El Festival de Utrecht dice adi¨®s a Sevilla
El grupo espa?ol Cantor¨ªa completa su trilog¨ªa de conciertos como conjunto residente con un nuevo ¨¦xito y los ¨²ltimos d¨ªas de la cita neerlandesa deparan grandes actuaciones de Stile Antico, Vox Luminis, Pierre Hanta? y la joven clavecinista sevillana Irene Gonz¨¢lez Rold¨¢n
La m¨²sica antigua siempre ha sido algo as¨ª como la hermana pobre del gran repertorio posterior, el que suele llenar los auditorios y los teatros de ¨®pera, el que cultivan los nombres famosos y conocidos por todos, el que mueve enormes presupuestos y despierta la atenci¨®n de los peri¨®dicos. Tradicionalmente, y m¨¢s a¨²n desde la gran revoluci¨®n interpretativa historicista, que empez¨® a dejarse sentir con fuerza a partir de los a?os setenta del siglo pasado, ha sido tambi¨¦n el mundo de la improvisaci¨®n (en su doble sentido, musical y log¨ªstico), de las fotocopias, de los ensayos de ultim¨ªsima hora o de las fronteras especialmente porosas entre los grupos, lo que explica que estos d¨ªas se haya visto a varios cantantes o instrumentistas formando parte de diversas agrupaciones, a veces incluso con enfoques interpretativos casi antag¨®nicos, como ha sido el caso del tenor espa?ol Ren¨¦ P¨¦rez Mui?o, que ha cantado tanto con Graindelavoix (este a?o muy dulcificado aqu¨ª en Utrecht) como con Vox Luminis, dos grupos belgas que no pueden ser m¨¢s diferentes.
Dedicarse a la m¨²sica antigua significa, por tanto, autorrecluirse en una especie de gueto, donde se sabe a ciencia cierta que se va a cobrar menos, va a reinar una incertidumbre casi constante y van a tenerse que dar muchas explicaciones de por qu¨¦ se canta Pe?alosa o se toca Cabez¨®n en lugar de Puccini o Beethoven. Todo ello guarda tambi¨¦n relaci¨®n quiz¨¢s con una dicotom¨ªa que ha venido observ¨¢ndose estos d¨ªas desde el comienzo del festival: la existente entre aquellos conciertos en los que sus int¨¦rpretes (y esta reflexi¨®n es v¨¢lida principalmente para los colectivos, no para las individualidades) demuestran tener una personalidad muy marcada, fruto del trabajo en com¨²n durante a?os con una plantilla estable (a la manera de una orquesta o un cuarteto de cuerda modernos) y aquellos otros en los que un grupo de buenos m¨²sicos sacan adelante un concierto gracias a su profesionalidad y su experiencia (como los ocho cantantes de la Cappella Mariana el domingo en la Domkerk), pero sin transmitir la sensaci¨®n de que son realmente un conjunto estable, hecho, personal y f¨¢cilmente identificable.
En la primera categor¨ªa se enmarca, sin duda alguna, Stile Antico, un grupo coral brit¨¢nico que celebrar¨¢ el a?o que viene su vig¨¦simo aniversario y que ha logrado mantener un n¨²cleo de cantantes sorprendentemente estable, simbolizado por las tres hermanas Ashby y del que tambi¨¦n forman parte otros nombres que resultan ya familiares para los buenos aficionados en todos sus conciertos (Cara Curran, Rebecca Hickey, Andrew Griffiths, Benedict Hymas ¨Causente en Utrecht¨C o James Arthur). M¨¢s importante que eso, o quiz¨¢ gracias a eso, han desarrollado un estilo absolutamente inconfundible basado en lo que tiene todos los visos de ser una democracia total: no hay director, los cantantes que interpretan la misma voz nunca se ubican juntos y la aparente facilidad con la que logran resultados extraordinarios esconde, sin duda, un trabajo previo muy serio y muy exigente en el que todos deben de tener voz y voto. Con los a?os han ido perfeccionando una t¨¦cnica grupal depurad¨ªsima (en la que las miradas constantes en direcciones permanentemente cambiantes desempe?an un papel crucial) que los sit¨²a claramente en la tradici¨®n coral brit¨¢nica (todos se han formado en ella), al tiempo que han sabido individualizarla con rasgos propios. Y nadie podr¨¢ recordar un solo concierto suyo flojo, fallido o deficientemente preparado.
