No solo t¨² ves demasiados tuits de Elon Musk
El jefe de X es el mayor trol en la red antes conocida como Twitter, convertida en el para¨ªso de extremistas y creyentes en bulos. Un documental explica la decadencia de la plataforma en paralelo con la deriva ideol¨®gica de su due?o
Uno de los trabajos m¨¢s dif¨ªciles del mundo tiene que ser el de moderador de contenidos en X, la red social antes conocida como Twitter. No porque tengan que hacer mucho, si ya no reprimen casi nada, sino porque el trol m¨¢s prominente es el propio due?o de la compa?¨ªa, Elon Musk, el muy impulsivo hombre m¨¢s rico del mundo. Solo esta semana, Musk ha tuiteado un v¨ªdeo falso de unos supuestos mandos militares venezolanos sublevados contra Maduro (luego lo borr¨®), entre muchos otros mensajes contra el dictador de Caracas; ha compartido que ¡°Estados Unidos se convertir¨¢ en Venezuela si no gana Trump¡±; ha publicado un v¨ªdeo fake en el que la voz suplantada de Kamala Harris admite que es ¡°una marioneta del Estado profundo¡±; ha afirmado que la Casa Blanca promueve la inmigraci¨®n ilegal para importar votantes (cuando es obvio que no pueden votar); y ha jaleado a Donald Trump: ¡±?Salve a nuestros hijos!¡±, porque el candidato republicano promete prohibir ense?anzas sobre racismo, sexualidad o g¨¦nero en las escuelas.
Ning¨²n usuario de X puede escapar de los tuits del jefe de la plataforma. ¡°Si crees que ves demasiados tuits de Elon Musk, no est¨¢s loco¡±, se dice en el documental Twitter en la era de Elon Musk, de dos cap¨ªtulos, que ha estrenado Movistar+. En efecto, la visibilidad de los tuits de Musk en la red es la m¨¢xima posible, y ¨¦l tuitea decenas de mensajes al d¨ªa. A menudo son teor¨ªas conspirativas delirantes, y algunas de ellas desprenden un hedor de antisemitismo: escribi¨® que George Soros, el villano favorito de los ultras, ¡°quiere destruir a la humanidad¡±; comparti¨® como ¡°verdad¡± que los jud¨ªos est¨¢n alentando lo que llaman el ¡°gran reemplazo¡±, la sustituci¨®n de la mayor¨ªa blanca por minor¨ªas inmigrantes (tras esto ¨²ltimo quiso hacerse perdonar visitando Auschwitz e Israel). Tambi¨¦n dio cr¨¦dito a la versi¨®n (hom¨®foba e infundada) de que el marido de Nancy Pelosi, Paul, estaba con un prostituto cuando fue agredido con un martillo en su casa. Llam¨® a procesar a Anthony Fauci, el cient¨ªfico que asesor¨® al Gobierno de EE UU durante la pandemia. Y ha publicado infinidad de mensajes contra la transici¨®n de g¨¦nero en adolescentes, una de las obsesiones de alguien que tiene una hija trans con la que rompi¨® toda relaci¨®n.
El programa es una producci¨®n de Frontline, reputada divisi¨®n de reportajes de investigaci¨®n de la PBS, y pone en evidencia a trav¨¦s de testimonios internos el terremoto desatado en la compa?¨ªa cuando Musk la compr¨® en 2022. El jefe de Tesla, Space X y Starlink sostiene que Twitter era una dictadura de los progres, que hasta osaron cancelar la cuenta de Trump, as¨ª que convirti¨® la rebautizada como X en lo contrario: el para¨ªso de los troles como ¨¦l, los neonazis, los supremacistas, los de QAnon, los bots de Putin y los siniestros incel. El mensaje m¨¢s rotundo fue el desmantelamiento s¨²bito de los equipos de moderaci¨®n, ya insuficientes para contener la marea de basura, y una amnist¨ªa general para las cuentas suspendidas por difundir discursos de odio o llamamientos a la violencia. ¡°Fue como una batse?al para los mis¨®ginos, racistas y hom¨®fobos¡±, se dice en el documental, en alusi¨®n a la imagen que, en la ficci¨®n, se proyecta en el cielo para que acuda Batman. En ese momento se dispararon los contenidos con palabras prohibidas, como la que aqu¨ª citan como ¡°N¡± (de nigger, el t¨¦rmino m¨¢s insultante posible para las personas negras), que se us¨® un 500% m¨¢s.
