermana: el honor de la familia y el sentido compacto de comunidad es sagrado.
Una sociabilidad familiar fundada en la violencia, la incontinencia emocional, las peleas y los insultos como norma est¨¢ detr¨¢s de su diagn¨®stico sobre una crisis existencial que no se debe solo a las malas pol¨ªticas gubernamentales sino a factores que hay que abordar como problemas reales e insolubles de forma instant¨¢nea. ?l cont¨® con una abuela que le salv¨® la vida, sin contemplaciones y soltando tacos como una ametralladora, y fue ¡°lo mejor¡± que le ha ¡°ocurrido jam¨¢s¡±. Cuando Vance siente dudas sobre su identidad sexual, su abuela le pregunta si le gusta ¡°chupar pollas¡±, ¨¦l contesta que no, as¨ª que la abuela concluye prudentemente: ¡°Entonces no eres gay. Y aunque quisieras chupar pollas, no pasar¨ªa nada. Dios te querr¨ªa igual¡±, un poco antes de amenazar a la madre con plantarle ¡°el ca?¨®n¡± de su pistola en la cara si ella volv¨ªa a amenazar de muerte al chaval. Aunque la madre no cambi¨® el h¨¢bito de la ¡°puerta giratoria de figuras paternas¡± (Vance apenas conoci¨® a su padre biol¨®gico pero s¨ª a infinidad de novios de la madre), ni abandon¨® el consumo abrasivo e intermitente de alcohol, sedantes y hero¨ªna.
Fue la abuela quien le compr¨® una calculadora cient¨ªfica de 180 d¨®lares para el instituto, y le dijo: ¡°Mejor que empieces [los deberes] de una puta vez. No me gast¨¦ hasta el ¨²ltimo centavo que ten¨ªa en ese peque?o ordenador para que te toques los huevos todo el d¨ªa¡±. Es la misma ley de la ¡°justicia hillbilly¡±, al estilo de su madre, que roci¨® de gasolina a su marido y le prendi¨® fuego con una cerilla mientras dorm¨ªa la borrachera (lo salv¨® la hija). Gente extrema quiere decir la ley del clan y un sentido impreciso de la legalidad, como el abuelo que ten¨ªa una gigantesca planta de marihuana en el patio trasero de casa. ?Y qu¨¦ iba a hacer el abuelo m¨¢s que ense?arle c¨®mo se liaba un porro al joven Vance de 12 a?os?
De hecho, el libro quiere ser un manual pedag¨®gico para aprender a revertir la descomposici¨®n social de un orden estable y previsible que arranc¨® en los ochenta, y reducir su crueldad y su irracionalidad impulsiva. En la encrucijada de escoger la universidad o los marines, Vance escoge los marines un a?o despu¨¦s del 11-S sin el menor fervor patri¨®tico, sino como salida ¨²til en t¨¦rminos de disciplina y estabilidad interior (pero lleno de miedos). Lo que se llev¨® de aquellos cuatro a?os (con unos meses destacado en Irak en 2005) fue una in¨¦dita confianza en s¨ª mismo, una vida pautada, informaci¨®n ¨²til y una regularidad desconocida hasta llegar, ya como veterano marine (y en parte financiado con fondos p¨²blicos) a la universidad p¨²blica de Ohio State para buscarse all¨ª la vida como trabajador a tiempo parcial en una ONG para ni?os maltratados y abandonados, y ser tambi¨¦n asesor de un senador de la c¨¢mara estatal de Ohio.
Bast¨® ese escaso tiempo para comprobar que no, que su abuela no siempre ten¨ªa raz¨®n y no todos los pol¨ªticos eran una panda de ladrones. Pese al contagioso esp¨ªritu de derrota y desapego de su tribu ¡ª¡°Soy la clase de patriota del que se r¨ªen en la costa Este¡±¡ª, y pese a pecar de ¡°sentimentaloide¡±, no calla su ¡°abrumador agradecimiento¡± a Estados Unidos. Mientras Barack Obama encarna el buen funcionamiento de la meritocracia, todos sus amigos hillbillies saben que no est¨¢ hecha para ellos, aunque las recomendaciones alimentarias de Michelle Obama sean saludables y pertinentes o Barack Obama sea un buen padre: ¡°Obama golpea en el coraz¨®n de nuestras inseguridades m¨¢s profundas¡± precisamente porque tiene raz¨®n. Y s¨ª, es verdad que existe ¡°una industria de te¨®ricos de la conspiraci¨®n y lun¨¢ticos¡±, escribe en 2016, pero la desconfianza de la clase trabajadora blanca es m¨¢s honda y ha calado muy profundamente. ¡°Para muchos de nosotros, la prensa libre ¡ªbaluarte de la democracia estadounidense¡ª est¨¢ de mierda hasta el cuello¡±, a?ade.
El cuadro resultante es un reto directo al discurso conservador sobre la clase trabajadora blanca: no, no es culpa ¨²nicamente del gobierno el fracaso vital sino el resultado de malas decisiones y del feroz escepticismo social sobre las posibilidades de futuro. La cultura del resentimiento arraigada empeque?ece un poco m¨¢s el horizonte y acent¨²a el miedo a escapar de la tribu y sentir una incomodidad cr¨®nica, una inseguridad paralizante, vivir con el sentimiento del desplazado encima desde siempre, el que est¨¢ fuera de lugar, el que no encaja, el que no tiene modales, el que no sabe vestirse para una entrevista o¡ el que estudia Derecho con beca en Yale casi gratis el primer a?o porque es el m¨¢s pobre de la facultad.