En Utrecht han cantado dos programas, los dos estrechamente relacionados con la tem¨¢tica sevillana de este a?o. El primero, el mi¨¦rcoles en la Jacobikerk, inclu¨ªa m¨²sica interpretada en el servicio de la Salve de la Capilla de la Virgen de la Antigua en la catedral hispalense, parte de ella copiada en un importante manuscrito conservado en su archivo que se abre con la misma pieza con la que iniciaron su concierto: la extraordinaria Salve Regina de Josquin des Prez. A continuaci¨®n, m¨²sica de los cuatro magn¨ªficos (Morales, Guerrero, Victoria y Lobo) y, como cierre, otra Salve Regina, en este caso de Hernando Franco, uno de esos compositores espa?oles que decidieron hacer carrera en las Am¨¦ricas. M¨¢s all¨¢ de su afinaci¨®n infalible (ya canten con una o m¨¢s voces por parte), lo que resulta admirable es la naturalidad con que hacen funcionar los mecanismos de una enorme sofisticaci¨®n que se necesitan para interpretar sin piloto autom¨¢tico (la expresi¨®n acu?ada por Bruno Turner para describir gr¨¢ficamente las versiones de muchos grupos brit¨¢nicos) una polifon¨ªa tan compleja como esta, a la que saben dotar siempre de un sentido, de un rumbo, de una variedad din¨¢mica y de una estructura n¨ªtidamente definidos. La manera en que redistribuyen con sigilo sus posiciones al final de cada pieza, el placer que revelan sus caras mientras interpretan esta m¨²sica escrita en stile antico, su dicci¨®n siempre n¨ªtida y su manera de dibujar la textura polif¨®nica apenas tienen parang¨®n en la actualidad. Nacieron para acompa?ar a Sting en una gira y, trabajando duro, han ascendido a lo m¨¢s alto. Fuera de programa, tras el un¨¢nime ¨¦xito acostumbrado, interpretaron Ego flos campi, un milagro contrapunt¨ªstico a siete voces de Clemens non Papa.
En su segundo programa, el d¨ªa siguiente en la Domkerk, optaron por abundar en las cruciales conexiones americanas de Sevilla y su catedral, un referente para la m¨²sica sacra que empez¨® a componerse y copiarse en todas las que fueron erigi¨¦ndose en el Nuevo Mundo. Son¨® de nuevo m¨²sica de, o atribuida a, Hernando Franco (con algunas piezas en n¨¢huatl) y de otro compositor que tambi¨¦n prob¨® su suerte en Nueva Espa?a (Juan Guti¨¦rrez de Padilla: excepcional su Circumdederunt me), aunque el hilo conductor del programa fue la Missa O Rex Gloriae de Alonso Lobo, copiada en M¨¦xico en el conocido como C¨®dice Vald¨¦s. Su segundo Agnus Dei, a seis voces, y el motete Ave Virgo Santissima de Francisco Guerrero, a cinco, justo al final, se erigieron por m¨¦ritos tanto musicales como interpretativos en el cl¨ªmax emocional del concierto, por lo que, a pesar de unos aplausos tan o m¨¢s persistentes y un¨¢nimes que el d¨ªa anterior despu¨¦s de su en¨¦sima exhibici¨®n de gran clase, Stile Antico hizo bien en no cantar nada m¨¢s despu¨¦s de estos dos prodigios alumbrados por quienes fueran ambos maestros de capilla de la Catedral de Sevilla a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, dos de las figuras que salen claramente reivindicadas en este festival y cuya m¨²sica es, por supuesto, virtualmente imposible de escuchar en Espa?a.
En su tercer y ¨²ltimo concierto como conjunto residente, Cantor¨ªa disfrut¨® de mucha menor libertad que en los dos anteriores. De hecho, fueron, de alguna manera, dos conciertos en uno, ya que, por un lado, un amplio conjunto instrumental (clave, virginal, cuarteto de violas da gamba, flauta dulce, chirim¨ªa y corneta), algo muy del gusto de Skip Semp¨¦, director y fundador de Capriccio Stravagante, toc¨® obras de diversos compositores, con preponderancia de Antonio de Cabez¨®n, dejando amplio espacio para las glosas y disminuciones de Doron Sherwin (corneta) y Julien Martin (flauta dulce). Entre ellas se reservaron dos bloques para que Cantor¨ªa interpretase (3 + 2) las cinco secciones del Ordinario de la Missa Dezilde al Cavallero, de Crist¨®bal de Morales. Aunque hab¨ªa conexiones musicales indudables, el programa parec¨ªa m¨¢s un capriccio stravagante del director estadounidense (muy en segundo plano durante todo el concierto, casi m¨¢s espectador que participante activo) que una propuesta l¨®gica y bien fundamentada. Cantor¨ªa, de nuevo con dos cantantes por voz, volvi¨® a dejar testimonio de su gran clase y de su fuerte personalidad, pero sonaron algo maniatados en una propuesta gestada para el festival y sin recorrido previo. Tocar arropados por semejantes instrumentistas es, por supuesto, algo as¨ª como hundirse suavemente en un colch¨®n de plumas, pero fue uno de esos conciertos en los que la calidad del resultado final no fue exactamente igual a la de la suma de sus partes. Fuera de programa son¨® un sencillo pero eficaz Adoramus te Domine del Codex Montecassino.