Elon Musk se dice un ¡°absolutista de la libertad de expresi¨®n¡±. Pero es falso que X sea ahora m¨¢s neutral: ciertos tuits son amplificados a enormes audiencias (los del jefe para empezar) y otros no. Todo es menos transparente que nunca, porque Musk impidi¨® a los investigadores acad¨¦micos acceder a los datos de la plataforma como antes. El empresario no vacil¨® en bloquear las cuentas de periodistas serios que informaban sobre la compa?¨ªa y, en particular, sobre la fuga de los grandes anunciantes, un fen¨®meno que ha llevado a que ahora los tuiteros veamos sobre todo anuncios de estafas financieras o de criptomonedas.
Para demostrar que hab¨ªa censura pol¨ªtica cuando lleg¨®, Musk hizo una filtraci¨®n masiva de documentaci¨®n interna de la empresa, incluidos mensajes de correo electr¨®nico de sus empleados, para pasto de los periodistas afines. De aquel material, los Twitter Files, no sali¨® nada tan escandaloso, aunque gener¨® pol¨¦mica comprobar que las autoridades pol¨ªticas, sobre todo el FBI, ten¨ªan contacto fluido con la compa?¨ªa para alertar de ciertos contenidos. Nada extra?o si advert¨ªan de riesgos para la seguridad nacional, del terrorismo a la desinformaci¨®n promovida por Mosc¨².
En uno de sus movimientos m¨¢s violentos, Musk puso en la diana a algunos exempleados con nombres y apellidos para un linchamiento masivo en la propia red social y la persecuci¨®n de los medios sectarios. El m¨¢s se?alado era Yoel Roth, quien era el jefe de Confianza y Seguridad de la compa?¨ªa, al que consideraba responsable de un ¡°complejo industrial de censura¡±, y que tuvo que abandonar su vivienda tras publicarse su direcci¨®n en la prensa amarilla. Cuando un tuitero acus¨®, sin base alguna, a Roth de ser un ped¨®filo (estrategia recurrente entre los ultras), Musk respondi¨®: ¡°Eso explica muchas cosas¡±. Tambi¨¦n se apunt¨® contra Renee DiResta, una experta de la Universidad de Standford que participaba en un comit¨¦ sobre integridad electoral que emit¨ªa alertas de desinformaci¨®n. Se la se?al¨® como agente de la CIA, y todo porque siendo estudiante de computaci¨®n hab¨ªa sido becada en un programa de la agencia, una experiencia sin duda valiosa para su profesi¨®n. Ambos recibieron una cantidad insoportable de amenazas.
El documental incluye un debate de fondo interesante que trasciende al protagonista: qu¨¦ implica para la democracia que la moderaci¨®n (identificaci¨®n de contenidos t¨®xicos, sea para eliminarlos o para etiquetarlos) se realice de puertas adentro y sin transparencia en plataformas tan influyentes en la pol¨ªtica y el periodismo. Yoel Roth responde bien a quienes denuncian que antes de Musk hab¨ªa un sesgo izquierdista en la moderaci¨®n de Twitter: simplemente, eran las cuentas de la derecha y la ultraderecha las que estaban publicando m¨¢s bulos y mensajes de odio. ?l no deb¨ªa ser equidistante, ni castigar a izquierdistas para compensar, sino examinar cada caso: ¡°No era una conspiraci¨®n, eran las reglas¡±.
El programa traza un revelador paralelismo entre la degradaci¨®n de la plataforma y la evoluci¨®n ideol¨®gica del propio Musk, que ha pasado en pocos a?os de declararse un centrista a ser el m¨¢s entusiasta fiel de Trump y un devoto creyente en las conspiraciones m¨¢s inveros¨ªmiles. El supermillonario ejemplifica lo que le ha pasado a gran parte del mundo conservador, esa metamorfosis desde la defensa de la tradici¨®n y la moral hacia una posici¨®n amoral, despiadada y mentirosa. Elon Musk, como Javier Milei, representa bien a esa ¡°derecha anticristiana¡± que denuncia el muy cat¨®lico escritor Juan Manuel de Prada. Uno de los ¨²ltimos tuits del magnate dec¨ªa: ¡°El cristianismo perecer¨¢ si no hay m¨¢s valent¨ªa para defender lo justo y lo correcto¡±. En su red s¨ª que est¨¢ pereciendo lo justo y lo correcto.
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