Cuando trabaja como cajero de un s¨²per descubre que a su familia de pobres no le dar¨ªan el cr¨¦dito que s¨ª le dan a otras m¨¢s pudientes, pero descubre sobre todo la desconfianza ante los abusos del estado del bienestar por parte de los subsidiados, sus trampas, su indiferencia para prosperar. Ah¨ª anida el aceleramiento del rencor contra la propia clase por vaga, por negligente, por indolente y perezosa a costa de los impuestos que ¨¦l, y otros como ¨¦l, pagan con su sueldo, como ve¨ªa cada mes en la n¨®mina. Es el ¡°primer indicio¡± de que las pol¨ªticas del ¡°partido de los trabajadores¡± que vota su abuela ¡°no eran tan buenas como se dec¨ªa¡±, por sobreprotecci¨®n o protecci¨®n equivocada y tard¨ªa. Identifica en su propio entorno social la corresponsabilidad de la p¨¦rdida de una ¨¦poca dorada que nunca existi¨®, asociada a la disminuci¨®n de la fe y del sentido de comunidad como red de apoyo para chavales pobres y familias descompuestas entre mudanzas incesantes, peleas furiosas en casa y en el resto del vecindario y la omnipresencia de las drogas y las armas.
El paso en una d¨¦cada del voto incondicional dem¨®crata de los Apalaches y el Sur al voto incondicional a los republicanos se explica, seg¨²n Vance, porque muchos de clase trabajadora blanca se sienten pagando la vida padre a los subsidiados que viven del ¡°Estado del bienestar sin hacer nada¡±. O dicho de otro modo: se posiciona contra un gobierno ¡°que alentaba la decadencia social mediante el estado del bienestar¡±, aunque la causa determinante est¨¢ en el deterioro de una vieja comunidad de cultura y fe: esa es la aut¨¦ntica eleg¨ªa que entona este libro ante la disoluci¨®n del orden familiar entre gentes derrochadoras, vociferantes, furiosas, violentas, inconsecuentes, caprichosas e irracionales. Por eso es tambi¨¦n un canto de gratitud a la misma abuela que amenaz¨® al muchacho con atropellar a los compa?eros que fumaban hierba si incumpl¨ªa la regla de no verlos.
AntiTrump
La inequ¨ªvoca conciencia de clase que exhibe en el libro tiene doble direcci¨®n: el sentimiento de estar traicionando a su comunidad por estudiar en Yale (hasta el extremo de ocultarlo cuando vuelve a su pueblo en Ohio) y la vivencia del desplazamiento o incluso el desprecio t¨¢cito al saber que procedes de un ambiente pobre de misericordia. La cena al principio del segundo curso con los cazatalentos de un alt¨ªsimo despacho de abogados es antol¨®gica (¡°Turismo de clase¡± lo llama brillantemente), incluida la angustia de no saber que pod¨ªa existir un vino blanco chardonnay y otro sauvignon blanco¡ Se inclin¨® por el m¨¢s f¨¢cil de pronunciar mientras descubr¨ªa la megademocr¨¢tica ¡°sociedad de los contactos¡± y el significado pr¨¢ctico de la expresi¨®n ¡°capital social¡±, sin reprimir el humor que empapa casi todas las p¨¢ginas.
Los art¨ªculos cient¨ªficos de The Yale Law Journal (de la que ser¨ªa editor el propio Vance) ¡°parecen las instrucciones de un calefactor: secos, formularios y escritos parcialmente en otro idioma¡± (mi padre dir¨ªa que m¨¢s bien en arameo). Pero tampoco se corta con la herencia de un entorno infantil violento, falt¨®n y agresivo: ¡°Mete a dos como yo en la misma casa y, sin duda, tendr¨¢s un accidente radioactivo¡±, porque esa herencia perdura y act¨²a, siempre lista a emerger en forma de impulsividad agresiva, desplante, algarada o choque frontal contra un conductor descuidado o un comentario impertinente.
Hace ocho a?os Vance no cre¨ªa en las monsergas del populismo trumpista: ¡°Estos problemas de familia, fe y cultura no son como el cubo de Rubik, y no creo que existan las soluciones¡± m¨¢gicas o innovadores programas gubernamentales para solucionarlos de una vez. La furibunda reacci¨®n de la campa?a electoral Biden / Harris contra el nuevo candidato en un comunicado intempestivo es la desesperada reacci¨®n ante una decisi¨®n pol¨ªtica realmente inteligente y con m¨²sica vencedora por parte de los republicanos: malas noticias electorales de cara a noviembre y al menos a d¨ªa de hoy, se mire como se mire, aunque pueda ser tambi¨¦n Vance el futuro que reubique al Partido Republicano en coordenadas que expulsen el trumpismo desquiciado, destructivo y demag¨®gico. De hecho, es algo m¨¢s que gratificante su convicci¨®n de hace ocho a?os de que ¡°podemos ajustar c¨®mo nuestros servicios sociales tratan a familias como la m¨ªa¡±, entender de otro modo lo que es el sentido de familia extendida en ese entorno, comprender mejor los obst¨¢culos que encuentran los chavales en medio del caos, la pobreza y la violencia estructural. La esperanza democr¨¢tica es que el Vance de ayer est¨¦ en alg¨²n lugar del Vance de hoy, aunque sea t¨¢cticamente agazapado.
Babelia
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