Vox Luminis ha venido a Utrecht con 21 cantantes, de los que solo tres son lo que podr¨ªamos llamar miembros hist¨®ricos del grupo. Han cantado, a capela, el Officium defunctorum y la Missa pro defunctis de Morales, dos obras sin concesiones, adustas, sombr¨ªas, respetando los usos lit¨²rgicos, sin una sola concesi¨®n a la variedad artificiosa o el entretenimiento. Han cantado a un gran nivel, porque Lionel Meunier sabe escoger sus voces con criterio, pero, aun mejorando actuaciones recientes, no lograron la excelencia absoluta de sus mejores d¨ªas, cuando disfrutaban de una plantilla estable y rostros reconocibles, como los de Stile Antico. Puede exig¨ªrseles mucho porque nos han regalado mucho, aunque hay que admirar la coherencia de su planteamiento y el hecho de haber tra¨ªdo a Utrecht un programa tan alejado del aplauso f¨¢cil.
Como es tradicional, la Lutherse Kerk ha sido la sede de conciertos diarios de clave, que cuenta aqu¨ª con una fiel legi¨®n de amantes del instrumento. Como suele ser tambi¨¦n habitual, todos han rayado a un gran nivel, con alguna decepci¨®n (Francesco Corti) y alguna sorpresa (Yann Moulin, que ha tocado el mejor Cabez¨®n escuchado aqu¨ª estos d¨ªas, con un recital de enorme profundidad coronado por una emocionante versi¨®n de Quien llam¨® al partir, partir). Diego Ares dej¨® constancia el viernes de su enorme clase y tocando al clave y al muselaar un programa exigent¨ªsimo (Correa de Arauxo, Albero, Scarlatti y Soler) enteramente de memoria, lo que resulta especialmente meritorio en el Tiento y los Discursos de Correa, pero el vigu¨¦s se implica a fondo en lo que hace (lo demostr¨® tambi¨¦n el a?o pasado en su homenaje a Wanda Landowska) y posee unas condiciones extraordinarias para disfrutar y hacer disfrutar: con dedos y cabeza a partes iguales. Elegir para tocar fuera de programa la Peque?a danza espa?ola de Jos¨¦ Iturbi es tambi¨¦n toda una declaraci¨®n de intenciones. Pero, por muy joven y menos conocida, sorprendi¨® grat¨ªsimamente el domingo, en el ¨²ltimo concierto de la serie, la sevillana Irene Gonz¨¢lez Rold¨¢n, que propuso un programa sumamente original en el que, junto a nombres habituales durante toda la semana (Soler, Seixas y Albero), ofreci¨® tambi¨¦n m¨²sica mucho menos conocida de Jos¨¦ de Nebra y F¨¦lix M¨¢ximo L¨®pez. Aqu¨ª tenemos uno de esos ejemplos de una m¨²sica que, en vez de decantarse por el m¨¢s lucrativo piano, ha decidido centrar su enorme talento en el mucho m¨¢s minoritario clave: la m¨²sica antigua como vocaci¨®n irrenunciable. Uno de sus maestros, Menno van Delft, no escond¨ªa su satisfacci¨®n al final del concierto tras el ¨¦xito cosechado por su alumna, que toc¨® fuera de programa la Sonata en Re mayor de Mateo Alb¨¦niz.
A pesar de todo, ha habido un clavecinista que ha brillado por encima de todos los dem¨¢s, como si habitara otro firmamento. El s¨¢bado, en el Hertz (con mucho mayor aforo que la Lutherse Kerk), el franc¨¦s Pierre Hanta?, que no quiso anunciar de antemano un programa del que s¨®lo se sab¨ªa que estar¨ªa integrado exclusivamente por Sonatas de Domenico Scarlatti, fue eligiendo una u otra al calor del momento, de golpe de genio en golpe de genio, porque desde que puls¨® la primera tecla (de un clave de Michael Mietke copiado por Bruce Kennedy) qued¨® claro, por decirlo con un s¨ªmil deportivo, que ¨¦l juega en otra divisi¨®n. Hace del clave un instrumento omn¨ªmodo, en el que todo parece posible, incluido aquello que, en pura l¨®gica, sabemos que no lo es. Sonatas como la 3, la 58, la 185, la 208 o la 492 sonaron luminosas, imaginativas, hondas, frescas, como reci¨¦n compuestas, rebosantes de ingenios t¨¦cnicos y expresivos: otro mundo. Fuera de programa, y a modo de contraste, Hanta? nos regal¨® la Allemande la Suite HWV 428 de Handel. Quien albergue aun recelos sobre la m¨²sica antigua, o sobre el clave, har¨¢ bien en redimirse escuchando a este genio franc¨¦s.
En el extremo opuesto, no han faltado tampoco en esta edici¨®n los disparates. Uno de los mayores ha sido, sin duda, el concierto de L¡¯Arpeggiata, con tres percusionistas entre sus doce instrumentistas, el viernes en el Vredenburg. Con un programa descabellado y profusi¨®n de canciones populares latinoamericanas, con el p¨²blico ya a sus pies antes de tocar una sola nota, el grupo de Christina Pluhar traspas¨® una nueva barrera en su abrazo decidido de la est¨¦tica pop, ya que instrumentistas y cantantes fueron todos ellos amplificados (bastante mal, por cierto). Si alguien hab¨ªa calificado aqu¨ª estos d¨ªas las actuaciones de la sevillana Accademia del Piacere de happenings, los de L¡¯Arpeggiata se parecen cada vez m¨¢s a un espect¨¢culo circense, y eso que esta vez no han tra¨ªdo, como en el pasado, al contratenor polaco Jakub J¨®zef Orli¨½ski para hacer de saltimbanqui. Han sido, por en¨¦sima vez, los mismos trucos y bober¨ªas de siempre, pero tocados cada vez peor y con peor gusto: un desatino de principio a fin aplaudido con entusiasmo por sus devotos (no muy diferentes de los de Vox Luminis la tarde anterior, sorprendentemente).
No le anduvo a la zaga, aunque aqu¨ª las pretensiones eran serias, Pedro Memelsdorff en el siempre importante concierto de clausura del domingo. Concebido como un supuesto florilegio de m¨²sicas relacionadas con el Affaire Kourou (el env¨ªo forzoso de miles de europeos a la Guayana Francesa, muchos de los cuales murieron tras una terrible pandemia), lo de menos es que sonara el tema principal de la pel¨ªcula Papillon, compuesto por Jerry Goldsmith y tocado con acorde¨®n (?y tiorba!), al principio y al final del concierto, o incluso el programa absolutamente disparatado concebido por el argentino. Lo m¨¢s triste fueron unas interpretaciones pobr¨ªsimas a cargo de m¨²sicos jovenc¨ªsimos (Arlequin Philosophe se llama el grupo) entregados a los caprichos de Memelsdorff, empe?ado en hiperdirigir e hipergraduar con una contorsi¨®n corporal tras otra la din¨¢mica, el tempo y la duraci¨®n de cada nota: de cada corchea o semicorchea, a ser posible. Solo mantuvo cierta dignidad en medio de semejante burundanga el estupendo violinista Th¨¦otime Langlois de Swarte, que parec¨ªa deseoso de que la pesadilla acabara cuanto antes. El flautista y anta?o gran int¨¦rprete de m¨²sica medieval ha devenido en un m¨²sico rematadamente estrafalario.
Se han echado en falta estos d¨ªas algunas sesiones espec¨ªficamente musicol¨®gicas: aqu¨ª estuvieron en la edici¨®n de 2008, Siglos de Oro, el gran patriarca Bruno Turner, Michael Noone, Pepe Rey, Juan Ruiz Jim¨¦nez, Juan Carlos Asensio o Tess Knighton, cuyas conferencias previstas en el Instituto Cervantes sobre paisajes sonoros sevillanos las ha impartido finalmente, por enfermedad, la sevillana Ana L¨®pez Suero, que ha hecho aprender (y re¨ªrse) mucho a sus oyentes. Durante diez d¨ªas se ha reivindicado en Utrecht por todo lo alto la m¨²sica espa?ola y latinoamericana, de Alfonso X (formidables Hana Bla?¨ªkov¨¢ y Barbora Kab¨¢tkov¨¢ en su monogr¨¢fico dedicado a las Cantigas el s¨¢bado en la Pieterskerk) a Manuel de Falla, con una peque?a ventana abierta incluso al flamenco, con Tom¨¢s de Perrate, Alfredo Lagos y Leonor Leal. El cantaor utrerano naufrag¨® un poco cuando prob¨® a fusionar flamenco y m¨²sica antigua (lo ha hecho much¨ªsimo mejor Sebasti¨¢n Cruz en su reciente proyecto Zarabanda), pero la bailaora jerezana conquist¨® al p¨²blico con su originalidad, su contenci¨®n y su elegancia. El a?o que viene, el festival reh¨²ye toda localizaci¨®n geogr¨¢fica o temporal, ya que ha elegido como tema central una amplia reflexi¨®n sobre la m¨²sica hist¨®rica en cuanto que arte muse¨ªstica, con todas sus posibles ramificaciones. Utrecht se despide, pues, del Guadalquivir y vuelve a refugiarse en sus canales.
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